viernes, 23 de diciembre de 2011

Socialdemocracia y nueva sociedad - JC Rodríguez Ibarra - El País - 2011

Socialdemocracia y nueva sociedad
El siglo XXI y sus nuevas formas de producir y de crear riqueza exigen un socialismo distinto



El documento de la ponencia marco que el PSOE ha sometido a debate en su conferencia política se inicia con el siguiente párrafo: “La crisis económica que vivimos es a la vez el anuncio y la consecuencia de un gran tránsito histórico: el inicio de una nueva era en la historia de la humanidad. Un cambio al menos tan transcendental como lo fue el paso de la sociedad agraria y rural a la sociedad industrial y urbana, pero mucho más rápido que aquel o cualquier otro cambio de gran magnitud ocurrido con anterioridad”.
Se supone que si se hace esa declaración, y teniendo en cuenta que estamos en la prehistoria de esa nueva sociedad, todo el documento de 143 páginas debería haber estado impregnado de propuestas que dejaran atrás a la sociedad industrial para adentrarse en el ignoto mundo que surge de un “cambio tan transcendental”.
El PSOE, tras su conferencia política, deberá enfrentarse a varias preguntas, de cuyas respuestas dependerá su mayor o menor éxito en las elecciones del próximo 20-N y, lo que es más importante, la renovación de un proyecto socialdemócrata con credibilidad en el siglo XXI. La opción Rubalcaba es una vuelta al proyecto socialdemócrata que anima e inspira la acción política y los principios del PSOE. Durante la etapa que concluye en noviembre y comenzó en 2004, el Gobierno socialista se ha ido deslizando por el camino del radicalismo de corte italiano del siglo XX, ampliando determinados derechos cívicos que nos han hecho más libres pero no más iguales de lo que éramos cuando la crisis se nos vino encima.
Lo primero a lo que se debe enfrentar el candidato socialista es a lo siguiente: ¿qué papel debe jugar un partido en el seno de esa nueva sociedad? Los jóvenes que protagonizaron el Movimiento del 15-M no eran antisistema, sino que deseaban, y desean, articular una nueva forma de participación política que posibilite la intercomunicación, en tiempo real, entre electos y electores, tal y como es posible hacerlo hoy, gracias a las tecnologías que ahora existen. Un joven digital no entiende que tenga que esperar cuatro años para hacer llegar a sus representantes sus propuestas, sus opiniones, sus sueños, su aceptación o su rechazo de las políticas que articulan los partidos.
Un partido en el siglo XXI es aquel que es capaz de interactuar con sus electores proporcionándoles datos, argumentos y propuestas y, a la vez, mantener la capacidad de recibir argumentos, datos y propuestas, en tiempo real, de la sociedad. Soportar las estructuras jerárquicas partidarias actuales, con un líder que se rodea de ejecutivos fieles, cercanos al poder institucional y dos por conservar su posición desde una actitud acrítica, es ignorar la nueva forma en que los ciudadanos quieren y pueden participar en política.
¿Qué significa ser socialista en el siglo XXI? es otra pregunta que exige respuesta. Si la sociedad actual ha experimentado ese gran cambio del que se habla en el documento marco, no cabe la menor duda de que el socialismo de este siglo debe partir de unas premisas diferentes del socialismo del XIX y XX, puesto que una sociedad articulada alrededor de bases diferentes exige un socialismo distinto y reconocible para quienes viven inmersos en esta nueva forma de producir y de crear riqueza. Si todo está puesto en cuestión en estos momentos, ¿cuál es la razón para que no se dibuje una nueva manera de ser socialista? En las siglas del Partido Socialista aparece la O de obrero. ¿Qué significa ser obrero en el siglo XXI? Si hoy la sociedad nueva es la del conocimiento, parece lógico pensar que el obrero que trabaja en esta nueva sociedad no puede ser el equivalente al obrero del siglo pasado. ¿Qué son para el socialismo actual los creadores de Tuenti, Twitter, Facebook, Google..? Para algunos, esas empresas son el resultado del juego y el aburrimiento de una pandilla de niñatos que perdían su tiempo delante de un ordenador. Pero ha ocurrido que, en agosto, Movistar ha comprado Tuenti por 70 millones de euros. Seguro que los que andan anclados en el pasado seguirán preguntándose por las razones que han llevado a Telefónica a comprar el capricho y el aburrimiento de un grupito de jóvenes aislados con sus ordenadores.
Si estamos asistiendo al gran paso de la sociedad industrial a la sociedad del conocimiento y de la inteligencia, habrá que concluir que el patrimonio de Twitter, Facebook, Microsoft, Tuenti, Movistar, Google, Youtube, Appel, etcétera, no son ni los metros cuadrados de naves, ni sus máquinas, ni sus cadenas de montajes, ni sus obreros, ni sus palacios, ni sus yates, ni sus fincas. Su patrimonio es su inteligencia. ¿En qué está pensando el socialismo del siglo XXI cuando trata de recuperar el impuesto de patrimonio? ¿En el patrimonio del siglo pasado o en el patrimonio de la nueva sociedad?
Ser socialistas en el siglo XXI es tratar de articular una nueva forma de relacionarse con aquellos sectores que tienen a su disposición un gran patrimonio tecnológico y ponerlo al servicio de España, de esos sectores y de la juventud española que crea, arriesga, fracasa y triunfa, mediante un sistema de colaboración simbiótica que permita un beneficio para el país, para las empresas y para los jóvenes creadores del siglo XXI. Invertir 70 millones en comprar el resultado del trabajo de una cuadrilla de jóvenes es tan absurdo como tirar el dinero por el balcón. Las empresas tecnológicas españolas, y todas aquellas que han decidido apostar por la innovación, resultarán más útiles y rentables a España si el impuesto de patrimonio del siglo pasado se sustituye por un acuerdo de inversión equivalente entre el Gobierno y esas empresas, aplicable a dotar de contratos a los jóvenes españoles que se encuentren capacitados para elaborar proyectos innovadores que, sin duda, generarán conocimiento, en primera instancia, y competitividad a continuación.
Ser socialista en el siglo actual es apostar por una nueva forma de recaudar e invertir el patrimonio acumulado en la nueva sociedad. Se trata de articular un gran pacto con la sociedad del que formen parte del Estado, la empresa y los jóvenes creadores.
En eso debería consistir ser socialista ahora; en ser capaces de descubrir y abrirse a la sociedad invisible, tan presente en tantas partes y tan ignorada por los responsables políticos e institucionales. Sociedad invisible formada por seres anónimos, creadores, innovadores, arriesgados, que no pierden la ilusión ni el optimismo, porque saben que cada fracaso no es el fin, sino el principio de una acumulación de conocimientos que, tarde o temprano, se plasmarán en un gran proyecto que, con el paso del tiempo, será comprado por una gran multinacional que no creyó en ellos hasta que no triunfaron. El socialismo del siglo XXI deberá ser capaz de asumir y compartir el riesgo de los creadores de este momento.
Para responder a los retos del siglo en el que vivimos, el socialismo necesita la complicidad de todos aquellos que deseen interactuar con ese pensamiento y la complicidad de los nuevos exploradores que saben que el futuro está a nuestro alcance.
El socialismo del siglo XXI, si gobierna tras las próximas elecciones, debería comprometerse a hacerse cargo de los gastos sociales y del seguro de desempleo de todos aquellos exploradores que sean contratados por empresas o inversores que decidan adentrarse en esos terrenos de innovación y de invención de nuevas iniciativas. Se trataría de pensar de una forma distinta lo que hasta ahora ha sido la Responsabilidad Social Corporativa de las empresas.
Juan Carlos Rodríguez Ibarra fue presidente de Extremadura y es miembro del Consejo de Estado.

El jarrón chino se llama Lula - El País - 2011

Conferencia Global Progress
El jarrón chino se llama Lula
El expresidente de Brasil aboga por "pensar más en las próximas generaciones que en las próximas elecciones".


Las primeras palabras de Lula, expresidente de Brasil, ante la conferencia Global Progress, que ha reunido en Madrid a líderes progresistas, fueron para confesar que él también es un jarrón chino, como suele definirse su homólogo Felipe González. “¡Nadie sabe qué hacer con los expresidentes!”, exclamó, en un guiño para ganarse al público: a los que ya conocían la expresión y a los que oían por primera vez la historia de ese jarrón que queda magnífico en un palacio presidencial, pero que no sabes dónde colocar en un pisito.
Con el carisma del obrero metalúrgico que fue líder sindical y llegó a presidente (2003-2011) de un país de 200 millones de habitantes, Luiz Inácio Lula da Silva dijo: “Necesitamos políticos con coraje, dispuestos a servir bebidas amargas, pero no a permitir que el pueblo trabajador pague la crisis, [políticos] que piensen más en las próximas generaciones que en las próximas elecciones”. Estas palabras fueron recibidas con una de las varias ovaciones que logró el también exlíder del Partido de los Trabajadores de Brasil.
Da Silva comió ayer, junto al resto de los invitados más ilustres a la conferencia, en La Moncloa con el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. A las diez de esta mañana tiene previsto reunirse con el jefe de la oposición y líder del PP, Mariano Rajoy.
Lula se quejó muy crudamente en su discurso de que los dirigentes políticos acuerden los remedios a los males colectivos, pero luego no los apliquen. Se refirió en concreto de la crisis económica y financiera, y a las cumbres del G-20 de 2008, 2009 y 2010. “Se realizó un diagnóstico preciso de las causas de la crisis. Entonces ya dijimos que no era suficiente combatir los síntomas, sino que había que afrontar las causas. Y también dijimos que no se podía vencer esta crisis solo con medidas de ajuste, sino que era necesario recuperar el crecimiento y el desarrollo a escala mundial”. Diagnosticaron, propusieron un catálogo de medidas para corregir la situación, pero, recalcó el expresidente de Brasil, “las recomendaciones no se cumplieron”.
Por eso el expresidente, que reconoció que viaja mucho para dejar gobernar tranquila a “la compañera Dilma Rousseff”, insistió en que la solución a la crisis debe ser política, no técnica. Para eso, explicó, harían falta “instituciones multinacionales que obliguen a cumplir los acuerdos que alcanzan los organismos internacionales”. Los mandatarios retirados y en activo que participaron en la conferencia han pedido al próximo G-20, que se celebra en Cannes (Francia) el mes que viene, un pacto social contra la crisis. Sostuvo Lula que la Unión Europea es “patrimonio democrático de la humanidad”, por lo que “el mundo no tiene derecho a permitir que la UE acabe”. Y por si no quedaba claro, añadió: “Es inaceptable que una economía como la de Grecia tenga en riesgo a toda la UE. Es como si una uña de mi dedito pudiera matarme”.
Para sazonar su receta anticrisis, Lula recomendó que en foros como el que le escuchaba fuera obligatorio ver “documentales como ese norteamericano” (cuyo título no acertó a recordar), posiblemente en referencia a Inside Job, y películas como “Wall Street: el dinero nunca duerme, de Michael Douglas”. El brasileño también fue ovacionado al decir justo después que “una buena parte de los que generaron la crisis están en los Gobiernos, y entonces sí que no hay solución”.
Lula se dirigía a los asistentes a la conferencia organizada por la Fundación Ideas, vivero ideológico del PSOE, y por el Center for American Progress con el aval de los logros de sus dos mandatos como presidente, que resumió en un puñado de datos: sus Gobiernos crearon 16 millones de empleos formales, lograron que 28 millones de brasileños se incorporaran a la clase media, sacaron a otros 28 millones de ciudadanos de la extrema pobreza, aumentaron los ingresos de la mitad de la población más pobre en un 68% y también incrementaron los ingresos de los ricos, pero menos, el 10%.

La socialdemocracía en la globalización - José María Barreda - El País 201

La socialdemocracia en la globalización
El reto consiste en hacer viable la "unidad en la diversidad" que inspira a la UE y en articular unos Estados Unidos de Europa con instituciones plenamente democráticas y capaces de actuar contra los mercados opacos


En las últimas décadas el mundo ha cambiado, aunque no tanto como para que la historia haya llegado a su fin. En Europa, los Estados-nación no han conseguido adaptarse al nuevo contexto de mundialización ni han sido consecuentes con la construcción de una entidad supranacional.
El Estado no ha existido siempre. Engels y la tradición marxista ligan su aparición al momento en que la sociedad se divide en clases con intereses enfrentados. El propio colaborador de Marx escribió que la versión más elevada del Estado es la democracia burguesa en la que la riqueza ejerce su poder bajo la forma de alianza entre el Gobierno y la Bolsa. En 1884 hizo un análisis que compartirían hoy los indignados: "Esta alianza se realiza con tanta mayor facilidad cuanto más crecen las deudas del Estado y más van concentrando en sus manos las sociedades por acciones, haciendo de la Bolsa su centro".
Es cierto que no todos los autores socialistas mantuvieron la tesis de que el Estado es necesariamente un instrumento de opresión. Ya Kautsky, del que renegaron los defensores de la dictadura del proletariado, mantuvo que la democracia puede conseguir que el Estado sirva al interés general.

El populismo de derechas critica a Bruselas y acusa a las autonomías de debilitar a España
La historia parece dar la razón a Kautsky y a la tradición del socialismo democrático y demuestra que han existido diferentes modelos de Estado, unos opresores de los individuos y otros garantes de sus derechos y libertades. Eso sí, desde el primer momento su nacimiento se acompañó de la aparición de los impuestos. Sea para sostener las instituciones coercitivas y la burocracia, o para redistribuir la riqueza y contribuir al interés general, el Estado ha precisado siempre de las contribuciones de los ciudadanos.
Tras la II Guerra Mundial, los Estados-nación de buena parte de los países occidentales administraron durante más de tres décadas recursos sin precedentes y se convirtieron en Estados providencia que garantizaban la seguridad y la tranquilidad desde la cuna hasta la tumba. Los Estados de bienestar cumplían una función preventiva contra la depresión económica y sus corolarios políticos extremos: el fascismo y el comunismo.

Triunfó la idea de que no había alternativa al capitalismo liberal, cada vez más puro y duro
Sin embargo, en los ochenta, desde poco antes de hacerse evidente la derrota del comunismo, se desató en Occidente una campaña de desprestigio del Estado. Esa campaña se recrudeció con la caída del muro de Berlín y se pretendió enterrar al Estado junto con sus cascotes al presentarle como causante de la ineficacia económica y lastre para el progreso. Las consignas son bien conocidas: "Cuanto menos Estado, mejor"; "cuanto menos regulación, mejor"; "cuanto menos impuestos, mejor". Son versiones nuevas del antiguo lema liberal "dejad hacer, dejad pasar, que el mundo gira por sí solo". Triunfó la idea de que no había alternativa al capitalismo liberal, cada vez más puro y duro. El vendaval ideológico fue de tal magnitud que una buena parte de la izquierda, en una muestra de pérdida de la hegemonía ideológica, abrazó esos postulados.
Ello hace necesario reafirmar algo que debería ser evidente: no hay derechos ciudadanos sin la garantía de las instituciones estatales y no hay Estado sin impuestos. La Constitución Española está impregnada de este principio.
Es cierto que la necesidad de Estado para asegurar derechos de los individuos no justifica cualquier dimensión del Estado. La cuestión no es tanto de tamaño, que haya más o menos Estado, sino de eficacia.
Es verdad también que la tributación de las clases intermedias se tiene que implementar con su apoyo, facilitando también su acceso a los servicios ofrecidos y desplegando la necesaria pedagogía para que comprendan que el interés colectivo coincide con su interés específico.
Los Estados de bienestar europeos que aportaron estabilidad política y un gran éxito económico demuestran que ambas cosas son posibles. Pero aquella experiencia se construyó sobre otro mundo. Los Estados-nación han ido retrocediendo ante el avance de la economía global. Los partidos socialistas y los sindicatos de clase entonan La Internacional pero siguen actuando dentro de los estrechos límites de sus Estados, cuyos Gobiernos cada vez tienen menos capacidad de maniobra.
El eurocentrismo hace tiempo que terminó, por mucho que Europa siga siendo la región del planeta en la que hay más bienestar. Pero esa situación privilegiada se ve amenazada si no se hacen bien los deberes, sobre todo en relación a la materia prima que es hoy más importante. En este momento la materia prima más importante es la materia gris: el conocimiento, la inteligencia. Solo mejorando el capital humano podemos los europeos hacer cosas nuevas, buenas y distintas que nos sitúen en posición de ventaja frente a Estados Unidos, Japón, China y los demás países ya emergidos en el nuevo mundo globalizado.
Las dificultades de adaptación del Estado a la nueva realidad global se plantean con acentos específicos en nuestro país. Desde 1977 hemos protagonizado una transformación del Estado rápida, profunda y exitosa. Hemos pasado de una dictadura a una democracia y, paralelamente, de un hipercentralismo a una gran descentralización. En un doble proceso paralelo, y aparentemente contradictorio, en España hemos desarrollado el Estado de las Autonomías, descentralizando hacia abajo, y a la vez hemos cedido poder político hacia arriba, transfiriendo a Europa decisiones políticas que siempre se relacionaron con la soberanía nacional.
Para otras opciones, el debilitamiento del Estado puede ser un asunto menor, incluso deseable. Para los socialdemócratas el papel del Estado es fundamental para conseguir una sociedad que combine "la mayor igualdad posible con la mayor libertad posible". Así pues, necesitamos de instituciones democráticas poderosas para desarrollar nuestra política, pero el Estado se ha ido vaciando de potencia en favor de instituciones autonómicas descentralizadas y en provecho de instituciones europeas poco democráticas. ¿Cómo resolver ese dilema?
A mi juicio, no es posible lograrlo en solitario. No es posible "construir la socialdemocracia" en un solo país, menos aún si ese país está tan descentralizado como España. Pero tampoco en los demás Estados-nación, porque ninguno alcanzan por sí solos a hacer frente con eficacia a los retos de la globalización.

Otra cuestión crucial es que los Gobiernos democráticos y transparentes y el Gobierno europeo sean capaces de imponerse sobre los mercados
La respuesta está en articular coherentemente la "unidad en la diversidad" que inspira a la UE. Es preciso articular unos Estados Unidos de Europa con instituciones plenamente democráticas y capaces de actuar con peso en el mundo globalizado. Es cierto que esa empresa tropieza con un obstáculo poderoso: los nacionalismos que frenan cualquier esfuerzo federal dentro de cada nación y en relación con el conjunto europeo. Y sin embargo ese es el desafío: democratizar plenamente los Estados de la Unión y, a la vez, el conjunto de la Unión, eliminando los déficits democráticos tan reiteradamente denunciados.
La otra cuestión crucial es que los Gobiernos democráticos y transparentes y el Gobierno europeo sean capaces de imponerse sobre los mercados ignotos y opacos. Que sean capaces de evitar que sea una mano invisible, que a nadie rinde cuentas, quien rija los destinos de la sociedad, sino los rostros conocidos, y elegidos, de los gobernantes democráticos.
Solo la actuación concertada de poderes públicos democráticos que sean representación efectiva de las mayorías permitirá afrontar la crisis sistémica. Que esto es posible lo muestra la historia del Estado moderno que, tras diversas etapas, devino en Estado de bienestar. Esta singular conquista de Europa es la que hoy está amenazada por la desvalorización de los débiles poderes públicos democráticos que alimenta la ideología populista de derechas.
España enfrenta un doble desafío: culminar el Estado autonómico, fomentando la unidad en la diversidad, y conseguir al tiempo la unidad europea preservando también su diversidad. No son procesos contradictorios. Los mismos que critican las autonomías son los que ven con recelo el traspaso de competencias en favor de Europa. El populismo de derechas aprovecha los estragos de la crisis y ha desatado una ofensiva en dos frentes: por un lado el enemigo es la burocracia de Bruselas, el euro, la Unidad Europea, que "despojan a España de soberanía"; por otro, las autonomías, que "debilitan a España y amenazan su unidad".
Ahora está muy de moda entre ciertos políticos conservadores decir que sobran políticos... ¿Cuál será el paso siguiente? ¿Acaso sostener que sobra sin más la política y la democracia?

Cómo superó el SPD la catástrofe - El País - 2011

Cómo superó el SPD la catástrofe
Con su recuperación desde 2009, el socialismo alemán se convierte en ejemplo para el PSOE
Berlin 26 NOV 2011 - 20:34 CET


El 27 de septiembre de 2009 fue un día aciago para el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD). Tras 11 años de Gobierno ininterrumpido en dos coaliciones diferentes, la centenaria formación encajó sus peores resultados desde la II Guerra Mundial. Solo obtuvieron 10 millones de votos, la mitad de los que logró Gerhard Schröder para formar su Gobierno con Los Verdes (1998-2005). El inusitado 23% de hace dos años parecía certificar la baja definitiva del SPD como segundo partido popular (volkspartei) alemán. Sin embargo, los socialdemócratas alemanes están recuperándose de aquel descalabro. Según una encuesta publicada el viernes por la televisión pública, el SPD se estabiliza por encima del 30% de intención de voto. Aún están varios puntos por debajo de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de la canciller Angela Merkel, pero tendrían suficiente fuerza para reemplazarla junto a Los Verdes.
La recuperación del SPD ha salido adelante sin grandes golpes de efecto. Poco después de perder las elecciones y verse expulsados de la Gran Coalición (2005-2009) con Angela Merkel, el SPD eligió a Sigmar Gabriel como nuevo presidente. Actuó con precaución: se entendió con el fracasado candidato Frank-Walter Steinmeier y lo conservó como jefe del grupo parlamentario en el Bundestag. Gabriel y Steinmeier se complementan bien: el primero es un retórico hábil, un buen repartidor de pullas de aspecto y actitud populares. Steinmeier, por su parte, está sacudiéndose con éxito su imagen de segundón burócrata sin perder su halo de seriedad y de competencia. El dúo se ha convertido en trío en estos últimos meses, desde que se les ha sumado Peer Steinbrück como posible candidato a liderar las listas del SPD en las generales de 2013. Juntos protagonizan, en asombrosa armonía, la salida del SPD de su agujero.
En modo alguno ha sido una revolución, ni siquiera una auténtica renovación. El triunvirato está casi tan entrado en años como en carnes. Bien fogueados, todos fueron ministros federales en la Gran Coalición de Merkel (2005-2009). Steinmeier (55) llevó la cartera de Exteriores y la Vicecancillería. Steinbrück (64) ocupó el crucial sillón de Hacienda, y Gabriel (52), el de Medio Ambiente. Aún hoy no se sabe cuál de los tres será candidato a la Cancillería dentro de dos años.
En los primeros meses se debatió en el SPD la conveniencia de distanciarse de las políticas seguidas durante los 11 años de gobierno. Primero, de los recortes sociales de la llamada Agenda 2010 y la participación en la guerra de Afganistán, decididas por Schröder. Después, del retraso de la edad de jubilación hasta los 67 años y de las demás reformas pactadas con Merkel. Ulrich Deupmann, que era asesor de Steinmeier cuando dirigía la diplomacia alemana y dirige la consultora política Ideas.ag, considera que la clave fue que “se revisaron las políticas pasadas, pero no se renegó de ellas”. Las continuidades en el directorio del SPD se vieron así refrendadas por la congruencia programática: “La línea del partido no se perdió y eso nos permitió recuperar la credibilidad”. Sí se revocaron algunas decisiones menores, como las relativas a la regulación de los trabajos temporales y los salarios mínimos.

La clave, según un exasesor de Steinmer, fue que “se revisaron las políticas pasadas, pero no se renegó de ellas”
Estos son los cambios que el politólogo berlinés Peter Lösche considera perentorios para la reparación del SPD. Lösche, militante socialdemócrata como lo fueron sus padres y sus abuelos en el siglo XIX, considera que la Agenda 2010 “está quedándose atrás en el recuerdo”, pero cree que aún irrita al electorado clásico del SPD. Sindicalistas e izquierdistas del SPD “tienen problemas con aquellas medidas”. Gabriel y Steinmeier están consiguiendo separarse de su imagen como artífices de los recortes, aunque Steinmeier fuera de hecho el verdadero padre de la Agenda 2010. Así que Steinbrück se queda con el ala liberal del SPD y es, “hoy por hoy, el más indicado para tender puentes al centro, algo imprescindible para ganar unas elecciones”.
La imagen de Steinbrück prometiendo junto a Merkel que las cuentas corrientes estaban a salvo de la crisis financiera de 2008 ha quedado grabada en la retina millones de alemanes. El que fuera ministro de Hacienda protagoniza ahora una agresiva campaña para presentarse como futuro rival socialdemócrata de su antigua jefa. El influyente Der Spiegel le dedicó hace un mes una portada encomiástica, apadrinada por el excanciller Helmut Schmidt. El envite es claro, pero los otros dos líderes se han mantenido delicadamente al margen. El SPD no designará a su candidato hasta entrado 2012, de modo que el audaz avance de Steinbrück podría salirle por la culata debido al desgaste. Hasta entonces, el trío evita cualquier roce en público. Atrás quedan las trifulcas internas entre 2005 y 2009.
Peer Steinbrück en una reunión del G-8 en Moscú, con la bandera alemana en primer plano. / DENIS SINKAYOV
El SPD ha sabido evitar el caos en el que podrían haber caído tras un desastre como el de 2009. Pese a las tentaciones de pasarse a la oposición frontal, ha mantenido sus posturas europeístas apoyando en 2011 la impopular participación alemana en el segundo rescate griego y en el multimillonario fondo europeo de estabilidad. Esta política sufrió un patinazo notable en 2010, cuando se abstuvieron de dos votaciones en el primer rescate. En 2011, en cambio, el SPD ha criticado la falta de compromiso del Gobierno con la idea europea.
El SPD ha pasado estos dos años esforzándose en ofrecer una imagen centrada, de responsabilidad de Estado. Las elecciones regionales celebradas desde entonces les han dado resultados satisfactorios. La recuperación de Renania de Norte-Westfalia en 2010 o la mayoría absoluta en Hamburgo este año han apuntalado el crecimiento del SPD como segundo partido federal. El desastre nuclear de Fukushima en marzo dio alas a Los Verdes, que llegaron a superar al SPD en algunas encuestas e incluso quedaron por delante en las estratégicas elecciones de Baden-Württemberg, donde ahora gobiernan con el SPD. Sin embargo, la burbuja Verde ha pinchado en las recientes elecciones de Berlín. Del 28% de hace unos meses han vuelto ahora a los alrededores del 15% en las encuestas. También el partido la Izquierda (Die Linke), afectado por tensiones internas, ha frenado su auge de hace un par de años.
El propio Gabriel reconoce que buena parte del mérito de su recuperación está en el Gobierno. La CDU y sus socios liberales del FDP empezaron su coalición con pésimo pie. El FDP, habituado a la oposición, parecía más una plataforma ciudadana que un partido de gobierno. Se presentaron a las elecciones asegurando que bajarían los impuestos y obtuvieron así el 15% de los votos, su mejor resultado histórico. No han cumplido su promesa, por la crisis, y los sondeos de intención de voto los sitúan ahora por debajo del 5% necesario para entrar en el Bundestag. Un socialdemócrata pedía no dar su nombre al explicar, con bastante schadenfreude (regodeo en el mal ajeno), que “esa tropa de aficionados se creía sus propias monsergas, porque no tenía ni idea de que gobernar no es aplicar un programa, sino elegir entre una mierda y otra mierda más grande”.

Por una política socialdemócrata - Pedro Bofill - El País - 2011

TRIBUNA: PEDRO BOFILL
Por una política socialdemócrata
El PSOE aplica una política lejana a sus principios. Se impone un giro que incluya propuestas para regenerar la democracia, como la reforma electoral, e iniciativas económicas como una reforma fiscal y una banca pública
PEDRO BOFILL 27/06/2011

La severa derrota cosechada por el PSOE en las elecciones municipales y autonómicas ha puesto a los socialistas españoles en una frágil situación política que afecta a toda la izquierda, ya que es la organización con cuyas propuestas y programas se han identificado tradicionalmente los sectores más progresistas de nuestra sociedad. Estos resultados ponen claramente de manifiesto que los votantes de izquierda han decidido castigar al Gobierno de la nación por la crisis económica y al Partido Socialista, por su política alejada de los principios de la socialdemocracia evolucionada.
Nuestra democracia se ha deteriorado. Los políticos se han alejado de la ciudadanía
Los ajustes los exigen los culpables de la crisis y los sufre la gente en su nivel de vida y sus derechos
El error del socialismo ha sido refugiarse a veces en principios claramente opuestos a los socialistas, como el nacionalismo egoísta o ciertos supuestos del liberalismo manchesteriano, entre otros, abandonando los criterios programáticos de la izquierda democrática, que había logrado integrar a la sociedad española en una convivencia respetuosa y solidaria. Convivencia, en la que los principios de igualdad de oportunidades y respeto a los derechos humanos y sociales habían creado las condiciones idóneas para la movilidad vertical y la promoción de los mejores en torno a la modernización de España.
La actual crisis económica es consecuencia de los excesos de los sistemas financieros internacionales ocasionados por su desregulación, presentada como presupuesto para avanzar económicamente. Esta situación ha sido aprovechada por los sectores financieros para imponer sus criterios y actuar en beneficio propio. Debido a la debilidad de los poderes públicos, estos sectores, lejos de reconocer sus fallos y las consecuencias que tienen, nos imponen unas recetas, las suyas, que nos abocan a una nueva crisis más aguda y dolorosa, de no remediarlo los legítimos representantes de los ciudadanos.
Como los socialdemócratas hemos afirmado tradicionalmente, los mercados han demostrado una vez más que son incapaces de regularse por sí mismos. La falta de una adecuada intervención de los poderes públicos ha agudizado la insolidaridad y ha generado situaciones de extrema injusticia, que ponen en peligro la paz social, tan costosamente conseguida.
La crisis económica originada por los abusos del sistema financiero ha agravado la crisis política. El sistema democrático español ha experimentado en esta última década un notable deterioro cuyas causas son, entre otras, la desnaturalización de los mecanismos de representación, el autismo de los partidos políticos, el alejamiento de los dirigentes democráticos de la sociedad y los sucesivos escándalos de corrupción. Estos comportamientos y abusos, además de corroer la propia esencia del poder representativo, generan el desánimo en los ciudadanos, favorecen la pérdida de los valores básicos de la convivencia y fermentan la expansión del nihilismo político.
Si no se actúa enérgicamente contra esas deficiencias, el sistema democrático corre el riesgo de degenerar, máxime si los sectores más retrógrados, al socaire de la debilidad mostrada por el poder político frente al financiero, continúan intentando el desmantelamiento del Estado del bienestar, clave de bóveda de la civilización europea. Con cuatro millones de parados -el 40%, jóvenes-, se corre el riesgo de que reaparezcan el conflicto y el enfrentamiento social, con las trágicas consecuencias que históricamente han tenido en Europa.
Ante la gravedad de la crisis, que ha supuesto uno de los fracasos más contundentes del liberalismo económico más acérrimo, resulta paradójico que sean precisamente sus responsables los que orienten las medidas que tienen que tomar los Gobiernos. Es un sarcasmo que quienes han fomentado inversiones temerarias o han alentado un consumo irresponsable culpen ahora a los ciudadanos por vivir por encima de sus posibilidades y reclamen medidas de ajuste que limitan gravemente los avances sociales alcanzados.
Es cierto que el Gobierno, pese a sus fallos, se ha visto obligado a tomar medidas impopulares pero absolutamente necesarias para sortear las consecuencias aún más graves que la crisis habría tenido. Estas medidas no han sido apoyadas por el Partido Popular, que, al contrario, las ha criticado irresponsablemente por un puñado de votos. La realidad nos demostrará, si desgraciadamente ganan las próximas elecciones, que su política consiste en limitar los derechos sociales logrados por los españoles.
A fin de que los ciudadanos españoles puedan recuperar su estabilidad económica y su nivel de vida, es necesario articular propuestas basadas en:
- La reafirmación responsable de un Estado del bienestar que garantice la solución de las necesidades básicas de una sociedad avanzada como la española, porque aquel no solo genera actividad económica y riqueza, sino que además aporta paz social, requisito indispensable para consolidar el desarrollo social y económico.
La educación, la sanidad y los servicios sociales son parte imprescindible de la inversión productiva en las sociedades avanzadas, y no un gasto inútil como afirman sectores de la derecha.
- La recuperación urgente por parte del Estado del sector financiero básico que permita afrontar directamente las necesidades crediticias de los sectores local, agrario e hipotecario, sin recurrir necesariamente a la intermediación de la banca privada.
- La reorientación del gasto autonómico hacia fines productivos que beneficien a los ciudadanos y no a intereses partidistas o de grupos. Es urgente la reasignación del gasto público de manera solidaria entre las distintas Comunidades Autónomas que integran España y dentro de cada una de ellas, creando además mecanismos que refuercen la transparencia en todas las instituciones locales, autonómicas y estatales.
- El respeto a las instituciones y a sus representantes, esencial para el desarrollo de un Estado democrático de derecho, en el bien entendido de que el principio de legalidad, y por tanto el sometimiento a las leyes, es exigible especialmente a quienes nos representan. Consecuentemente, es preciso el endurecimiento de las penas para aquellos representantes que utilizan su poder de manera torticera para enriquecerse. Igualmente es necesaria la adopción de ciertas medidas de austeridad que no suponen un gran ahorro, pero tienen un significado moral en la vida pública.
- La reforma del sistema tributario para que sea verdaderamente justo como se proclama en el artículo 31 de la Constitución, y el refuerzo de los mecanismos de lucha contra el fraude y la economía sumergida.
- La recuperación y el fomento de los valores en torno a los que se fraguó la conciencia cívica y solidaria que distingue a las sociedades europeas avanzadas. Es imprescindible que los españoles volvamos a confiar en nuestras instituciones y nos impliquemos en los asuntos públicos.
- La urgente reforma de la ley electoral, de manera que facilite una más justa representación en las instituciones, una mayor democracia interna en el proceso de elaboración de las listas, la participación de los mejores, y una cercanía entre representantes y representados de modo que estos últimos se hagan oír directamente. Abogamos por un sistema electoral similar al alemán, en el que se combinan criterios mayoritarios y proporcionales.
Estimamos que corresponde, en este momento:
- Un proceso electoral adecuado a la delicada situación económica, evitando incertidumbres que alienten la voracidad especuladora de los poderes financieros internacionales y el encarecimiento de la deuda.
- Una Conferencia específica -finalizado el proceso electoral- que elabore una nueva orientación del PSOE para facilitar una auténtica participación democrática de los militantes y nuevos cauces para los simpatizantes. Urge la adaptación de la estructura de nuestro partido a los cambios en las formas de movilización de los ciudadanos, para escuchar y responder a sus demandas y expectativas.
* Firman este artículo Pedro Bofill, que ha sido miembro de la Comisión Ejecutiva del PSOE, diputado, eurodiputado y delegado del Gobierno; Francisco Cruz de Castro, pintor, ex gobernador civil y ex director general; Bárbara Dührkop, que ha sido miembro de la Comisión Ejecutiva del PSE-PSOE y eurodiputada; Leopoldo Torres Boursault, que ha sido vicepresidente del Congreso de los Diputados y fiscal general del Estado; Ana Miranda de Lage, que ha sido miembro de la Comisión Ejecutiva del PSOE, senadora y eurodiputada, y Fernando Sanz, que ha sido senador.

Diario de una ideología - El País - 2011

Diario de una ideología
El Museo de Historia celebra el 125 aniversario de la fundación de 'El Socialista' con una muestra que repasa su trayectoria
ISABEL LAFONT - Madrid - 24/11/2011

Recorrer la historia de España a través de las páginas de El Socialista es montarse en la azarosa montaña rusa política del último siglo y cuarto. La fundación Pablo Iglesias ha querido marcar el aniversario del nacimiento en 1886 del principal instrumento de comunicación y propaganda del partido socialista y, a partir de 1888, también de la Unión General de Trabajadores (UGT). El Museo de Historia acoge hasta el 26 de febrero la muestra El socialista, 1886-2011: prensa y compromiso político, que recopila más de 150 objetos originales: fotografías, ejemplares de las distintas épocas de la publicación, los extraordinarios de la República, la colección de sus almanaques, las planchas de plomo con las que se componía el periódico en el exilio, varias prensas de época y una multicopista, entre otros.
"La exposición tiene un carácter marcadamente didáctico", explica el comisario de la misma, enrique Moral Sandoval, doctor en Ciencia Política de la facultad de Políticas de la Universidad Complutense de Madrid, que fue concejal de Cultura con Enrique Tierno Galván y secretario general de la Fundación Pablo Iglesias. Moral recuerda que, ya en sus orígenes, El Socialista tuvo entre sus objetivos primordiales la formación, en un momento en el que la mayor parte de la población española era analfabeta. "No solo impartía doctrina, sino que trataba de luchar, por ejemplo contra el alcoholismo, sacar a los hombres de las tabernas", añade. En ese afán casi moralizante, resalta Moral, El Socialista no admitía publicidad de tabaco ni alcohol ni cubría información taurina ni de sucesos: "Durante la Restauración, fue la única publicación que no admitió una subvención que se concedió por la carestía del papel y que todos los medios aceptaron, desde el monárquico ABC hasta el anarquista Solidaridad Obrera".
La exposición está dividida en siete secciones: los años fundacionales como semanario (1886-1913); los años previos a la II República (1913-1931); el periodo republicano, hasta el final de la Guerra Civil (1931-1936); los años de la clandestinidad y el exilio (1939-1977), con la publicación de El Socialista desde México primero y luego desde Toulouse; el periodo democrático, hasta la actualidad. El catálogo de la muestra refleja esa misma estructura, con textos de otros siete colaboradores (aparte de Moral, Santiago Castillo, Santos Juliá, Aurelio Martín Nájera, José Martínez Cobo y José Antonio Gurriarán). Además, se ha incluido una selección de textos de Pablo Iglesias, otra de editoriales del periódico y un conjunto de colaboraciones de personalidades de todas las épocas, como José Ortega y Gasset, Ramiro de Maeztu, Benito Pérez Galdós o Miguel de Unamuno.

Tras el rastro de Pablo Iglesias - El País - 2011

REPORTAJE
Tras el rastro de Pablo Iglesias
Un libro recoge los numerosos viajes que el fundador del PSOE hizo a Galicia
CRISTÓBAL SOAGE - Santiago - 08/12/2011

La huella que el fundador del Partido Socialista Obrero Español, Pablo Iglesias, dejó a lo largo de los numerosos viajes que le trajeron a Galicia parecía borrada por el paso de los años. Por esta razón, el historiador Emilio Garrido ha decidido volver sobre los pasos del político nacido en Ferrol en 1850. En el libro As viaxes de Pablo Iglesias por Galicia, editado por la Fundación Luis Tilve y presentado ayer en la compostelana librería Couceiro, el autor profundiza en la figura de Iglesias, en su estrecha unión con la tierra en la que nació y en el peso que su trabajo tuvo en la configuración del socialismo gallego durante finales del siglo XIX y principios del XX.
Iglesias emigró desde Ferrol a Madrid con solo nueve años de edad
En sus viajes ayudó a construir las bases del socialismo gallego
Reconstruir el periplo de Iglesias ha sido para el autor como unir las piezas de un rompecabezas. A lo largo de años investigando la historia del socialismo en Santiago de Compostela o de UGT en A Coruña, Garrido ha ido recabando datos que le han servido para construir su relato. La correspondencia epistolar de Iglesias con destacadas figuras del momento e informaciones extraidas de las publicaciones de la época completan un libro que retrata unos años muy importantes en el plano político y social para Galicia.
La infancia de Pablo Iglesias estuvo marcada por la muerte de su padre y la emigración. A los nueve años dejó Ferrol y se marchó a Madrid acompañado de su madre y su hermano menor. Allí tuvo que empezar a trabajar muy joven, las duras condiciones a las que debió hacer frente forjaron su carácter y despertaron su interés por la política y la organización sindical. "En el libro hablo de esa etapa e intento transmitir lo duro que tuvo que ser ese proceso de dejar atrás todo lo que conocía y cómo pudo influir en su toma de conciencia social y en el pensamiento que desarrollaría durante el resto de su vida", señala Garrido.
Cuando Iglesias volvió a Galicia tiene ya 42 años y sus ideas socialistas están más que asentadas. Corría el año 1892 y su objetivo fue difundir sus proyectos por las principales ciudades de la comunidad. La tarea resultó ardua al principio. "Él llegaba a los sitios y se reunía con la gente, no tenía muchos contactos e intentaba unir adeptos a su causa", cuenta el autor. Hasta el año 1915 el socialista realizó un total de ocho viajes a Galicia en los que entabló amistad con históricos de la política gallega como el ourensano Manuel Suárez, el vigués José Araújo o el pontevedrés Enrique Heraclio Botana. Iglesias visitó ciudades como A Coruña, Vigo, Ourense, Pontevedra, Celanova, Marín o Vilagarcía de Arousa y en todas ellas mantuvo contacto directo con trabajadores de diferentes sectores y puso todo su empeño en hacer que estos tomasen conciencia de la importancia de la organización sindical para conseguir mejorar sus condiciones laborales.
Las visitas de Iglesias se prolongaban siempre durante varias semanas. El compromiso demostrado con la tierra en la que nació hace que Emilio Garrido no dude de su sentimiento de pertenencia a Galicia. "Yo estoy seguro de que él vino aquí porque tenía conciencia de su tierra, quería que la corriente que impulsó triunfase en el lugar que lo vio nacer. Viajar en aquella época no era tan sencillo como lo es ahora y él se recorrió decenas de pueblos y ciudades", señala.
La figura de Pablo Iglesias, condenada al ostracismo durante la dictadura franquista, fue ampliamente reivindicada durante la Transición. Emilio Garrido considera que el padre del socialismo en España ocupa el lugar que se merece en la historia pero que ciertos aspectos de su vida todavía son desconocidos por muchos, especialmente todo aquello que tiene que ver con su colaboracion con los políticos gallegos. "Hay cosas sobre Pablo Iglesias que muy poca gente sabe y su relación con Galicia está muy poco documentada, yo mismo me sorprendí cuando descubrí que su madre era de Santiago".
As viaxes de Pablo Iglesias por Galicia tiene una doble dimensión. Por un lado, es un acercamiento íntimo a la figura del fundador del PSOE y a los vínculos que lo unieron a Galicia a lo largo de su vida. Por otra parte, es un documento que bucea en la historia del socialismo gallego y en la estrecha relación que ligó a figuras históricas de nuestra política con el fundador del partido más antiguo de España.