EL PAÍS
TRIBUNA: Luis Yáñez-Barnuevo
El cambio llegó a El Salvador
Luis Yáñez-Barnuevo 28/03/2009
Las elecciones de los últimos años en América Latina han marcado una clara tendencia hacia la izquierda, la gran beneficiaria del fracaso del neoliberalismo representado por el consenso de Washington predicado durante la era de George W. Bush. Dos modelos de izquierda han accedido al poder. Por un lado, aquellos que pueden considerarse próximos a la socialdemocracia. Son los casos de Brasil, Uruguay, Chile, Perú, Paraguay, Costa Rica, Panamá, Guatemala y ahora El Salvador. Por otro, el modelo autotitulado "socialismo del siglo XXI" de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua. Naturalmente, este esquema, como todos, peca de simplificador, pero está claro que entre los primeros dominan la institucionalidad, la alternancia en el poder y el carácter gradualista y reformista de sus políticas, y en los segundos existe una tendencia al populismo izquierdizante y al caudillismo con dosis variables de antinorteamericanismo.
Funes ha dejado clara su tendencia socialdemócrata, su distancia de los Castro, Chávez y Ortega
Las afinidades electivas funcionan en el interior de cada grupo, pero ello no quiere decir que actúen como bloques homogéneos ni antagónicos entre sí. Sí parece evidente que Brasil lidera, con diplomacia y sutileza, al grupo de izquierda moderada, y Venezuela intenta hacer lo propio con los partidarios del "socialismo del siglo XXI", disputándose ambos, con ventaja para Brasil, la hegemonía en Suramérica, como se ha demostrado con la creación y funcionamiento de UNASUR.
Hasta las elecciones del 15 de marzo, El Salvador había quedado al margen de la citada tendencia a la izquierda. El país venía siendo gobernado por la derecha, el partido ARENA, desde las elecciones presidenciales de 1989, aunque desde el proceso de paz de 1992, en el pacto de Chapultepec, que terminó con 12 años de guerra civil, la izquierda ha ido creciendo bajo las siglas del FMLN, minoría mayoritaria en la Asamblea parlamentaria desde las elecciones del 18 de enero último y con más votos que ARENA en las municipales de la misma fecha. Pero no lo ha tenido fácil en un país donde se ha cultivado un fuerte anticomunismo militante desde los años treinta del siglo pasado, cuando los terratenientes cafeteros y los militares provocaron la famosa matanza de Izalco, en la que murieron más de 30.000 campesinos, poco después del fusilamiento del propio Farabundo Martí.
Claro está que, como ocurre siempre en toda situación de extrema polarización, el FMLN continúa dominado por sectores dogmáticos. Los intentos modernizadores se han saldado en el pasado con expulsiones o creación de nuevos partidos, y las crisis siempre las han ganado los "comandantes". Las cosas sólo empezaron a cambiar cuando emergió como candidato del FMLN a la presidencia de la República Mauricio Funes, un prestigioso e independiente periodista político, quien desde el principio dejó clara su tendencia socialdemócrata, su acercamiento a Lula, Bachelet o Zapatero y su distancia de los Castro, de Chávez y, especialmente del vecino Daniel Ortega, cuyo régimen se aleja cada vez más del sandinismo y se acerca más al caligulismo. El grupo de "amigos de Mauricio Funes" -formado por intelectuales y profesionales independientes- ha jugado a favor de la mesura, de la izquierda reformista.
Favorecido, sin duda por la victoria arrolladora de Barack Obama en Estados Unidos, en un país de fuerte influencia norteamericana, la moderación de Funes, la ausencia de agresividad en su mensaje, la centralidad de su discurso han terminado por calar en las capas medias urbanas sin perder el apoyo tradicional de los votantes del FMLN. No lo tenía fácil, insisto, porque sociológicamente el país es mayoritariamente de derechas y porque, sólo un mes antes de los comicios, el tercer y cuarto partidos, el PCN (Partido de Conciliación Nacional) y PDC (Partido Demócrata Cristiano), habían retirado sus candidatos a la presidencia en favor del aspirante presentado por ARENA, Rodrigo Ávila, antiguo jefe de la Policía Nacional Civil.
Durante la campaña electoral muchos se han hecho la gran pregunta: ¿logrará Funes desde la presidencia hacer valer su autoridad democrática o mandarán los duros del FMLN? La respuesta la darán los hechos. Naturalmente, ARENA y sus medios afines han atizado el miedo a la llegada al poder de "los comunistas" y han asociado hasta la saciedad el cambio que promete Funes con la creación de un régimen autoritario, incluso advirtiendo sobre el fin de la democracia en El Salvador. Está por ver cómo aceptará la derrota un partido como ARENA tras 20 años de dominio casi total de las instituciones de la República.
Funes quiere formar un gobierno plural, con independientes y miembros de otros partidos, además del FMLN, y se enfrenta a varios retos importantes: los derivados de la crisis económica mundial -que, cómo no, afecta también a su país- y los específicos salvadoreños, como la gestión de la emigración -más de dos millones de salvadoreños trabajan en el extranjero, sobre todo en EE UU-, la alta tasa de violencia y homicidios comunes, que junto con las reformas del sistema electoral y la edificación de un sistema de contrapoderes independientes y plurales son urgentes para profundizar y modernizar la democracia salvadoreña. El nuevo presidente ha ofrecido mano tendida, diálogo y consenso a la oposición. Sería una irresponsabilidad no aceptar su oferta.
Luis Yáñez-Barnuevo es diputado en el Parlamento Europeo.
El cambio llegó a El Salvador
Luis Yáñez-Barnuevo 28/03/2009
Las elecciones de los últimos años en América Latina han marcado una clara tendencia hacia la izquierda, la gran beneficiaria del fracaso del neoliberalismo representado por el consenso de Washington predicado durante la era de George W. Bush. Dos modelos de izquierda han accedido al poder. Por un lado, aquellos que pueden considerarse próximos a la socialdemocracia. Son los casos de Brasil, Uruguay, Chile, Perú, Paraguay, Costa Rica, Panamá, Guatemala y ahora El Salvador. Por otro, el modelo autotitulado "socialismo del siglo XXI" de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua. Naturalmente, este esquema, como todos, peca de simplificador, pero está claro que entre los primeros dominan la institucionalidad, la alternancia en el poder y el carácter gradualista y reformista de sus políticas, y en los segundos existe una tendencia al populismo izquierdizante y al caudillismo con dosis variables de antinorteamericanismo.
Funes ha dejado clara su tendencia socialdemócrata, su distancia de los Castro, Chávez y Ortega
Las afinidades electivas funcionan en el interior de cada grupo, pero ello no quiere decir que actúen como bloques homogéneos ni antagónicos entre sí. Sí parece evidente que Brasil lidera, con diplomacia y sutileza, al grupo de izquierda moderada, y Venezuela intenta hacer lo propio con los partidarios del "socialismo del siglo XXI", disputándose ambos, con ventaja para Brasil, la hegemonía en Suramérica, como se ha demostrado con la creación y funcionamiento de UNASUR.
Hasta las elecciones del 15 de marzo, El Salvador había quedado al margen de la citada tendencia a la izquierda. El país venía siendo gobernado por la derecha, el partido ARENA, desde las elecciones presidenciales de 1989, aunque desde el proceso de paz de 1992, en el pacto de Chapultepec, que terminó con 12 años de guerra civil, la izquierda ha ido creciendo bajo las siglas del FMLN, minoría mayoritaria en la Asamblea parlamentaria desde las elecciones del 18 de enero último y con más votos que ARENA en las municipales de la misma fecha. Pero no lo ha tenido fácil en un país donde se ha cultivado un fuerte anticomunismo militante desde los años treinta del siglo pasado, cuando los terratenientes cafeteros y los militares provocaron la famosa matanza de Izalco, en la que murieron más de 30.000 campesinos, poco después del fusilamiento del propio Farabundo Martí.
Claro está que, como ocurre siempre en toda situación de extrema polarización, el FMLN continúa dominado por sectores dogmáticos. Los intentos modernizadores se han saldado en el pasado con expulsiones o creación de nuevos partidos, y las crisis siempre las han ganado los "comandantes". Las cosas sólo empezaron a cambiar cuando emergió como candidato del FMLN a la presidencia de la República Mauricio Funes, un prestigioso e independiente periodista político, quien desde el principio dejó clara su tendencia socialdemócrata, su acercamiento a Lula, Bachelet o Zapatero y su distancia de los Castro, de Chávez y, especialmente del vecino Daniel Ortega, cuyo régimen se aleja cada vez más del sandinismo y se acerca más al caligulismo. El grupo de "amigos de Mauricio Funes" -formado por intelectuales y profesionales independientes- ha jugado a favor de la mesura, de la izquierda reformista.
Favorecido, sin duda por la victoria arrolladora de Barack Obama en Estados Unidos, en un país de fuerte influencia norteamericana, la moderación de Funes, la ausencia de agresividad en su mensaje, la centralidad de su discurso han terminado por calar en las capas medias urbanas sin perder el apoyo tradicional de los votantes del FMLN. No lo tenía fácil, insisto, porque sociológicamente el país es mayoritariamente de derechas y porque, sólo un mes antes de los comicios, el tercer y cuarto partidos, el PCN (Partido de Conciliación Nacional) y PDC (Partido Demócrata Cristiano), habían retirado sus candidatos a la presidencia en favor del aspirante presentado por ARENA, Rodrigo Ávila, antiguo jefe de la Policía Nacional Civil.
Durante la campaña electoral muchos se han hecho la gran pregunta: ¿logrará Funes desde la presidencia hacer valer su autoridad democrática o mandarán los duros del FMLN? La respuesta la darán los hechos. Naturalmente, ARENA y sus medios afines han atizado el miedo a la llegada al poder de "los comunistas" y han asociado hasta la saciedad el cambio que promete Funes con la creación de un régimen autoritario, incluso advirtiendo sobre el fin de la democracia en El Salvador. Está por ver cómo aceptará la derrota un partido como ARENA tras 20 años de dominio casi total de las instituciones de la República.
Funes quiere formar un gobierno plural, con independientes y miembros de otros partidos, además del FMLN, y se enfrenta a varios retos importantes: los derivados de la crisis económica mundial -que, cómo no, afecta también a su país- y los específicos salvadoreños, como la gestión de la emigración -más de dos millones de salvadoreños trabajan en el extranjero, sobre todo en EE UU-, la alta tasa de violencia y homicidios comunes, que junto con las reformas del sistema electoral y la edificación de un sistema de contrapoderes independientes y plurales son urgentes para profundizar y modernizar la democracia salvadoreña. El nuevo presidente ha ofrecido mano tendida, diálogo y consenso a la oposición. Sería una irresponsabilidad no aceptar su oferta.
Luis Yáñez-Barnuevo es diputado en el Parlamento Europeo.
EL PAÍS
TRIBUNA: JOAQUÍN VILLALOBOS
El Salvador, entre el riesgo y la oportunidad
JOAQUÍN VILLALOBOS 19/03/2009
Cuando Ignacio Ellacuría, ex rector de la Universidad Jesuita, me dijo, pocos meses antes de ser asesinado, que con Alfredo Cristiani, entonces presidente de El Salvador, se podía firmar la paz, no le creí. Cristiani no venía de la extrema derecha, pero llegó al Gobierno montado en la Alianza Republicana Nacionalista (Arena), que en ese momento era el partido de los escuadrones de la muerte. Cristiani tendió puentes, nosotros los cruzamos, firmamos la paz y esto le permitió controlar y transformar a su partido. La transformación de Arena en una derecha democrática cambió radicalmente a El Salvador.
La comunidad internacional debe acercarse a Funes para evitar que se escore hacia Chávez
El fin de la violencia política gubernamental, el establecimiento de la tolerancia y la libertad de expresión como valores centrales, conquistados en la guerra civil que padeció el país en los años ochenta, han hecho posible que ahora el Frente Farabundo Martí (FMLN) haya ganado las elecciones y que Arena haya aceptado sin vacilar su derrota por un escaso margen. Esto disipa el fantasma autoritario de la derecha salvadoreña. Se le pueden cuestionar a Arena sus políticas económicas, su egoísmo social o su politiquería polarizante, pero es, sin duda, un partido democrático.
Contrariamente, hay razones evidentes para dudar de que el FMLN sea un partido democrático y para creer que es una fuerza política violenta, intransigente e intolerante. Esto lo sustentan hechos, documentos oficiales, declaraciones y el alineamiento abierto del partido con el modelo cubano y bolivariano. Ese alineamiento le ha permitido al FMLN ser el único partido político latinoamericano que ha ganado decenas de millones de dólares vendiendo diésel mediante un acuerdo con Chávez. En 14 años, vía numerosas escisiones y expulsiones, el Frente pasó de ser una alianza de centro-izquierda a ser controlado por el partido comunista.
En El Salvador la derecha no hizo una campaña de miedo, simplemente manifestó un miedo real, sustentado en las expropiaciones venezolanas, en el fraude nicaragüense y en las acciones de los grupos violentos del propio FMLN, que amenazaban con incendiar el país si perdían.
Si Arena hubiese ganado la elección por el mismo margen con que ha ganado el FMLN, El Salvador estaría ahora en una crisis como la que vivió México después de la elección del 2006, sólo que con mucha violencia y muertos.
El Salvador es un país en riesgo, está profundamente dividido, en los inicios de una crisis económica de gran impacto y bajo una inseguridad que lo podría convertir en un narco-Estado. Así como en 1992, sólo la paz pudo darle viabilidad, ahora sólo la concertación lo salva. El partido Arena ya está transformado, la tarea pendiente, la más importante y la más difícil para el nuevo presidente, es transformar al FMLN en un partido tolerante y democrático, porque sólo así se convertirá El Salvador en un país políticamente previsible.
El modelo cubano bolivariano va de salida. La primera víctima de esta crisis temporal del capitalismo será el final definitivo del socialismo del siglo XXI de Chávez, que arrastrará consigo al régimen cubano. No tiene sentido seguir los pasos de un cadáver. La paz en El Salvador fue posible también por el fin de la guerra fría, el debilitamiento de la chequera del coronel Chávez es una situación parecida. La comunidad internacional democrática debe acercarse al nuevo Gobierno para hacer contrapesos y evitar que El Salvador se convierta en otro juguete geopolítico del coronel.
El extremismo ideológico, el discurso agresivo y la conducta intolerante del FMLN, genera grupos que ejecutan violencia callejera de forma sistemática. Esos grupos ya asesinaron a dos policías, siembran el terror en la Universidad Nacional, han golpeado a periodistas, atacaron en la campaña al candidato de Arena y se han relacionado con la narcoguerrilla de las FARC, tal como lo demostraron las computadoras decomisadas en Ecuador por el Ejército colombiano.
En realidad, se trata de un poder de intimidación fríamente construido, similar al que agrede las protestas de opositores en Nicaragua y al que pone bombas en sinagogas e iglesias en Venezuela. Los opositores están expuestos a ser atacados por estos grupos, que, al convertirse su partido en Gobierno, pasan a gozar de indiferencia policial e impunidad jurídica. En El Salvador hubo una pacificación sin venganza, y todos, incluso quienes nos alzamos, hemos podido bajo los Gobiernos de Arena criticar sin sentirnos amenazados.
El nuevo presidente tiene el reto de mantener una seguridad democrática, de evitar la ideologización de las instituciones de seguridad y de desmantelar el poder de intimidación callejero que sectores del FMLN buscarán expandir, empoderar y construirle complicidades policiales, como las que tuvieron antes los escuadrones de la muerte de la derecha.
El escenario en el que Mauricio Funes ha ganado la elección es similar al de hace 20 años cuando ganó Cristiani, la gente les creyó a los candidatos y no a sus partidos. Funes llega al Gobierno montado en un caballo todavía salvaje, pero su discurso inicial ha sido de tender puentes y Arena ha dicho que está dispuesta a cruzarlos. Esto puede permitirle al nuevo presidente transformar al FMLN y colocar a El Salvador en un momento de oportunidad.
Joaquín Villalobos, ex guerrillero salvadoreño, es consultor para la resolución de conflictos internacionales.
El Salvador, entre el riesgo y la oportunidad
JOAQUÍN VILLALOBOS 19/03/2009
Cuando Ignacio Ellacuría, ex rector de la Universidad Jesuita, me dijo, pocos meses antes de ser asesinado, que con Alfredo Cristiani, entonces presidente de El Salvador, se podía firmar la paz, no le creí. Cristiani no venía de la extrema derecha, pero llegó al Gobierno montado en la Alianza Republicana Nacionalista (Arena), que en ese momento era el partido de los escuadrones de la muerte. Cristiani tendió puentes, nosotros los cruzamos, firmamos la paz y esto le permitió controlar y transformar a su partido. La transformación de Arena en una derecha democrática cambió radicalmente a El Salvador.
La comunidad internacional debe acercarse a Funes para evitar que se escore hacia Chávez
El fin de la violencia política gubernamental, el establecimiento de la tolerancia y la libertad de expresión como valores centrales, conquistados en la guerra civil que padeció el país en los años ochenta, han hecho posible que ahora el Frente Farabundo Martí (FMLN) haya ganado las elecciones y que Arena haya aceptado sin vacilar su derrota por un escaso margen. Esto disipa el fantasma autoritario de la derecha salvadoreña. Se le pueden cuestionar a Arena sus políticas económicas, su egoísmo social o su politiquería polarizante, pero es, sin duda, un partido democrático.
Contrariamente, hay razones evidentes para dudar de que el FMLN sea un partido democrático y para creer que es una fuerza política violenta, intransigente e intolerante. Esto lo sustentan hechos, documentos oficiales, declaraciones y el alineamiento abierto del partido con el modelo cubano y bolivariano. Ese alineamiento le ha permitido al FMLN ser el único partido político latinoamericano que ha ganado decenas de millones de dólares vendiendo diésel mediante un acuerdo con Chávez. En 14 años, vía numerosas escisiones y expulsiones, el Frente pasó de ser una alianza de centro-izquierda a ser controlado por el partido comunista.
En El Salvador la derecha no hizo una campaña de miedo, simplemente manifestó un miedo real, sustentado en las expropiaciones venezolanas, en el fraude nicaragüense y en las acciones de los grupos violentos del propio FMLN, que amenazaban con incendiar el país si perdían.
Si Arena hubiese ganado la elección por el mismo margen con que ha ganado el FMLN, El Salvador estaría ahora en una crisis como la que vivió México después de la elección del 2006, sólo que con mucha violencia y muertos.
El Salvador es un país en riesgo, está profundamente dividido, en los inicios de una crisis económica de gran impacto y bajo una inseguridad que lo podría convertir en un narco-Estado. Así como en 1992, sólo la paz pudo darle viabilidad, ahora sólo la concertación lo salva. El partido Arena ya está transformado, la tarea pendiente, la más importante y la más difícil para el nuevo presidente, es transformar al FMLN en un partido tolerante y democrático, porque sólo así se convertirá El Salvador en un país políticamente previsible.
El modelo cubano bolivariano va de salida. La primera víctima de esta crisis temporal del capitalismo será el final definitivo del socialismo del siglo XXI de Chávez, que arrastrará consigo al régimen cubano. No tiene sentido seguir los pasos de un cadáver. La paz en El Salvador fue posible también por el fin de la guerra fría, el debilitamiento de la chequera del coronel Chávez es una situación parecida. La comunidad internacional democrática debe acercarse al nuevo Gobierno para hacer contrapesos y evitar que El Salvador se convierta en otro juguete geopolítico del coronel.
El extremismo ideológico, el discurso agresivo y la conducta intolerante del FMLN, genera grupos que ejecutan violencia callejera de forma sistemática. Esos grupos ya asesinaron a dos policías, siembran el terror en la Universidad Nacional, han golpeado a periodistas, atacaron en la campaña al candidato de Arena y se han relacionado con la narcoguerrilla de las FARC, tal como lo demostraron las computadoras decomisadas en Ecuador por el Ejército colombiano.
En realidad, se trata de un poder de intimidación fríamente construido, similar al que agrede las protestas de opositores en Nicaragua y al que pone bombas en sinagogas e iglesias en Venezuela. Los opositores están expuestos a ser atacados por estos grupos, que, al convertirse su partido en Gobierno, pasan a gozar de indiferencia policial e impunidad jurídica. En El Salvador hubo una pacificación sin venganza, y todos, incluso quienes nos alzamos, hemos podido bajo los Gobiernos de Arena criticar sin sentirnos amenazados.
El nuevo presidente tiene el reto de mantener una seguridad democrática, de evitar la ideologización de las instituciones de seguridad y de desmantelar el poder de intimidación callejero que sectores del FMLN buscarán expandir, empoderar y construirle complicidades policiales, como las que tuvieron antes los escuadrones de la muerte de la derecha.
El escenario en el que Mauricio Funes ha ganado la elección es similar al de hace 20 años cuando ganó Cristiani, la gente les creyó a los candidatos y no a sus partidos. Funes llega al Gobierno montado en un caballo todavía salvaje, pero su discurso inicial ha sido de tender puentes y Arena ha dicho que está dispuesta a cruzarlos. Esto puede permitirle al nuevo presidente transformar al FMLN y colocar a El Salvador en un momento de oportunidad.
Joaquín Villalobos, ex guerrillero salvadoreño, es consultor para la resolución de conflictos internacionales.
ALAI, América Latina en Movimiento2009-03-23
ElSalvador
El largo trecho de Farabundo Martí al FMLN
ElSalvador
El largo trecho de Farabundo Martí al FMLN
Frida Modak
El Salvador accedió a la vida independiente en 1821 después de haber sido parte de la Capitanía General de Guatemala, que dependía del Virreinato de México durante la época colonial, y luego del Imperio de Iturbide. Al igual que prácticamente todos los países que hoy forman América Latina sufrió primero los efectos del colonialismo inglés, que más tarde sería sustituido por el estadunidense. Es en este último período cuando se produce un hecho fundamental en su historia. El principal producto de exportación salvadoreño era, hacia 1880, el añil. Cuando surgieron los colorantes artificiales cayeron los precios y su producción fue sustituida por la del café, para lo cual se necesitaban mayores extensiones de tierra. Como consecuencia de ello miles de campesinos fueron expulsados de sus propiedades y al producirse la crisis económica mundial de 1929 el café no tuvo demanda, la cosecha no se recogió y en el campo hubo hambre. Eso generó, en enero de 1932, una insurrección popular que fue encabezada por Farabundo Martí, un joven que cambió sus estudios de leyes por la lucha revolucionaria y que había sido secretario de César Augusto Sandino, junto al cual combatió contra la invasión estadunidense a Nicaragua. Fue miembro de la Liga Antiimperialista de las Américas e incluso fundador del Partido Comunista Mexicano. La insurrección salvadoreña fue reprimida por la dictadura del general Maximiliano Martínez, doce mil campesinos fueron muertos, Farabundo Martí fue detenido y fusilado. Los regímenes militares se sucedieron. A fines de los años sesenta la guerra entre El Salvador y Honduras afectó al Mercado Común centroamericano, la industria salvadoreña entró en crisis y al comenzar los setenta resurgieron las luchas populares. Se crearon organizaciones guerrilleras y políticas. El Partido Demócrata Cristiano, PDC, la Unión Democrática Nacionalista, UDN, y el Movimiento Nacional Revolucionario, MNR, formaron la Unión Nacional Opositora, UNO, y en 1972 postularon la fórmula Napoleón Duarte-Guillermo Ungo, PDC-MNR. Mediante un nuevo fraude, ”ganó” el candidato militar. Poco después la Juventud Militar intentó dar un golpe, en señal de desacuerdo con lo ocurrido, fracasaron y numerosos dirigentes opositores, entre ellos Duarte y Ungo, tuvieron que salir al exilio. Cabe señalar que durante todos esos años en El Salvador hubo elecciones presidenciales y parlamentarias, con lo que supuestamente se cumplían los requisitos de una democracia. También las hubo en 1977 y otro fraude colocó en la presidencia al general Carlos Humberto Romero. Pero esta vez hubo protestas en las calles, la represión dejó 7 mil muertos, y la falta de salidas políticas aumentó el accionar de las guerrillas, que se coordinaron entre ellas y con los partidos políticos opositores. ¿Experiencia fallida?A mediados de octubre de 1979 el general Romero fue depuesto por un movimiento encabezado por la Juventud Militar liderada por el coronel Adolfo Majano y lanzó una revolucionaria proclama denunciando la corrupción, violación a los derechos humanos y desastre económico provocado por el gobierno derrocado, formulando una serie de propuestas de cambio. Sobre esas bases se creó una junta cívico-militar integrada por Román Mayorga, Rector de la Universidad Centro Americana, UCA, perteneciente a los jesuitas, Guillermo Ungo por el Foro Popular y el ingeniero Mario Andino por los pequeños y medianos empresarios. Había muchas interrogantes. El gabinete lo integraban representantes de partidos democráticos, pero el ministro de defensa era el mismo Comandante en Jefe del ejército y se seguían produciendo enfrentamientos con la población. Al poco tiempo Román Mayorga renunció a la junta y se vino a México. Para algunos eso era señal de que en prevención a que triunfara otra revolución como la nicaragüense, Estados Unidos había estimulado a la Juventud Militar. La otra posibilidad era que ésta hubiese tenido que negociar con las cúpulas. El caso es que se presenó una coyuntura propicia y l mediodía del 25 de diciembre de 1979 llegué a la capital salvadoreña. En los seis días que estuve allí entrevisté en su regimiento al capitán Marenko, que era la figura más conocida de la Juventud Militar y aparentemente muy convencido de que había que aplicar lo planteado en la proclama. Fui a la “escuela de democracia” que había establecido en San Salvador el ex canciller venezolano Arístides Calvani, en ese tiempo Secretario General de la Organización Demócrata Cristiana de América, ODCA. Ahí un equipo de demócrata cristianos sudamericanos le daba clases de democracia a los uniformados salvadoreños, según me explicó el Mayor Vargas. Presencié innumerables manifestaciones callejeras en contra de Monseñor Romero, al que a gritos acusaban de “marxista”, tal como lo habían hecho en su momento con el cardenal chileno durante el gobierno del Presidente Allende. Las acciones represivas de los militares continuaban y cobraban más vidas, lo que ostensiblemente preocupaba a los integrantes civiles de la junta. El día que entrevisté a Guillermo Ungo en la Casa Presidencial, me acompañó después hasta la puerta y en el corto trayecto nos cruzamos con una decena de militares que nos saludaron amablemente. Sorprendido de verlos ahí Ungo me comentó ”deben tener alguna reunión”. Y vaya que la tenían, una vez que se juntaron todos los convocados, irrumpieron en un consejo de gabinete para exigirle a la parte civil que los respaldara frente a las críticas que estaban recibiendo por las acciones represivas. Eso era una clara amenaza a la supervivencia de la junta cívico-militar y mientras sus integrantes políticos definían la situación, entrevisté al personaje más representativo de la democracia cristiana, el entonces alcalde de San Salvador, Adolfo Rey Prendes, quien sin referirse a la demanda de los militares abordó lo relativo a la represión y lo justificó diciendo que ellos estaban acostumbrados a disparar y que se les seguiría yendo la mano. Salí de su despacho con el convencimiento de que esa crisis terminaría con la instalación de una nueva junta, esta vez demócrata cristiana-militar y así lo comenté con el subsecretario de Relaciones Exteriores Héctor Oquelí, quien tenía la misma impresión y que en la víspera de mi regreso a México me entregó , como medida preventiva , copia fotostática de cada una de las renuncias, firmadas y no hechas efectivas aún, de los miembros civiles de la Junta y el gobierno. Recordar estos hechos tiene por objeto señalar el contexto en que surge en 1980 el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. . A esa primera junta la sucedió otra , de la que formó parte el hasta entonces canciller Héctor Dada, demócrata cristiano, quien a las pocas semanas renunció tanto al cargo como al partido. No podía aceptar las violaciones a los derechos humanos que cometían los militares, a los que se les seguía “yendo la mano”, como decía Rey Prendes. Se formó una tercera junta, encabezada por Napoleón Duarte, quien hasta entonces había continuado viviendo en Venezuela. El período de Duarte fue sangriento, preludiando lo que vendría después cuando el mayor Roberto D’Aubuisson, a quien designaron presidente de la Asamblea Constituyente, creó los escuadrones de la muerte y planificó y dirigió el asesinato de Monseñor Romero. El Informe de la Verdad elaborado por las Naciones Unidas sobre la masacre en El Mozote y otros poblados cercanos es espeluznante. En esa realidad aparece el FMLN, que al unificar a las organizaciones guerrilleras creó una instancia a la vez militar y política y fue reconocida como tal por los gobiernos de México y Francia. Al mismo tiempo el Frente Democrático Revolucionario, FDR, que encabezaba Guillermo Ungo reunía partidos políticos y organizaciones populares. El entendimiento FMLN-FDR fue una pieza de gran importancia para llegar a la firma de los Acuerdos de Paz, lo que ocurrió un año después de la muerte de Ungo, a raíz de una operación al cerebro. Y esto es importante de señalar porque en la reciente campaña electoral se quiso descalificar al hoy presidente electo Mauricio Funes, presentándolo como guerrillero, a sabiendas de que no lo fue, en el marco de una de las campañas más sucias de los últimos tiempos, como lo ejemplifica la portada del Diario de Hoy del día de la elección y que ilustra estas páginas. En el campo de la derecha, D’Aubuisson fundó la Alianza Renovadora Nacionalista, Arena, que gobernó los últimos 20 años y es el Partido al que acaba de derrotar el FMLN. Estas elecciones dividieron también a los otros dos partidos derechistas: el Demócrata Cristiano y el viejo Partido de Conciliación Nacional. El primero terminó apoyando a Funes y los segundos lo hicieron en varias regiones del país. Con Funes están también los que se marginaron de la democracia cristiana al romperse la primera junta cívico militar en 1980 y que hoy constituyen el partido Centro Democrático, que preside el ex canciller Héctor Dada, y también se encuentran allegados al Movimiento Nacional Revolucionario que dirigiera Ungo. Hay un reacomodo por una parte y un reencuentro por la otra, marcando el trecho que va desde Farabundo Martí al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. - Frida Modak, periodista, fue Secretaria de Prensa del Presidente Salvador Allende.
El Salvador accedió a la vida independiente en 1821 después de haber sido parte de la Capitanía General de Guatemala, que dependía del Virreinato de México durante la época colonial, y luego del Imperio de Iturbide. Al igual que prácticamente todos los países que hoy forman América Latina sufrió primero los efectos del colonialismo inglés, que más tarde sería sustituido por el estadunidense. Es en este último período cuando se produce un hecho fundamental en su historia. El principal producto de exportación salvadoreño era, hacia 1880, el añil. Cuando surgieron los colorantes artificiales cayeron los precios y su producción fue sustituida por la del café, para lo cual se necesitaban mayores extensiones de tierra. Como consecuencia de ello miles de campesinos fueron expulsados de sus propiedades y al producirse la crisis económica mundial de 1929 el café no tuvo demanda, la cosecha no se recogió y en el campo hubo hambre. Eso generó, en enero de 1932, una insurrección popular que fue encabezada por Farabundo Martí, un joven que cambió sus estudios de leyes por la lucha revolucionaria y que había sido secretario de César Augusto Sandino, junto al cual combatió contra la invasión estadunidense a Nicaragua. Fue miembro de la Liga Antiimperialista de las Américas e incluso fundador del Partido Comunista Mexicano. La insurrección salvadoreña fue reprimida por la dictadura del general Maximiliano Martínez, doce mil campesinos fueron muertos, Farabundo Martí fue detenido y fusilado. Los regímenes militares se sucedieron. A fines de los años sesenta la guerra entre El Salvador y Honduras afectó al Mercado Común centroamericano, la industria salvadoreña entró en crisis y al comenzar los setenta resurgieron las luchas populares. Se crearon organizaciones guerrilleras y políticas. El Partido Demócrata Cristiano, PDC, la Unión Democrática Nacionalista, UDN, y el Movimiento Nacional Revolucionario, MNR, formaron la Unión Nacional Opositora, UNO, y en 1972 postularon la fórmula Napoleón Duarte-Guillermo Ungo, PDC-MNR. Mediante un nuevo fraude, ”ganó” el candidato militar. Poco después la Juventud Militar intentó dar un golpe, en señal de desacuerdo con lo ocurrido, fracasaron y numerosos dirigentes opositores, entre ellos Duarte y Ungo, tuvieron que salir al exilio. Cabe señalar que durante todos esos años en El Salvador hubo elecciones presidenciales y parlamentarias, con lo que supuestamente se cumplían los requisitos de una democracia. También las hubo en 1977 y otro fraude colocó en la presidencia al general Carlos Humberto Romero. Pero esta vez hubo protestas en las calles, la represión dejó 7 mil muertos, y la falta de salidas políticas aumentó el accionar de las guerrillas, que se coordinaron entre ellas y con los partidos políticos opositores. ¿Experiencia fallida?A mediados de octubre de 1979 el general Romero fue depuesto por un movimiento encabezado por la Juventud Militar liderada por el coronel Adolfo Majano y lanzó una revolucionaria proclama denunciando la corrupción, violación a los derechos humanos y desastre económico provocado por el gobierno derrocado, formulando una serie de propuestas de cambio. Sobre esas bases se creó una junta cívico-militar integrada por Román Mayorga, Rector de la Universidad Centro Americana, UCA, perteneciente a los jesuitas, Guillermo Ungo por el Foro Popular y el ingeniero Mario Andino por los pequeños y medianos empresarios. Había muchas interrogantes. El gabinete lo integraban representantes de partidos democráticos, pero el ministro de defensa era el mismo Comandante en Jefe del ejército y se seguían produciendo enfrentamientos con la población. Al poco tiempo Román Mayorga renunció a la junta y se vino a México. Para algunos eso era señal de que en prevención a que triunfara otra revolución como la nicaragüense, Estados Unidos había estimulado a la Juventud Militar. La otra posibilidad era que ésta hubiese tenido que negociar con las cúpulas. El caso es que se presenó una coyuntura propicia y l mediodía del 25 de diciembre de 1979 llegué a la capital salvadoreña. En los seis días que estuve allí entrevisté en su regimiento al capitán Marenko, que era la figura más conocida de la Juventud Militar y aparentemente muy convencido de que había que aplicar lo planteado en la proclama. Fui a la “escuela de democracia” que había establecido en San Salvador el ex canciller venezolano Arístides Calvani, en ese tiempo Secretario General de la Organización Demócrata Cristiana de América, ODCA. Ahí un equipo de demócrata cristianos sudamericanos le daba clases de democracia a los uniformados salvadoreños, según me explicó el Mayor Vargas. Presencié innumerables manifestaciones callejeras en contra de Monseñor Romero, al que a gritos acusaban de “marxista”, tal como lo habían hecho en su momento con el cardenal chileno durante el gobierno del Presidente Allende. Las acciones represivas de los militares continuaban y cobraban más vidas, lo que ostensiblemente preocupaba a los integrantes civiles de la junta. El día que entrevisté a Guillermo Ungo en la Casa Presidencial, me acompañó después hasta la puerta y en el corto trayecto nos cruzamos con una decena de militares que nos saludaron amablemente. Sorprendido de verlos ahí Ungo me comentó ”deben tener alguna reunión”. Y vaya que la tenían, una vez que se juntaron todos los convocados, irrumpieron en un consejo de gabinete para exigirle a la parte civil que los respaldara frente a las críticas que estaban recibiendo por las acciones represivas. Eso era una clara amenaza a la supervivencia de la junta cívico-militar y mientras sus integrantes políticos definían la situación, entrevisté al personaje más representativo de la democracia cristiana, el entonces alcalde de San Salvador, Adolfo Rey Prendes, quien sin referirse a la demanda de los militares abordó lo relativo a la represión y lo justificó diciendo que ellos estaban acostumbrados a disparar y que se les seguiría yendo la mano. Salí de su despacho con el convencimiento de que esa crisis terminaría con la instalación de una nueva junta, esta vez demócrata cristiana-militar y así lo comenté con el subsecretario de Relaciones Exteriores Héctor Oquelí, quien tenía la misma impresión y que en la víspera de mi regreso a México me entregó , como medida preventiva , copia fotostática de cada una de las renuncias, firmadas y no hechas efectivas aún, de los miembros civiles de la Junta y el gobierno. Recordar estos hechos tiene por objeto señalar el contexto en que surge en 1980 el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. . A esa primera junta la sucedió otra , de la que formó parte el hasta entonces canciller Héctor Dada, demócrata cristiano, quien a las pocas semanas renunció tanto al cargo como al partido. No podía aceptar las violaciones a los derechos humanos que cometían los militares, a los que se les seguía “yendo la mano”, como decía Rey Prendes. Se formó una tercera junta, encabezada por Napoleón Duarte, quien hasta entonces había continuado viviendo en Venezuela. El período de Duarte fue sangriento, preludiando lo que vendría después cuando el mayor Roberto D’Aubuisson, a quien designaron presidente de la Asamblea Constituyente, creó los escuadrones de la muerte y planificó y dirigió el asesinato de Monseñor Romero. El Informe de la Verdad elaborado por las Naciones Unidas sobre la masacre en El Mozote y otros poblados cercanos es espeluznante. En esa realidad aparece el FMLN, que al unificar a las organizaciones guerrilleras creó una instancia a la vez militar y política y fue reconocida como tal por los gobiernos de México y Francia. Al mismo tiempo el Frente Democrático Revolucionario, FDR, que encabezaba Guillermo Ungo reunía partidos políticos y organizaciones populares. El entendimiento FMLN-FDR fue una pieza de gran importancia para llegar a la firma de los Acuerdos de Paz, lo que ocurrió un año después de la muerte de Ungo, a raíz de una operación al cerebro. Y esto es importante de señalar porque en la reciente campaña electoral se quiso descalificar al hoy presidente electo Mauricio Funes, presentándolo como guerrillero, a sabiendas de que no lo fue, en el marco de una de las campañas más sucias de los últimos tiempos, como lo ejemplifica la portada del Diario de Hoy del día de la elección y que ilustra estas páginas. En el campo de la derecha, D’Aubuisson fundó la Alianza Renovadora Nacionalista, Arena, que gobernó los últimos 20 años y es el Partido al que acaba de derrotar el FMLN. Estas elecciones dividieron también a los otros dos partidos derechistas: el Demócrata Cristiano y el viejo Partido de Conciliación Nacional. El primero terminó apoyando a Funes y los segundos lo hicieron en varias regiones del país. Con Funes están también los que se marginaron de la democracia cristiana al romperse la primera junta cívico militar en 1980 y que hoy constituyen el partido Centro Democrático, que preside el ex canciller Héctor Dada, y también se encuentran allegados al Movimiento Nacional Revolucionario que dirigiera Ungo. Hay un reacomodo por una parte y un reencuentro por la otra, marcando el trecho que va desde Farabundo Martí al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. - Frida Modak, periodista, fue Secretaria de Prensa del Presidente Salvador Allende.
SIEP- Servicio Informativo Ecumenico y Popular
03/09/2006
Social democracia necesita programa, líder y apertura
Social democracia necesita programa, líder y apertura Ivo Príamo Alvarenga Generar ahora una fuerza social demócrata, con la debilidad de faltarle identidad histórica e ideológica, requeriría de un programa sólido, liderazgo carismático y amplia apertura. Los intentos anteriores, excepto el efímero PSD pro Lemus, trataron de acopiar seguidores en la élite y la masa. Lo mismo el MNR inicial, empezado por pocas personas de clase media modesta, incluyendo obreros y pequeños empresarios. Luego engrosado por universitarios de la exitosa Federación Socialista Democrática, quienes recogieron las firmas para inscribirlo, con el paradójico, explicable en ese momento, apoyo del PAR, entonces fachada del Partido Comunista, en otro tiempo del General Menéndez. Fueron a elecciones, llevando como candidato a la alcaldía de San Salvador a una persona que este día cumple años y, debido a su incansable lucha por la libertad, merece un saludo. Lograron elegir diputado al iniciador del partido, Rodrigo Gamero, quien pasó a creerlo propiedad personal y habría provocado su extinción, de no habérselo “tomado” Guillermo Ungo y varios veteranos de intentos anteriores, como el PRD y la primera AD, así como líderes estudiantiles tipo Héctor Oquelí, mártir de la social democracia, hoy casi olvidado. Se adhirieron notables profesionales y un poco de obreros. Pero no pasaron de allí, pese a dos oportunidades para crecer. La primera cuando se unieron a la Unión Nacional Opositora (UNO) cuya fuerza era el PDC, que por cierto anulaba la intención del MNR de plantearse como alternativa honesta, al intervencionismo de los gobiernos corruptos e imposicionistas de las dictaduras. La otra fue cuando la Democracia Cristiana decepcionó a sus multitudinarios seguidores, al aliarse con los militares a principios de los 80. El MNR en vez de sustituirla en la simpatía popular, cometió el error de pegar su pequeñez de hormiga a la ceiba de los frentes civiles del naciente FMLN. Desde entonces, el MNR fue un partido de dos personas, Ungo y Oquelí, el último gestor principal de su admisión en la Internacional Socialista (IS), con cuya ayuda habrían podido sintetizar una doctrina social demócrata salvadoreña y crear bases en el país, pero se dedicaron a publicar folletos y realizar viajes atacando a los gobiernos de El Salvador y Estados Unidos. Cuando regresaron, para poco después morir el primero y ser asesinado el segundo, quisieron insuflar vida al “partido”, pero desapareció en la primera elección que enfrentó. Ungo, con el nombre MNR, su inteligencia, cultura y capacidad de mediación, amén del poderoso apoyo de la IS, logró ascendencia sobre los líderes guerrilleros e influyó en el proceso de paz. Aparte eso, en nada allanó el camino hacia un movimiento social demócrata; ni siquiera heredando a quienes hoy buscan la membresía de la IS, traidoramente alineada con el FMLN, ajeno a sus ideales democráticos. Los actuales intentos, caducado el intervencionismo, tendrían que adoptar sin medias tintas la economía social de mercado, con el principio que el PSD de Billy Brandt utilizó para sacar del poder a los creadores de aquella, los demócratas cristianos alemanes: “Haremos lo mismo que ellos, pero lo haremos mejor”. Tendrían que elaborar estudios programáticos serios, creíbles, en vez del estéril radicalismo de algunos líderes, como si quisieran disputárselo al FMLN. Al contrario de una amplia apertura, ni siquiera han reclutado adherentes cuando ya empiezan a discriminarlos. Para colmo, ninguno tiene magnetismo en las masas, dicho sea con respeto a sus buenas intenciones, el afán patriótico que los mueve y la capacidad que, por todo otro concepto, los caracteriza. Colorín colorado, este cuento no ha empezado, pero ya se ha acabado.
NOTICIAS DE GIPUZCOA
Entre Roque Dalton y Monseñor Romero
funes cita al escritorasesinado por la guerrilla y al religioso al que mandó matar el fundador de arena
funes cita al escritorasesinado por la guerrilla y al religioso al que mandó matar el fundador de arena
san salvador. Mauricio Funes, ante miles de simpatizantes que inundaron las calles de San Salvador, citó en su discurso a dos personas cuya vida y muerte parecen marcar lo que será su ideario político. Funes afirmó que ha llegado "el turno del ofendido", en alusión al escritor y revolucionario Roque Dalton, y anticipó que gobernará bajo la inspiración del difunto arzobispo Óscar Arnulfo Romero. "Ahora es el turno del ofendido, ahora es la oportunidad de los excluidos, ahora es la oportunidad de los marginados, ahora es la oportunidad de los auténticos demócratas", dijo tras conocer su triunfo.
Funes parafraseó el titulo del libro El turno del ofendido de Roque Dalton, que fue asesinado en mayo de 1975 por sus propios compañeros del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) bajo la acusación de ser agente de la CIA. Las acusaciones fueron desmentidas después. El ERP era liderado entonces y entre otros por Joaquín Villalobos, quien luego formó parte de la comandancia general del FMLN, siendo en tal calidad, firmante de los acuerdos de paz en 1992.
La alusión al ofendido no era gratuita. Como tampoco lo fue otro pasaje de su emotivo discurso en el que dedicaba su ascenso al poder "a un santo que ilumina al pueblo salvadoreño, a nuestro obispo mártir monseñor Óscar Arnulfo Romero". El religioso fue asesinado el 24 de marzo de 1980 por un comando de ultraderecha que actuó por órdenes del mayor Roberto d'Aubuisson, fundador de ARENA. "Gobernaré como Monseñor Romero quería que los hombres de su tiempo gobernaran", expresó Funes, al destacar que el religioso pedía desde el púlpito que los gobernantes escucharan "el clamor de justicia del pueblo salvadoreño", un pueblo que ayer inundó las calles de San Salvador celebrando el triunfo del FMLN. >agencias
Funes parafraseó el titulo del libro El turno del ofendido de Roque Dalton, que fue asesinado en mayo de 1975 por sus propios compañeros del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) bajo la acusación de ser agente de la CIA. Las acusaciones fueron desmentidas después. El ERP era liderado entonces y entre otros por Joaquín Villalobos, quien luego formó parte de la comandancia general del FMLN, siendo en tal calidad, firmante de los acuerdos de paz en 1992.
La alusión al ofendido no era gratuita. Como tampoco lo fue otro pasaje de su emotivo discurso en el que dedicaba su ascenso al poder "a un santo que ilumina al pueblo salvadoreño, a nuestro obispo mártir monseñor Óscar Arnulfo Romero". El religioso fue asesinado el 24 de marzo de 1980 por un comando de ultraderecha que actuó por órdenes del mayor Roberto d'Aubuisson, fundador de ARENA. "Gobernaré como Monseñor Romero quería que los hombres de su tiempo gobernaran", expresó Funes, al destacar que el religioso pedía desde el púlpito que los gobernantes escucharan "el clamor de justicia del pueblo salvadoreño", un pueblo que ayer inundó las calles de San Salvador celebrando el triunfo del FMLN. >agencias
Los felicito por la nota. Crece la socialdemocracia por el mundo!!! Saludos.
ResponderEliminarJosé Espíndola.