domingo, 30 de enero de 2011

La "internacional de la inteligencia" se reune en Francia - El País - 1983

La "internacional de la inteligencia" se reúne en Francia para hablar sobre 'creación y desarrollo'
FELICIANO FIDALGO, - París - 16/02/1983
Durante el último fin de semana, cerca de 400 celebridades del planeta de la creación, pertenecientes a todos los países más o menos importantes del globo, fueron reunidos en París por los responsables del socialismo a la francesa. En un multicoloquio, bautizado por el ministro de Cultura, Jack Lang, La creación y el desarrollo, esta especie de internacional de la inteligencia, reunida en la histórica universidad de La Soborna, discurrió, más o menos alborotadamente, sobre las posibilidades de la incidencia de la cultura en la búsqueda de una solución de la crisis económico-social que azota al mundo presente.El presidente de la República, François Mitterrand, pronunció un discurso sobre el tema. Ningún resultado concluyó el certamen y, mientras unos celebran el hecho, es decir, la reunión en sí, otros se burlan.
Artistas de cine, como la Italiana Sofía Loren; directores teatrales o cinematográficos, como el italiano Giorgio Strehler y el norteamericano Coppola; economistas de talla universal, como Galbralth; escritores como William Styron, Susan Sontag, Mary MeCarthy, Norman Mailer, Graham Greene y muchos otros. Primeras figuras de todos los continentes y de todas las manifestaciones del que hacer más específicamente creador, durante unas horas, en La Soborna, invitados por el ministro galo de la Cultura, Lang, improvisaron, o teorizaron, para afrontar el tema genérico de la reunión: ¿Cómo ven los hombres y las mujeres del arte la eventual solución de la crisis económica del mundo? Es de anotar que la URSS no estaba representada porque las "cinco personalidades independientes invitadas no asistieron". Estuvieron los españoles José Vidal Beneyto, comunicólogo; Ricardo Bofill, arquitecto; Luis de Pablo, músico; José Luis Sampedro, economista y escritor; José Antonio Maravall, historiador, y Eduardo Arroyo, pintor.
Para tan poco tiempo, el tema era amplio. Parece ser que en algo coincidieron la mayoría de los artistas de la Soborna: que los economistas liberales han fracasado, y que hay que buscar otras soluciones. Como lo diría la filosofía del socialismo a la francesa, es cuestión de una "tercera vía", ni dirigista, ni liberal. Queda por realizar el empeño. El consejero de Mitterrand, Jacques Attali, reconoció que, por ahora, los representantes del arte no ofrecen soluciones, sino que, en el mejor de los casos, "confrontan sus dudas".
Mitterrand, en su discurso de cierre, antes de invitar a sus huéspedes a almorzar al Palacio del Elíseo, vino a decir que la tecnología y la economía han adelantado a la cultura. Y, para salir de la crisis actual, es necesario superar ese retraso. "La innovación es un deber", "la creación es un factor de desarrollo", "el liberalismo y el dirigismo de estado no hacen más que repetir, sin fin, las nociones marchitas del siglo pasado". Pero, al margen de estas frases-mimbres de la "tercera vía" del mitterrandismo, el presidente hizo la apología de lo que ha sido el diablo de la temática progresista francesa, al rehabilitar "las industrias de la cultura, que son industrias de futuro. Invertir en la cultura es invertir en la economía".
Esta cumbre artística se perfila como el precedente de los estados federales de la cultura que, en 1984, proyecta celebrar el Gobierno francés en París, reuniendo a los representantes gubernamentales de la Cultura de todos los países del mundo. Nunca se habían visto tantos , genios" juntos, de tan distintos países y razas. El ministro Lang, como algunos de sus invitados, estimó que sólo esto, la mezcla de tantas personas diferentes que, en muchos casos, jamás se habían visto, ya es un hecho "fecundo". Alguien le preguntó a Mitterrand por la utilidad de la reunión, y el presidente respondió: "Juzgue usted".
En Francia, el acontecimiento no ha sido valorado como lo deseaban sus iniciadores. Una mayoría de la inteligencia gala aborrece todas las derivaciones del lema mitterrandista, "nuestro proyecto político es, sobre todo, un proyecto cultural". Y el cónclave de la Soborna, para dichos intelectuales, "olía" a eso.
En general, los medios informativos tampoco se han entusiasmado. Varios comentaristas favorables al Gobierno socialista se preguntan si la "misa mayor" de la cultura ha dado algo más que palabras. Otros califican de ridículo el que el Gobierno de hoy imite el "Estado espectáculo" que él mismo denunciaba cuando estaba en la oposición para criticar la vanidad giscardiana.

La tercera via es una idea peligrosa - Jacques Attali - Clarín - 1999

A FONDO. JACQUES ATTALI, ENSAYISTALa tercera vía es una idea peligrosa
Otra versión de la política de derecha
Por ANA LAURA PEREZ. De la Redacción de ClarínDesde hace tiempo, políticos y economistas argentinos se entusiasman con lo que el nuevo laborismo inglés llama tercera vía y que combinaría justicia social con economía de mercado. Al intelectual socialista francés Jacques Attali, el interés que despierta ese concepto entre nosotros le resulta curioso. A su juicio, en Europa pasa lo contrario: tercera vía es sinónimo de derecha política. Este economista, autor de una veintena de libros sobre muy diversos temas, fue asesor especial del fallecido presidente francés Francois Mitterrand durante una década. A principios de los 90 fundó y presidió el Banco Europeo de Reconstrucción y Fomento de los países del disuelto bloque socialista. Ahora, dirige una red internacional no gubernamental de financiamiento de microemprendimientos. Participó de la reunión anual de la Asociación de Bancos de la Argentina y habló en exclusivo para Clarín.Se escucha hablar con insistencia de la tercera vía como la forma más novedosa y atractiva de hacer política hoy. ¿Qué es exactamente? -Hay muchas definiciones: la primera se dio en el mundo socialista (Hungría, Polonia) como alternativa al sistema soviético. La segunda, que es la definición actual, apunta a señalar algo que no sea ni el liberalismo extremo ni la socialdemocracia tradicional. Como se define por oposición, sabemos muy bien lo que no es, pero no qué es.
¿Y para usted qué significa? -Es una palabra trampa y no sé por qué este concepto se puso tan de moda en la Argentina, algo que no ocurre para nada en Europa del sur, Francia, Italia o España. Pero si salimos del debate táctico, hay una pregunta interesante detrás: ¿hay un lugar para un reformismo socialdemócrata que gobierne de otra forma un universo de economía de mercado, de alta tecnología y globalizado?
¿Qué respuesta encontró? -Creo que la política está condenada a morir porque las decisiones esenciales son tomadas por las grandes empresas y el mercado. Pero la política puede recuperar un rol y una función si utiliza armas nuevas. Estas son, esencialmente, concentrarse menos en dar a la gente ingresos que posibilitarle la formación de un patrimonio material, financiero e intelectual.
Así expuesto parece sencillo pero, como la de la tercera vía, ¿no son respuestas que sirven para eludir definiciones políticas radicales que, se supone, podrían alarmar al electorado? -La tercera vía es una idea sumamente peligrosa que consiste en decir: basta con utilizar el capitalismo de una manera un poco más amable para que todo marche bien. De modo que usted tiene razón: la tercera vía está dentro de la primera. No se aboca a los cambios de fondo, acepta las reglas del capitalismo.
¿La izquierda no arriesga así todo su capital político, ideológico e histórico? -Sí. Por eso no admito el término tercera vía como sinónimo de una gestión moderna y caritativa del capitalismo que, para mí, es una política de derecha moderna. En cambio, podríamos llamar tercera vía también a la idea de que, dado que hemos entrado en un universo totalmente nuevo a causa de la globalización, las reformas de estructura también deben ser diferentes. Por ejemplo, en el socialismo tradicional hay un interés por la propiedad del capital, pero no por la propiedad intelectual ni por el desarrollo del saber. Eso, junto con la implementación de grandes espacios geográficos de unidad continental, son los grandes problemas nuevos que plantea el capitalismo.
¿Qué cree, entonces, que debería hacer la izquierda cuando se enfrenta a la disyuntiva de mantener esquemas anacrónicos o desdibujarse en la tercera vía? -Hay una palabra que sigue siendo válida y es socialdemocracia, que en la mayoría de los países conserva la herencia histórica y permite mirar para adelante.
Muchos creen que tercera vía y socialdemocracia son sinónimos. -No, no son sinónimos. Por ejemplo, la socialdemocracia española, francesa o italiana acepta la idea de que, en ciertas circunstancias, es necesaria la propiedad colectiva de los bienes de producción (como la de los servicios públicos) mientras que la tercera vía considera que deben -en su mayoría- ser pasados al mercado. La única dimensión socialdemócrata de la tercera vía es la búsqueda de la equidad y la voluntad de proteger a los débiles. Pero la tercera vía pretende protegerlos en el mercado, mientras que la socialdemocracia dice: si no podemos proteger a los débiles en el mercado, renunciemos a él.
¿Son declamaciones puramente retóricas o tienen alguna aplicación práctica posible? -Ah, no!, es una propuesta. Le doy ejemplos concretos: en Europa, para la tercera vía, el sistema de administración eléctrica o de correos debe ser totalmente privado. Para la socialdemocracia, la electricidad debe seguir siendo un servicio público porque hay que garantizarla a todos los ciudadanos aunque vivan en un suburbio pobre. Lo mismo para la educación, la salud... Es una diferencia radical. La cuestión es saber cuál es la frontera entre el mercado y los bienes colectivos. Para la tercera vía no hay bienes colectivos salvo la Justicia, la policía, el ejército y la diplomacia. Mientras que la socialdemocracia admite que algunos servicios o productos son estratégicos para la Nación y deben pertenecer a la comunidad, aunque ésta los administre menos eficientemente.
¿Le parece posible combinar democracia, mercado y socialismo en una propuesta política? -Son tres términos compatibles y también contradictorios. En primer lugar, el mercado reafirma a la democracia, la democracia reafirma al mercado, y en principio el socialismo reafirma a la democracia. Pero en realidad son términos contradictorios. Incluso mercado y democracia lo son, porque el primero supone la ausencia de fronteras mientras que la segunda las necesita para demarcar su poder e influencia. El mercado supone que la mejor situación se obtiene cuando cada uno se conduce en forma egoísta, mientras que la democracia supone que lo mejor se da cuando la minoría acepta las reglas de la mayoría. Ese equilibrio cambia con las sociedades. En el lema Libertad, igualdad, fraternidad de la República Francesa hay algo muy interesante: libertad es el mercado; igualdad es la democracia (toda la historia de los siglos XIX y XX demostró que la libertad es nociva para la igualdad y viceversa) y que la única manera de volverlos conciliables es la fraternidad. Dicho de otro modo: la utopía socialista no consiste en hacer compatibles mercado, democracia y socialismo, sino en que el socialismo es la única forma de hacer que mercado y democracia no sean contradictorios.
No es la suya una opinión mayoritaria... -No hay una solución que sea negro o blanco. Hay muchas sociedades, el universo es sumamente complejo y el problema está en saber dónde poner la frontera entre el mercado y la democracia. La tendencia moderna actual es dar cada vez más cosas al mercado y menos a la sociedad, a la democracia. Ojalá nos demos cuenta de que esto puede ser una catástrofe.
Usted vino a hablar en una conferencia de banqueros. ¿Cree que ellos intuyen esta catástrofe que usted prevé? -No lo sé. Pero yo me paso la vida tratando de que la gente tome conciencia de este peligro. A escala mundial hay una desigualdad tan aplastante que creo que entramos en una situación revolucionaria. La fortuna de las 88 personas más ricas del mundo es igual al ingreso nacional de China. Pero hay cosas que pueden hacerse para reducir eso. ¿Dónde queda la Bastilla?
¿Cuáles? -Le daré un ejemplo de lo que puede ser una acción socialdemócrata. Según el Banco Mundial, en cuarenta años habrá 9 mil millones de habitantes en la Tierra, de los cuales 3 mil millones vivirán con menos de un dólar por día. Frente a eso, ¿qué se puede hacer? Se puede hablar de revolución mundial o tratar de actuar concretamente. Para sacar a la gente de su gran miseria es necesario darle cuatro cosas: democracia -porque sin ella siempre hay desigualdad-, educación, salud y medios para crear su propio empleo. Eso, que se llama microfinanzas, son bancos para pobres que hoy llegan a 7 mil en todo el mundo. Fueron creados por mujeres, fuera de movimientos políticos, para darse a sí mismas la posibilidad de desarrollar sus empleos. Si pasamos de 12 millones de clientes a 100 millones de familias, sacamos a 500 millones de personas de la miseria. Esto es posible si en diez años se destinan a ese objetivo muchos medios a escala internacional. Yo me ocupo mucho de eso. Creé una organización internacional sin fines de lucro cuya función es ayudar a esos bancos de pobres proporcionándoles asistencia técnica, cursos y dinero.
Estas iniciativas son valiosas, pero, ¿le parecen suficientes? -Es una gota de agua. El gran problema en que nos encontramos es que hay que tomar la Bastilla, pero nadie sabe dónde está. Hay que ocupar el palacio del rey, pero nadie sabe dónde está el rey. Porque el rey es el mercado, algo abstracto, y la cuestión es cambiar instituciones que son invisibles. Entonces, frente a eso habrá tres reacciones: dejamos de pensar en la revolución mundial y nos ocupamos de nuestra aldea, que es lo que hacen estas mujeres. La segunda es nacional: quebrar el poder, tomar el dinero de los ricos y crear impuestos, pero, por desgracia, resulta muy difícil de aplicar porque el dinero es como un pájaro: cuando se asusta se va. La tercera solución es más difícil, pero más necesaria todavía. Es tener un tamaño geográfico tal que se pueda estar en igualdad de condiciones con el mercado. Es lo que hacemos con la Unión Europea.
Usted organizó varias cumbres del Grupo de los 7 países más poderosos de la Tierra. ¿Qué opina de la celebrada hace un par de semanas en Alemania, donde sus presidentes (muchos socialdemócratas o terceristas) condenaron la creciente desigualdad? -Hay una inexactitud en su pregunta. Usted dijo las 7 potencias más grandes del mundo, pero no tienen poder sobre el mercado. Poco a poco, hemos quebrado el poder de los Estados y olvidamos formar un poder político mundial. Hace treinta años, el total de las reservas de los bancos centrales de todos los países del mundo equivalía a las transacciones financieras del mercado durante un año. Estaba más o menos equilibrado. Hoy, el total de las reservas de los bancos centrales equivale a las transacciones financieras del mercado durante ocho horas. El mundo es una aldea que no tiene ni intendente, ni policía, ni juez, ni impuesto de solidaridad, ni leyes. Es evidente que esa aldea acabará en la ruina si no se instalan progresivamente las instituciones. Podemos volver a los barrios aislados, no es improbable. En treinta años, Estados Unidos más Europa tendrían el 8% de la población del planeta y el 60% de su riqueza y podrían, perfectamente, levantar una barricada. Es, en mi opinión, la hipótesis más probable. Como en el far west, la cosa terminará mal.
Si no aparece el comisario... -El Zorro no existe. Hacen falta estadistas con un programa a veinte años, que hagan lo que se sabe que hay que hacer.
¿Qué? -Crear poderes continentales que tengan medios para controlar la droga, la violencia, los problemas ecológicos y armar instituciones como los bancos de los pobres para distribuir las riquezas y garantizar a cada uno un patrimonio mínimo de creación.
¿Qué hace tan difícil su concreción? -No es demasiado difícil. Lo que está haciendo que las cosas resulten casi imposibles es que ningún político tiene más de seis meses antes de las elecciones o de las encuestas. Porque en el mercado hay derecho a cambiar de opinión todo el tiempo. Para mí, sucederán cosas sumamente peligrosas que volverán a dar sentido al largo plazo: fanatismos religiosos, sectas, dictaduras. Ante el riesgo de carecer de preocupaciones, cuando uno siente que se conoce la respuesta, la función de personas como yo es mostrar que hay que pensar a largo plazo. Con la globalización y la unificación del mercado liberamos un diablo que creó una enorme riqueza sin aprender a repartirla. Si no somos capaces de distribuirla rápido, todo se derrumbará. Y nadie habla de eso: los políticos -como los pilotos de avión- están convencidos de que no hay que mostrar preocupación. Sin embargo, compartir la preocupación es lo que corresponde. Eso se llama fraternidad.

En 2050 habra un gobierno mundial - Jacques Attali - 2004

Jacques Attali: "En 2050 habrá un gobierno mundial"
El ex asesor de Mitterrand pronostica la concentración de las decisiones globales.
(La Nación) Se ha dicho que Jacques Attali es una suerte de Maimónides del siglo XXI. Como el gran sabio judío de la Edad Media tiene una inteligencia poderosa, que lo ha convertido en uno de los intelectuales europeos más brillantes de su generación. El ex asesor especial de François Mitterrand durante diez años y primer presidente del Banco Europeo de Desarrollo (BED) es capaz de resolver en media hora lo que otros no consiguen en tres años. Como no necesita dormir más de cuatro horas por noche también encuentra tiempo para escribir novelas, ensayos, piezas de teatro y crónicas y ha pasado la vida vaticinando lo que sucederá en el futuro con el planeta.
"Son sólo quimeras”, dicen sus adversarios. Sin embargo, las utopías de este hombre que acaba de cumplir 60 años, hijo de un joyero sefardí nacido en Argelia, suelen convertirse en realidad.
"La tragedia conmigo es que cuando digo que voy a hacer algo termino por hacerlo”, suele bromear.
Eso sucedió cuando se le metió en la cabeza que era hora de poner sus conocimientos y sus recursos al servicio de los más pobres. En pocos meses creó una federación planetaria de organismos de microfinanzas, los "bancos de los pobres”, que, en este momento, ayudan a salir de la miseria a 65 millones de personas.
—Usted conoce perfectamente América latina porque fue asesor del gobierno mexicano.
—Más que eso. Nuestro emprendimiento, Planet Finance, tiene una oficina en México y otra en Brasil. Y espero que pronto podamos abrir una en la Argentina. Nuestro director general estuvo recientemente en su país con ese objetivo.
—Entre las numerosas formas de definirlo, ¿podríamos decir que usted es un defensor de la buena globalización?
—Digamos que soy muy hostil a las civilizaciones que se vuelcan sobre sí mismas y también a la globalización anárquica, pero pienso que una mundialización gobernada es una buena cosa, que un mundo unido y reunido podría ser excelente.
—¿Es ésa la globalización que nos espera?
—No, para nada. Lo más probable es que esa globalización sea anárquica, que los pueblos la rechacen y que volvamos al proteccionismo. Hubo en los últimos tres siglos tres tentativas de globalización: a fines del XVIII, a fines del XIX y entre las dos guerras. Esos intentos fracasaron por culpa del proteccionismo, que condujo a la guerra y a la violencia. Creo que esa globalización anárquica bajo dominación estadounidense será rechazada por los pueblos. Espero que no lo hagan para regresar al proteccionismo antiguo, que fue un desastre, sino para poner en su lugar un verdadero gobierno mundial que asegure el desarrollo equilibrado del planeta.
—Para usted, el individuo que vivirá en ese nuevo mundo será un hombre nómada. También vaticina un cambio de naturaleza del trabajo y de la educación...
—Estamos viviendo un período en el cual está desapareciendo lo que mucha gente creía ver como la verdadera naturaleza humana, es decir, la vida sedentaria organizada en torno de naciones con fronteras, con gente que vive en el mismo país durante siglos. Estamos regresando a lo que existía antes, hace cinco mil años, cuando los hombres eran nómadas. El valor dominante de las sociedades actuales es la libertad. El hombre podría haber escogido otros valores dominantes —la igualdad, la responsabilidad, la lealtad, la virtud—, pero escogió la libertad, incluyendo, desde luego, sus mecanismos: el mercado, en la economía, y la democracia, en política. Una de sus dimensiones es la libertad de movimiento. Viajar también es fundamental para la política: el primer reclamo contra una dictadura es el derecho a partir, a escapar, a exiliarse, a salir y a volver. Las democracias —que son, irónicamente, hijas de sociedades agrarias, totalitarias, sedentarias— harán explotar eso mismo que las hizo nacer. Un poco como los hijos con sus padres. Creo que estamos viendo cerrarse el paréntesis sedentario.
—Pero no todos los hombres pueden permitirse el lujo de ir de aquí para allá cuando les da la gana. Fíjese, por ejemplo, en las dificultades de los ciudadanos de los países del Sur para emigrar hacia el Norte...
—Es verdad. Hoy tenemos tres formas de nomadismo. Primero, los nómadas ricos, que tienen acceso a las tecnologías del movimiento. El segundo grupo está formado por 3000 o 4000 millones de individuos que deben moverse sin cesar para poder comer y sobrevivir, que van del campo a la ciudad, de la ciudad a otro país y que, con enormes dificultades, cada vez se mueven más. Y, entre los dos, hay mil millones de personas de clase media, que son los lectores de nuestros diarios, los consumidores de productos masivos, un poco auténticos nómadas, porque viajan por razones turísticas, y un poco al límite del nomadismo de miseria, porque a veces pierden sus trabajos y se ven obligados a moverse. Esas tres formas de nomadismo provocan reacciones en las sociedades: una reacción proteccionista y una reacción fundamentalista. Esta última significa, simplemente, un retorno a los valores de la inmortalidad en detrimento del valor de la libertad, condenada por los integristas.
—En uno de sus libros, El vendrá, consagrado al mesianismo, usted decía que el siglo XXI sería religioso o no sería. Si cambiamos "religioso" por "integrista", no pudo haber estado más acertado...
—Porque el hombre siente la necesidad de darle un sentido a su vida. ¿Qué significa en nuestras sociedades la libertad? La libertad es tener el derecho de cambiar de vida. Y quien dice "derecho a cambiar la vida" dice "reversibilidad", es decir, "precariedad". Muy poca gente se da cuenta de que el otro nombre de la libertad es precariedad. Cuando decimos que nuestras sociedades producen empresas precarias, trabajo precario, parejas precarias, objetos precarios, sin saberlo, nos estamos refiriendo a un aspecto estructurante del valor dominante en nuestro modo de vida: la libertad implica precariedad. Como reacción a esa precariedad, ya que ninguna sociedad puede durar sin dar sentido al esfuerzo, hay una búsqueda a largo término. Esa búsqueda se orienta hacia las dictaduras, hacia las sectas, hacia lo religioso o hacia una verdadera agenda democrática de largo plazo. La gran dificultad de hoy es cómo encontrar un verdadero proyecto de largo plazo que le dé sentido a la democracia y a la sociedad laica. Ese proyecto de largo plazo es la constitución de un planeta unido con un gobierno mundial, donde cada uno tenga su sitio y tenga los medios para realizar su sueño.
—¿Ese gobierno mundial tendría que pasar por las Naciones Unidas?
—Hay una forma muy simple, que es fusionar el Consejo de Seguridad de la ONU con el G-8: que todos los miembros del Consejo de Seguridad estén en el G-8, y viceversa. Naturalmente será necesario agregar a América latina, que no está en ninguno de los dos. Y a Africa. En segundo lugar, habrá que someterle el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio (OMC), para darle al Consejo de Seguridad una nueva legitimidad. Tercero, cambiar los estatutos del Consejo de Seguridad, para que todos los países puedan participar en las decisiones. Esto se puede hacer en diez minutos. No es demasiado complicado. A partir de ese momento habría un gobierno mundial. Se lo podría llamar de otro modo, para no darle miedo a la gente, pero tendríamos una auténtica estructura de gobierno.
—¿Para qué fusionar tantas estructuras? ¿No bastaría con reformarlas para que funcionaran mejor?
—Hoy, el G-8 y el Consejo de Seguridad son puntos de enfrentamiento entre naciones. Cada una trata de sacar el mayor beneficio para sí misma. En el caso de un gobierno mundial, ya no serían las naciones las que se enfrentarían para obtener la mejor parte de la torta. Se trataría de hombres que, reunidos, reflexionarían sobre la forma de hallar lo mejor para el planeta. Pasaríamos, así, del multilateralismo a la soberanía planetaria. Actualmente estamos muy lejos de ello, pero ése es el salto cualitativo que hay que dar.
—¿Pero qué pasaría con la soberanía de los Estados?
—El actual proceso de construcción europea muestra que es posible crear una entidad con varios niveles en la cual coexistan las soberanías nacionales con una estructura supranacional. Por eso la construcción europea es tan importante. No sólo para los europeos, sino porque es una especie de laboratorio de lo que conviene hacer a escala planetaria.
—Según usted, entonces, la constitución de bloques de naciones, como el Mercosur, es fundamental...
—Así es. Los bloques permitirán construir progresivamente una estructura global.
—¿Cuántas son las personas que, en su nivel, comparten esta idea?
—Hay mucha gente que comienza a murmurar que es una hipótesis seria. Estoy convencido de que será una realidad dentro de 50 años. La cuestión es saber si existirá antes de una guerra, en lugar de una guerra o después de una guerra...
—Como asesor especial del presidente Mitterrand, usted organizó once reuniones del G-8. ¿Sirven para algo esas cumbres?
—Siempre: ahora y antes. El G-8 es el único sitio donde los grandes del mundo hablan durante todo el año. Sin el G-8, el mundo sería aún más caótico de lo que es.
—En ese nuevo planeta que usted anuncia, con un gobierno mundial, los hombres no tendrían más oficinas ni empresas...
—Creo que, con el tiempo, los hombres serán empleados de sí mismos, porque las empresas están desapareciendo físicamente. La gente trabaja en sus casas o en entidades diversas, y los individuos tendrán cada vez más una especie de multipertenencia a distintas empresas y a diferentes profesiones y deberán administrar sus vidas como si ellos mismos fueran empresarios. Esto planteará a las empresas una cantidad de problemas, porque la gente habrá dejado de ser fiel a sus empleadores para serlo a sí misma. Creo que cada vez más emergerá la idea de que cada uno dispone individualmente de su herramienta de trabajo: lo que se tiene en la cabeza, lo que se aprende, que será la clave. Aprender a aprender será la principal riqueza. Después, el desarrollo se realizará mediante contactos entre esos individuos que producirán solos o en red. A veces pienso, como ejemplo, lo que sucede en el ambiente del espectáculo. Para hacer un film se escogen las capacidades, se las reúne en torno de un proyecto (montajistas, actores, escritores, directores, productores, financistas) y cuando se termina, éstos se separan. Las empresas de mañana serán, sobre todo, así. Serán rarísimas las empresas tradicionales que podrán perdurar.
—Explíqueme su concepto de autoeducación, de escuela del futuro.
—Esto sucederá gracias a las nuevas tecnologías. Cada uno podrá aprender solo, en su casa, como lo permiten ahora ciertos casetes o CD-ROM. Como esto en parte reemplazará —y no sólo completará— la enseñanza directa de los profesores, la educación dejará de ser un gasto para la sociedad y se transformará en una fuente de ingresos para la industria del saber. Pero para que esto funcione la sociedad deberá pagarles a aquellos que se forman. En la autoeducación, el consumidor se vuelve, a la vez, un producto de consumo. Formarse ya no será un consumo, sino un trabajo socialmente útil. Y cada uno deberá recibir un salario por ello. Cada autoformación merecerá un salario.
—¿Y la gente que no tiene nada, ni posibilidades de aprender ni de hacer contactos?
—Esa gente, que es la inmensa mayoría, podrá también crear sus empresas unipersonales y obtener los medios para asegurar su existencia si la humanidad, en su conjunto, lo decide. Para que así sea, es verdad, son necesarios muchos medios; no los de la caridad, sino aquellos que permiten confiar en el otro. Hay que darles a los más pobres los medios para concretar sus sueños, para crear sus propios empleos. Lo que yo digo es posible. En Planet Finance hemos logrado en pocos años que 60 millones de personas en el mundo obtuvieran los medios para crear sus propios empleos dándoles lo necesario sin pedirles nada como garantía. Funciona muy bien, sobre todo con las mujeres. Dentro de cinco años más habremos llegado a 300 millones de jefes de familia con estos proyectos.
—Usted es un humanista, pero ¿cuál es la ventaja, para el mundo del dinero, de hacer una cosa semejante?
—Mire: los ricos tienen interés en hacerlo porque es la única manera de evitar que el mundo les estalle en la cara. Deben evitar la violencia, porque la miseria es fuente de violencia y de frustración. La segunda razón, aunque a usted no le guste, es comercial: los pobres son un mercado. Las empresas comenzarán a comprender que es idiota pelearse para compartir un mercado de 800 millones de personas solventes cuando hay 4000 millones de pobres que sólo piden poder consumir.
—¿Y cómo ve usted a América latina en ese nuevo planeta?
—América latina tiene una reputación muy inferior a su realidad. No sólo es una región llena de promesas, sino que está en pleno desarrollo demográfico y económico. La tasa de crecimiento de América latina es dos veces la de Europa. América latina encontrará definitivamente su camino cuando comprenda lo que Europa tardó mucho en advertir: que es fundamental tener instituciones estables, evidentemente, democráticas, que hay que combatir la corrupción por todos los medios. En consecuencia, que son fundamentales las conexiones viales, ferroviarias, aéreas, el fin de los derechos de aduana, la emergencia de un verdadero Mercosur. Esto América latina aún no lo ha comprendido. Todos los demás, sí.
—Gobierno mundial, una humanidad generosa y solidaria, trabajo para todo el mundo, una América latina recuperada y en marcha... ¿Usted cree que es verdaderamente posible?
—Los seres humanos no somos espectadores de un partido de fútbol. Somos los jugadores. Yo nunca me pregunto quién va a ganar el partido, sino cómo hacer para jugarlo. Y para ganar.

Entrevista de Victor de la Serna a Gabriel Alomar - El Sol - 1931

El Sol, 1 de agostro de 1931
Una brasa marcial avivada por todos los vientos, en la mar de Aragón: Mallorca. No hubo rumbo civilizado que no recalara en los fondeaderos donde cantan sirenas. Velas empurpuradas de Tiro. Velas de nieto de Ulises. Trirremes del César; naves de D. Jaime echando por delante el romance catalán en que escribiría el beato Lulio. En la aurora de los tiempos, la piragua de cuero del hombre que encendió fuegos en los «talayots». Y la nave cauta y silenciosa de Israel, sin pabellón y sin nombre.Y luego todos los rumbos románticos de Europa, de arribada a sotavento del cantil donde quiebra albores un sol de treinta siglos: Chopin, Rubén Darío...Brasero humanista, crisol y alquitara donde toda doctrina se entona, donde todo propósito universal adquiere acento vernáculo para salir de nuevo, mundo adelante, con garbo mallorquín.Así cayó la doctrina marxista, tanto sobre el corazón como sobre la idea, en Gabriel Alomar, nervioso y eclesiástico, con su corbatín de cien lunares blancos. Conservada la sustancia ortodoxa del marxismo en la doctrina de la Unión Socialista Catalana -Mallorca es una isla catalana- sin duda tiene un modo original digno de ser registrado en esta hora.Nuestro gran amigo, gala graciosa, accede a explicarnos la posición del partido que acaudilla entre los otros dos grandes hechos obreristas de España: La Unión Genera de Trabajadores y la Confederación Nacional del Trabajo.-En Cataluña prevalece la Confederación Nacional del Trabajo sobre la Unión General de Trabajadores. Pero el apoliticismo de la Confederación daña mucho. Indirectamente coopera con la Lliga a materializar los problemas catalanes concretándolos en formas estrictamente económicas. Esa pasividad ante los asuntos que atañen a las bases fundamentales de la libertad individual ha contribuido no poco a la formación y a la duración de la Dictadura. Cataluña -como en cierto modo la Argentina- es país de inmigración proletaria. Muchos de esos núcleos de trabajadores carecen del sentido de connubio y arraigo con la tierra; es decir: de ciudadanía. Esto ha provocado ideales demasiado simplicistas y primarios cuya fórmula capital fue el anarquismo. Nosotros intentamos crear en Cataluña el núcleo de un partido socialista digno de la grandeza de Cataluña. Luchamos con graves dificultades. En primer lugar nuestro grupo adolece del defecto de estar formado por universitarios. Diría más exactamente de intelectuales.Esperamos, sin embargo, conseguir en breve grandes resultados.-¿Cuáles son sus relaciones con el partido socialista obrero español?-En esto es posible que haya habido un poco de incomprensión que no parte ciertamente de nosotros. Nosotros no podemos ignorar el hecho de la voluntad autonómica de Cataluña. Y aunque teóricamente no puede haber nada más opuesto que los conceptos socialismo y nacionalismo, tampoco es natural que un partido socialista constituido dentro de cada Estado quiera confundir su vida nacional con la del Estado mismo. Si el socialismo tiende a la integración federativa de todas las nacionalidades en una solidaridad universal (que no otra cosa es el internacionalismo) es natural que esa integración se haga con los grupos nacionales que ofrezca la realidad viva. Guardando las mayores armonías con la U.G.T. y el partido socialista obrero, intentamos formar un grupo nacional idiomático, de contextura catalana, precisamente para la mayor eficacia sobre el proletariado catalán cuya aspiraciones se especializan inconfundiblemente dentro del Estado Español.-Es curioso que el núcleo de la Unión Socialista Catalana esté integrado por intelectuales.-Obedece esto a la naturaleza heterogénea de la masa proletaria. En Barcelona, antes de la formación del Sindicato Unico, prevaleció el anarquismo, determinado por la existencia de esa masa proletaria de acarreo y por ese fondo de romanticismo idealista de Cataluña.-Su partido, ¿está reconocido por la Internacional Socialista?Esto no está ultimado a causa de la juventud misma del partido. Creo que no encontraremos dificultad para ser admitidos.-¿Tienden ustedes a absorber los núcleos de la U.G.T. en Cataluña?-No merece la pena. Llevan una vida muy precaria, y será mejor crear núcleos nuevos y jóvenes.-La nueva generación de intelectuales catalanes, ¿ve con atención el desarrollo del partido?-Hasta el punto y con tal simpatía, que hemos venido al Parlamento íntimamente ligados con la Esquerra. Aunque hayamos tenido que disentir de ella en el caso concreto del voto de confianza al Gobierno. Para nosotros es cuestión primordial en este momento el asegurar la continuidad de la República, que es el verdadero eje de España. Nunca hemos perdido la confianza en que el Gobierno hará honor a sus premisas de respetar la vida y la libertad de Cataluña.Oblicuamos la conversación. Alomar es el embajador de España en Roma. ¡En Roma, que tanto puso impronta, aliento y espíritu en la isla!-¿Para un catalán es un honor altísimo ser embajador de España en Roma, ¿no?-Inmenso, sí. Siento la emoción de ese cargo que me espera. ¡Gran investidura, sí, señor, para un catalán!-Usted es mallorquín...-¿Qué más da? Catalán de Mallorca. Como se puede ser catalán de Valencia. Proclamarse catalán no es un acto de servidumbre a Barcelona, sino ensanchar el ecúmeno de un pueblo. Catalán es el idioma de toda la costa mediterránea española hasta Murcia, y de mi archipiélago nativo.-Y hasta de esos bravos alguereses que hablan aún catalán en un rincón de Cerdeña. ¿No?-Eso casi está extinguido, pero aún tiene para nosotros emoción. Yo me encontré una vez un algurés en Santa María de la Victoria, viendo la Santa de Bernini. No supo decirme diez palabras en buen catalán, pero... nos entendimos.Realmente nada más fácil que entenderse con este hombre, todo mimo y expresión, bajo cualquier sol del mundo.Hay que esperar que España se haga entender por el profesor del corbatín estrellado, hijo de la isla donde la sirena canta y donde quiebra albores un sol de tres mil años. Allí la isla, «&sola, sola en «mig dels mars...»

La mala distribución de la riqueza es el objetivo de Bernard Sanders - Terra - 2007

Bernard Sanders, el primer socialista que ocupará un escaño en el Senado de Estados Unidos, cree que la riqueza del país está muy mal distribuida por lo que sugirió seguir el ejemplo de Europa, en una entrevista en la que también instó al inmediato retorno de las tropas estadounidenses de Irak.
P: ¿Qué significa para usted ser socialista?
R: Lo que el socialismo democrático significa para mí, es que el gobierno debería jugar un papel importante para asegurar a cada trabajador un nivel de vida conveniente, para lograr eliminar la pobreza, reducir la brecha entre ricos y pobres, y proteger el derecho de los trabajadores al ocio y a una cierta cantidad de feriados pagos.
En todos esos campos Estados Unidos debe de aprender de Europa y de Escandinavia para avanzar hacia una sociedad más equitativa.
Estados Unidos es hoy la única nación entre los países desarrollados que no tiene un sistema nacional de seguro médico. Hay trabajadores, personas de ingresos medios que no tienen ningún seguro médico. Es la nación más rica de la historia del mundo pero esa riqueza está muy mal distribuida. Tenemos la tasa de pobreza infantil más alta entre los grandes países industrializados. Millones de familias medias tienen mucha dificultad para enviar a sus hijos a la Universidad ya que es extremadamente costoso. Hay muchos trabajadores que tienen una o ninguna semana libre paga.
Q: ¿Cuales serán sus prioridades en el Senado?
R: Tengo tres. Primero, aumentar fuertemente la red de seguros para los más vulnerables y proteger a la clase media, en términos de salud, educación y jubilación.
Luego, el medio ambiente. Debemos invertir el calentamiento climático de manera ambiciosa, o este planeta tendrá grandes problemas.
Y por último, la guerra en Irak es un desastre. Irak está en vías de desintegración. Y pienso que lo mejor que Estados Unidos puede hacer es traer nuestras tropas a casa lo antes posible. Y con ello quiero decir de aquí a un año. Siguiendo con el apoyo financiero al gobierno iraquí, debemos trabajar con la comunidad internacional para hacer todo lo posible para restablecer la estabilidad en Irak.
Q: ¿Cuál es su candidato demócrata favorito para las presidenciales de 2008?
R: El desafío de los demócratas hoy será dar al pueblo estadounidense algo a lo cual pueda adherirse, más que una simple oposición al programa reaccionario de los republicanos.
Desde mi punto de vista, esto significa que los demócratas deberán ser muy ofensivos en sus respuestas a las necesidades de la clase media y las familias trabajadoras.
En Estados Unidos pasamos mucho tiempo hablando de los candidatos. La política es un entretenimiento y los políticos se convierten en estrellas de cine. Creo que es muy temprano para hablar de candidatos, por el contrario debemos concentrarnos en la cuestión de saber cómo asegurar una cobertura de enfermedad a todos los estadounidenses, o cómo traer a nuestras tropas de Irak y estabilizar Medio Oriente.
Terra/AFP

Un socialista en el Congreso de EEUU - BBC Mundo - 2007

Un socialista en el congreso de EE.UU.
Richard Allen Greene BBC, Washington
El Senado estadounidense quizás no esté listo para tener al socialista Richard Sanders en sus filas.
Es un lugar con un sistema colegial, incluso un poco anticuado, donde el cabello de los senadores se emblanquece tras décadas de discursos y servicio.
El senador Sanders cumple con el requisito del pelo blanco que le rodea la calva, pero su actitud se mantiene sin lugar a dudas como la de un neoyorquino, a pesar de sus muchos años viviendo en el estado de Vermont.
"¿Alguien lee su sitio web?", le pregunta a la BBC bruscamente al inicio de la entrevista, poco después de tomar su puesto en el Senado.
Tras asegurarle que millones lo hacen, responde: "Muy bien, hablemos con ellos".
El estilo frontal no es lo único que diferencia a Sanders, senador del estado de Vermont recientemente electo y conocido por todos simplemente como "Bernie".
Desacuerdo
El Senado ya ha tenido gente que habla sin pelos en la lengua, pero nunca a un político que se llame a sí mismo socialista, ni siquiera a un "socialista democrático", como lo especifica Sanders.
El gobierno debe asegurar que las personas que trabajan 40 horas por semana no vivan en la pobreza
Richard SandersPero él cree que Washington necesita al menos uno, mientras menciona los logros de los partidos socialdemócratas europeos en el cuidado de la salud, la vivienda, la educación y la reducción de la pobreza infantil.
"El gobierno debe asegurar que las personas que trabajan 40 horas por semana no vivan en la pobreza", dice.
"Sobre este tema, estoy en desacuerdo con Bush y otros extremistas de derecha", destaca.
Sanders, catalogado también como un extremista por sus enemigos republicanos, pasó 16 años en la Cámara de Representantes, antes de ser elegido para el Senado, con una victoria aplastante, en noviembre.
Un estado rebelde
Su victoria de dos a uno sobre Richard Talant, un acomodado hombre de negocios republicano, habría sido sorprendente en casi todas partes, pero quizás no en la iconoclasta Vermont.

Howard Dean compitió por la presidencia en 2004.La pequeña población de este estado de la región de Nueva Inglaterra es de poco más de 623.000 habitantes.
Sin embargo, los escasos pero irascibles electores llevaron al ex gobernador del estado, el activista Howard Dean, como candidato a las elecciones presidenciales de 2004.
Y el predecesor de Sanders, Jim Jeffords, desestabilizó a George W. Bush cuando se desafilió del partido Republicano, quitándole el control del Senado al partido del presidente.
Jeffords se convirtió en independiente y se alineó con los demócratas, y ahora los votantes lo han reemplazado con otro hombre que está haciendo lo mismo.
No buscan socialistas
Claramente, el socialismo de Sanders no los ha decepcionado, aunque Estados Unidos nunca ha tenido nada que se asemeje a un partido socialista exitoso.
Sanders no entra en detalles de por qué esto no ha sucedido.
"Libros de este ancho se han escrito al respecto" dice, separando su pulgar de su índice, antes de lanzar otro dardo a "la derecha y las corporaciones mediáticas, que se las han arreglado para poner al mismo nivel al socialismo democrático con el estalinismo, el maoísmo, Albania y Corea del Norte".
Pero tampoco pretende que los votantes de Vermont hayan buscado a un socialista.
"La gente vio mi trayectoria y dijo: 'Queremos más de lo que Bernie está haciendo'".
Seguro de salud
Como congresista, "lo que hizo" incluyó acciones como encabezar a grupos de jubilados a través de la frontera con Canadá para comprar medicinas que son más baratas allí que en Estados Unidos.
Nuestro sistema está diseñado para hacer dinero, no para proveer un sistema de salud de calidad
Richard Sanders
Pocos temas preocupan más a Sanders que el sistema de salud estadounidense, que es casi completamente privado y que se sostiene en las empresas aseguradoras para pagar la mayoría de facturas.
"Gastamos tres veces más en el cuidado de salud per cápita que en el Reino Unido y 48 millones de estadounidenses no tienen seguro de salud", dice.
"Nuestro sistema falla y es ineficiente", señala, y para él la razón es clara: "Nuestro sistema está diseñado para hacer dinero, no para proveer un sistema de salud de calidad".
Según él, los esfuerzos para implementar un sistema nacional de salud se han frustrado en los últimos 60 años debido a "poderosos intereses especiales -compañías de seguros y farmacéuticas- que están decididas a mantener los precios altos".
Partido de uno
Sanders no precisa lo que pueda hacer un senador entre 100 para cambiar esa situación, cuando poderosos presidentes como Franklin D. Roosevelt, Harry Truman y Bill Clinton fracasaron cuando intentaron hacerlo.
Sanders espera atraer a algunos senadores para que se adhieran al Bloque Progresista que él fundó cuando llegó al Congreso como representante en 1991. (Paul Wellstone de Minnesota, el único senador que se juntó a este grupo de izquierda, murió en un accidente aéreo en 2002).
Sin embargo, no tiene planes de crear su propio partido progresista, afirma.
"Trabajar 70 horas a la semana es suficiente", dice, "fui elegido para ser congresista y trabajé duro para eso. Ahora fui elegido para ser senador y trabajaré duro en ello".
Y agrega: "Empezar un nuevo partido no es algo que me interese. Si otros pueden hacerlo, que Dios los bendiga".

Obama descarta ser el presidente de la izquierda - El País - 2008

La carrera hacia la Casa Blanca
Obama descarta ser el presidente de la izquierda
El senador de Illinois asegura que su objetivo es unificar regiones e ideologías de Estados Unidos
ANTONIO CAÑO - Washington - 29/10/2008
A una semana de la votación que puede llevarle a la Casa Blanca, Barack Obama ha retomado el mensaje integrador y pos-ideológico que le permitió revolucionar el panorama político estadounidense hace ya casi un año. Frente a las acusaciones de su rival de que el país puede encontrarse con el presidente más izquierdista de la historia, el candidato demócrata intenta ganar las elecciones con la promesa de que buscará la reconciliación de las dos Américas amargamente enfrentadas en los últimos años.

Los demócratas temen que el exceso de confianza desmovilice votos
En sus argumentos finales, el lunes en Ohio, hoy en Pensilvania, mañana en Florida, siempre ante decenas de miles de seguidores, Obama, sin duda convencido de que su victoria está al alcance de la mano, ha dedicado más tiempo a definir el perfil de su posible presidencia que a responder a los asuntos de la campaña.
"En una semana podemos poner punto final a las políticas que no han dudado al dividir una nación para ganar elecciones, que han tratado de enfrentar a una región con otra, a las ciudades con los pueblos, a los republicanos con los demócratas; punto final a las políticas que nos ofrecían miedo cuando necesitábamos esperanzas. En una semana, en este momento decisivo de nuestra historia, podemos darle a este país el cambio que necesita", afirma.
Se trata de la versión más cautivadora de Obama, del excepcional político que, contra el pronóstico de todos, esparció una semilla regeneradora por todo el país y está a punto de recoger los frutos de su trabajo, tan sorprendente como meticuloso.
Frente a él, John McCain quema su última munición con una creciente sensación de impotencia, rodeado de colaboradores y compañeros de partido que piensan ya más en salvar su propia cabeza. "Sé que es agradable escuchar la retórica del senador Obama, pero fijémonos en los hechos", advirtió ayer McCain. "Hay una diferencia fundamental entre Obama y yo. Ambos estamos en desacuerdo con la política económica del presidente George Bush, pero la diferencia es que él cree que los impuestos han sido demasiado bajos y yo creo que el gasto ha sido demasiado alto".
Las encuestas -ayer, un 8% de ventaja para Obama en la media que realiza la cadena de CNN, una ventaja que nunca nadie ha podido superar a estas alturas de la carrera- prueban que esos argumentos están agotados: ni McCain consigue que los electores lo diferencien de Bush, ni el tradicional debate sobre los impuestos es determinante ante una crisis económica como la que sufre el país.
Los ciudadanos han dejado clara su voluntad de cambio y Obama se ha impuesto como el agente de ese cambio. Hay, no obstante, una constante llamada a la prudencia de parte de los demócratas. "Menos gritos y más votos", decía ayer Obama en un mitin.
Los estrategas del Partido Demócrata temen que el exceso de confianza desmotive a algunos votantes, especialmente jóvenes, y complique la victoria en algunos Estados clave en los que todavía hay margen suficiente para una sorpresa, especialmente en Florida y Ohio. Si McCain consiguiese ambos Estados, la noche electoral del 4 de noviembre podría ser más larga de lo que ahora anticipan los pronósticos.
El esfuerzo último de Obama de ofrecerse como el candidato unificador tiene el propósito de ganar algunos votos conservadores en esos Estados, pero, principalmente, de combatir la última campaña propagandística republicana, que pretende presentar a Obama como un socialista con planes de utilizar los mecanismos del Estado para cambiar el modelo político norteamericano.
El último argumento en ese sentido es una entrevista de Obama en el año 2001 en la que parece lamentar que el Tribunal Supremo no hubiera nunca "entrado en asuntos como la redistribución de la riqueza". McCain ataca ese flanco insistentemente. "Obama cree en la redistribución de la riqueza, no en las políticas que permitan el crecimiento de nuestra economía o la creación de empleos", afirma el republicano.
Esto de la redistribución de la riqueza, que viene rondando en la campaña desde la célebre conversación entre Obama y Joe el fontanero en la que el senador le dijo que su política fiscal intenta "esparcir la riqueza", puede que suene razonable en Europa, pero en el lenguaje norteamericano es casi un sinónimo de comunismo. El lunes, el candidato demócrata a la vicepresidencia, Joe Biden, se negó a contestar una pregunta sobre la supuesta orientación "marxista" de la política de Obama. El propio aspirante a la presidencia ha tenido que salir al paso de esta campaña asegurando que su propósito de esparcir la riqueza no se corresponde con el comunismo, sino con "algo tan genuinamente americano como la creación de oportunidades".

Las prioridades de Obama - Paul Krugman - El País - 2008

ANÁLISIS: Primer plano
Las prioridades de Obama
PAUL KRUGMAN 09/11/2008
El martes, 4 de noviembre de 2008, es una fecha que vivirá en la fama (lo opuesto a la infamia) para siempre. Si a quien lee estas líneas la elección de nuestro primer presidente afroamericano no le emocionó, si no le llenó los ojos de lágrimas y le hizo sentirse orgulloso de su país, es que le pasa algo.

Necesitamos un plan de gasto público para fomentar el empleo
Uno o dos años en números rojos no deberían ser un obstáculo
Ahora bien, ¿marcará también esta elección un punto de inflexión en la política propiamente dicha? ¿Puede Barack Obama emprender verdaderamente una nueva era de políticas progresistas? Sí, puede.
En estos momentos, muchos comentaristas recomiendan a Obama que tenga cuidado. Algunos usan argumentos políticos: EE UU, dicen, sigue siendo un país conservador, y los votantes castigarán a los demócratas si se inclinan hacia la izquierda. Otros dicen que la crisis financiera y económica no deja margen de maniobra para actuar, por ejemplo, en la reforma de los seguros médicos. Confiemos en que Obama tenga suficiente sentido común para ignorar esos consejos.
Por lo que respecta al argumento político, cualquiera que dude que hemos vivido un gran realineamiento político no tiene más que ver lo que ha sucedido en el Congreso. Tras las elecciones de 2004, hubo muchos que declararon que habíamos entrado en una era prolongada, quizá permanente, de dominio republicano. Desde entonces, los demócratas han obtenido dos victorias consecutivas y han ganado al menos 12 escaños en el Senado y más de 50 en la Cámara de Representantes. Ahora disponen de unas mayorías en las dos cámaras más amplias de las que tuvo el Partido Republicano en ningún momento de sus 12 años de reinado.
Hay que tener en cuenta, además, que la elección presidencial de este año era un claro referéndum sobre filosofías políticas, y venció la filosofía progresista.
Tal vez la mejor forma de subrayar la importancia de este dato es comparar esta campaña con la de hace cuatro años. En 2004, el presidente Bush ocultó su verdadera agenda. Se presentó, para decirlo claro, como el defensor de la nación contra terroristas unidos en matrimonios homosexuales, y dejó atónitos a sus propios partidarios cuando, poco después de vencer, anunció que su primera prioridad iba a ser la privatización de la Seguridad Social. Aquello no era por lo que la gente había pensado que votaba, y el plan de privatización pasó rápidamente de ser una empresa gigantesca a convertirse en una farsa.
Este año, en cambio, Obama presentó un programa que incluía el seguro médico garantizado y los recortes fiscales para la clase media, pagados con unos impuestos más altos para los ricos. John McCain dijo que su rival era un socialista y un "redistribuidor", pero EE UU votó por él. Eso sí que es tener un mandato.
¿Y qué ocurre con el argumento de que la crisis económica va a impedir poner en marcha un programa progresista?
No cabe duda de que la lucha contra la crisis costará mucho dinero. Rescatar el sistema financiero exigirá seguramente grandes sumas de dinero, además de los fondos ya desembolsados. Y también necesitamos con urgencia un programa de aumento del gasto público para fomentar la producción y el empleo. ¿Es posible que el déficit del presupuesto federal ascienda a un billón de dólares el año que viene? Sí.
Pero los manuales clásicos de economía nos dicen que está bien, que es apropiado incurrir en déficits temporales ante una economía deprimida. Y uno o dos años en números rojos, si bien contribuirían modestamente a los futuros gastos financieros federales, no deberían ser un obstáculo para un plan de salud que, por muy rápidamente que se convirtiera en ley, seguramente no entraría en vigor hasta 2011.
Aparte de eso, la propia respuesta a la crisis económica es, en sí, una oportunidad de impulsar un programa progresista. No obstante, Obama no debe imitar la costumbre del de Bush de convertir cualquier cosa en un argumento a favor de sus políticas preferidas. (¿Recesión? La economía necesita ayuda; ¡vamos a bajar los impuestos a los ricos! ¿Recuperación? Los recortes fiscales para los ricos funcionan; ¡vamos a aplicar unos cuantos más!).
Pero sí sería justo que la nueva Administración deje claro que la ideología conservadora, con su convicción de que la codicia siempre es buena, ha ayudado a crear esta crisis. Lo que dijo Franklin Delano Roosevelt en su segunda toma de posesión -"siempre hemos sabido que el interés egoísta e irresponsable era malo desde el punto de vista moral; ahora sabemos que es malo desde el punto de vista económico"- no ha sido nunca tan cierto como hoy.
Y hoy parece ser uno de esos momentos en los que también es verdad que, por el contrario, lo que es bueno desde el punto de vista moral es bueno desde el punto de vista económico. Ayudar a los más necesitados, aumentando las prestaciones de salud y desempleo, es lo que se debe hacer desde una perspectiva ética; es una forma mucho más eficaz de estímulo económico que rebajar el impuesto sobre las plusvalías. Ofrecer ayuda a gobiernos locales en situación difícil para que puedan mantener los servicios públicos esenciales es importante para quienes dependen de dichos servicios, pero es también una forma de evitar pérdidas de puestos de trabajo e impedir que la economía caiga en una depresión aún más profunda. Es decir, abordar un programa de prioridades progresista -llamémoslo un nuevo New Deal- no es sólo posible desde el punto de vista económico, es exactamente lo que necesita la economía.
Lo importante es que Barack Obama no debe escuchar a quienes tratan de asustarlo para que sea un presidente inactivo. Ha recibido un mandato político; tiene de su parte el sentido común económico. Podríamos decir que lo único a lo que debe tener miedo es al propio miedo.
Paul Krugman es profesor de Economía en la Universidad de Princeton. © New York Times Service, 2008. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia

Obama se parece a Roosevelt - La Nación - 2008

Obama se parece a Roosevelt
Por Emilio J. Cárdenas Para LA NACION
Las campañas presidenciales en EE.UU. permiten poner en evidencia las condiciones de liderazgo de los candidatos. En esto, en mi opinión, Barack Obama se ha impuesto a su rival. Es posible, entonces, que por primera vez un hombre de color llegue a la Casa Blanca.
No obstante, de vencer, Obama estará condicionado por una crisis económica de magnitud. Por aquello de que gobernar es distinto que hacer campaña, resulta irresistible trazar algunos paralelos entre el eventual futuro de Obama y la gestión de uno de sus predecesores, también demócrata, que gobernó a los EE. UU. en tiempos de serias dificultades económicas, que caracterizaron la crisis de 1929/30: Franklin D. Roosevelt.
Como él, Obama tiene carisma. La diferencia está en su mensaje, que ha sido, hasta ahora, calmo e integrador; como corresponde frente a una sociedad dividida que necesita enfrentar dificultades comunes. Ambos líderes califican como seductores irresistibles frente a los medios, lo que facilita la comunicación.
Roosevelt era hombre de acción. Obama aún debe probarlo. El primero llegó a la política desde una familia patricia, rodeado de un pequeño grupo de académicos de la Universidad de Columbia persuadidos de la necesidad de regular el mercado para mantenerlo en equilibrio. En su momento, allí estaba el desafío del cambio que urgía. Obama, por su parte, tiene una educación superlativa y encarna la esperanza de un andar distinto, el del desafío de navegar la crisis empuñando el timón de la nación más poderosa del globo. Para los EE. UU., es hora de reintegrarse a una compleja realidad mundial, de la que parecen haberse alejado. Obama lo sabe, y apunta a ello.
En lo económico, Obama, como Roosevelt, al comienzo de su campaña predicó el proteccionismo comercial -esto es, el aislacionismo-, pero al final parece haber moderado ese discurso. Frente a la emergencia, Barack Obama ha tenido la disposición y la amplitud de criterio necesarios para acompañar las medidas de excepción, propuestas por la actual administración, pese a que ella está en sus antípodas políticas, señal de prudencia.
Como Roosevelt, Obama parece a veces enigmático, casi impredecible. Como él, sabe que debe ser agente de una transformación demorada. Como en la década del 30, deberá estimular la economía real desde el Estado, con un sector financiero debilitado. Esto exigirá actuar desde el sector público sobre la economía real, sin perder de vista las urgencias de la gente. Los instrumentos del N ew Deal de Roosevelt serán tenidos en cuenta con relación a la nueva realidad, con conciencia tanto de que ese programa cosechó inicialmente buenos éxitos como de que terminó siendo un fracaso. Por esto, en 1938, el electorado norteamericano propinó a Roosevelt un portazo. No obstante, el presidente terminó eclipsando históricamente a sus propuestas.
Como Roosevelt, Obama deberá mantener a su pueblo informado. El primero lo hacía casi todos los domingos, en charlas difundidas a las 22. Hoy Obama deberá hacerlo constantemente y pensando más allá de sus fronteras.
Roosevelt, en su tiempo, enfrentó la crisis mundial sin preocuparse demasiado por coordinar su acción con las de otras naciones, lo que tuvo consecuencias políticas graves, dentro del país y fuera de él. Obama no podrá hacerlo. Las circunstancias son distintas. Está claro que la administración que pueda liderar Obama deberá actuar concertadamente con el resto del mundo. Particularmente desde que existe un aparente consenso acerca de que la infraestructura financiera internacional necesita ser reestructurada.
Como la de Roosevelt, una gestión de Obama no será sencilla. Deberá prever que en el futuro habrá tensiones, como las que derivaron en la huelga textil de 1934, y estar preparado para mantener el rumbo. Más allá de las medidas por adoptar, Obama tendrá, asimismo, claro que John Maynard Keynes, en una carta dirigida a Roosevelt en febrero de 1937, le aconsejó que se acercara a los empresarios. "Trátelos -le dijo- no como lobos o tigres, sino como lo que son: animales domésticos mal entrenados". Porque, agregó, "es un error creer que ellos son más inmorales que los políticos". En pocas palabras: "escúchelos y trabaje con todos". Obama tiene un equipo económico de primer nivel y conoce el mundo en que vive, lo que debería traducirse en no asumir posturas de espaldas a la realidad. e_SCrt LA NACION
Emilio J. Cárdenas fue embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.

¿Franklin Delano Obama? - Paul Krugman - El País - 2008

TRIBUNA: Primer plano PAUL KRUGMAN
¿Franklin Delano Obama?
PAUL KRUGMAN 16/11/2008
De repente, todo lo antiguo es new deal. Reagan está anticuado; Franklin Delano Roosevelt (FDR) está de moda. Sin embargo, ¿cuánta orientación puede ofrecer en realidad la era de Roosevelt al mundo actual? La respuesta es que mucha aunque Barack Obama debería aprender tanto de sus fracasos como de sus éxitos: la verdad es que el new deal
Roosevelt casi acaba con su programa porque sus políticas económicas fueron demasiado cautelosas
[las políticas de reformas sociales y económicas llevadas a cabo por Roosevelt] no tuvo tanto éxito a corto como a largo plazo. Roosevelt puso en riesgo su programa porque sus políticas económicas fueron demasiado cautelosas.
Respecto a los éxitos a largo plazo, las instituciones que Roosevelt creó han demostrado ser tan duraderas como esenciales. Esas instituciones son los cimientos de la estabilidad económica de nuestra nación. Imagínense lo mucho peor que sería la crisis si el new deal no hubiese garantizado la mayoría de los depósitos bancarios. Imagínense lo inseguros que muchos ancianos estadounidenses se sentirían ahora si los republicanos se las hubiesen arreglado para desmantelar la Seguridad Social.
¿Puede Obama conseguir algo comparable? Rahm Emanuel, el nuevo jefe de gabinete de Obama, ha declarado que "uno nunca quiere que se desperdicie una crisis". Los progresistas esperan que la nueva Administración, al igual que el new deal, responda a la crisis económica y financiera creando instituciones -y en particular un sistema sanitario universal- que cambien la forma de la sociedad estadounidense para el futuro. Pero la nueva Administración debería procurar no imitar un aspecto menos positivo del new deal: su inadecuada respuesta a la gran depresión.
Ahora hay todo un sector intelectual, que actúa principalmente a través de los expertos de derechas, dedicado a propagar la idea de que, en realidad, FDR hizo que empeorase la depresión. Es importante que se sepa que la mayor parte de lo que se dice en ese sentido se fundamenta en una tergiversación deliberada de los hechos. El new deal representó un auténtico alivio para la mayoría de los estadounidenses.
Dicho eso, es cierto que FDR no consiguió orquestar una recuperación completa durante sus dos primeros mandatos. A menudo ese fracaso sirve como argumento contra la economía keynesiana, que afirma que un aumento del gasto público puede hacer que una economía salga del estancamiento. Pero el más importante estudio sobre las políticas fiscales de los años treinta, realizado por el economista del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) Cary Brown, llega a una conclusión muy distinta: el estímulo fiscal no tuvo éxito "no porque no funcionase, sino porque no se intentó".
Esto puede resultar difícil de creer. Es bien sabido que el new deal puso en la nómina del Estado a millones de estadounidenses mediante la Agencia para la Mejora del Trabajo (WPA, en sus siglas en inglés) y el Cuerpo Civil de Conservación (CCC). Hoy seguimos conduciendo por esas carreteras y enviamos a nuestros hijos a escuelas construidas por la WPA. ¿Es que todas esas obras públicas no constituyen un gran estímulo fiscal? Bueno, no tan grande como podría pensarse.
El impacto del gasto federal en obras públicas se vio en gran parte contrarrestado por otros factores, especialmente por una gran subida de impuestos aprobada por Herbert Hoover, cuyas consecuencias no se apreciaron de lleno hasta que su sucesor llegó a la presidencia. Además, la política expansiva a escala federal se vio limitada por los recortes en el gasto y las subidas de impuestos estatales y locales.
Roosevelt no sólo era reacio a aplicar toda la expansión fiscal que fuera posible, sino que estaba deseando volver a unos presupuestos conservadores. Ese deseo estuvo a punto de destruir su legado. Tras una victoria aplastante en las elecciones de 1936, su Administración recortó el gasto y subió los impuestos, lo que ocasionó una recaída económica que elevó nuevamente la tasa de paro hasta los dos dígitos y desembocó en un estrepitoso fracaso en las elecciones de mitad de mandato en 1938.
Lo que hizo que la economía y el new deal se salvasen fue el gigantesco proyecto de obras públicas conocido como Segunda Guerra Mundial, que por fin proporcionó un estímulo fiscal apropiado para las necesidades de la economía.
Esta historia enseña algunas lecciones importantes para la próxima Administración. La lección política es que los pasos económicos en falso pueden minar rápidamente un mandato electoral. La semana pasada, los demócratas ganaron por un amplio margen, pero fue aún mayor en 1936 y luego se esfumaron sus logros tras la recesión de 1937 y 1938. Los estadounidenses no esperan del próximo Gobierno unos resultados económicos inmediatos, pero desde luego esperan resultados, y la euforia de los demócratas no durará mucho si no consiguen una recuperación económica.
La lección económica trata sobre la importancia de hacer lo suficiente. FDR pensaba que estaba siendo prudente al reprimir sus planes de gasto público; en realidad, estaba corriendo grandes riesgos con la economía y su legado. Mi consejo para la gente de Obama es que calculen la ayuda que creen necesaria y luego le añadan un 50%. Con una economía en crisis, es mucho mejor pecar de un exceso de estímulo económico que quedarse corto.
Las oportunidades de Obama de orquestar un nuevo new deal van a depender en gran medida de si sus planes económicos a corto plazo son lo suficientemente ambiciosos. Los progresistas deberán confiar en que tenga la audacia necesaria. -
Paul Krugman es profesor de Económicas en la Universidad de Princeton. Traducción de News Clips. ©New York Times Service, 2008.

Vida de Isaac Rabin sera recordaba con un musical - CooperativaCl - 2005

Vida de Isaac Rabin será recordada con un musical
"El que soñaba" es el nombre del espectáculo teatral que relatará la historia del primer ministro asesinado por un extremista judío luego de haber firmado acuerdos de paz con los palestinos.

La vida del ex primer ministro y general Isaac Rabin, premio Nobel de la paz, será recordada con una obra musical al cumplirse este año el décimo aniversario de su asesinato, en Tel Aviv, a manos del extremista israelí Igal Amir.

La obra, titulada "El que soñaba", pertenece a Gadi Inbar y se estrenará el 27 de agosto en el Palacio de la Cultura de esa ciudad.

El "musical", que incluirá varias canciones de las dedicadas a Rabin tras el magnicidio -el 5 de noviembre de 1995, al retirarse de una multitudinaria manifestación de pacifistas- comienza con el encuentro en un bar con quien sería su esposa de por vida, Lea.

El diario Yediot Aharonot, que informa este viernes del estreno, indica que la obra reflejará no sólo las distintas etapas de la vida de Rabin, su carrera militar y como jefe de Gobierno, sino las que vivió el Estado israelí, fundado en mayo de 1948.

Dos actores célebres de la escena israelí protagonizarán la obra: Oded Teomi, del Teatro de Cámara de Tel Aviv, encarnará a Rabin, y la primera dama del Teatro Nacional, Habima, a su esposa Lea. (EFE)

La Unesco recuerda a Isaac Rabin y su mensaje de paz - Corresponsal de Paz - 2009


La UNESCO recuerda a Isaac Rabin y su mensaje de pazMiércoles 4 Noviembre 2009 - 09:59
En el 14 aniversario del asesinato del ex primer ministro israelí, el organismo realizará un acto en ‘La Plaza de la Tolerancia’, en París, donde hay un monumento en honor del finado Premio Nobel de la Paz.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) homenajeará este miércoles 4 de noviembre, al ex primer ministro israelí Isaac Rabin, Premio Nobel de la Paz, firmante de los Acuerdos de Paz de Oslo y asesinado en 1995 por un estudiante contrario a sus ideas pacifistas.El director general de la Unesco, Koichiro Matsuura, presidirá la ceremonia, en la que se conmemorará el 14 aniversario de su asesinato. El acto tendrá lugar en la Plaza de la Tolerancia de la Unesco, en París (Francia), donde hay un monumento dedicado a la paz y en memoria de Rabin.Isaac Rabin formó parte de los Acuerdos de Oslo de 1993, una declaración de principios firmada con el entonces presidente palestino, Yasser Arafat, y que motivó que después ambos recibieran el Premio Nobel de la Paz.El sábado 4 de noviembre de 1995, con el ánimo de reforzar a los partidarios del proceso de paz, fue convocado un mitin multitudinario en la Plaza de los Reyes de Israel (hoy plaza Yitzjak Rabin), de Tel Aviv, con el slogan «Si a la Paz, no a la violencia», con la participación de artistas y políticos de centroizquierda e izquierda, encabezados por el propio Primer Ministro.En su último discurso dirigido a los miles de participantes declaró:«Fui hombre de armas durante 27 años. Mientras no había oportunidad para la paz, se desarrollaron múltiples guerras. Hoy, estoy convencido de la oportunidad que tenemos de realizar la paz, gran oportunidad. La paz lleva intrínseca dolores y dificultades para poder ser conseguida. Pero no hay camino sin esos dolores».Al culminar la asamblea, y después de cantar «La canción de la paz» (שיר השלום) a las 21:40, procedió Rabin a retirarse del lugar, bajando del estrado por unas escaleras laterales, al cabo de las cuales le esperaba Igal Amir, que le disparó por la espalda, instantes antes de subir a su coche oficial. Isaac Rabin, gravemente herido, fue llevado de urgencia al hospital Íjilov ubicado en las proximidades, donde fue declarado muerto al cabo de 40 minutos de haber ingresado.

Un patriota alemán - Deutsche Welle - 2007

"Willy Brandt fue un patriota alemán y un europeo apasionado", dijo Johanes Rau, el entonces presidente alemán, al conmemorarse el 10° aniversario de su muerte, en 2002. Su memoria sigue presente.

La vida del estadista alemán y premio Nobel de la Paz fue de importancia capital para el desarrollo de la República Federal de Alemania. El verdadero nombre de Brandt era Herbert Karl Frahm. Nació en Lübeck el 18 de diciembre de 1913, hijo ilegítimo y se afiló a las Juventudes Socialistas con 16 años.
En 1933 adoptó el nombre de Willy Brandt y huyó a Noruega para escapar de la persecución por parte de los nazis, a quienes se oponía abiertamente. Al terminar la Guerra Mundial regresó a Alemania e ingresó en el Partido Socialdemócrata (SPD).
Nuevos caminos
En 1969 se convirtió en el primer socialdemócrata en encabezar un gobierno en la Alemania de la postguerra, destacándose en especial la política de distensión que propagó en plena Guerra Fría hacia el bloque de países socialistas.
Esa política, conocida como ‘Ostpolitik’, condujo a la firma de acuerdos de no agresión entre Alemania Occidental, la URSS y Polonia en 1970.
La imagen de un canciller hincado ante el monumento para los judíos asesinado por los nazis en el ghetto de Varsovia (un gesto completamente espontaneo) dio la vuelta al mundo y ayudó a crear la imagen de una Alemania, dispuesta a reconciliarse con sus vecinos y a integrarse plenamente en la comunidad de naciones.
En 1971 obtuvo el Premio Nobel de la Paz, por su papel en la definición de la política de Alemania Occidental hacia la Alemania Oriental.
Tuvo que renunciar como canciller alemán en 1974 al descubrirse que uno de sus más estrechos colaboradores era un espía al servicio de Alemania Oriental. Nadie pensó que Brandt fuera un espía, ni que conociera la condición de su empleado, pero asumió su error de confiar en alguien en quien no se podía confiar.
Vida ejemplar
Incansable como fue, siguió activo y dirigió la ‘Comisión Norte-Sur’, preparó junto con el canciller austríaco, Bruno Kreisky, un plan de paz para el Medio Oriente, se entrevistó con Yassir Arafat, lo mismo que con Fidel Castro, Deng Xiaoping y Michail Gorbatschow. En 1979 asumió la presidencia de la Internacional Socialista, cargo que ejerció hasta su muerte en 1992.
"Fue un hombre que demostró que la política no perjudica el carácter", dijo una vez su compañero político Egon Bahr.

Willy Brandt se convierte en un héroe de ópera a los cinco años de su muerte - El País - 1997

Willy Brandt se convierte en un héroe de ópera a los cinco años de su muerte
Frialdad de la crítica y emoción del público en el estreno de la obra en Dortmund
PILAR BONET - Dortmund - 29/11/1997
El líder socialista alemán Willy Brandt no es el Sigfrido de El anillo de los nibelungos ni Evita Perón, pero sí una figura histórica con fuerza suficiente para convertirse en el héroe de una ópera. Así opina el director de teatro John Dew, que ha intentado convertir esta idea en realidad y acaba de estrenar en Dortmund La genuflexión de Varsovia, dedicada al ex canciller federal y artífice de la ostpolitik, fallecido hace cinco años. La obra es una ópera política. Las características del género, que impregnan sobre todo los diálogos, son tan obvias que a veces uno cree estar ante un noticiario documental de la vida de Willy Brandt, e incluso ante una ópera del realismo socialista.
En La genuflexión de Varsovia las instantáneas de la biografía del político se suceden aceleradamente al ritmo de la música de Gerhard Rosenfeld, un compositor procedente de la ex República Democrática Alemana. Durante dos horas, por escena pasan vertiginosamente los años veinte en Alemania, el inicio (a ritmo de un tango bastante frío) de la relación entre Willy y Ruth, su futura esposa. Por el escenario pasa el exilio en Suecia, la vuelta a Alemania, la construcción del muro de Berlín (con alambre de espino incluido), la carrera política a la jefatura de la cancillería, la ostpolitik, el encuentro con Erich Honecker y los viajes de Egon Bahr, el hombre de confianza de Brandt, a Moscú; y, finalmente, el asunto del espía Günter Guilleaume y el ocaso de Brandt. Todos los personajes están representados de manera que se parezcan lo más posible a sus modelos históricos.El escenario, de corte expresionista, se mantiene a lo largo de toda la obra, aunque cambia de color: se trata de una cuadrícula de trazos negros, dividida en tres partes, con las dos laterales inclinadas, como si fueran edificios a punto de derrumbarse.
"Willy, Willy, Willy"
El libreto, que ha sido escrito por Philipp Kochheim, ha puesto en boca de Brandt frases como éstas: "Kennedy duerme mal y teme la guerra atómica", "¡Política europea! ¡Interés común! ¡Colaboración positiva! ¡Neutralizar la desconfianza! ¡Asegurar la paz activamente! ¡Que el SPD muestre lo que puede (hacer)! ¡Atrevámonos a tener más democracia!". A esta última parrafada, los ayudantes de Brandt responden: "Willy, Willy, Willy".Las críticas a La genuflexión de Varsovia han sido, en buena parte, frías o negativas, pero a John Dew no parece importarle demasiado. Asegura que una cosa son los especialistas, incapaces de dejarse llevar y de sentir emociones, y otra el público. Dew repite a menudo la palabra "emociones". "Los alemanes han tenido una historia tan brutal que el resultado es su falta de sentido del humor y su intento de evitar las emociones. Son muy analíticos. El gran problema de los críticos es que no se dejan ir, que no se liberan", señala. "Cuando Brandt era canciller, las emociones eran parte de la política", afirma Dew.
En la representación de la ópera del pasado jueves por la noche se pudo comprobar inesperadamente que los espectadores pueden tener una sensibilidad distinta de los críticos. "He, llorado. He llorado de verdad", exclamó, sin ser preguntado, un vecino de Colonia que dijo llamarse Müller y haber viajado a Dortmund para ver la obra. "Algunas de las escenas son muy conmovedoras para mi generación", señaló el espectador, que dijo haberse emocionado cuando apareció en escena un grupo de judíos con la estrella amarilla cosida sobre la ropa. Este cuadro precede al momento culminante de la ópera: Willy Brandt cae de rodillas durante su visita al gueto de Varsovia en 1970. Dew respeta la solemnidad del momento, y la música se interrumpe mientras uno de los tres actores que representan a Brandt cae de rodillas y escenifica aquel momento famoso en total silencio. Los críticos coinciden en afirmar que ése es el mejor momento de la obra.
Dew ha desdoblado la figura de Brandt en tres personajes: el Brandt joven, el Brandt adulto y el Brandt anciano. Los tres permanecen en el escenario a lo largo de toda la obra y dialogan sobre la biografía común, abordándola desde sus diferentes perspectivas. En opinión de Dew, "aún hay mucha gente que odia a Willy Brandt", y "eso se vio en el estreno". "Ese día", continúa, "había butacas vacías, que eran las de la gente que tiene abonos". Del estreno estuvieron ausentes la ex esposa de Brandt, Ruth; el ex ministro de Exteriores Walter Schell; el ex candidato a canciller Rainer Barzel, y el espía Günter Guillame. El que sí estuvo fue el fiel Egon Bahr, que podía contemplarse en el escenario como uno de los personajes de la obra.
Dew, un británico de 53 años nacido en Cuba y con antepasados españoles, dirigió la ópera de Bielefeld entre 1982 y 1995, y allí -con el título de La ópera degenerada- puso en escena una serie de 45 obras de los años veinte que habían sido prohibidas en la época nazi. Entre sus proyectos de futuro está poner en escena una ópera dedicada a Fidel Castro para la que ya tiene el título: Cuba libre. No ha decidido todavía si Castro deberá cantar o no, porque un aria de Fidel "tiene que durar por lo menos cinco horas".

sábado, 29 de enero de 2011

Hans Matthofer, un socialdemocrata ejemplar - El País - 2009

OBITUARIO: 'IN MEMÓRIAM'
Hans Matthöfer, un socialdemócrata ejemplar
IGNACIO SOTELO 17/11/2009
El 15 domingo de noviembre falleció, a los 84 años, Hans Matthöfer. Lo comunicaba el recién elegido presidente del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), Sigmar Gabriel, justo al finalizar un congreso que ha intentado recuperar la socialdemocracia que él encarnó de manera ejemplar.
Nacido en Bochum, hijo de un obrero que trabajaba en una acerería, aunque en la gran crisis de los años treinta con largos periodos de desempleo que marcaron su niñez, así nos lo cuenta en los recuerdos de los años juveniles que publicó en 2006. Estudió Económicas, superando las pruebas de acceso a la Universidad para mayores de 25 años. Siguiendo los pasos del padre, desde muy joven se afilia al SPD y al sindicato del metal, donde empieza a trabajar al terminar la carrera, llegando a secretario de educación de IG Metall. En 1961 es elegido diputado, escaño que conserva hasta 1987. Willy Brandt lo hace secretario de Estado y Helmut Schmidt en 1974 ministro de Investigación y Tecnología. Al año, la oposición conservadora pide su dimisión por haber llamado al Gobierno de Pinochet una "banda de criminales". En 1978 es nombrado ministro de Hacienda, cargo que ocupa hasta 1982. En estos años de rápido aumento del desempleo, convencido de que el crecimiento a largo plazo exige unas finanzas equilibradas, en la línea del canciller Schmidt, se niega a apuntalar el Estado de bienestar incrementando la deuda pública. Esto produjo una ruptura con los sindicatos que ha tenido consecuencias funestas para el movimiento obrero.
Dos políticas esenciales
Matthöfer pensaba que la política socialdemócrata no debe oponerse a la razón económica, sino centrarse en dos puntos en los que ha insistido a lo largo de su vida: humanización del trabajo y consolidación, en la medida de lo posible incluso ampliación de la cogestión. Una política de empleo necesita de la presencia obrera en los consejos de administración que canalicen las inversiones hacia el empleo, pero también de una política razonable de equilibrio presupuestario.
Los españoles tenemos que estarle especialmente agradecidos. Su labor en el sindicato y sus primeros años de diputado coincidieron con la llegada masiva de inmigrantes españoles. Destacó por su afán de organizar a los españoles con el fin de educarlos a participar en sindicatos libres y en partidos democráticos de clase, a la vez que ayudó cuanto pudo a la oposición democrática que empezaba a emerger en el interior, hasta el punto de que en su grupo parlamentario se le conocía como "el diputado por Barcelona".
Hoy me domina un recuerdo. El del ministro de Hacienda esperando en el andén de la estación de Francfort. Ante mi extrañeza de encontrarlo entre la gente, me aclara que para llegar a Bonn el tren era mucho más práctico que el coche oficial. Desde entonces no he podido fiarme del político que cambia de vida cuando llega a ministro. Y una sensación de culpa. Solía mandarme sus libros; hace unos meses recibí una biografía suya que coloqué en el montón de los que esperan lectura. Hoy al abrirlo descubro que estaba dedicado por él, y se ha muerto sin que yo diera señales de vida. Me duele en especial porque en estos últimos 20 años ya había sufrido lo olvidadizos y hasta desagradecidos que podemos ser los españoles.
Sotelo es catedrático de Sociología en excedencia.

Olof Palme espera ganar las elecciones - El País - 1978

Olof Palme espera ganar en las elecciones
Los socialdemócratas insistirán en favor de la energía nuclear, tema que les hizo perder en 1976
20/01/1978
Las últimas encuestas de opinión suecas dan un triunfo socialdemócrata superior al 51% de los votos, si las elecciones suecas se celebraran ahora. Olof Palme, el líder socialdemócrata derrotado en 1976 por la coalición burguesa (centristas, liberales y moderados), inicia ya su estrategia para las que se celebrarán en 1979. La socialdemocracia sueca insistirá en su política favorable a la energía nuclear, a pesar de que éste fue uno de los motivos decisivos para perder las anteriores. Olof Palme criticó la actual política económica del Gobierno sueco, consistente en «socializar las pérdidas».La entrevista con Olof Palme se celebró en una sala del moderno y funcional edificio donde se alberga en la actualidad el Sveriges Riksdag (Parlamento sueco). El señor Palme nos mostró unos cuadros alusivos a la lucha de los socialistas suecos, durante el siglo pasado, por una democracia desde hace muchos lustros estable.
Cuando nos referimos a sus posibilidades de ocupar de nuevo el cargo, de primer ministro, sonrió complacido y aceptó las grandes probabilidades de que en septiembre del próximo año haya un jefe de Gobierno socialdemócrata, aunque pueda no ser él... En cambio, aunque no descartó la posibilidad, no confía en que una moción de censura contra el Gobierno en el poder anticipe el regreso de los socialdemócratas.
Según Olof Palme, su partido se encuentra cohesionado -«a diferencia de la coalición burguesa»-, y no es cierto que haya sido traicionado por la juventud, a pesar de los diferentes puntos de vista durante la campaña electoral sobre la energía nuclear. «Oponerse a la energía nuclear y pretender que la economía se desarrolle como sea no tiene sentido. El partido mantendrá la misma política sobre energía nuclear para las próximas elecciones. Sabemos que no hemos perdido dinamicidad dentro del partido, al que se han incorporado de cincuenta a 60.000 nuevos afiliados.»
En opinión de Olof Palme, el problema principal del actual Gobierno es «que no gobierna y que se encuentra muy dividido». Le recordamos que, en cambio, el ministro de Industria, Nils G. Asling, nos había dicho que el Gobierno socialdemócrata había descuidado el norte del país (la zona menos rica de Suecia), y ahora, a través de créditos y de la creación de fondos de ayuda, se está promocionando la economía regional y fomentando el cooperativismo y la pequeña y mediana empresa.
Olof Palme rechazó tales afirmaciones y aseguró que los socialdemócratas siempre ayudaron a la industria privada, mientras que el Gobierno burgués se ha dedicado a socializar industrias de astilleros, aceros, computadoras y textiles. «Con ello el Gobierno se ha limitado a socializar las pérdidas, y las pequeñas y medianas empresas se encuentran decepcionadas por la escasa ayuda recibida. Yo creo que el Gobierno lo hace lo mejor que puede. No tiene otra alternativa. »
El líder socialdemócrata se refirió a las excelencias de su partido, que una vez cubiertas las dos primeras etapas de la democracia política y social, aplicará, si obtiene el Gobierno en 1979, la democracia económica, «que no se logra -puntualizó Palme- aumentando el poder del Estado, que sólo conduciría a un capitalismo de Estado, sino a través de un planeamiento económico en ternas como energía, política regional y empleo».
Olof Palme, en respuesta a otras preguntas, declaró que los socialdemócratas tratan de ayudar a la minoría lapona y que durante su permanencia en el poder se inició una auténtica política de inmigración, en un país, como Suecia, poco acostumbrado a gentes de otras latitudes, reconociendo a los 500.000 inmigrantes los mismos derechos que a los suecos, incluido el derecho de voto en las elecciones municipales.
La vinculación de la socialdemocracia sueca con el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) no se va a materializar en un próximo encuentro entre Felipe González y Olof Palme. Este último aludió a los contactos a nivel de base, que en estos momentos se desarrollan, y se refirió concretamente a la delegación de cuadros del PSOE, que durante los días 9 al 15 de enero visitó Estocolmo para estudiar algunas de las experiencias aplicadas por la socialdemocracia sueca, especialmente en el campo del cooperativismo.
Hablamos con Olof Palme de la posición solidaria de su partido con el PSOE, pero se niega a enjuiciar actitudes concretas de los socialistas españoles. Le recordamos que su imagen, con una hucha en la mano, recorrió España en septiembre de 1975, poco después de la ejecución de cinco militantes de FRAP y ETA. Olof Palme nos señala hacia la ventana, desde donde se ve la plaza en la que se tomó aquella foto. «Detuvimos el congreso que celebrábamos para iniciar una cuestación en apoyo a la democracia en España y en solidaridad con el PSOE. La prensa franquista dijo que reunía dinero para los terroristas. Pero a mí no me preocupó esta versión.» Olof Palme nos reveló un dato no conocido: en menos de una hora obtuvo con su famosa hucha unas mil coronas (18.000 pesetas).

Johanna Dohnal, luchadora por la igualdad en Austria - El País - 2010

Johanna Dohnal, luchadora por la igualdad en Austria
En los años noventa, fue la primera ministra para Asuntos de la Mujer
GLORIA TORRIJOS 16/03/2010

Johanna Dohnal, la primera ministra austriaca para Asuntos de la Mujer en los años noventa y luchadora por los derechos de sus compatriotas en el país alpino, falleció el pasado 20 de febrero a causa de un problema cardiaco, a los 71 años, en Baja Austria, donde vivía con su pareja femenina.
Johanna Dohnal, la primera ministra austriaca para Asuntos de la Mujer en los años noventa y luchadora por los derechos de sus compatriotas en el país alpino, falleció el pasado 20 de febrero a causa de un problema cardiaco, a los 71 años, en Baja Austria, donde vivía con su pareja femenina.
Esta socialdemócrata consiguió que se adoptara el derecho de las mujeres a recibir el mismo sueldo que sus colegas masculinos, que se fijara la misma edad de jubilación para ambos sexos, que se fomentara el ingreso de mujeres en empleos ejecutados hasta entonces sólo por varones, que fuera delito el acoso sexual en el trabajo y que se abrieran más jardines de infancia. Todo, para facilitar la plena integración femenina en el mundo laboral. "La visión del feminismo no es un futuro femenino, es un futuro humano. Sin asociacionismos de machos ni de hembras", aseguró el 8 de marzo de 2007 con ocasión del Día Internacional de la Mujer.
Madres solteras
Johanna Díez, que adoptó su apellido Dohnal de su esposo, nació el 14 de febrero en 1939 en "una dinastía de hijas ilegítimas y madres solteras", como le gustaba recordar, y se crió en la pobreza en Viena con su madre, una obrera tuberculosa, y su abuela, que se ocupaba de ambas. Tras estudiar, trabajó como contable. A los 17 años entró en el entonces Partido Socialista Austriaco (SPÖ), que luego se llamaría socialdemócrata, y con 18 se casó con Franz Dohnal, del que se separó en 1976. Tuvieron un hijo, tras cuyo parto se reintegró al trabajo a las seis semanas, y una hija. Para ocuparse de ellos y seguir ganando dinero para la familia, comenzó a trabajar desde su vivienda hasta que encontró un empleo de media jornada.
Además, en 1973 entró en política como concejal de un distrito de Viena y el canciller federal Bruno Kreisky la nombró secretaria de Estado para Asuntos de la Mujer en 1979, desde donde luchó por la división igualitaria del trabajo doméstico, porque fuese un delito penal la violación dentro del matrimonio y cualquier otra agresión, y porque se introdujera una cuota de mujeres en los puestos políticos.
En 1999, se enfrentó al entonces canciller federal, Franz Vranitzky, diciéndole: "Ya llevo 11 años de secretaria de Estado". Vranitzky la nombró poco después ministra de esa cartera, que ella inauguró y de la que fue relevada en 1995 por Helga Konrad, tras lo cual abandonó la actividad política. En el SPÖ, llegó a ser presidenta federal de las mujeres de esta facción política y, posteriormente, presidenta del partido. Dohnal fue una visionaria, una activista adelantada en 20 o 30 años a su época, coinciden en señalar los analistas.

Fritz Muliar, actor imprescindible en Austria - El País - 2009

OBITUARIO
Fritz Muliar, actor imprescindible en Austria
Actuó en teatro, películas y series durante 72 años
LILA PÉREZ GIL 11/05/2009
Aunque Fritz Muliar es un nombre que tal vez a pocos les suene en España, seguramente su memoria se refresque al saber que actuó en la popular serie austriaca Rex, un policía diferente, emitida en varias cadenas españolas. Muliar falleció el 3 de mayo en Viena, de una manera casi envidiable para muchos actores, profesionales a los que les cuesta mucho abandonar una ocupación que exige una vocación casi inquebrantable. Con 89 años, sufrió un ataque al corazón poco después de bajar del escenario del Teatro in der Josefstadt, donde representaba la obra Die Wirtin (La Tabernera), de Carlo Goldoni. No se recuperó.

Además de ser uno de los actores más famosos y queridos de Austria, por sus películas, sus series de televisión y, sobre todo, por sus actuaciones teatrales, había publicado numerosos libros. "Estoy desolado", dijo Herbert Föttinger, el director del teatro, al diario Wiener Zeitung, "se había convertido en mi amigo y me apreciaba mucho". Föttinger añadió que todavía trabajaban juntos en varios proyectos para el futuro del teatro.
Friedrich Ludwig Stand nació en Viena en 1919, hijo de Leopoldine Stand, secretaria de un banco, y de Maximiliam Weschelbaum, un oficial tirolés afín a las ideas nazis. La pareja, que no se había casado, se separó -la mujer era socialdemócrata convencida- y su madre se casó con un joyero vienés, Mischa Muliar, que adoptó a Fritz.
Empezó sus estudios de actor a los 16 años en el Conservatorio de Viena, y ya trabajaba en cabarés en los años treinta. Su primer papel en el teatro lo obtuvo en 1937, en Lieben August (El querido Augusto). Pero las cosas empezaban a pintar mal para los judíos, y su padre adoptivo tuvo que huir a América en 1939, escapando de los nazis.
El joven actor, se dedicó a trabajar entonces como representante de una firma de productos para bebés para sacar la familia adelante, hasta que fue llamado a filas, después de la Anschluss (la invasión y anexión de Austria por la Alemania de Hitler en 1938). Se negó, le capturaron, y evitó la pena de muerte y la posterior condena a cinco años de cárcel enrolándose para el frente alemán en Rusia. Allí le capturaron los soldados del Ejército británico, que lo mantuvieron prisionero hasta que terminó la II Guerra Mundial.
Regreso a las tablas
Después de la contienda, recuperó su profesión, sobre todo en el teatro. Actuó numerosas veces en el Volkstheater vienés de 1951 a 1963, y después pasó a formar parte de la compañía estable del Burghtheater, el más prestigioso escenario de lengua alemana en Europa, donde interpretó, entre otras obras, La ópera de los tres peniques de Bertold Brecht y Medida por medida, de William Shakespeare.
El gran público ya conocía a Mulier, de pequeña estatura, por sus imitaciones de acentos y personajes, pero se hizo más famoso cuando dio el salto a la televisión con una serie que conquistó al país: Las aventuras del buen soldado Svejk, el libro del checo Jaroslav Hasek adaptado para la televisión en 1972.
Pero Muliar tenía también una faceta política a la que nunca renunció. Se consideraba un socialdemócrata -por innegable influencia materna- y lo declaraba en cualquier ocasión. "Lo más importante y lo más bello de esta Europa libre es que podemos expresar nuestra opinión", dijo una vez. Y en otra ocasión, le preguntaron cuál era su sueño, y él contestó que ya lo había visto realizado: "Una Austria libre".
La socialdemócrata ministra de Cultura austriaca, Claudia Schmied, comentó tras conocer su muerte: "Los logros obtenidos por Mulier en favor de este país son indudables. Su muerte es una dolorosa pérdida para la vida cultural de Austria". Y hasta en el otro extremo del espectro político, el ultraderechista Stefan Petzner, de la Alianza por el Futuro de Austria, dijo: "Su muerte deja un gran hueco en el panorama teatral austriaco".

Austria: continuidad socialdemocrata - El País - 1979

EDITORIAL
Austria: continuidad socialdemócrata
08/05/1979
AL DAR el triunfo electoral al socialdemócrata Bruno Kreisky, los austríacos apostaron el pasado domingo por lo conocido, que en este caso parece ser lo bueno. Austria está entre los países más saludables de Europa, no sólo desde el punto de vista económico, sino en lo que concierne a la convivencia social que se mantiene en su territorio. Sufre un índice de inflación que apenas supera el 3% y un nivel de desempleo que afecta tan solo al 2,2% de la población. Ante este panorama, de poco sirvió la propaganda conservadora, que proponía una serie de reformas económicas, incluida una disminución de las tasas impositivas.Según el propio Kreisky -diez años en el poder, con la seguridad de seguir cuatro años más al frente del Gobierno austríaco- fueron los 500.000 jóvenes recién salidos de la escuela los que le dieron el triunfo. El popular canciller de 68 años, al que la vista física le falla, pero al que la vista política acompaña de modo infalible, dio a ese medio millón de nuevos votantes una esperanza audaz: si hace falta endeudar al país para continuar creando puestos de trabajo, nos seguiremos endeudando. La respuesta juvenil no pudo ser más positiva. Y más realista. Frente a la posición conservadora, que prometía acabar con el modesto déficit presupuestario que padece Austria, el viejo canciller socialista prefirió el riesgo. La situación no tiene paralelo con la británica, donde ha sido precisamente un electorado joven y desencantado, desempleado, el que ha dado la espalda a los laboristas de James Callaghan para probar con los conservadores, que, aún sin concretar cómo, anuncian que podrán dar trabajo a una población que ya perdió esa esperanza.
La de Bruno Kreisky ha sido una lección de honestidad política y de voluntad democrática. En noviembre del pasado año sufrió el mayor revés de su vida de primer ministro, al convocar y perder un referéndum en el que él sugería una solución nuclear a los problemas energéticos de su país. El canciller Kreisky planteó el referéndum como una cuestión personal y lo asumió como un fracaso. Los austríacos le han convencido ahora, sin embargo, que aquella era una batalla, pero no la guerra. La guerra electoral la ha ganado holgadamente, sin que en tal triunfo haya jugado papel alguno el debate nuclear, cuya clausura por la vía del plebiscito ha eliminado de la vida austríaca un grave riesgo de inquietud social.
Otra lección de los comicios austríacos se obtiene de los porcentajes de participación de los votantes. El 90% de un electorado compuesto por algo más de cinco millones de personas acudió a las urnas. En una Europa que se define a sí misma como cansada del debate electoral, el entusiasmo con el que los habitantes de este país eminentemente tranquilo y conservador del viejo continente cumplieron con su deber cívico no deja de ser estimulante, sobre todo si se tiene en cuenta que en las elecciones del pasado domingo no se discutía ningún hecho de capital importancia para el porvenir de la tierra del Danubio.

Tony Judt - Revolucionarios - El País - 2010

FRAGMENTO LITERARIO: LECTURA
Revolucionarios
TONY JUDT 24/01/2010
Activo, pese a la tetraplejia que él mismo describía en su texto 'Noche' del pasado domingo, Tony Judt hace un alarde de brillantez y humor en este relato, a modo de memorias, en el que da un repaso a los años sesenta, su época juvenil, marcada por los Beatles, la minifalda, la guerra de Vietnam o la primavera de Praga
Yo nací en Inglaterra en 1948, suficientemente tarde, por unos años, para no tener que hacer el servicio militar obligatorio, pero a tiempo para los Beatles: tenía 14 años cuando sacaron Love me do. Tres años después aparecieron las primeras minifaldas, y yo era lo bastante mayor como para valorar sus virtudes y lo bastante joven como para aprovecharlas. Crecí en una época de prosperidad, seguridad y confort y, por tanto, al cumplir 20 años, en 1968, me rebelé. Como tantos jóvenes pertenecientes al baby boom, fui conformista en mi inconformismo.
"Crecí en una época de prosperidad, seguridad y confort y, por tanto, al cumplir 20 años, en 1968 me rebelé"
"Qué suerte que el antinazismo exigiera -hasta el punto de definirse en función de ellos- orgasmos en serie"
"Para vivir una revolución de verdad, uno iba a París. Fui allí en la primavera del 68 para respirar la historia"
"Desde nuestro punto de vista, fuimos una generación revolucionaria. Qué lástima que nos perdimos la revolución"
No cabe duda de que los sesenta fueron una buena época para ser joven. Todo parecía estar cambiando a una velocidad sin precedentes, y el mundo parecía dominado por la juventud (una observación verificable si se ven las estadísticas). Por otro lado, al menos en Inglaterra, el cambio podía ser engañoso. Los estudiantes nos oponíamos ruidosamente al apoyo que el Gobierno laborista daba a la guerra de Vietnam de Lyndon Johnson. Recuerdo al menos una de aquellas manifestaciones en Cambridge, después de una conferencia de Denis Healey, entonces ministro de Defensa. Perseguimos su coche hasta las afueras de la ciudad, y un amigo mío, hoy casado con la Alta Representante de Asuntos Exteriores de la UE, saltó al capó y golpeó con furia las ventanillas.
Sólo que, cuando Healey se alejaba, nos dimos cuenta de lo tarde que era; la cena en el comedor de la universidad empezaba en cuestión de minutos y no queríamos perdérnosla. Mientras volvíamos al centro, me tocó trotar al lado de un policía de uniforme que había estado vigilando la multitud. Nos miramos: "¿Cómo le parece que ha estado la manifestación?", le pregunté. Como si fuera una pregunta de lo más corriente -sin ver en ella nada extraordinario-, me contestó: "Oh, creo que ha estado bastante bien, señor".
Es evidente que Cambridge no estaba maduro para la revolución. Tampoco lo estaba Londres: en la famosa manifestación de Grosvenor Square, ante la embajada estadounidense (de nuevo a propósito de Vietnam; como tantos de mis contemporáneos, me movilizaba sobre todo contra las injusticias cometidas a miles de kilómetros de distancia), apretado entre un aburrido caballo de la policía y unas vallas, sentí algo húmedo y caliente que me corría por la pierna. ¿Incontinencia? ¿Una herida que sangraba? No fui tan afortunado. Me había estallado en el bolsillo una bomba de pintura roja que pretendía arrojar contra la embajada.
Esa misma tarde, yo tenía que cenar con mi futura suegra, una señora alemana de instinto impecablemente conservador. No creo que su opinión de mí, ya bastante escéptica, mejorara cuando llegué cubierto desde la cintura hasta el tobillo por una sustancia roja y pegajosa; ya se había alarmado al saber que su hija salía con uno de esos izquierdistas desaliñados que gritaban "Ho, Ho, Ho Chi Minh" y a los que había visto con cierta repugnancia por televisión esa tarde. Lo único que sentí yo, por supuesto, fue que se tratara de pintura y no de sangre. Oh, épater la bourgeoise.
Para vivir una revolución de verdad, desde luego, uno iba a París. Como muchos de mis amigos y contemporáneos, fui allí en la primavera del 68 para observar -para respirar- la auténtica historia. O, al menos, una representación increíblemente fiel de la auténtica historia. O, tal vez, en las escépticas palabras de Raymond Aron, un psicodrama representado en el mismo lugar en el que, en otro tiempo, la auténtica historia había formado parte del repertorio. Dado que París había sido verdaderamente un escenario de revolución -gran parte de nuestra interpretación visual del término deriva de lo que sabemos sobre los sucesos que allí ocurrieron en los años 1798-1794-, a veces era difícil distinguir entre la política, la parodia, el pastiche... y la representación.
En cierto sentido, todo era tal como debía ser: verdaderos adoquines, problemas reales (o suficientemente reales para los participantes), violencia real y, de vez en cuando, víctimas reales. Sin embargo, desde otro punto de vista, a todo aquello parecía faltarle algo de seriedad: incluso en aquellos momentos me costaba mucho creer que bajo los adoquines estaba la playa (sous le pavés la plage), y todavía más que una comunidad de estudiantes descaradamente obsesionados con sus planes de verano -recuerdo lo mucho que se hablaba, en medio de intensos debates y manifestaciones, de ir a pasar las vacaciones a Cuba- pretendiera seriamente derrocar al presidente Charles de Gaulle y su Quinta República. De todas formas, con sus propios hijos en las calles, muchos comentaristas franceses aparentaban creer que podía suceder y estaban, por consiguiente, nerviosos.
Al final, no ocurrió nada serio y todos volvimos a casa. En su momento, me pareció que Aron había sido innecesariamente despectivo; era su dispepsia, provocada por el entusiasmo adulador de algunos de sus colegas, que se sentían arrebatados por los sosos clichés utópicos de sus atractivos pupilos y estaban deseando unirse a ellos. Hoy tendería a compartir su desprecio, pero entonces me pareció excesivo. Lo que más parecía molestar a Aron era que todo el mundo estaba divirtiéndose y, a pesar de su inteligencia, no era capaz de ver que, aunque divertirse no es lo mismo que hacer la revolución, muchas revoluciones han comenzado entre juegos y risas.
Uno o dos años después visité a un amigo que estudiaba en una universidad alemana; Gottinga, creo recordar. Resultó que, en Alemania, "revolución" significaba algo muy distinto. Nadie se divertía. A ojos de un inglés, todos parecían indescriptiblemente serios y alarmantemente preocupados por el sexo. Eso era una cosa nueva: los estudiantes ingleses pensaban mucho en el sexo, pero lo practicaban muy poco, mientras que los estudiantes franceses eran mucho más activos (o al menos me lo había parecido), pero mantenían el sexo y la política separados. Salvo por el llamamiento ocasional de "haz el amor y no la guerra", su actividad política era intensamente -absurdamente- teórica y seca. La participación de las mujeres -si es que la había- se limitaba a hacer café y compartir la cama (y aparecer como accesorios visuales a hombros de los varones para posar ante los fotógrafos de prensa). No es de extrañar que poco después apareciera el feminismo radical.
En Alemania, por el contrario, la política tenía que ver con el sexo, y el sexo, en gran medida, con la política. Me sorprendió descubrir, mientras visitaba a un colectivo de estudiantes alemanes (todos los estudiantes alemanes que conocí parecían vivir en comunas, compartiendo grandes pisos y las parejas respectivas), que mis contemporáneos de la Bundesrepublik se creían verdaderamente su propia retórica. Me explicaban que abordar las relaciones sexuales de manera despreocupada y sin ningún tipo de complejo era la mejor forma de liberarse de cualquier ilusión sobre el imperialismo americano y representaba una limpieza terapéutica del legado nazi de sus padres, que caracterizaban de sexualidad reprimida disfrazada de arrogancia nacionalista.
La idea de que una persona de 20 años en Europa Occidental podía exorcizar la culpa de sus padres despojándose (y despojando a su pareja) de ropas e inhibiciones -deshaciéndose metafóricamente de los símbolos de la tolerancia represiva- me pareció, desde mi perspectiva de izquierdista empírico inglés, algo sospechosa. Qué suerte que el antinazismo exigiera -hasta el punto de definirse en función de ellos- orgasmos en serie. Claro que, pensándolo bien, ¿quién era yo para quejarme? Un estudiante de Cambridge cuyo universo político estaba limitado por policías respetuosos y la limpia conciencia de un país victorioso que no había sido ocupado no era quizá el más apropiado para juzgar las estrategias purgativas de otros.
Tal vez no me habría sentido tan superior si hubiera estado más al tanto de lo que estaba sucediendo a unos cuantos kilómetros al este. ¿Cómo de hermético debía de ser el mundo de la guerra fría en Europa Occidental para que yo -estudiante aventajado de historia (!), judío originario de Europa del Este, que hablaba varios idiomas y había viajado mucho por mi mitad del continente- ignorase por completo los cataclísmicos acontecimientos que estaban produciéndose en Polonia y Checoslovaquia en esa misma época? ¿Me atraía la revolución? Entonces, ¿por qué no fui a Praga, sin la menor duda el lugar más apasionante de Europa en aquel momento? ¿O a Varsovia, donde mis coetáneos corrían peligro de expulsión, exilio y cárcel por sus ideas y sus ideales?
¿Qué dice de las falsas ilusiones del Mayo del 68 el hecho de que no pueda recordar ni una sola alusión a la Primavera de Praga, ni mucho menos al levantamiento estudiantil de Polonia, en nuestros serios debates radicales? Si hubiéramos sido menos provincianos (cuarenta años después, resulta difícil transmitir el grado de intensidad con el que podíamos llegar a discutir la injusticia de los horarios de cierre de la universidad), habríamos podido dejar una huella más duradera. En cambio, sólo sabíamos hablar hasta altas horas de la noche de la Revolución Cultural china, las revueltas en México e incluso las sentadas en la Universidad de Columbia. Salvo por algún que otro alemán despreciativo, satisfecho de considerar al checo Dubcek como otro renegado reformista, nadie hablaba de Europa del Este.
En retrospectiva, no puedo evitar pensar que perdimos una oportunidad. ¿Marxistas? Entonces, ¿por qué no estábamos en Varsovia debatiendo los últimos fragmentos del revisionismo comunista con el gran Leszek Kolakowski y sus alumnos? ¿Rebeldes? ¿Por qué causa? ¿A qué precio? Incluso los escasos conocidos míos que tenían la mala suerte de pasar una noche en la comisaría solían estar de vuelta en casa para la hora de la comida. ¿Qué sabíamos nosotros sobre el valor que hacía falta para soportar semanas de interrogatorios en las prisiones de Varsovia, seguidas de condenas de cárcel de uno, dos o tres años para estudiantes que se habían atrevido a pedir las cosas que nosotros dábamos por descontadas?
A pesar de nuestras ostentosas teorías sobre la historia, no fuimos capaces de reconocer uno de sus hitos fundamentales. Fue en Praga y Varsovia, en aquellos meses de verano de 1968, donde el marxismo acabó consigo mismo. Fueron los rebeldes estudiantiles de Europa Central quienes después debilitaron, desacreditaron y derrocaron no sólo un par de regímenes comunistas ruinosos, sino la propia idea del comunismo. Si nos hubiera preocupado un poco más el destino de las ideas que manejábamos con tan poca sinceridad, tal vez habríamos prestado más atención a las acciones y las opiniones de quienes se habían educado bajo su sombra.
Nadie debe sentirse culpable por haber nacido en el lugar apropiado y el momento oportuno. En Occidente fuimos una generación afortunada. No cambiamos el mundo; más bien, el mundo se avino a cambiar para nosotros. Todo parecía posible: a diferencia de los jóvenes de hoy, nunca tuvimos la menor duda de que íbamos a tener un trabajo interesante y, por tanto, no sentíamos la necesidad de desperdiciar nuestro tiempo en nada tan degradante como la "escuela de negocios". Casi todos acabamos trabajando en la educación o en la administración pública. Dedicamos nuestras energías a hablar de lo que no funcionaba en el mundo y cómo cambiarlo. Protestamos contra las cosas que no nos gustaban, e hicimos bien. Desde nuestro punto de vista, al menos, fuimos una generación revolucionaria... Qué lástima que nos perdimos la revolución.
© Tony Judt, 2010. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia. La semana próxima, un nuevo artículo de Tony Judt.