viernes, 23 de diciembre de 2011

El jarrón chino se llama Lula - El País - 2011

Conferencia Global Progress
El jarrón chino se llama Lula
El expresidente de Brasil aboga por "pensar más en las próximas generaciones que en las próximas elecciones".


Las primeras palabras de Lula, expresidente de Brasil, ante la conferencia Global Progress, que ha reunido en Madrid a líderes progresistas, fueron para confesar que él también es un jarrón chino, como suele definirse su homólogo Felipe González. “¡Nadie sabe qué hacer con los expresidentes!”, exclamó, en un guiño para ganarse al público: a los que ya conocían la expresión y a los que oían por primera vez la historia de ese jarrón que queda magnífico en un palacio presidencial, pero que no sabes dónde colocar en un pisito.
Con el carisma del obrero metalúrgico que fue líder sindical y llegó a presidente (2003-2011) de un país de 200 millones de habitantes, Luiz Inácio Lula da Silva dijo: “Necesitamos políticos con coraje, dispuestos a servir bebidas amargas, pero no a permitir que el pueblo trabajador pague la crisis, [políticos] que piensen más en las próximas generaciones que en las próximas elecciones”. Estas palabras fueron recibidas con una de las varias ovaciones que logró el también exlíder del Partido de los Trabajadores de Brasil.
Da Silva comió ayer, junto al resto de los invitados más ilustres a la conferencia, en La Moncloa con el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. A las diez de esta mañana tiene previsto reunirse con el jefe de la oposición y líder del PP, Mariano Rajoy.
Lula se quejó muy crudamente en su discurso de que los dirigentes políticos acuerden los remedios a los males colectivos, pero luego no los apliquen. Se refirió en concreto de la crisis económica y financiera, y a las cumbres del G-20 de 2008, 2009 y 2010. “Se realizó un diagnóstico preciso de las causas de la crisis. Entonces ya dijimos que no era suficiente combatir los síntomas, sino que había que afrontar las causas. Y también dijimos que no se podía vencer esta crisis solo con medidas de ajuste, sino que era necesario recuperar el crecimiento y el desarrollo a escala mundial”. Diagnosticaron, propusieron un catálogo de medidas para corregir la situación, pero, recalcó el expresidente de Brasil, “las recomendaciones no se cumplieron”.
Por eso el expresidente, que reconoció que viaja mucho para dejar gobernar tranquila a “la compañera Dilma Rousseff”, insistió en que la solución a la crisis debe ser política, no técnica. Para eso, explicó, harían falta “instituciones multinacionales que obliguen a cumplir los acuerdos que alcanzan los organismos internacionales”. Los mandatarios retirados y en activo que participaron en la conferencia han pedido al próximo G-20, que se celebra en Cannes (Francia) el mes que viene, un pacto social contra la crisis. Sostuvo Lula que la Unión Europea es “patrimonio democrático de la humanidad”, por lo que “el mundo no tiene derecho a permitir que la UE acabe”. Y por si no quedaba claro, añadió: “Es inaceptable que una economía como la de Grecia tenga en riesgo a toda la UE. Es como si una uña de mi dedito pudiera matarme”.
Para sazonar su receta anticrisis, Lula recomendó que en foros como el que le escuchaba fuera obligatorio ver “documentales como ese norteamericano” (cuyo título no acertó a recordar), posiblemente en referencia a Inside Job, y películas como “Wall Street: el dinero nunca duerme, de Michael Douglas”. El brasileño también fue ovacionado al decir justo después que “una buena parte de los que generaron la crisis están en los Gobiernos, y entonces sí que no hay solución”.
Lula se dirigía a los asistentes a la conferencia organizada por la Fundación Ideas, vivero ideológico del PSOE, y por el Center for American Progress con el aval de los logros de sus dos mandatos como presidente, que resumió en un puñado de datos: sus Gobiernos crearon 16 millones de empleos formales, lograron que 28 millones de brasileños se incorporaran a la clase media, sacaron a otros 28 millones de ciudadanos de la extrema pobreza, aumentaron los ingresos de la mitad de la población más pobre en un 68% y también incrementaron los ingresos de los ricos, pero menos, el 10%.

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