Entre la calumnia y el olvido
ENRIQUE MORADIELLOS 26/10/2010
Don Juan Negrín López (Las Palmas de Gran Canaria, 1892-París, 1956) fue un eminente médico fisiólogo formado en Alemania que ocupó la cátedra de Fisiología de la Universidad de Madrid y se convirtió en el maestro de una escuela de investigadores de prestigio internacional. También fue un hombre comprometido con su tiempo, verdadero prototipo del intelectual español culto y europeizado, que manifestó desde muy pronto unas convicciones ideológicas democráticas, republicanas y socialistas. Esta triple inclinación le llevó a abandonar su brillante carrera como investigador científico para ostentar crecientes responsabilidades políticas y administrativas durante la Segunda República (1931-1936) y el trágico trienio de la Guerra Civil (1936-1939).
Primeramente, se reveló como un activo y laborioso diputado a Cortes por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en las tres legislaturas del quinquenio democrático republicano (representando a Las Palmas, Madrid y Las Palmas en cada ocasión). Ya iniciada la contienda fratricida en julio de 1936, destacó como eficaz y sereno titular del crucial Ministerio de Hacienda en el Gobierno del Frente Popular presidido por Francisco Largo Caballero (septiembre de 1936- mayo de 1937). A continuación, alcanzó la cumbre de su carrera política en su calidad de enérgico y voluntarioso presidente del Gobierno republicano durante el resto del conflicto (mayo de 1937- marzo de 1939). Y, finalmente, retuvo contra viento y marea esa condición presidencial en las amargas circunstancias del exilio en los años de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Gravemente enfermo y retirado virtualmente de la política activa desde 1946, el siguiente decenio de su vida residió en París como exiliado hasta su fallecimiento, por fallo cardiaco, el 12 de noviembre de 1956.
En su calidad de presidente del Gobierno durante aquellos años cruciales, Negrín se convirtió en la figura histórica que más plenamente encarnó el esfuerzo bélico del bando vencido. Tanto en el plano interior como en la faceta internacional. No en vano, el doctor Negrín llegó a personificar el espíritu de resistencia de la República con tanto fervor e intensidad como el general Franco llegó a representar al bando enemigo vencedor.
Sin embargo, la derrota, la calumnia y el olvido sepultaron durante mucho tiempo el nombre de uno en contraste con la fama, el triunfo y los honores del otro. En gran medida porque la figura histórica de Negrín tuvo el infortunio de concitar en su contra una rara unanimidad formal de contrarios. Por un lado, de modo harto comprensible, fue acerbamente denunciado por el bando franquista por haber sido un supuesto líder criptocomunista sometido servilmente a Stalin y responsable de una política de resistencia que había impedido el rápido triunfo nacional. Por otro, de modo paradójico, fue también severamente criticado en las filas republicanas por considerarlo el artífice de la derrota militar final y el culpable del predominio comunista durante la última etapa de la contienda. Así pues, para ambas partes, aunque por razones diversas y hasta antagónicas (retrasar una victoria no se conjuga bien con precipitar una derrota), el doctor Negrín se convirtió en el chivo expiatorio de todas las responsabilidades bélicas y asumió con resignada entereza esa injusticia histórica clamorosa. En realidad, a tenor de la más solvente investigación histórica actual, con todos sus errores políticos y fallas humanas, no cabe duda de que fue uno de los mejores estadistas surgidos de aquellas generaciones de la primera mitad del siglo XX, marcadas a dúo por la esperanza y la tragedia.
Enrique Moradiellos, historiador, es autor de la biografía Negrín.
Primeramente, se reveló como un activo y laborioso diputado a Cortes por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en las tres legislaturas del quinquenio democrático republicano (representando a Las Palmas, Madrid y Las Palmas en cada ocasión). Ya iniciada la contienda fratricida en julio de 1936, destacó como eficaz y sereno titular del crucial Ministerio de Hacienda en el Gobierno del Frente Popular presidido por Francisco Largo Caballero (septiembre de 1936- mayo de 1937). A continuación, alcanzó la cumbre de su carrera política en su calidad de enérgico y voluntarioso presidente del Gobierno republicano durante el resto del conflicto (mayo de 1937- marzo de 1939). Y, finalmente, retuvo contra viento y marea esa condición presidencial en las amargas circunstancias del exilio en los años de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Gravemente enfermo y retirado virtualmente de la política activa desde 1946, el siguiente decenio de su vida residió en París como exiliado hasta su fallecimiento, por fallo cardiaco, el 12 de noviembre de 1956.
En su calidad de presidente del Gobierno durante aquellos años cruciales, Negrín se convirtió en la figura histórica que más plenamente encarnó el esfuerzo bélico del bando vencido. Tanto en el plano interior como en la faceta internacional. No en vano, el doctor Negrín llegó a personificar el espíritu de resistencia de la República con tanto fervor e intensidad como el general Franco llegó a representar al bando enemigo vencedor.
Sin embargo, la derrota, la calumnia y el olvido sepultaron durante mucho tiempo el nombre de uno en contraste con la fama, el triunfo y los honores del otro. En gran medida porque la figura histórica de Negrín tuvo el infortunio de concitar en su contra una rara unanimidad formal de contrarios. Por un lado, de modo harto comprensible, fue acerbamente denunciado por el bando franquista por haber sido un supuesto líder criptocomunista sometido servilmente a Stalin y responsable de una política de resistencia que había impedido el rápido triunfo nacional. Por otro, de modo paradójico, fue también severamente criticado en las filas republicanas por considerarlo el artífice de la derrota militar final y el culpable del predominio comunista durante la última etapa de la contienda. Así pues, para ambas partes, aunque por razones diversas y hasta antagónicas (retrasar una victoria no se conjuga bien con precipitar una derrota), el doctor Negrín se convirtió en el chivo expiatorio de todas las responsabilidades bélicas y asumió con resignada entereza esa injusticia histórica clamorosa. En realidad, a tenor de la más solvente investigación histórica actual, con todos sus errores políticos y fallas humanas, no cabe duda de que fue uno de los mejores estadistas surgidos de aquellas generaciones de la primera mitad del siglo XX, marcadas a dúo por la esperanza y la tragedia.
Enrique Moradiellos, historiador, es autor de la biografía Negrín.
No hay comentarios:
Publicar un comentario