lunes, 30 de marzo de 2009

25 años del asesinato de Enrique Casas



LA OPINIÓN DE GRANADA


Guadix
«Siempre echaré de menos a Enrique»



El Teatro Mira de Amescua acogió el acto que clausuró una serie de homenajes a la figura del senador socialista Casas Vila en el 25 aniversario de su asesinato a manos de la banda terrorista ETA
M. PÉREZ Los accitanos no quisieron perderse ayer el acto de homenaje que se le rindió a Enrique Casas Vila en su ciudad natal, tras 25 años de ausencia de este senador socialista, asesinado el 23 de febrero de 1984 en el País Vasco a manos de la banda terrorista ETA."Evidentemente, fue ETA, pero a Enrique Casas lo asesinó la intolerancia y el fanatismo. El nacionalismo violento e intolerante que se siente en disposición de quitarle la vida a más de 900 personas". Con estas palabras, se inició el homenaje a Casas en Guadix, justo en el día en el que el PSOE celebra en Euskadi el acuerdo por el que, por primera vez, un socialista será lehendakari. Así lo quiso destacar la eurodiputada socialista Bárbara Durkhop (viuda de Casas), que durante la visita a la exposición gráfico-documental sobre Enrique Casas, organizada por el PSOE de Guadix, celebró que este homenaje a su marido coincidiera con el acuerdo por el que un socialista gobernará en Euskadi.Particularmente emotivo resultó ayer el acto organizado por los socialistas accitanos en reconocimiento de la figura de este "compañero", que dejó tras sí un gran legado de libertad democrática. El acto, que se llevó a cabo en el Teatro Mira de Amescua, contó con la presencia del diputado socialista Txiqui Benegas, la viuda de Casas y una nutrida representación de la familia socialista granadina, con su secretario provincial, Álvarez de la Chica, al frente.Exposición. Otro de los actos que más han destacado en la ciudad de Guadix en torno a la figura de Enrique Casas Vila, ha sido la apertura de una exposición que recorre la trayectoria política de este accitano desde sus comienzos como Secretario de Organización del PSE-PSOE en 1977, más tarde como Secretario General del PSE-PSOE de Guipúzcoa y miembro del Parlamento Vasco entre 1980 y 1984, así como senador designado por la Comunidad Autónoma del País Vasco en la I Legislatura de la democracia y en la II Legislatura, puesto que ocupó hasta el momento de su asesinato.Anoche, el Teatro Mira de Amescua de Guadix acogió una de las tardes más emotivas de los últimos tiempos, con la dedicación especial que hicieron hacia Enrique Casas Vila algunos de sus compañeros y familiares, entre ellos Txiqui Benegas, que se mostró muy satisfecho por estar en la tierra que vio nacer a uno de sus grandes amigos, ya que, según manifestó, por muchos años que pasen, "siempre seguiré echando de menos a Enrique".


EUROPA PRESS
El PSOE rinde hoy homenaje en Guadix al senador socialista Enrique Casas, asesinado por ETA en 1984


GUADIX (GRANADA), 28 Mar. (EUROPA PRESS) -
El PSOE de Guadix (Granada) rendirá hoy homenaje al senador socialista Enrique Casas Vila, que fue asesinado a la puerta de su casa en San Sebastián (Guipuzcoa) el 23 de febrero de 1984, en el tercer aniversario del fallido golpe de estado del 23-F, por un comando terrorista de los Comandos Autónomos Anticapitalistas, escisión del grupo terrorista ETA.
Con motivo del 25 aniversario de su muerte, el diputado socialista Txiqui Benegas será uno de los amigos de Casas Vila que visitarán su ciudad natal "para rendir un homenaje público a este accitano que dio la vida por la libertad y la democracia, como una oportunidad y un gesto para demostrar a los asesinos que somos un pueblo maduro, democrático, amante de la paz y de la convivencia", señaló en un comunicado el secretario general del PSOE de Guadix, Patricio Lozano. También asistirá al homenaje la eurodiputada Bárbara Duhrkop, viuda del senador socialista.
El acto comenzará las 19,30 horas con la presentación de la obra biográfica 'Recuerdo de Enrique Casas' por el senador socialista Benegas en el Teatro Mira de Amescua de Guadix.
Licenciado en Ciencias Físicas por la Universidad de Erlangen-Nuremberg (Alemania), Casas Vila fue militante del PSOE y de la UGT. Fue elegido Secretario de Organización del PSE-PSOE en 1977, y más tarde Secretario General del PSE-PSOE de Guipúzcoa en 1979.
Entre 1980 y 1984 fue miembro del Parlamento Vasco, así como senador designado por la Comunidad Autónoma del País Vasco en la I Legislatura de la democracia y en la II Legislatura, puesto que ocupó hasta el momento de su asesinato.


EUROPA PRESS


Benegas recupera en un libro la vida de Enrique Casas y su "afán por la libertad" en el 25 aniversario de su asesinato


23/02/2009


Pajín, Rojo y Jáuregui depositan su confianza en una victoria socialista el 1-M para instaurar un nuevo tiempo político
MADRID, 23 (EUROPA PRESS)
Un libro escrito por el dirigente socialista Txiki Benegas recupera la vida de su compañero de partido Enrique Casas y ofrece un repaso de su trayectoria política y personal. La obra recupera el "compromiso con la libertad" de Casas cuando se cumplen 25 años de su asesinato a manos de la organización terrorista ETA.
La obra, titulada 'Recuerdo de Enrique Casas', fue presentada hoy en Madrid en un emotivo acto en el que su viuda, Bárbara Dührkop, estuvo arropada por numerosos dirigentes socialistas entre los que se encontraban la secretaria de organización del PSOE, Leire Pajín, el presidente del Senado, Javier Rojo o el diputado Ramón Jáuregui, además de diputados y senadores.
Benegas destacó el "compromiso político" de Casas y aseguró que gracias a él hubiera llegado a ser uno de los líderes más destacados del socialismo, tanto vasco como nacional. Así, elogió la "tenacidad, dignidad y valentía en la búsqueda de la libertad" del que fuera senador socialista.
Sin embargo, aunque subrayó el "orgullo" de aquella generación de socialistas que "levantó la bandera de que ninguna patria vale lo que vale una vida humana", lamentó que 25 años después los políticos vascos tengan que seguir sufriendo el "fanatismo" terrorista. Para evitar que esta situación siga produciéndose, depositó su confianza en una victoria del candidato del PSE, Patxi López, en las elecciones autonómicas del próximo domingo.
En el mismo sentido se pronunció Leire Pajín, quien quiso augurar la celebración "en un día no muy lejano" de "la victoria de la libertad y la derrota del terrorismo". "En 25 años hemos llorado mucho, pero no han conseguido que dudemos ni un minuto, no han conseguido que renunciemos a nada, hemos demostrado que somos más fuertes y que cada día estamos más acompañados y ellos más solos", advirtió a ETA.
Así, insistió en la necesidad de instaurar un tiempo político nuevo en el País Vasco gracias a una victoria socialista en la elecciones vascas. "Quiero pertenecer a la generación que luchó por la libertad --enfatizó--. Y lo conseguiremos, se lo dedicaremos a lo que ya no están y nos esforzaremos por estar a su altura".
Javier Rojo coincidió con sus compañeros de partido en los valores de "coraje, integridad y dignidad" de Enrique Casas y lamentó que "pocas cosas han cambiado" 25 años después de su asesinato. "En nombre de Enrique, a partir del 1 de marzo vamos a construir un mundo mejor para Euskadi", aseguró. En el mismo sentido se expresó Jáuregui, quien apostó por "ganar la batalla de la paz".
ETA, "EN LOS LIBROS DE HISTORIA"
Para concluir el acto, que se intercaló con un vídeo en recuerdo Enrique a Casas, Bárbara Dührkop expresó su sueño de tener que recurrir algún día a los libros de historia para explicar a sus nietos "qué era ETA".
La presentación del libro también contó con palabras de condena del atentado perpetrado esta noche contra la sede del PSE en Lazkao (Guipúzcoa). Al respecto, Pajín advirtió a ETA de que seguirán existiendo las casas del pueblo socialistas en el País Vasco porque "están hechas con los cimientos de la lucha por la libertad".

Elecciones en El Salvador



EL PAÍS


TRIBUNA: Luis Yáñez-Barnuevo
El cambio llegó a El Salvador
Luis Yáñez-Barnuevo 28/03/2009
Las elecciones de los últimos años en América Latina han marcado una clara tendencia hacia la izquierda, la gran beneficiaria del fracaso del neoliberalismo representado por el consenso de Washington predicado durante la era de George W. Bush. Dos modelos de izquierda han accedido al poder. Por un lado, aquellos que pueden considerarse próximos a la socialdemocracia. Son los casos de Brasil, Uruguay, Chile, Perú, Paraguay, Costa Rica, Panamá, Guatemala y ahora El Salvador. Por otro, el modelo autotitulado "socialismo del siglo XXI" de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua. Naturalmente, este esquema, como todos, peca de simplificador, pero está claro que entre los primeros dominan la institucionalidad, la alternancia en el poder y el carácter gradualista y reformista de sus políticas, y en los segundos existe una tendencia al populismo izquierdizante y al caudillismo con dosis variables de antinorteamericanismo.

Funes ha dejado clara su tendencia socialdemócrata, su distancia de los Castro, Chávez y Ortega
Las afinidades electivas funcionan en el interior de cada grupo, pero ello no quiere decir que actúen como bloques homogéneos ni antagónicos entre sí. Sí parece evidente que Brasil lidera, con diplomacia y sutileza, al grupo de izquierda moderada, y Venezuela intenta hacer lo propio con los partidarios del "socialismo del siglo XXI", disputándose ambos, con ventaja para Brasil, la hegemonía en Suramérica, como se ha demostrado con la creación y funcionamiento de UNASUR.
Hasta las elecciones del 15 de marzo, El Salvador había quedado al margen de la citada tendencia a la izquierda. El país venía siendo gobernado por la derecha, el partido ARENA, desde las elecciones presidenciales de 1989, aunque desde el proceso de paz de 1992, en el pacto de Chapultepec, que terminó con 12 años de guerra civil, la izquierda ha ido creciendo bajo las siglas del FMLN, minoría mayoritaria en la Asamblea parlamentaria desde las elecciones del 18 de enero último y con más votos que ARENA en las municipales de la misma fecha. Pero no lo ha tenido fácil en un país donde se ha cultivado un fuerte anticomunismo militante desde los años treinta del siglo pasado, cuando los terratenientes cafeteros y los militares provocaron la famosa matanza de Izalco, en la que murieron más de 30.000 campesinos, poco después del fusilamiento del propio Farabundo Martí.
Claro está que, como ocurre siempre en toda situación de extrema polarización, el FMLN continúa dominado por sectores dogmáticos. Los intentos modernizadores se han saldado en el pasado con expulsiones o creación de nuevos partidos, y las crisis siempre las han ganado los "comandantes". Las cosas sólo empezaron a cambiar cuando emergió como candidato del FMLN a la presidencia de la República Mauricio Funes, un prestigioso e independiente periodista político, quien desde el principio dejó clara su tendencia socialdemócrata, su acercamiento a Lula, Bachelet o Zapatero y su distancia de los Castro, de Chávez y, especialmente del vecino Daniel Ortega, cuyo régimen se aleja cada vez más del sandinismo y se acerca más al caligulismo. El grupo de "amigos de Mauricio Funes" -formado por intelectuales y profesionales independientes- ha jugado a favor de la mesura, de la izquierda reformista.
Favorecido, sin duda por la victoria arrolladora de Barack Obama en Estados Unidos, en un país de fuerte influencia norteamericana, la moderación de Funes, la ausencia de agresividad en su mensaje, la centralidad de su discurso han terminado por calar en las capas medias urbanas sin perder el apoyo tradicional de los votantes del FMLN. No lo tenía fácil, insisto, porque sociológicamente el país es mayoritariamente de derechas y porque, sólo un mes antes de los comicios, el tercer y cuarto partidos, el PCN (Partido de Conciliación Nacional) y PDC (Partido Demócrata Cristiano), habían retirado sus candidatos a la presidencia en favor del aspirante presentado por ARENA, Rodrigo Ávila, antiguo jefe de la Policía Nacional Civil.
Durante la campaña electoral muchos se han hecho la gran pregunta: ¿logrará Funes desde la presidencia hacer valer su autoridad democrática o mandarán los duros del FMLN? La respuesta la darán los hechos. Naturalmente, ARENA y sus medios afines han atizado el miedo a la llegada al poder de "los comunistas" y han asociado hasta la saciedad el cambio que promete Funes con la creación de un régimen autoritario, incluso advirtiendo sobre el fin de la democracia en El Salvador. Está por ver cómo aceptará la derrota un partido como ARENA tras 20 años de dominio casi total de las instituciones de la República.
Funes quiere formar un gobierno plural, con independientes y miembros de otros partidos, además del FMLN, y se enfrenta a varios retos importantes: los derivados de la crisis económica mundial -que, cómo no, afecta también a su país- y los específicos salvadoreños, como la gestión de la emigración -más de dos millones de salvadoreños trabajan en el extranjero, sobre todo en EE UU-, la alta tasa de violencia y homicidios comunes, que junto con las reformas del sistema electoral y la edificación de un sistema de contrapoderes independientes y plurales son urgentes para profundizar y modernizar la democracia salvadoreña. El nuevo presidente ha ofrecido mano tendida, diálogo y consenso a la oposición. Sería una irresponsabilidad no aceptar su oferta.
Luis Yáñez-Barnuevo es diputado en el Parlamento Europeo.
EL PAÍS
TRIBUNA: JOAQUÍN VILLALOBOS
El Salvador, entre el riesgo y la oportunidad
JOAQUÍN VILLALOBOS 19/03/2009
Cuando Ignacio Ellacuría, ex rector de la Universidad Jesuita, me dijo, pocos meses antes de ser asesinado, que con Alfredo Cristiani, entonces presidente de El Salvador, se podía firmar la paz, no le creí. Cristiani no venía de la extrema derecha, pero llegó al Gobierno montado en la Alianza Republicana Nacionalista (Arena), que en ese momento era el partido de los escuadrones de la muerte. Cristiani tendió puentes, nosotros los cruzamos, firmamos la paz y esto le permitió controlar y transformar a su partido. La transformación de Arena en una derecha democrática cambió radicalmente a El Salvador.
La comunidad internacional debe acercarse a Funes para evitar que se escore hacia Chávez
El fin de la violencia política gubernamental, el establecimiento de la tolerancia y la libertad de expresión como valores centrales, conquistados en la guerra civil que padeció el país en los años ochenta, han hecho posible que ahora el Frente Farabundo Martí (FMLN) haya ganado las elecciones y que Arena haya aceptado sin vacilar su derrota por un escaso margen. Esto disipa el fantasma autoritario de la derecha salvadoreña. Se le pueden cuestionar a Arena sus políticas económicas, su egoísmo social o su politiquería polarizante, pero es, sin duda, un partido democrático.
Contrariamente, hay razones evidentes para dudar de que el FMLN sea un partido democrático y para creer que es una fuerza política violenta, intransigente e intolerante. Esto lo sustentan hechos, documentos oficiales, declaraciones y el alineamiento abierto del partido con el modelo cubano y bolivariano. Ese alineamiento le ha permitido al FMLN ser el único partido político latinoamericano que ha ganado decenas de millones de dólares vendiendo diésel mediante un acuerdo con Chávez. En 14 años, vía numerosas escisiones y expulsiones, el Frente pasó de ser una alianza de centro-izquierda a ser controlado por el partido comunista.
En El Salvador la derecha no hizo una campaña de miedo, simplemente manifestó un miedo real, sustentado en las expropiaciones venezolanas, en el fraude nicaragüense y en las acciones de los grupos violentos del propio FMLN, que amenazaban con incendiar el país si perdían.
Si Arena hubiese ganado la elección por el mismo margen con que ha ganado el FMLN, El Salvador estaría ahora en una crisis como la que vivió México después de la elección del 2006, sólo que con mucha violencia y muertos.
El Salvador es un país en riesgo, está profundamente dividido, en los inicios de una crisis económica de gran impacto y bajo una inseguridad que lo podría convertir en un narco-Estado. Así como en 1992, sólo la paz pudo darle viabilidad, ahora sólo la concertación lo salva. El partido Arena ya está transformado, la tarea pendiente, la más importante y la más difícil para el nuevo presidente, es transformar al FMLN en un partido tolerante y democrático, porque sólo así se convertirá El Salvador en un país políticamente previsible.
El modelo cubano bolivariano va de salida. La primera víctima de esta crisis temporal del capitalismo será el final definitivo del socialismo del siglo XXI de Chávez, que arrastrará consigo al régimen cubano. No tiene sentido seguir los pasos de un cadáver. La paz en El Salvador fue posible también por el fin de la guerra fría, el debilitamiento de la chequera del coronel Chávez es una situación parecida. La comunidad internacional democrática debe acercarse al nuevo Gobierno para hacer contrapesos y evitar que El Salvador se convierta en otro juguete geopolítico del coronel.
El extremismo ideológico, el discurso agresivo y la conducta intolerante del FMLN, genera grupos que ejecutan violencia callejera de forma sistemática. Esos grupos ya asesinaron a dos policías, siembran el terror en la Universidad Nacional, han golpeado a periodistas, atacaron en la campaña al candidato de Arena y se han relacionado con la narcoguerrilla de las FARC, tal como lo demostraron las computadoras decomisadas en Ecuador por el Ejército colombiano.
En realidad, se trata de un poder de intimidación fríamente construido, similar al que agrede las protestas de opositores en Nicaragua y al que pone bombas en sinagogas e iglesias en Venezuela. Los opositores están expuestos a ser atacados por estos grupos, que, al convertirse su partido en Gobierno, pasan a gozar de indiferencia policial e impunidad jurídica. En El Salvador hubo una pacificación sin venganza, y todos, incluso quienes nos alzamos, hemos podido bajo los Gobiernos de Arena criticar sin sentirnos amenazados.
El nuevo presidente tiene el reto de mantener una seguridad democrática, de evitar la ideologización de las instituciones de seguridad y de desmantelar el poder de intimidación callejero que sectores del FMLN buscarán expandir, empoderar y construirle complicidades policiales, como las que tuvieron antes los escuadrones de la muerte de la derecha.
El escenario en el que Mauricio Funes ha ganado la elección es similar al de hace 20 años cuando ganó Cristiani, la gente les creyó a los candidatos y no a sus partidos. Funes llega al Gobierno montado en un caballo todavía salvaje, pero su discurso inicial ha sido de tender puentes y Arena ha dicho que está dispuesta a cruzarlos. Esto puede permitirle al nuevo presidente transformar al FMLN y colocar a El Salvador en un momento de oportunidad.
Joaquín Villalobos, ex guerrillero salvadoreño, es consultor para la resolución de conflictos internacionales.
ALAI, América Latina en Movimiento2009-03-23
ElSalvador
El largo trecho de Farabundo Martí al FMLN
Frida Modak
El Salvador accedió a la vida independiente en 1821 después de haber sido parte de la Capitanía General de Guatemala, que dependía del Virreinato de México durante la época colonial, y luego del Imperio de Iturbide. Al igual que prácticamente todos los países que hoy forman América Latina sufrió primero los efectos del colonialismo inglés, que más tarde sería sustituido por el estadunidense. Es en este último período cuando se produce un hecho fundamental en su historia. El principal producto de exportación salvadoreño era, hacia 1880, el añil. Cuando surgieron los colorantes artificiales cayeron los precios y su producción fue sustituida por la del café, para lo cual se necesitaban mayores extensiones de tierra. Como consecuencia de ello miles de campesinos fueron expulsados de sus propiedades y al producirse la crisis económica mundial de 1929 el café no tuvo demanda, la cosecha no se recogió y en el campo hubo hambre. Eso generó, en enero de 1932, una insurrección popular que fue encabezada por Farabundo Martí, un joven que cambió sus estudios de leyes por la lucha revolucionaria y que había sido secretario de César Augusto Sandino, junto al cual combatió contra la invasión estadunidense a Nicaragua. Fue miembro de la Liga Antiimperialista de las Américas e incluso fundador del Partido Comunista Mexicano. La insurrección salvadoreña fue reprimida por la dictadura del general Maximiliano Martínez, doce mil campesinos fueron muertos, Farabundo Martí fue detenido y fusilado. Los regímenes militares se sucedieron. A fines de los años sesenta la guerra entre El Salvador y Honduras afectó al Mercado Común centroamericano, la industria salvadoreña entró en crisis y al comenzar los setenta resurgieron las luchas populares. Se crearon organizaciones guerrilleras y políticas. El Partido Demócrata Cristiano, PDC, la Unión Democrática Nacionalista, UDN, y el Movimiento Nacional Revolucionario, MNR, formaron la Unión Nacional Opositora, UNO, y en 1972 postularon la fórmula Napoleón Duarte-Guillermo Ungo, PDC-MNR. Mediante un nuevo fraude, ”ganó” el candidato militar. Poco después la Juventud Militar intentó dar un golpe, en señal de desacuerdo con lo ocurrido, fracasaron y numerosos dirigentes opositores, entre ellos Duarte y Ungo, tuvieron que salir al exilio. Cabe señalar que durante todos esos años en El Salvador hubo elecciones presidenciales y parlamentarias, con lo que supuestamente se cumplían los requisitos de una democracia. También las hubo en 1977 y otro fraude colocó en la presidencia al general Carlos Humberto Romero. Pero esta vez hubo protestas en las calles, la represión dejó 7 mil muertos, y la falta de salidas políticas aumentó el accionar de las guerrillas, que se coordinaron entre ellas y con los partidos políticos opositores. ¿Experiencia fallida?A mediados de octubre de 1979 el general Romero fue depuesto por un movimiento encabezado por la Juventud Militar liderada por el coronel Adolfo Majano y lanzó una revolucionaria proclama denunciando la corrupción, violación a los derechos humanos y desastre económico provocado por el gobierno derrocado, formulando una serie de propuestas de cambio. Sobre esas bases se creó una junta cívico-militar integrada por Román Mayorga, Rector de la Universidad Centro Americana, UCA, perteneciente a los jesuitas, Guillermo Ungo por el Foro Popular y el ingeniero Mario Andino por los pequeños y medianos empresarios. Había muchas interrogantes. El gabinete lo integraban representantes de partidos democráticos, pero el ministro de defensa era el mismo Comandante en Jefe del ejército y se seguían produciendo enfrentamientos con la población. Al poco tiempo Román Mayorga renunció a la junta y se vino a México. Para algunos eso era señal de que en prevención a que triunfara otra revolución como la nicaragüense, Estados Unidos había estimulado a la Juventud Militar. La otra posibilidad era que ésta hubiese tenido que negociar con las cúpulas. El caso es que se presenó una coyuntura propicia y l mediodía del 25 de diciembre de 1979 llegué a la capital salvadoreña. En los seis días que estuve allí entrevisté en su regimiento al capitán Marenko, que era la figura más conocida de la Juventud Militar y aparentemente muy convencido de que había que aplicar lo planteado en la proclama. Fui a la “escuela de democracia” que había establecido en San Salvador el ex canciller venezolano Arístides Calvani, en ese tiempo Secretario General de la Organización Demócrata Cristiana de América, ODCA. Ahí un equipo de demócrata cristianos sudamericanos le daba clases de democracia a los uniformados salvadoreños, según me explicó el Mayor Vargas. Presencié innumerables manifestaciones callejeras en contra de Monseñor Romero, al que a gritos acusaban de “marxista”, tal como lo habían hecho en su momento con el cardenal chileno durante el gobierno del Presidente Allende. Las acciones represivas de los militares continuaban y cobraban más vidas, lo que ostensiblemente preocupaba a los integrantes civiles de la junta. El día que entrevisté a Guillermo Ungo en la Casa Presidencial, me acompañó después hasta la puerta y en el corto trayecto nos cruzamos con una decena de militares que nos saludaron amablemente. Sorprendido de verlos ahí Ungo me comentó ”deben tener alguna reunión”. Y vaya que la tenían, una vez que se juntaron todos los convocados, irrumpieron en un consejo de gabinete para exigirle a la parte civil que los respaldara frente a las críticas que estaban recibiendo por las acciones represivas. Eso era una clara amenaza a la supervivencia de la junta cívico-militar y mientras sus integrantes políticos definían la situación, entrevisté al personaje más representativo de la democracia cristiana, el entonces alcalde de San Salvador, Adolfo Rey Prendes, quien sin referirse a la demanda de los militares abordó lo relativo a la represión y lo justificó diciendo que ellos estaban acostumbrados a disparar y que se les seguiría yendo la mano. Salí de su despacho con el convencimiento de que esa crisis terminaría con la instalación de una nueva junta, esta vez demócrata cristiana-militar y así lo comenté con el subsecretario de Relaciones Exteriores Héctor Oquelí, quien tenía la misma impresión y que en la víspera de mi regreso a México me entregó , como medida preventiva , copia fotostática de cada una de las renuncias, firmadas y no hechas efectivas aún, de los miembros civiles de la Junta y el gobierno. Recordar estos hechos tiene por objeto señalar el contexto en que surge en 1980 el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. . A esa primera junta la sucedió otra , de la que formó parte el hasta entonces canciller Héctor Dada, demócrata cristiano, quien a las pocas semanas renunció tanto al cargo como al partido. No podía aceptar las violaciones a los derechos humanos que cometían los militares, a los que se les seguía “yendo la mano”, como decía Rey Prendes. Se formó una tercera junta, encabezada por Napoleón Duarte, quien hasta entonces había continuado viviendo en Venezuela. El período de Duarte fue sangriento, preludiando lo que vendría después cuando el mayor Roberto D’Aubuisson, a quien designaron presidente de la Asamblea Constituyente, creó los escuadrones de la muerte y planificó y dirigió el asesinato de Monseñor Romero. El Informe de la Verdad elaborado por las Naciones Unidas sobre la masacre en El Mozote y otros poblados cercanos es espeluznante. En esa realidad aparece el FMLN, que al unificar a las organizaciones guerrilleras creó una instancia a la vez militar y política y fue reconocida como tal por los gobiernos de México y Francia. Al mismo tiempo el Frente Democrático Revolucionario, FDR, que encabezaba Guillermo Ungo reunía partidos políticos y organizaciones populares. El entendimiento FMLN-FDR fue una pieza de gran importancia para llegar a la firma de los Acuerdos de Paz, lo que ocurrió un año después de la muerte de Ungo, a raíz de una operación al cerebro. Y esto es importante de señalar porque en la reciente campaña electoral se quiso descalificar al hoy presidente electo Mauricio Funes, presentándolo como guerrillero, a sabiendas de que no lo fue, en el marco de una de las campañas más sucias de los últimos tiempos, como lo ejemplifica la portada del Diario de Hoy del día de la elección y que ilustra estas páginas. En el campo de la derecha, D’Aubuisson fundó la Alianza Renovadora Nacionalista, Arena, que gobernó los últimos 20 años y es el Partido al que acaba de derrotar el FMLN. Estas elecciones dividieron también a los otros dos partidos derechistas: el Demócrata Cristiano y el viejo Partido de Conciliación Nacional. El primero terminó apoyando a Funes y los segundos lo hicieron en varias regiones del país. Con Funes están también los que se marginaron de la democracia cristiana al romperse la primera junta cívico militar en 1980 y que hoy constituyen el partido Centro Democrático, que preside el ex canciller Héctor Dada, y también se encuentran allegados al Movimiento Nacional Revolucionario que dirigiera Ungo. Hay un reacomodo por una parte y un reencuentro por la otra, marcando el trecho que va desde Farabundo Martí al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. - Frida Modak, periodista, fue Secretaria de Prensa del Presidente Salvador Allende.
SIEP- Servicio Informativo Ecumenico y Popular

03/09/2006
Social democracia necesita programa, líder y apertura


Social democracia necesita programa, líder y apertura Ivo Príamo Alvarenga Generar ahora una fuerza social demócrata, con la debilidad de faltarle identidad histórica e ideológica, requeriría de un programa sólido, liderazgo carismático y amplia apertura. Los intentos anteriores, excepto el efímero PSD pro Lemus, trataron de acopiar seguidores en la élite y la masa. Lo mismo el MNR inicial, empezado por pocas personas de clase media modesta, incluyendo obreros y pequeños empresarios. Luego engrosado por universitarios de la exitosa Federación Socialista Democrática, quienes recogieron las firmas para inscribirlo, con el paradójico, explicable en ese momento, apoyo del PAR, entonces fachada del Partido Comunista, en otro tiempo del General Menéndez. Fueron a elecciones, llevando como candidato a la alcaldía de San Salvador a una persona que este día cumple años y, debido a su incansable lucha por la libertad, merece un saludo. Lograron elegir diputado al iniciador del partido, Rodrigo Gamero, quien pasó a creerlo propiedad personal y habría provocado su extinción, de no habérselo “tomado” Guillermo Ungo y varios veteranos de intentos anteriores, como el PRD y la primera AD, así como líderes estudiantiles tipo Héctor Oquelí, mártir de la social democracia, hoy casi olvidado. Se adhirieron notables profesionales y un poco de obreros. Pero no pasaron de allí, pese a dos oportunidades para crecer. La primera cuando se unieron a la Unión Nacional Opositora (UNO) cuya fuerza era el PDC, que por cierto anulaba la intención del MNR de plantearse como alternativa honesta, al intervencionismo de los gobiernos corruptos e imposicionistas de las dictaduras. La otra fue cuando la Democracia Cristiana decepcionó a sus multitudinarios seguidores, al aliarse con los militares a principios de los 80. El MNR en vez de sustituirla en la simpatía popular, cometió el error de pegar su pequeñez de hormiga a la ceiba de los frentes civiles del naciente FMLN. Desde entonces, el MNR fue un partido de dos personas, Ungo y Oquelí, el último gestor principal de su admisión en la Internacional Socialista (IS), con cuya ayuda habrían podido sintetizar una doctrina social demócrata salvadoreña y crear bases en el país, pero se dedicaron a publicar folletos y realizar viajes atacando a los gobiernos de El Salvador y Estados Unidos. Cuando regresaron, para poco después morir el primero y ser asesinado el segundo, quisieron insuflar vida al “partido”, pero desapareció en la primera elección que enfrentó. Ungo, con el nombre MNR, su inteligencia, cultura y capacidad de mediación, amén del poderoso apoyo de la IS, logró ascendencia sobre los líderes guerrilleros e influyó en el proceso de paz. Aparte eso, en nada allanó el camino hacia un movimiento social demócrata; ni siquiera heredando a quienes hoy buscan la membresía de la IS, traidoramente alineada con el FMLN, ajeno a sus ideales democráticos. Los actuales intentos, caducado el intervencionismo, tendrían que adoptar sin medias tintas la economía social de mercado, con el principio que el PSD de Billy Brandt utilizó para sacar del poder a los creadores de aquella, los demócratas cristianos alemanes: “Haremos lo mismo que ellos, pero lo haremos mejor”. Tendrían que elaborar estudios programáticos serios, creíbles, en vez del estéril radicalismo de algunos líderes, como si quisieran disputárselo al FMLN. Al contrario de una amplia apertura, ni siquiera han reclutado adherentes cuando ya empiezan a discriminarlos. Para colmo, ninguno tiene magnetismo en las masas, dicho sea con respeto a sus buenas intenciones, el afán patriótico que los mueve y la capacidad que, por todo otro concepto, los caracteriza. Colorín colorado, este cuento no ha empezado, pero ya se ha acabado.
NOTICIAS DE GIPUZCOA
Entre Roque Dalton y Monseñor Romero
funes cita al escritorasesinado por la guerrilla y al religioso al que mandó matar el fundador de arena
san salvador. Mauricio Funes, ante miles de simpatizantes que inundaron las calles de San Salvador, citó en su discurso a dos personas cuya vida y muerte parecen marcar lo que será su ideario político. Funes afirmó que ha llegado "el turno del ofendido", en alusión al escritor y revolucionario Roque Dalton, y anticipó que gobernará bajo la inspiración del difunto arzobispo Óscar Arnulfo Romero. "Ahora es el turno del ofendido, ahora es la oportunidad de los excluidos, ahora es la oportunidad de los marginados, ahora es la oportunidad de los auténticos demócratas", dijo tras conocer su triunfo.
Funes parafraseó el titulo del libro El turno del ofendido de Roque Dalton, que fue asesinado en mayo de 1975 por sus propios compañeros del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) bajo la acusación de ser agente de la CIA. Las acusaciones fueron desmentidas después. El ERP era liderado entonces y entre otros por Joaquín Villalobos, quien luego formó parte de la comandancia general del FMLN, siendo en tal calidad, firmante de los acuerdos de paz en 1992.
La alusión al ofendido no era gratuita. Como tampoco lo fue otro pasaje de su emotivo discurso en el que dedicaba su ascenso al poder "a un santo que ilumina al pueblo salvadoreño, a nuestro obispo mártir monseñor Óscar Arnulfo Romero". El religioso fue asesinado el 24 de marzo de 1980 por un comando de ultraderecha que actuó por órdenes del mayor Roberto d'Aubuisson, fundador de ARENA. "Gobernaré como Monseñor Romero quería que los hombres de su tiempo gobernaran", expresó Funes, al destacar que el religioso pedía desde el púlpito que los gobernantes escucharan "el clamor de justicia del pueblo salvadoreño", un pueblo que ayer inundó las calles de San Salvador celebrando el triunfo del FMLN. >agencias

Un estado de bienestar global

EL PAÍS
TRIBUNA: NICOLÁS SARTORIUS
Un Estado de bienestar global
NICOLÁS SARTORIUS 30/03/2009
En medio de esta profunda crisis que nos golpea vivimos una gran paradoja: ante el estrepitoso fracaso de las ideas, los valores y las políticas ultraliberales, la izquierda política, social e intelectual europea sigue a la defensiva, en la oposición -salvo excepciones-, incapaz de elaborar un nuevo relato que le permita liderar el futuro. Esta situación, sin embargo, no es nueva en la historia. Durante la crisis del 29, Estados Unidos, con Roosevelt, giró hacia políticas progresistas mientras Europa lo hacía, en general, hacia la extrema derecha.

Los progresistas tienen que pasar a la ofensiva en el terreno de los valores, las ideas y las políticas
El momento es muy diferente, pero en ningún sitio está escrito que de las crisis se salga con más democracia y equidad. Depende de que la izquierda sea capaz de aglutinar una alternativa acorde con la naturaleza de la crisis, y para ello, lo primero que hay que tener es un diagnóstico acertado y compartido de los retos que tenemos que afrontar.
Me preocupa cuando oigo hablar solamente de crisis financiera o de crisis económica. Por supuesto que estas crisis existen. Las manifestaciones son obvias y dolorosas. Pero lo que tenemos delante es el hundimiento de un modelo de capitalismo que no ha estado gobernado por la política, sino que ha estado en manos de una élite mundial, sobre todo financiera, descontrolada, que ha buscado su único beneficio.
No es cosa, pues, de codicia -que se supone-, sino de carencia de control democrático y de equidad a nivel mundial y en la mayoría de los países. Lo peligroso es que esas élites, salvo excepciones, siguen siendo las mismas y con las mismas ideas. Porque, ¿dónde ha quedado la eficiente asignación de recursos de los mercados, la superioridad de lo privado sobre lo público, los criterios del famoso consenso de Washington? Toda esta seudoideología con la que nos han estado martilleando bajo la forma de pensamiento único nos ha conducido a la ruina más absoluta. Una vez más se ha demostrado que el capitalismo, sin la supervisión creciente -como creciente es la concentración de éste- de los poderes públicos democráticos, conduce a la depredación de las personas y de la naturaleza.
Ante esta situación, no estaría mal que los de la cumbre de Londres fuesen capaces de elaborar un acuerdo global. Desde luego, si la economía mundial tiene un grave problema de demanda, ahí tienen a varios miles de millones de personas que malviven con uno o dos dólares al día. Un gigantesco mercado que estaría encantado de poder consumir siempre y cuando los países desarrollados se decidan algún día a realizar masivos trasvases de capital y tecnología a los países subdesarrollados. Sería una magnífica operación, en la que todos saldríamos ganando. Porque, una de dos, o hacemos algo así o aceptamos que crecientes masas de emigrantes vengan a nuestros países. Ninguna de las dos cosas generará graves conflictos.
De lo contrario, ¿qué quiere decir un Global Deal? ¿Seguir insuflando trillones de dólares en los bancos o en los fondos tóxicos con el dinero de los contribuyentes? ¿No sería mucho más eficiente para la economía real dedicar una parte de esas ingentes masas de dinero al desarrollo global? Algo así hizo y hace la Unión Europea con la Europa del Sur y del Este. Ese método debería extenderse a nivel global, junto con Estados Unidos, Japón, China y otros.
Habría sido oportuno intentar un European Deal, con participación de patronal y sindicatos. Pero ni tan siquiera ha sido factible una cumbre sobre el empleo, como proponía la Comisión. Ha fenecido a manos de Sarkozy. Pues que tengan cuidado los gobernantes, porque la gente se está empezando a cabrear. Miles de millones a los bancos y miles de trabajadores al paro es una mezcla explosiva. Los sindicatos están adoptando una actitud muy responsable, pero no sería bueno que fuesen desbordados por el enfado del personal. Toda paciencia tiene un límite.
Es evidente que a los sectores "sistémicos" de la economía no se les puede dejar caer -financiero, energético, comunicaciones, medioambientales-. Pero, por eso mismo, estos servicios públicos globales tienen que contar con una eficiente supervisión y regulación a diferentes niveles y, en ciertos casos, tienen que estar en manos públicas.
De esta crisis se puede salir con más de lo mismo o con otro modelo, más democrático, más social y, desde luego, sostenible. Creo que la época en que EE UU y Europa hacían y deshacían está superada. Hay que democratizar todas las instituciones internacionales; fomentar los procesos de integración regional que vaya creando una red de gobernanza coordinada global; apostar por un nuevo paradigma energético basado en las energías limpias; establecer nuevas reglas en el comercio mundial que incluya cláusulas de cohesión social; acabar con los paraísos fiscales, que son un auténtico robo a los fiscos, ¡y la gente se sigue preguntando dónde está el dinero! En una palabra, ir creando, paulatinamente, un Estado del bienestar global, única manera, en mi opinión, de mantener a la larga el que disfrutamos en Occidente.
Esta gran operación de crear un nuevo modelo de desarrollo democrático, social y sostenible tienen que liderarla las fuerzas progresistas, políticas y sociales, pasando a la ofensiva en el terreno de las ideas, de los valores, de las políticas y de las alianzas.
Nicolás Sartorius es vicepresidente ejecutivo de la Fundación Alternativas

domingo, 29 de marzo de 2009

El Debate de la Izquierda: Norman Birnbaum

EL PAÍS

TRIBUNA: NORMAN BIRNBAUM
La historia y la izquierda
NORMAN BIRNBAUM 14/03/2005


En el último medio siglo, la izquierda socialista de Europa occidental (a menudo, aliada con movimientos sociales cristianos) construyó unos Estados de bienestar aparentemente duraderos. En Estados Unidos, los demócratas (con la ayuda de algunos republicanos) hicieron lo mismo. Tanto en Europa como en Estados Unidos se dio a la ciudadanía un contenido social y económico. Ahora existe una contraofensiva que elimina de forma sistemática estas conquistas morales. ¿A qué se debe el continuo retroceso de la izquierda?
Durante dos siglos, la izquierda ha intentado hacer realidad tres clases de valores que se proclamaron en las revoluciones inglesa, americana y francesa.
Ante todo, la ciudadanía activa como condición previa de la democracia. La esfera pública debía convertirse en un experimento pedagógico continuo, en el que los ciudadanos aprenderían por sí mismos a dirigir la sociedad. Los conservadores aceptan a poblaciones pasivas que confíen en sus superiores; los demócratas radicales, no. Sin embargo, los partidos de masas que debían promover la democracia produjeron resultados ambiguos. Se burocratizaron y concentraron el poder en la cima. Los demagogos nacionalistas formaron partidos de masas que representaron la plasmación del fascismo. En el estalinismo, el partido se convirtió en una burla de sí mismo. Las democracias populares no pertenecían al pueblo.
El renacimiento de la democracia parlamentaria en Europa occidental tras la guerra se transformó rápidamente en un consenso rutinario. Los trabajadores tenían cada vez más acceso a un producto social en expansión. La posibilidad de más ocio permitió una cultura en la que el consumo adquirió más importancia que la ciudadanía.
El vacío político subsiguiente fue un pluralismo deformado y dominado gradualmente por el poder del capital organizado. La prensa y la televisión propagaban un mensaje embrutecedor: las cosas eran como eran, no podían ser de otra forma. Los partidos de la izquierda, con su electorado y sus miembros transformados, flotaban en el espacio histórico, alejados de sus propias tradiciones. En otro tiempo habían sido iglesias de salvación seculares; ahora se convirtieron en máquinas electorales. El New Deal de Franklin Roosevelt y la Gran Sociedad de Lyndon Johnson no eran más que recuerdos ceremoniales, y los demócratas estadounidenses sufrieron el mismo destino.
La izquierda valoraba la solidaridad, la igualdad de oportunidades en la vida. Los cristianos sociales, también, y la expresión nacionalsocialismo era significativa: la solidaridad era compatible con las distintas variedades de autoritarismo. Sin embargo, la izquierda no sólo buscaba la redistribución; pretendía el autogobierno en la economía. Pero ese ideal quedó abandonado a cambio del control de la economía nacional por parte del Estado. Durante gran parte del periodo de posguerra, los socialistas europeos y los demócratas estadounidenses utilizaron sus Estados para regular el mercado y el trabajo, invertir en bienes públicos y redistribuir la renta nacional.
Este triunfo de posguerra se ha convertido en una actitud defensiva y derrotista, mientras los Estados luchan, en la nueva economía internacional, con fuerzas que desbordan su control. La movilidad del capital ha provocado la desindustrialización en las democracias industriales. El empleo en los sectores técnico y de servicios es inseguro, y ahora se ve amenazado por la mano de obra barata en el resto del mundo. No existen instituciones internacionales capaces de proteger el empleo y las normas laborales en las viejas economías industriales y, al mismo tiempo, aumentar las rentas y la protección social en las economías emergentes. En las economías asentadas, el envejecimiento de la población ha creado tensiones en los sistemas de seguridad social. El conflicto generacional no ha sustituido al conflicto de clases, pero quienes están empeñados en liquidar el Estado de bienestar occidental explotan esas tensiones para propagar un nuevo darwinismo social.
En Europa, la inmigración aporta jóvenes trabajadores procedentes de África y Asia (y el este de Europa), pero su incorporación a los bloques políticos que defienden la igualdad económica es extremadamente difícil por los conflictos culturales. Ha sido más sencillo en Estados Unidos, donde el conflicto racial tiene un efecto divisivo equivalente al de la xenofobia en Europa. La movilidad mundial del capital, los cambios demográficos que afectan a los sistemas de seguridad social y la inmigración, combinados, han dejado a los partidos socialistas europeos en una actitud reactiva, cuando no pasiva y sin habla. Los demócratas estadounidenses, en cambio, están fuertemente divididos; algunos proponen que se olvide el hecho de que alguna vez fueron defensores del Estado de bienestar.
Las dificultades de la izquierda para abordar la nueva economía son aún mayores por lo contradictorio de su legado filosófico, la idea ilustrada de la autonomía y la soberanía humana. Marx pensaba que el socialismo permitiría a la humanidad supeditar el terreno de la necesidad al de la libertad, que, según él, estaba en continua creación.
Ha habido varias formas elementales de emancipación. Las mujeres tienen más igualdad legal y social, los niños están protegidos y los trabajadores tienen la ciudadanía. El liberalismo es tan responsable de estos cambios como el socialismo. Viene a la mente otra observación de Marx, en la que venía a decir que, después de que los súbditos pasaran a ser ciudadanos, todavía tenían que llegar a seres humanos. Es posible que los partidos socialdemócratas movilicen a votantes con una mentalidad más moral; las pruebas no son concluyentes. Pero, independientemente de los objetivos que busquen en la actualidad los partidos de la izquierda, entre sus proyectos electorales no está una transformación radical de la naturaleza humana.
Desde el punto de vista filosófico, la izquierda ha adoptado los poderes liberadores de la ciencia y la tecnología. En nuestro mundo, éstos son a menudo independientes del propósito moral, instrumentos para lograr el máximo poder y el máximo provecho. Los Verdes han criticado, con razón, la aceptación por parte de los socialdemócratas, muchas veces sin reparos de ningún tipo, de que la naturaleza está a nuestra disposición y la producción puede aumentar de manera infinita. Los socialdemócratas, en teoría, están de acuerdo con ellos, pero en la práctica se han mostrado muy lentos a la hora de elaborar ideas sobre pautas de consumo alternativas.
Respecto a la inauguración de una era de paz entre las na
-
ciones, el final de la violencia en las relaciones internacionales, se trata de algo muy incompleto. Desde luego, la Unión Europea es muestra de la decisión de los países europeos de acabar con sus guerras fratricidas, pero no fue obra exclusiva de los socialdemócratas. En Estados Unidos, el partido de la reforma social está integrado en el Estado de la guerra y el bienestar. La reciente oposición de los socialdemócratas europeos (con la excepción de los laboristas británicos) y algunos demócratas estadounidenses al unilateralismo de EE UU ha ido acompañada de un proyecto alternativo (fortalecimiento de Naciones Unidas, ayuda internacional al desarrollo, interés por transiciones democráticas sustanciales, y no formales, en los Estados autoritarios). Este contraproyecto no está relacionado con la política nacional de las fuerzas reformistas.
Fundamentalmente, la idea de la izquierda sobre una progresión inevitable hacia un mundo racional y laico es ahistórica. No hay más que ver la coexistencia de la literalidad bíblica y el racionalismo tecnológico en Estados Unidos. La izquierda podría desarrollar alianzas estratégicas con las corrientes críticas y actuales en las religiones mundiales, que son depósitos de recuerdos de luchas pasadas y esperanzas para el futuro. Además, el internacionalismo de la izquierda debería obligarle a revisar su hipótesis implícita de que la división actual entre países pobres y países ricos va a ir desapareciendo poco a poco. Esta división es una incitación continua a la violencia, pese a que, en estos momentos, la violencia procede de Estados Unidos. La globalización, que causa la inmigración hacia las sociedades más ricas y el empobrecimiento dentro de ellas, ha suscitado reacciones autoritarias y racistas en la clase obrera de Occidente. Esto representa una seria crítica del fracaso pedagógico de la izquierda en este último medio siglo de centrarse en la redistribución, que ya no puede garantizar.
Por último, los viejos partidos de la izquierda y los sindicatos tienen que dialogar con los grupos vinculados al Foro Social. Su oposición a la homogeneización cultural, la destrucción ambiental, la explotación, el empobrecimiento y la tiranía podrían ayudar a renovar la propia izquierda, que, como ocurre desde 1641, se enfrenta a un futuro incierto. Su renovación no es una certeza, sino una posibilidad.
Norman Birnbaum es profesor emérito del Centro de Leyes en la Universidad de Georgetown, y su último libro es Después del progreso: reformismo social estadounidense y socialismo europeo en el siglo XX. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

EL PAÍS

22 de Octubre e 2004

El problema de la izquierda en EE UU
Norman Birnbaum * - El País¿Quién recuerda hoy que Karl Marx pensó en la posibilidad de que Estados Unidos, libre de los suplicios históricos y metafísicos de Europa, encabezara la marcha hacia el socialismo? ¿Qué es, hoy, la izquierda en Estados Unidos?
Existen cuatro corrientes distintas en la oposición estadounidense. Una busca una socialdemocracia norteamericana. Otra pretende construir un internacionalismo desmilitarizado y social para Estados Unidos. La tercera lucha por los derechos civiles, los negros y las minorías étnicas, las mujeres y los homosexuales. La cuarta implica un debate sobre culturas alternativas: para vivir mejor es necesario vivir de otra forma. Estas posturas carecen de denominador común, y sus partidarios se ven obligados a defender las victorias conseguidas frente a la contraofensiva de los agentes del imperio y el mercado.
El principal vehículo de la izquierda en Estados Unidos es el Partido Demócrata, pero es un vehículo en mal estado. Con Clinton y los nuevos demócratas, que repudiaron gran parte de la historia del partido, los demócratas perdieron la mayoría en las dos cámaras del Congreso, varios puestos de gobernadores importantes y las cámaras en unos cuantos Estados cruciales. En su mayoría, los demócratas preferían como candidato presidencial al congresista Gephardt (próximo a los sindicatos) o al gobernador Dean (por su oposición a la guerra). Sin embargo, al final se conformaron con el senador Kerry, que anuncia en voz alta que "no va a haber redistribución" y cuya posición sobre Irak está envuelta en la niebla de la guerra. El partido no es un grupo de afiliados, sino una mezcla inestable de aparatos políticos estatales, grupos de intereses y donantes. Está dividido ideológicamente, entre los herederos de Franklin Roosevelt y Lyndon Johnson, que defienden el Estado de bienestar, y los nuevos demócratas, que buscan compromisos aún más amplios con el capital organizado.
La fuerza de la izquierda estadounidense se encuentra en las organizaciones que financian las campañas y movilizan a los ciudadanos. Las más importantes son los sindicatos pertenecientes a la federación AFL-CIO. Pero los sindicatos sólo incluyen alrededor del 13% de los trabajadores (hubo un tiempo en el que llegaban a un tercio), y su debilidad es la causa más visible de la fragilidad de la socialdemocracia en Estados Unidos. Están perdiendo a los trabajadores de más edad, a medida que la economía se desindustrializa, y esa pérdida no se compensa con los trabajadores del sector de servicios ni los que tienen más nivel educativo, aparte de los enseñantes. Algunos dirigentes sindicales elaboran nuevas estrategias de movilización política, especialmente con los inmigrantes más recientes, pero, hasta ahora, los resultados han sido discretos.
A la lucha de los sindicatos por los derechos económicos se une la de los grupos de interés público que se dedican a defender al consumidor, proteger el medio ambiente, regular el capitalismo descontrolado y aumentar la participación política mediante la reforma de unos procedimientos electorales defectuosos. Gran parte de la acción se desarrolla en el Congreso, a veces en las cámaras de los Estados y con frecuencia en forma de razonamientos constitucionales y legales ante los tribunales. La críptica politización del proceso judicial y la fragmentación de la política legislativa hacen muy difícil el desarrollo de una estrategia común. La izquierda no ha conseguido explotar la vaga desconfianza de la sociedad estadounidense hacia el capital, entre otras cosas, porque en el propio Partido Demócrata hay representantes de ese capital muy bien establecidos.
Durante muchos años, además de Kennedy en el Senado, los líderes de estas fuerzas fuera del Congreso fueron el reverendo Jesse Jackson (cuyos intereses no se limitaban, ni mucho menos, a representar a los negros) y Ralph Nader. Jackson sigue trabajando sin descanso. Nader, resentido contra los demócratas, vuelve a presentarse a las elecciones. Hay varios Estados importantes en los que no se ha admitido su candidatura, pero tiene la capacidad de destruirse a sí mismo y dañar a los que antes eran sus amigos. En el año 2000 se presentó por el Partido Verde, pero, en esta ocasión, ellos presentan otro candidato. En Estados Unidos, los Verdes tienen bastante fuerza en algunos Estados (Maine y Nuevo México, por ejemplo), pero nuestro sistema mayoritario, en el que el voto no es proporcional, les perjudica sobremanera. Lo que sí tienen es gran capacidad de movilización local.
El voto proporcional permitiría que las elecciones presidenciales dejaran de depender de unos cuantos Estados. En la actualidad, las campañas nacionales oscilan entre el vacío ideológico (para no ofender a nadie) y la capitulación oportunista ante el chantaje electoral (utilizado por los grupos de presión que propugnan la cristianización de la vida pública, el acceso sin límites a las armas de fuego, la destrucción del Gobierno de Castro, etcétera). El voto proporcional, que repartiría los votos electorales de cada Estado con arreglo a los votos reales, en vez de dárselos todos al ganador, avanza con gran lentitud. Nuestra Constitución, que se muestra contraria al voto mayoritario, porque así se quiso para impedir la eliminación de la esclavitud por métodos democráticos, no se ha sometido todavía a ningún gran debate público.
La división de la izquierda es muy pronunciada, sobre todo en lo relacionado con el imperio. (La agrupación que reúne a la izquierda del partido, la Campaña para el Futuro de América, evita mencionar la guerra de Irak.) Las dos organizaciones de masas que se oponen a la militarización de la política nacional son la Iglesia católica, con el 25% del país, y las iglesias protestantes del Consejo Nacional de las Iglesias, que representan al 50%. Lo que opinan los obispos, teólogos, rectores de iglesias, pastores y sacerdotes no siempre lo comparten los fieles. La angustia, la ignorancia y el patrioterismo hacen que muchos ciudadanos (por ejemplo, los sindicalistas) no se den cuenta de que a los pueblos del mundo les gustaría que Estados Unidos dejase de intentar salvarlos de sí mismos.
Contamos con una clase intelectual antiimperialista, aunque no en las páginas editoriales o en los departamentos de relaciones internacionales de las universidades. Hay muchos altos funcionarios y diplomáticos más dispuestos a enfrentarse a Bush que la mayoría de los demócratas del Congreso. La "guerra contra el terror" no ha parado a los "terroristas", pero sí ha intimidado a periodistas y políticos. La reforma social en Estados Unidos está en deuda con el catolicismo.
* Norman Birnbaum es catedrático emérito de la Facultad de Derecho de Georgetown y autor de Después del progreso (Tusquets). Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

El republicanismo cívico de Philip Pettit

EL PAÍS
REPORTAJE
El filósofo Pettit examina a Zapatero
El ideólogo del republicanismo ciudadano valora las reformas sociales del Gobierno socialista y la valentía del presidente
L. R. AIZPEOLEA - Madrid - 20/06/2007
El ideólogo del republicanismo ciudadano, el irlandés Philip Pettit, inspirador de la acción reformista de José Luis Rodríguez Zapatero, ha examinado los tres años del Gobierno socialista en España bajo su prisma filosófico. Pettit defiende la "imparcialidad" de su juicio por no ser "ni amigo ni asesor de Zapatero", con el que sólo ha coincidido dos veces en su vida. Y precisa que su informe está basado en sus propias "pesquisas", para las que ha recurrido a "análisis independientes y externos".
La noticia en otros webs
webs en español
en otros idiomas
Blogs que enlazan aquí
El informe lo presentó esta semana en la Universidad Complutense ante profesores y estudiantes y sigue como criterio valorativo la fidelidad de la acción del Gobierno de Zapatero a los "principios republicanos".
En su evaluación queda excluido un análisis de fondo de la política exterior, aunque cita como "iniciativas interesantes" la Alianza de Civilizaciones, el desarrollo de las relaciones de España y de la UE con Cuba y Latinoamérica, el intento de resolver el problema de los inmigrantes mediante negociaciones con Estados africanos, los "progresos" en Gibraltar y el Sáhara Occidental y el aumento del nivel de la ayuda española a países de origen de inmigrantes irregulares. "En estos casos, la España de Zapatero ha sido una ciudadana mundial de excepción", señala.
Pettit concluye en su informe que "aunque las medidas adoptadas por el Gobierno puedan mejorarse, es importante que haya adoptado tantas medidas en la buena dirección".
- Fiel a la visión republicana. A modo de juicio global, dice: "No sé cómo saldrá el Gobierno del tumulto de las elecciones ni sé cómo reaccionará cuando el Tribunal Constitucional se pronuncie sobre el Estatuto catalán. Pero sí que sé que Zapatero ha sido fiel a la visión cívica o republicana del Gobierno y de esta forma ha puesto el listón muy alto en términos de corrección, valor y eficacia. A pesar de los importantes retos que ha tenido que afrontar en los últimos años, ha mantenido una dirección constante y ha hecho de España un modelo para las democracias avanzadas".
Pettit precisa que en España, la dominación privada se ve favorecida por "defectos generales" como una economía floreciente, pero poco equilibrada; un sistema judicial complicado y un sector educativo por debajo de la media. Y lo atribuye a "ciertos problemas más concretos", entre los que cita: la vulnerabilidad personal, que puede deberse a desventajas económicas o culturales; los riesgos de criminalidad y terrorismo en la comunidad; y el poder excesivo de las organizaciones empresariales o religiosas.
Reconoce que el Gobierno "no ha sido capaz de eliminar los defectos generales mencionados, pero ha promovido políticas, a menudo sobre la base de actuación del Gobierno Aznar, que deberían reducirlos a medio plazo".
- Iniciativas valientes. Pettit destaca cómo el Gobierno Zapatero ha adoptado iniciativas "valientes y pioneras" en el campo de la "posición vulnerable" de las mujeres -como la Ley de Igualdad y la ley contra la violencia de género-, de los homosexuales -como la ley que homologa su matrimonio con el de los heterosexuales-, de los sin papeles -con la regularización concedida a unos 700.000-, de los discapacitados -con la Ley de Dependencia- y de los trabajadores con contrato temporal.
- El diálogo con los violentos para lograr la paz. Resalta cómo ha afrontado la amenaza terrorista "con firmeza", aunque ETA asestó "un duro golpe a los razonables intentos de llegar a un acuerdo". En este sentido, Pettit señala cómo "la historia de muchos países nos enseña que a menudo el camino hacia la paz requiere dialogar con grupos violentos" y cómo "el diálogo es necesario antes de que se renuncie a la fuerza, aunque sea sólo a efectos de acordar los términos de dicha renuncia".
- Transparencia y poder. En el terreno del control del poder, Pettit destaca cómo el Gobierno de Zapatero "ha sido menos secreto, menos reacio al Parlamento, menos intolerante con los medios de comunicación independientes y menos deseoso de concentrar el poder que otros Gobiernos similares". Entre las iniciativas de Zapatero reseña la ley de publicidad; la mayor atención al Parlamento, reforzando sus poderes, y la ley que garantiza la independencia de la televisión pública.
Pettit precisa que no está diciendo que "en ambos frentes el Gobierno haya obtenido la máxima puntuación" pues "hay otras cosas que debería hacer". Y sugiere algunas medidas si Zapatero resulta reelegido en 2008: ocuparse del "grave hacinamiento" en las cárceles; mejorar la "transparencia del Gobierno, reforzando la libertad de información", y adoptar "todas las medidas posibles para que se vuelva a confiar en un poder judicial independiente".

Reseña de "El derecho de gentes" por Daniel Gamper

REVISTA OBSERVACIONES FILOSÓFICAS
John Rawls: "El derecho de gentes y "Una revisión de la idea de razón pública"
Dr. Daniel Gamper - Universidad Autónoma de BarcelonaJohn Rawls: "El derecho de gentes y "Una revisión de la idea de razón pública".Ed. PaidósI
SBN: 8449310474.224 p.; 23x16 cm. (03/2001).
Acaba de aparecer en España, publicado por la editorial Paidós, la obra más reciente de John Rawls, "El derecho de gentes" (traducción de Hernando Valencia Villa). Considerado con Jürgen Habermas el mayor filósofo político de nuestro tiempo, Rawls es el autor más citado internacionalmente en el campo de las ciencias humanas y una referencia obligada para cualquier persona que se interese por la evolución del derecho, la ciencia política y la filosofía.
Este libro está dividido en dos partes. La revisión de "La idea de razón pública", publicada en 1997, supone una minuciosa reelaboración de un texto mucho más breve que el autor presentó por primera vez cuatro años antes, en 1993, y es la culminación de sus ideas sobre el liberalismo en su relación con algunos de los problemas más acuciantes de nuestro tiempo. En su versión definitiva, el artículo en cuestión expone el modo en que las limitaciones de la razón pública pueden explicarse debidamente atendiendo a conceptos tanto religiosos como no religiosos. Se trata de un detallado relato acerca de las modernas democracias constitucionales, basadas en una concepción política liberal, y su aceptación por parte de ciertos ciudadanos que no tolerarían doctrinas de ese tipo en campos como la religión, la filosofía o la moral.
"El derecho de gentes", por su parte, parte de la idea del contrato social y establece los principios generales que pueden y deben ser aceptados por sociedades tanto liberales como no liberales como norma general para sus interrelaciones. En concreto, el texto traza una distinción crucial entre los derechos humanos básicos y los derechos de los ciudadanos de una democracia liberal y constitucional. También explora los términos según los cuales una sociedad de este tipo puede declarar "justamente" la guerra a otra que no se atenga a esos principios y, en fin, debate los presupuestos morales adecuados que pueden servir como base para prestar ayuda a ciertas sociedades no liberales sometidas a condiciones políticas y económicas claramente desfavorables.
I Una imagen del filósofo político John Rawls
Cuando John Rawls (1921) publicó en el año 1971 su libro "Una teoría de la justicia" (en castellano, Fondo de Cultura Económica, 1978), apenas era conocido en el ámbito académico anglosajón por un puñado de artículos sobre filosofía política. Treinta años después de la publicación de este voluminoso y concienzudo estudio, Rawls es considerado el renovador del liberalismo y la figura central del pensamiento político y moral del siglo XX. En un momento en que la filosofía moral y política se orientaba en función de justificaciones y de normas utilitaristas, Rawls abandonó la tendencia excesivamente empírica de este pensamiento en favor de una pretensión de raigambre kantiana, universalista.
John Rawls se doctoró en la Universidad de Princeton y vio truncada su carrera académica por la guerra, en la que intervino como soldado de infantería. Su participación en la Segunda Guerra Mundial lo llevó a ser testigo presencial de las terribles consecuencias de la bomba atómica en Hiroshima. De esta experiencia surgen algunas de sus reflexiones acerca de la guerra justa y de la posibilidad de la paz mundial, como un breve artículo en el que argumenta filosóficamente contra la decisión americana de lanzar la nefasta bomba. No obstante, Rawls, a diferencia de gran parte de los teóricos y filósofos de finales de siglo, apenas ha dejado huellas personales en su obra. Su existencia es la de un oscuro profesor de universidad alejado de los fastos de los intelectuales posmodernos y no preocupado por crearse una imagen de pensador estrella mediante entrevistas o de desmarcarse como personalidad de relevancia pública.
Tras la experiencia de la guerra, Rawls fue contratado por la Universidad de Harvard, donde ha ejercido la docencia y la investigación hasta la actualidad. Una actividad que ha debido reducir considerablemente en los últimos años dado un agravamiento de su salud desde 1995. Con "Una teoría de la justicia" se consagró como el gran filósofo político americano y, junto con Jürgen Habermas, el heredero de la escuela de Francfort, como el máximo defensor del pensamiento ilustrado universalista. Desde entonces, y como dice su colega en Harvard y su crítico más agudo, Robert Nozick, cualquier aportación a la filosofía política, incluso aquella que no acepte ni los presupuestos ni las conclusiones de Rawls, debe rendir cuentas de su obra.
II Una obra influyente
La importancia de la obra de Rawls no radica, pues, en el resultado de su presencia pública o mediática, sino que se constriñe más bien al ámbito universitario. Los incontables estudios, tesis doctorales, artículos y libros dedicados a Rawls y la traducción sistemática de sus libros a todas las lenguas europeas son buena muestra de ello. Como afirma Victoria Camps, catedrática de Filosofía Moral y Política de la Universitat Autónoma de Barcelona, Rawls ha sido objeto de exhaustiva atención por la academia española, y la lectura y análisis de su obra ha sido de presencia obligada en los temarios de los estudiantes de Derecho, Ciencia Política y Filosofía.
La influencia de la teoría rawlsiana de la justicia en el ámbito jurídico y político es de difícil determinación. El interés preferencial de juristas y políticos por la práctica cotidiana los mantiene alejados de las cuestiones filosóficas propuestas por Rawls. La pregunta acerca de los fundamentos de la justicia y de los presupuestos de una sociedad justa no ocupa las reflexiones tempestivas de los gestores políticos, de ahí que su repercusión en este ámbito sea apenas testimonial. No obstante, "Una teoría de la justicia" es la obra más citada en los procesos judiciales de Estados Unidos, en donde el recurso a autoridades desempeña un papel de mayor calado que en la práctica jurídica continental.
A pesar de todo, John Rawls es considerado el ideólogo de la socialdemocracia europea. Para el profesor de la Universidad de Cádiz y ex diputado del PSOE Ramón Vargas-Machuca, autor junto con Miguel Ángel Quintanilla del libro "La utopía racional" (Espasa Calpe), Rawls no ha ejercido una influencia efectiva sobre la discusión política del país, más bien es una cita recurrente, un adorno de los políticos, más preocupados a la hora de elaborar sus programas de las encuestas de opinión que de los debates de ideas en profundidad. Para Vargas-Machuca la obra de Rawls adolece de un grado de abstracción propio de la filosofía, que si bien ofrece elementos para justificar a la socialdemocracia actual, no posee la funcionalidad de la tercera vía, la cual, efectivamente, es producto de políticos y no de filósofos.
La afinidad del pensamiento del profesor americano con el socialismo procede de su advocación simultánea en favor de la igualdad y de la libertad. Con la expresión liberalismo igualitarista, Rawls sitúa el principio de la libertad en un lugar preeminente, sin olvidar la necesidad de redistribuir los bienes de modo que todos los individuos puedan gozar en pie de igualdad de la libertad. Es fácil reconocer en esta conjunción de libertad e igualdad los rasgos centrales del Estado de bienestar o Estado social. Cabe decir en este sentido que el proyecto rawlsiano ha encontrado más eco en las prácticas políticas europeas que en Estados Unidos, donde su recepción ha sido esencialmente cosa de filósofos y de universitarios.
III Apuesta por el liberalismo
En la actualidad, la publicación de la traducción de su último libro, "El derecho de gentes" (Paidós), atestigua la pervivencia del proyecto rawlsiano, que en esta ocasión promueve una aplicación a escala mundial de sus teorías liberales. Frente al coro de voces milenaristas, agoreras y tremendistas de los últimos tiempos que anuncian un futuro de desastres ecológicos, humanitarios o espirituales, "El derecho de gentes" propone una visión optimista, una "utopía realista", de un mundo en el que los ideales liberales podrían y deberían ser aceptados por todos los pueblos que garantizan un mínimo de libertades civiles a sus miembros. La propuesta de Rawls se enraíza en el "ius gentium" romano y recupera asimismo las aspiraciones ilustradas de Kant en su escrito sobre la paz perpetua. Hasta el siglo III a. C. el derecho romano operaba con el denominado "ius civile", un conjunto de normas más o menos explícitas en función de las cuales se decidía en los casos conflictivos entre los ciudadanos de Roma. A partir de entonces, y coincidiendo con la expansión del imperio, se hizo necesario un derecho que permitiera también decidir en casos que afectaban a extranjeros y que no podían ser considerados sólo desde las normas de la ciudad romana. De esta fecha data el surgimiento del primer derecho internacional.
En su último libro, Rawls no prosigue el desarrollo de este derecho internacional de vertiente eminentemente privada, sino que adopta la terminología romana para denominar la estructura utópica, pero no idealista, bajo la cual cabe esperar que se agrupe una futura sociedad de los pueblos. El gesto de Rawls se encuentra también alejado del imperialismo romano, y su propuesta, a pesar de las acostumbradas críticas que sobre él se vierten desde la llamada posmodernidad, huye de cualquier forma de imperialismo latente, puesto que su esfuerzo va destinado a encontrar un ámbito común de acuerdo, no a imponer la concepción occidental de la justicia y del derecho.
Es cierto que la defensa del liberalismo y su propuesta de adoptar a escala mundial algunas de sus virtudes nace del hecho empírico de que las grandes democracias establecidas no se han enfrentado jamás entre ellas, del hecho de que hace más de cincuenta años que reina la paz en el mundo occidental. Pero esta constatación no tiene como fácil consecuencia una exportación del modelo europeo o americano al resto del mundo. Rawls piensa que estos pueblos liberales y democráticos deben plantar las semillas de un futuro entendimiento con las sociedades decentes no liberales, es decir, aquellas que sin aceptar la cosmovisión occidental mantienen las libertades fundamentales de sus ciudadanos en un nivel razonable.Dr. Daniel Gamper SacaseUniversidad Autónoma de Barcelona. Departamento de Filosofia

sábado, 28 de marzo de 2009

El Socialismo Liberal de Carlo Roselli a Jurgen Habermas

EL PAÍS
JOSÉ VIDAL-BENEYTO
El socialismo liberal / 1
JOSÉ VIDAL-BENEYTO 10/05/2008
En el siglo XX la lucha contra los totalitarismos nazifascistas y el desafío que representan el marxismo y el comunismo polarizan la vitalidad ideológica derivada del antagonismo político que habían mantenido el liberalismo y el socialismo durante el XIX, atenuando considerablemente el perfil diferencial de ambos y su capacidad creadora. A ello se agregan por una parte el parlamentarismo en el que los socialistas concentran su acción y, por otra, el primado de la economía en todos los planteamientos liberales que confieren a lo económico tratamiento preferente cuando no exclusivo, lo que al evacuar, de alguna manera, la confrontación directamente política, contribuye a su convergencia ideológica. Queda sólo en pie el diverso tratamiento de la cuestión religiosa, en particular en su versión integrista, cuya causa hacen suya de manera paradójica los liberales, lo que nos lleva al esperpento romano del alcalde Alemanno, que con su suegro Rauti han mantenido en Italia durante años el referente fascista, asociado hoy al gran capital de Forza Italia y fervorosamente bendecido por el Vaticano. Este pragmatismo politiquero en las alianzas está facilitado por el acercamiento de las posiciones doctrinales y por la atenuación del debate ideológico que, al coincidir con la atonía ciudadana, reduce la política a las luchas por el poder en los partidos. Todo lo cual genera una interpenetración y desleimiento simultáneos que conllevan un proceso de hibridación que recorre la segunda mitad del siglo XX e inaugura procesos de los que los principales son el liberalismo social entre los liberales y el socialismo liberal en el ámbito socialista.
Reduciéndonos a lo esencial, de lo que se trata es de hacer convivir libertad e igualdad
Sobre ambos el centrismo político y su oportunismo maniobrero han operado una apropiación ilegítima que sólo ha servido para aumentar la confusión, cuyo ejemplo más revelador es el New Labor de Tony Blair y la propuesta de la Tercera Vía de Anthony Giddens que le sirve de corpus doctrinal. Su propósito es adecuar la socialdemocracia al capitalismo de las multinacionales mediante algunos ajustes y retoques que permitan la convivencia de ambos, después que el laborismo haya enterrado sus ideales de igualdad y justicia social. Pero esa interpretación de lo que pueda ser el socialismo liberal contradice el planteamiento y las propuestas de quienes han abordado con más rigor y radicalidad su problemática. Reduciéndonos a lo esencial, de lo que se trata es de hacer convivir libertad e igualdad, que son los grandes polos, los referentes centrales a la par que modelos que nos proponen ambas corrientes.
En los años 20/30 del siglo pasado, Carlo Rosselli, militante antifascista formado en los ideales del Risorgimento, voluntario en la guerra civil española y asesinado en París con su hermano Nello por la siniestra banda fascista La Cagoule, en sus dos libros de 1924 y 1930 sobre Socialismo liberal, hace la primera y más acabada presentación de esta nueva corriente. Para él, el liberalismo político, que nada tiene que ver con el económico al que califica de "liberismo", sólo es inteligible como una filosofía de la libertad que hace de la autonomía del individuo al mismo tiempo su arma de combate y su objetivo final. Frente al mercado que es un simple instrumento técnico y al Estado cuya función se limita a ser un órgano de policía y de defensa, el actor principal del socialismo liberal es el mundo del trabajo al que corresponde hacer efectiva la libertad de todos y no sólo de los ricos. Para Giustizia e Libertà, el movimiento que funda durante su exilio parisino, hay que acabar con los monopolios de hecho y con la concentración de la riqueza en unas pocas manos no recurriendo a la nacionalización operada por un poder público centralizado y burocrático, sino mediante la socialización realizada por organismos autónomos gestionados por trabajadores, técnicos y consumidores. Como insistirá 15 años después Guido Calogero, sólo una socialización de este tipo permitirá democratizar las empresas, tanto públicas como privadas, poniéndolas en manos de quienes tienen que ver con ellas e impidiendo que se conviertan, sobre todo en su versión última de grandes multinacionales, en patronos-dictadores de nuestras vidas. La dimensión federalista, propuesta en especial a nivel europeo, que recoge y empuja Altiero Spinelli, cierra su cuadro programático. Tres pensadores mayores de lo social, Bobbio, Lefort y Habermas, retomarán este intento de interfundir libertad e igualdad y de pensar el cumplimiento del individuo en y por su realización social.
EL PAÍS
JOSÉ VIDAL-BENEYTO
El socialismo liberal / 2
JOSÉ VIDAL-BENEYTO 17/05/2008
Norberto Bobbio, figura mayor de la sociología italiana del siglo XX y referente principal de la vida intelectual de su país, fue un militante indefectible de la democracia y de la lucha antifascista en Italia. Primero en los grupos social-liberales de Guido Calogero, después desde las filas del Partido de la Acción, y finalmente en su denuncia última del berlusconismo corrompido y faccioso. Reivindicando el conflicto como eje articulador de la vida política, insiste en la diferencia entre derecha e izquierda, cuya negación, nos dice en Destra e Sinistra (Donzelli, 1994), es siempre represiva y funciona como coartada de la injusticia. Por lo demás, la complejidad de las sociedades actuales y su exigencia de competencias técnicas se traduce necesariamente en una jerarquización social que conlleva estratificaciones insalvables y oligarquías férreas. Frente a ello, Bobbio, en Il futuro della democrazia (Einaudi, 1984-1995), no impugna las élites, sino que aboga por su democratización mediante su apertura a la sociedad y la práctica de nuevas incorporaciones que la doten de mayor capacidad innovadora.

La libertad es una responsabilidad social y la igualdad es la esencia de la democracia
Porque la profundización de la democracia, según él, no puede consistir en condenar a los comunistas sino que tiene que esforzarse por integrarlos en las filas de la democracia y asociarlos en el combate para la emancipación de los trabajadores y de los oprimidos. Su voluntad de diálogo llega hasta el gauchismo, puesto que la igualdad es también para ellos el criterio fundamental entre quienes apuestan por el progreso y quienes se han apuntado a la obscena acumulación capitalista constituyendo una especie humana aparte: los superricos. Por eso, sin confundir la igualdad con el igualitarismo de Baboeuf, el gran filósofo social que fue Bobbio, sostiene que la libertad no es como pretende la derecha el soporte del enriquecimiento y que la desigualdad no es el motor del progreso histórico, sino que libertad e igualdad son indisociables y su realización conjunta es la mejor prueba de su autenticidad. De aquí su afirmación, compartida tanto por expertos europeos como extraeuropeos, y entre ellos de forma principal por Amartya Sen en La Economía es una ciencia moral, que la libertad es una responsabilidad social, y que el "ethos de la igualdad" es la esencia de la democracia representativa.
Tres pensadores mayores de lo social se enrolarán en Francia en ese difícil combate: Edgar Morin, Cornelius Castoriadis y Claude Lefort. Tuve el privilegio de coincidir con el último, a finales de los años cincuenta, en algunos de esos extraordinarios ejercicios de pensar que eran las clases de Merleau-Ponty en el Collège de France. El autor de Las Aventuras de la Dialéctica, curado de su ruptura con Sartre y pacificado su espíritu, proponía un liberalismo progresista de pura libertad, un liberalismo unitivo tan alejado del conservadurismo como de las radicalidades comunistas. Claude Lefort recoge el envite y, centrándolo en los derechos humanos, los declara irreductibles al individualismo liberal, porque más allá de consagrar un espacio individual totalmente independiente del Estado, inaugura un ámbito publico de opinión y de comunicación que es la base de la democracia. Marx, dice Lefort, se equivoca al calificar a los derechos humanos de artilugios de la dominación burguesa y deja escapar con ello la capacidad emancipadora de la democracia moderna. Pues toda lucha de clases que logra salirse de la cárcava del dogma marxista desemboca en una ampliación de la libertad de todos. Desde ahí, situándose en la perspectiva del socialismo liberal, exige el reforzamiento de los derechos sociales, susceptibles de asegurar el bienestar económico y social, condición imperativa de cualquier libertad política efectiva. Sin olvidar los derechos societarios de los grupos de base (mujeres, minorías étnicas y sexuales, defensores del medio ambiente, etcétera) que al igual que sucede con los derechos sociales y contrariamente a la práctica de los derechos de opinión, de asociación o reunión, no se encierran en un estatus jurídico negativo sino que tienen condición positiva, lo que obliga al Estado a eliminar los obstáculos que los dificulten y aun más los hagan imposibles. Lefort no formula propuestas concretas, pero lo hacen quienes en su línea participan en la crítica del productivismo de la sociedad salarial de André Gorz, y prevén pasarelas, como los subsidios universales o las rentas de ciudadanía, que hagan posible la supervivencia económica de los individuos, compatible con su desarrollo personal y el cumplimiento de todos.
EL PAÍS
JOSÉ VIDAL-BENEYTO
El socialismo liberal / 3
No hay programa más movilizador que el de una buena utopía, sobre todo si es necesaria
JOSÉ VIDAL-BENEYTO 24/05/2008
El pensador y analista social Jürgen Habermas, considerado la figura más relevante de la segunda hornada de la Escuela Crítica, no puede calificarse como un miembro de pleno derecho del grupo promotor del socialismo liberal, pero su obsesión por la urgencia en refundar la democracia y su insistencia en la necesidad de repensar el socialismo lo sitúan en el cogollo mismo de las preocupaciones de quienes defienden que la libertad que aparece como quintaesencia del liberalismo y la igualdad que se presenta como el propósito fundamental de los socialistas sólo pueden existir de manera efectiva si logran realizarse conjunta y simultáneamente.
Habermas, que comparte este supuesto, parte en su análisis del descalabro de la experiencia comunista, sobre la que tiene una opinión matizada, por cuanto, si por una parte condena severamente el totalitarismo, por otra teme y lamenta que con el fin del comunismo desaparezcan las exigencias sociales introducidas para equilibrar el dogma productivista, el primado absoluto de la economía y el reino de la desigualdad, características del capitalismo contemporáneo que el socialismo ha aceptado tal cual y con las que ha declarado que es necesario convivir.
Por otra parte, los socialistas al recibir de su propia tradición y de los comunistas una herencia en la que el trabajo es el único valor capaz de organizar la sociedad y el pueblo es el referente central y el portador capital de la soberanía popular, confirman y radicalizan las servidumbres a que conducen las características descritas. Por eso frente a ellas, al igual que frente al mitificado colectivo de trabajadores asociados, de lo que se trata es de establecer una comunidad pública de ciudadanos capaz de dar respuesta cabal al mayor número de demandas de cada uno de ellos. Frente a los macrosujetos, como el pueblo y la clase social, cuya sola virtualidad hermenéutica reside en su abstracción y generalidad y cuya exclusiva utilidad es como arma del combate político, se trata de volver, escribe Habermas como nos predicaba Husserl, a las cosas mismas, de encontrar en la intersubjetividad asumida de los actores y de sus prácticas el cimiento real de nuestra vida en común, lo que equivale en el ámbito político a apoyarse en el conjunto de interacciones, sobre todo comunicativas, que pueblan el espacio de la deliberación pública y constituyen la trama última de la democracia. Más allá de los imperativos de la sociedad del trabajo y de la ética puritana que le confiere validez máxima, Habermas nos invita a privilegiar el mundo de la comunicación humana y de la interacción ciudadana, a sustituir el ethos del trabajo por la ética del diálogo como ya había adelantado Guido Calogero.
La temática del tiempo cobra así relieve especial como no-trabajo o tiempo libre, como el espacio por excelencia de la realización personal que a su vez exige que todos los individuos dispongan de una renta mínima garantizada que se les concede no en cuanto trabajadores sino en cuanto ciudadanos. Habermas no ha desarrollado especialmente esta problemática pero sí lo han hecho los habermasianos, y en particular J.M. Ferry, quien ha propuesto una asignación dineraria anual, universal y permanente, que libere de la obligación de ser convencionalmente rentables y permita ayudar a los demás en campos específicos de la solidaridad como la enseñanza, la salud, la infancia, los ancianos, etc., actividades que Ferry califica con André Gorz como contribución social.
Este último evaluaba en 20.000 horas el volumen de la prestación que cada individuo deberá proveer como contrapartida de la citada asignación. Dado que la complejidad económica de la sociedad contemporánea y nuestra escasa capacidad inventiva nos obligan a continuar con el mercado es fundamental, por una parte, vedarle la sociedad y confinarlo en la economía y por otra hacer del Estado social y ecológico de derecho su imperativo acompañante. Un Estado que encarne y realice un nuevo Welfare State y que más allá de la burocratización y de los corporatismos restablezca la igualdad entre los que tienen un trabajo y los que sin él sólo tienen la exclusión como destino. Un Estado que alumbre una socialdemocracia en la que se ponga fin a la práctica del privilegio y se universalicen los intereses mediante el diálogo y el consenso. Lo que producirá una verdadera democracia en la que el ejercicio de la libertad de cada cual contribuirá a que todos vean satisfechas el mayor numero posible de sus necesidades y preferencias; es decir, su efectiva igualdad.
Éste es hoy el único contenido deseable del único socialismo posible, el liberal. ¿Utópico? No hay programa más movilizador que el de una buena utopía. Sobre todo si es necesaria.
EL PAÍS
JOSÉ VIDAL-BENEYTO
El socialismo liberal / 4
JOSÉ VIDAL-BENEYTO 31/05/2008
Los textos son casi siempre generadores de ambigüedad y con frecuencia de confusión. En especial los periodísticos. Esto es lo que está sucediendo con mi contribución al tema al que vuelve este artículo. Conviene pues que diga que yo no defiendo, no he querido defender la corriente ideológica-política que cubre la designación socialismo liberal sino que habiendo vuelto a encontrar, 30 años después, los fecundos e ignorados textos de Carlo Rosselli, Guido Calogero, Jean Matouk, Rainer Eisfeld y Aldo Capitini he comprobado que la problemática que les era común conservaba toda su centralidad. Pues la necesidad de instalar la libertad en el corazón mismo de la igualdad y de establecer entre ambas una indisociabilidad radical tiene hoy mayor vigencia, si cabe, que cuando Bobbio la postulaba en Quale Socialismo? -Einaudi 1976-.

Las exquisiteces hedonistas del pensamiento posmoderno han dejado intacta la estructura de la dominación
Los escapismos individualistas y las exquisiteces hedonistas del pensamiento postmoderno han dejado intacta la estructura de la dominación: los ricos cada vez más poderosos y los poderosos cada vez más ricos. Los promotores de la libertad perdidos en su burbuja personal, los defensores de la justicia social dispuestos a sacrificarlo todo en el altar de lo colectivo. Frente a esta doble renuncia, el sincretismo de las conciliaciones blandas de la Tercera Vía a que nos invita Giddens es un más de lo mismo, absolutamente condenable porque confirma, querido colega Antonio González, el primado de lo híbrido, que acompaña el vivir contemporáneo y subraya lo incongruente de un antagonismo que funciona como desencadenante de múltiples reacciones casi inútiles en la misma dirección.
Entre ellas, en estos días, aquí en Francia, dos en forma de libros-entrevista. Uno de un joven cuarentón franco-catalán, hijo de un gran pintor barcelonés, Xavier Valls, que proclama al mismo tiempo su moderación y su impaciencia de poder, exigiendo una renovación total pero sin romper nada, sin agravios ni sangre. Manuel Valls en las casi 200 páginas de su diálogo con Claude Askolovitch, proclama una y otra vez su pragmatismo, que con los resultados de su acción como alcalde de la ciudad de Evry, son su única credencial política. Un pragmático que quiere cambiarlo todo, hasta el nombre de su partido que dejaría de llamarse socialista. Lo mejor de Manuel Valls, con sus prisas y su simpática ingenuidad, es que no engaña, comenzando por el título de su libro Para acabar con el viejo socialismo... y ser por fin de izquierdas. El autor, de un extremo posibilismo, reivindica, con las debidas precauciones, los OGM y la energía nuclear así como su convencimiento de que "no se puede ser progresista, si no se es liberal". No tiene sentido, porque no es su propósito, buscar en el libro de Valls una profundización de estos términos y de la posible fecundidad de su conjunción. A él le basta con proclamarse renovador.
La otra reacción también de un alcalde, pero esta vez de París, es la de Bertrand Delanoë, al que el actual director del diario Libération, Laurent Joffrin, somete a una larga entrevista, que acaba de ser publicada en forma de libro con el título de De l'audace! Después de siete años al frente de la alcaldía parisina y de un balance que se considera, en términos generales, positivo, Delanoë es un serio candidato a la jefatura del Partido Socialista francés, y más allá a la presidencia de la república de su país, ya en competencia abierta con Ségolène Royal y la larga lista de rivales potenciales: François Hollande, Lionel Jospin, Strauss-Kahn, etc., razón que aconseja dejar su tratamiento en detalle para mejor ocasión.
Hoy y aquí sólo insistir en su vocación y capacidades de gestión desde la izquierda que profesa y ejerce. Delanoë el antigauchista militante, totalmente alérgico al comunismo, para quien la economía de mercado no es una opción ni un debate sino un hecho, sólo se interesa por los proyectos que conducen a la acción como es propio de quien se considera parte de la izquierda de gobierno. Lo que quiere decir, según él, aceptar las exigencias de la gestión e introducir los métodos del management privado en la administración pública, o sea, conocer y adoptar la cultura de la empresa. Todo esto lo dice y hace el alcalde de París con la serenidad y autoridad con la que se declaró públicamente homosexual. Delanoë se manifiesta como liberal porque considera la libertad como algo irrenunciable en un demócrata socialista. Pero sin ahondar tampoco en esta necesaria coexistencia.
Por lo demás, la implacable redundancia mediática vuelve al tema, una y otra vez. En Le Monde de ayer dos referencias: una de Thomas Ferenczi en su crónica Las socialdemocracias en busca de renovación y otra de Christian Salmon en su columna de la última página.
EL PAÍS
JOSÉ VIDAL-BENEYTO
El socialismo liberal / y 5
JOSÉ VIDAL-BENEYTO 07/06/2008
Todos somos, de alguna manera, víctimas de nuestros propósitos y eso es lo que les está sucediendo a estas columnas sobre el "socialismo liberal". Mi intención era dar razón, como creo que cumple al tratamiento periodístico, de una de las modas ideológicas actuales más celebradas en la esfera política moderada: la conciliación complementaria entre socialismo y liberalismo como vía de penetración / recusación, en definitiva tiro de gracia a la tan anémica fundamentación teórica del socialismo último. Anemia que quizá tenga como causa principal la extraordinaria pérdida de presencia y de prestigio del marxismo. Pero al entrar en el tema redescubrí la notable consistencia intelectual de las reflexiones pioneras producidas al amparo de la denominación socialismo liberal, que, tomando pie en el pensamiento de Proudhon, encontraron en el siglo XX poderosos resonadores en las grandes democracias europeas. En Alemania con Eduard Bernstein, Friedrich Nauman y sobre todo el economista Franz Oppenheimer, con unos ramalazos finales que alcanzan a Habermas. En el Reino Unido, la corriente social liberal, como era esperable, abunda en nombres desde los iniciales de Stuart Mill, Green y Hobhouse hasta las más recientes de Cole, Tawney, Titmuss, Crosland, etcétera, cuyo objetivo principal es asociar crecimiento económico y justicia social, olvidando a Giddens. Italia es la tierra de elección de la corriente socialista-liberal, con su primer y principal promotor Carlo Rosselli, al que me he referido ya, y su culminación en el gran Norberto Bobbio, para quien libertad e igualdad son una realidad vivida cuando los excluidos son efectivamente libres, es decir, pueden salir de su exclusión.

En el Reino Unido, el objetivo principal es asociar crecimiento económico y justicia social
Los instrumentos keynesianos típicos son hoy inutilizables por las reglas de la Unión Monetaria Europea
Francia es el país donde el socialismo liberal se vive más conflictivamente y no por falta de representantes. Pues más allá de la inspiración proudhoniana, y ya en el siglo XIX, cuenta con las personalidades del filósofo Charles Renouvier, de Charles Andler, del belga Henri De Man, y sobre todo del más influyente pensador socialista francés Jean Jaurès, fundador de la SFIO, primera apelación del Partido Socialista francés; a los que en el siglo XX, se añaden Léon Blum y André Philip, enarbolando la bandera de la emancipación del pueblo obrero y apuntándose, en cierta manera, al socialismo liberal. El último fue un soporte incondicional de los antifranquistas españoles en Francia y por ello Enric Adroher Gironella y yo mismo le somos tan grandes deudores.
El reader Le Socialisme libéral. Une anthologie: Europe, Etats-Unis, Ed Esprit 2003, de Monique Canto-Sperber, seguramente la más pugnaz promotora del proyecto de arrinconar al socialismo histórico de inspiración marxista, y de sustituirlo por un liberalismo social, presenta en su libro Les règles de la liberté, Plon, 2003, que acaba de republicar con el título de Le libéralisme et la gauche, Hachette-Littératures, 2008, los pretendidos argumentos de la total inadecuación del socialismo, incluso en su versión social democrática, con el mundo actual. Bajo el epígrafe de "una falsa buena idea", la autora procede a su desahucio definitivo, pues la "evolución de la realidad económica con la financiarización de la economía, la autonomización de los mercados financieros, la transformación del capitalismo industrial en capitalismo patrimonial, la agudización de la competencia mundial y la hegemonía de la economía de la información y del conocimiento condenan a la impotencia a los poderes públicos". Por lo demás, los instrumentos keynesianos típicos: la política monetaria basada en las devaluaciones y las políticas presupuestarias con el juego de los déficits son hoy inutilizables por las reglas de la Unión Monetaria Europea. A lo que según los liberales deben agregarse las mutaciones operadas en el mundo del trabajo: generalización de la precariedad laboral, dominación de la economía de servicios y de su capacidad desestabilizadora, y en especial la agravación del paro, el insostenible crecimiento del costo de los programas sociales y los recursos cada vez más exiguos generados por las políticas fiscales. ¿Qué sentido tiene en esta situación hablar de social democracia? Aunque pueda coincidirse en buena medida con este dramático diagnóstico, lo que no es de recibo, por mucho optimismo liberal que se le eche, es querer superarlo a golpe de "autonomía de la sociedad civil" y de "gobernación mundial" como sostienen los liberales. ¿Qué cabe pues hacer?
LA VANGUARDIA
Socialismo liberal
Jose Zaragoza
Desde hace más de 15 años, tras la caída del muro de Berlín, se habla de forma regular de la crisis del socialismo democrático y de la necesaria renovación de su discurso. Esta supuesta crisis, pero, no obedece a otra cosa que a una crisis de una determinada forma de entender el socialismo. Este socialismo en crisis es el que todavía hoy bebe directa o indirectamente de las fuentes del marxismo y sigue pensando que el estatismo y la intervención de los poderes públicos son la solución a todos los problemas de la sociedad. La incapacidad del socialismo francés para encontrar un discurso coherente con su práctica política, es el ejemplo más revelador.Existe, pero, otra corriente de pensamiento que no sólo se ha adaptado mejor a los cambios de las últimas décadas, sino que tiene una larga tradición que se remonta a los años treinta del siglo XX: el socialismo liberal.El socialismo liberal se empezó a teorizar como un sistema integrador de los ideales de libertad y justicia por parte de un socialista italiano que, después de haberse reconocido como a uno de los líderes con más futuro de la izquierda italiana, fue asesinado por Mussolini el año 1937: Carlo Rosselli.Rosselli, ya en el año 1930, afirmaba que el socialismo es la filosofía de la libertad y pronosticaba que un día el término liberal seria usado "con orgullosa consciencia" por los socialistas. Para él el socialismo no era otra cosa que el desarrollo lógico, llevado a consecuencias extremas, del principio de libertad. Y hacerlo no sólo basándose en nuevas leyes, sino en la transformación real de las estructuras sociales.Para el pensador italiano los socialistas no han de tener la ilusión de poseer el secreto del futuro ni creerse depositarios de la última verdad en materia social. Han de ser relativistas, pero de un relativismo que impulsa a la acción y cree en la fuerza de la voluntad humana como motor de la historia. Una voluntad basada en la cultura del trabajo.Carlo Rosselli, en su intento de definir un socialismo liberal, no renunciaba a ninguno de sus principios pero los pasó todos por el tamiz de la realidad. Y es este realismo el que lo hace actual: más de 70 años después, no sólo nos sigue generando preguntas pertinentes, sino que nos indica una actitud a tomar en relación con el mundo y la sociedad.Una actitud realista, que no elude ninguna de las contradicciones generadas por la doctrina socialista tradicional y que lo llevó a defender posiciones antiideológicas y antilaicas.Posiciones que lo hicieron renunciar, incluso, a la vieja idea internacionalista para aceptar que los socialistas han de asumir plenamente la identidad nacional como propia y no renunciar a construir un proyecto nacional para su país.Estas actitudes hicieron que se aproximase al laborismo británico, que siempre ha estado atento a los problemas concretos y ha intentado evitar luchas ideológicas, desde los tiempos de Clement Attle y Ernest Bevin, hasta Gordon Brown.De hecho, todavía hoy, y frente la desorientación del socialismo francés y de la socialdemocracia alemana, el laborismo británico sigue siendo una referencia del socialismo liberal. Un socialismo que se reinventa y busca soluciones innovadoras a los nuevos problemas.Una batalla que hoy, como señala Anthony Giddens, se ha de ganar en el terreno de los valores defendiendo un igualitarismo que vaya de la mano de la responsabilidad individual, y de la ambición para prosperar, como única vía para promover de manera eficaz la movilidad social. Un liberalismo basado en la voluntad de ofrecer permanentemente nuevas oportunidades para todos, hasta el punto de crear una verdadera "sociedad de las oportunidades", y que reivindica la necesidad de fortalecer los vínculos de solidaridad social para mantener la cohesión social.Los socialistas catalanes también pensamos que hoy hace falta ganar la batalla de ideas en nuestra casa. Y para hacerlo nos proponemos no sólo recuperar los valores que nos identifican como partido - los valores de la libertad, la igualdad y la justicia- sino reivindicar la tradición del socialismo liberal. Por todas estas razones, Carlo Rosselli es aún hoy una fuente de inspiración y de reflexión para los socialistas catalanes. En un momento en que hace falta recuperar la preeminencia de la cultura del trabajo en nuestra sociedad y la importancia de la responsabilidad individual en la vida colectiva, el socialismo liberal es la síntesis necesaria entre socialismo y liberalismo, una síntesis indispensable para gobernar sociedades complejas que funcionan en el marco de economías de mercado avanzadas.