Fuerte revés para los conservadores, que dominaban la Cámara alta desde 1958
MIGUEL MORA París 25/09/2011
La izquierda francesa, comandada por el Partido Socialista francés (PS), se hizo ayer con el control del Senado por primera vez en más de medio siglo. Las elecciones parciales celebradas en 44 departamentos del país, en las que votaron 71.890 grandes electores (diputados, consejeros regionales y provinciales, alcaldes y concejales), renovaron la mitad de la cámara alta y se cerraron con un triunfo claro e histórico del PS, que refuerza así sus opciones ante las presidenciales de mayo próximo. La derecha, que controlaba el Senado desde 1958, pagó la división entre los centristas y la UMP, el partido de Sarkozy. El presidente pierde así su cuarta elección consecutiva y deberá gobernar ahora en difícil convivencia con un Senado que puede retrasar las decisiones legislativas del Gabinete.
El voto parcial renovó cerca de la mitad de los asientos de la Alta Asamblea, 170 escaños. La izquierda necesitaba ganar 23 senadores para obtener la mayoría absoluta de una cámara que pasa de tener 343 escaños a 348. Sobre las 20.30 horas, el presidente del grupo socialista, Jean-Pierre Bel, proclamó la victoria de la izquierda anticipándose al ministerio del Interior con estas palabras: "Es un día histórico. Por primera vez en la V República, el Senado va a conocer la alternancia. Nuestra victoria es una afrenta para la derecha. El cambio está en marcha".
Más tarde, los datos casi definitivos certificaron la euforia. A falta de solo cuatro escaños por atribuir, la izquierda alcanzaba una holgada mayoría de 175 senadores, ganando 24 respecto a la última composición de la cámara, y mejoraba sus resultados en 19 departamentos del país, mientras la derecha retrocedía desde 171 asientos hasta 169.
La victoria de la gauche en la vetusta institución senatorial nacida de la Revolución Francesa, que se sigue eligiendo con el voto de los altos cargos políticos territoriales y no por sufragio universal, había sido pronosticada por los analistas, aunque no de forma tan contundente. El propio presidente del Senado, Gérard Larcher, del partido de Sarkozy, reconoció que "un seísmo político" había sacudido el palacio de Luxemburgo. Larcher se jugará el cargo contra Bel en la votación final del 1 de octubre.
La simbólica derrota del dividido bloque conservador acentúa la sensación de creciente desgaste que sufre Sarkozy, cada vez peor valorado en las encuestas, y castiga las luchas intestinas entre conservadores y centristas, que se presentaban en bloques enfrentados por viejas disputas.
Los resultados de París, donde los socialistas se hacían con 8 senadores y la UMP con dos, perdiendo uno respecto a la última elección, parecieron subrayar la impresión de declive del presidente. François Hollande, favorito de los sondeos en la carrera a las presidenciales de los socialistas, detectó "una descomposición del sistema de poder de Sarkozy", que juzgó "premonitoria para 2012".
El Elíseo trató de limitar el alcance de la derrota al señalar que era "la consecuencia del avance de la izquierda en las elecciones locales celebradas desde 2004". También el primer ministro, François Fillon, reconoció el ""fuerte avance de la oposición". "El momento de la verdad es la próxima primavera. La batalla ha comenzado esta noche", advirtió.
Hollande y Martine Aubry, su principal rival en las primarias que se celebrarán el 9 y 16 de octubre, acudieron a festejar la noticia al palacio de Luxemburgo. La izquierda confiaba en que el viento de cambio que muestran los sondeos y confirmaban todas las elecciones celebradas en los últimos tiempos (municipales, regionales y cantonales) empezase a soplar a nivel nacional. La convincente victoria parece disipar los temores de quienes sospechaban que los escándalos protagonizados por Dominique Strauss-Kahn pudiesen tener un efecto electoral negativo.
El optimismo del Partido Socialista se disparó desde que se conocieron los primeros datos. En varias zonas rurales del país, identificadas con los conservadores, los candidatos de la UMP se dejaron escaños en una jornada que convirtió al Senado en un escenario crucial para el futuro del país.
El "geriátrico" pasa a ser un engorro
El Senado comparte el poder legislativo con la Asamblea Nacional, aunque es esta la que tiene la última palabra sobre los decretos republicanos.
Coloquialmente conocido como Alta Asamblea, la Constitución lo define como el órgano de representación de las entidades territoriales y los franceses de ultramar. Ubicado en el Palacio de Luxemburgo, al pie de los jardines, el Senado tiene mala fama. Se dice que siempre ha estado a las órdenes del Gobierno y se le acusa de ser una estructura geriátrica. En 1999, el escritor y alcalde ecologista Noël Mamère la definió como "un asilo para los privilegiados de la política".
Desde ayer, la denostada cámara alta se ha convertido en un factor de inestabilidad para Sarkozy, que aún tiene por delante siete meses de mandato. Un Senado dominado por el adversario puede retrasar la aprobación de textos legislativos, y entre estos están en la agenda los presupuestos del Estado y la Seguridad Social, claves para la política económica. Además, el presidente del Senado es el segundo cargo del Estado, que asume la presidencia interina en caso de incapacidad del titular. Si Sarkozy quisiera cesar a un ministro que es a la vez senador, la cámara podría bloquear la decisión. Y la posibilidad existe. El ministro de Defensa, Gérard Longuet, es senador.
El voto parcial renovó cerca de la mitad de los asientos de la Alta Asamblea, 170 escaños. La izquierda necesitaba ganar 23 senadores para obtener la mayoría absoluta de una cámara que pasa de tener 343 escaños a 348. Sobre las 20.30 horas, el presidente del grupo socialista, Jean-Pierre Bel, proclamó la victoria de la izquierda anticipándose al ministerio del Interior con estas palabras: "Es un día histórico. Por primera vez en la V República, el Senado va a conocer la alternancia. Nuestra victoria es una afrenta para la derecha. El cambio está en marcha".
Más tarde, los datos casi definitivos certificaron la euforia. A falta de solo cuatro escaños por atribuir, la izquierda alcanzaba una holgada mayoría de 175 senadores, ganando 24 respecto a la última composición de la cámara, y mejoraba sus resultados en 19 departamentos del país, mientras la derecha retrocedía desde 171 asientos hasta 169.
La victoria de la gauche en la vetusta institución senatorial nacida de la Revolución Francesa, que se sigue eligiendo con el voto de los altos cargos políticos territoriales y no por sufragio universal, había sido pronosticada por los analistas, aunque no de forma tan contundente. El propio presidente del Senado, Gérard Larcher, del partido de Sarkozy, reconoció que "un seísmo político" había sacudido el palacio de Luxemburgo. Larcher se jugará el cargo contra Bel en la votación final del 1 de octubre.
La simbólica derrota del dividido bloque conservador acentúa la sensación de creciente desgaste que sufre Sarkozy, cada vez peor valorado en las encuestas, y castiga las luchas intestinas entre conservadores y centristas, que se presentaban en bloques enfrentados por viejas disputas.
Los resultados de París, donde los socialistas se hacían con 8 senadores y la UMP con dos, perdiendo uno respecto a la última elección, parecieron subrayar la impresión de declive del presidente. François Hollande, favorito de los sondeos en la carrera a las presidenciales de los socialistas, detectó "una descomposición del sistema de poder de Sarkozy", que juzgó "premonitoria para 2012".
El Elíseo trató de limitar el alcance de la derrota al señalar que era "la consecuencia del avance de la izquierda en las elecciones locales celebradas desde 2004". También el primer ministro, François Fillon, reconoció el ""fuerte avance de la oposición". "El momento de la verdad es la próxima primavera. La batalla ha comenzado esta noche", advirtió.
Hollande y Martine Aubry, su principal rival en las primarias que se celebrarán el 9 y 16 de octubre, acudieron a festejar la noticia al palacio de Luxemburgo. La izquierda confiaba en que el viento de cambio que muestran los sondeos y confirmaban todas las elecciones celebradas en los últimos tiempos (municipales, regionales y cantonales) empezase a soplar a nivel nacional. La convincente victoria parece disipar los temores de quienes sospechaban que los escándalos protagonizados por Dominique Strauss-Kahn pudiesen tener un efecto electoral negativo.
El optimismo del Partido Socialista se disparó desde que se conocieron los primeros datos. En varias zonas rurales del país, identificadas con los conservadores, los candidatos de la UMP se dejaron escaños en una jornada que convirtió al Senado en un escenario crucial para el futuro del país.
El "geriátrico" pasa a ser un engorro
El Senado comparte el poder legislativo con la Asamblea Nacional, aunque es esta la que tiene la última palabra sobre los decretos republicanos.
Coloquialmente conocido como Alta Asamblea, la Constitución lo define como el órgano de representación de las entidades territoriales y los franceses de ultramar. Ubicado en el Palacio de Luxemburgo, al pie de los jardines, el Senado tiene mala fama. Se dice que siempre ha estado a las órdenes del Gobierno y se le acusa de ser una estructura geriátrica. En 1999, el escritor y alcalde ecologista Noël Mamère la definió como "un asilo para los privilegiados de la política".
Desde ayer, la denostada cámara alta se ha convertido en un factor de inestabilidad para Sarkozy, que aún tiene por delante siete meses de mandato. Un Senado dominado por el adversario puede retrasar la aprobación de textos legislativos, y entre estos están en la agenda los presupuestos del Estado y la Seguridad Social, claves para la política económica. Además, el presidente del Senado es el segundo cargo del Estado, que asume la presidencia interina en caso de incapacidad del titular. Si Sarkozy quisiera cesar a un ministro que es a la vez senador, la cámara podría bloquear la decisión. Y la posibilidad existe. El ministro de Defensa, Gérard Longuet, es senador.
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