Lisboa, 18 ene (EFE).- Intelectual, literato, de carácter díscolo y voz de la conciencia del socialismo portugués desde hace más de tres décadas, Manuel Alegre esgrime su verbo más agudo y lacerante estos días para intentar desbancar de la Presidencia de Portugal a su rival y favorito de los sondeos, Aníbal Cavaco Silva. Alegre se enfrenta al reto de vencer a las encuestas, pero también a la estadísticas de Portugal, donde todos los presidentes que tuvo el país desde la instauración de la democracia, en 1974, fueron reelegidos una segunda vez. El objetivo del candidato socialista es reunir los suficientes votos en las elecciones del próximo 23 de enero para forzar la segunda vuelta, dejando atrás al resto de aspirantes de la izquierda -tres de un total de seis- y capitalizar sus votos. Alegre, nacido en Agueda (norte del país) y de 74 años, es un reconocido poeta portugués, galardonado con el Premio Fernando Pessoa en 1999 por la relevancia de su obra, y que participa de forma activa en la política del país desde la década de los años 60, en la época del dictador Antonio de Oliveira Salazar. Entonces comunista y crítico con la dictadura, fue llamado al servicio militar en 1961, lo que le llevó a las Islas Azores y a Angola, donde estuvo encarcelado seis meses, tras lo que regresó por un breve período a Portugal para salir exiliado en 1964, con destino a Argel. Precisamente su paso por el servicio militar es motivo de fuerte polémica en Portugal, ya que sus detractores le acusan de desertar y colaborar con el enemigo en Angola, pese a que el aspirante lo ha negado en repetidas ocasiones. Gran aficionado a la caza y reconocido admirador de los versos de Lorca, su experiencia como gestor se limita a su participación entre 1976 y 1978 en un Gobierno socialista como secretario de Estado para la Comunicación Social, aunque tiene un largo currículum como diputado y miembro destacado del Partido Socialista, donde incluso se postuló como secretario general, aunque sin éxito. Independiente, combativo y de fuertes convicciones, ha mantenido enconados -y sonoros- desencuentros con su propio partido, al que ha criticado en diferentes épocas, muestra de una personalidad alejada de la disciplina partidista. Un ejemplo es su relación con quien fuera primer ministro y presidente de la República, el también histórico del socialismo luso Mário Soares, deteriorada hasta tal punto que incluso compitieron entre sí durante los últimos comicios presidenciales, en 2006. Entonces era Soares el candidato apoyado por el Partido Socialista, y Alegre se presentó como independiente sin el apoyo de ningún partido, una desventaja que logró superar en parte, ya que consiguió más votos que su antiguo amigo y compañero, aunque no los suficientes como para impedir la victoria de Cavaco Silva. Ahora, en contraste, cuenta con el respaldo de los socialistas y los marxistas del Bloque de Izquierda -cuarto partido en el Parlamento con 16 diputados-, que confían en sus posibilidades de victoria. Alegre ha mostrado un tono notablemente más agresivo de lo que en él es habitual durante esta campaña electoral, y ha sido el principal instigador del llamado "caso BPN", por el que se acusa a Cavaco Silva de recibir trato de favor en la compraventa de unas acciones. Erigido como heredero del espíritu de la llamada "Revolución de los claveles" del 25 de abril de 1974, el literato ha planteado la batalla contra su principal rival como un enfrentamiento clásico entre izquierda-derecha, y ha destacado que llegar al palacio de Belem no cambiará su actitud independiente ni será "rehén" de los partidos que lo apoyan. Hombre clave en el regreso de la democracia al país luso y uno de los redactores de la Constitución, Alegre cree que su momento ha llegado, y que esta segunda tentativa puede ser la definitiva para convertirse en el nuevo presidente de Portugal, contra todo pronóstico. O cómo él mismo dice en su poema "Ser o no ser": "Ya de esperar se desespera (...) Porque un solo tiempo es el nuestro. Y el tiempo es hoy". EFE
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