VOCES DEL MILENIO / ALFRED GUSENBAUER
«Felipe González, Mitterrand y Papandreu cometieron el error de desconectar de la sociedad»
LOS SOCIALDEMOCRATAS AUSTRIACOS (SPOE) ENTRONIZARON AYER EN SU CONGRESO AL PRESIDENTE MAS JOVEN DE SU HISTORIA. ESTE BRILLANTE POLITOLOGO APRENDIO CON LOS GRANDES DESDE LA VICEPRESIDENCIA DE LA INTERNACIONAL SOCIALISTA. EL SPOE QUIERE RECUPERAR ASI EL PODER PERDIDO EN OCTUBRE, POR PRIMERA VEZ DESDE LA GUERRA MUNDIAL.
ANA ROMERO
Cargo: PRESIDENTE DEL PARTIDO SOCIALDEMOCRATA AUSTRIACO Y CANDIDATO A CANCILLER / 40 AÑOS / Formación: POLITICAS, FILOSOFIA Y DERECHO / Credo: SOCIALDEMOCRACIA MODERNA / Aficiones: JUGAR CON SU HIJA / Sueño: SER CANCILLER
VIENA.- Abre la puerta sin llamar y se planta, muy decidido, ante los siete oscuros retratos de sus antecesores. Ahí se dispone Alfred Gusenbauer, todo tieso, a dejarse fotografiar para la Historia.
Presencia la escena, cual convidado de piedra, el ex canciller (presidente) Viktor Klima, en cuyo despacho hemos irrumpido. El apuesto Klima, el dirigente al que este jovenzuelo con pinta de Jerry Lewis acaba de destronar como líder del Partido Socialdemócrata (SPOE, en sus siglas alemanas), todavía trabaja aquí. La entrada ha sido abrupta, y una se queda rezagada en el umbral de la amplia estancia. A Klima, que esboza una sonrisa, no parece importarle: «¡Es estupendo ver de qué forma tan saludable se produce el cambio!».
Una le comenta al nuevo líder de la oposición austriaca que en la sede del PSOE, en la madrileña calle de Ferraz, nunca sucedió algo así. «Yo le dije a Klima que si querían que encabezara el partido, que me lo pidieran, que yo no iba a ir a los barones (sic) regionales a rogarles», explica Gusenbauer, un brillante ex monaguillo católico que a los 21 años dirigía las Juventudes Socialistas, a los 29 llegó a la vicepresidencia de la Internacional Socialista y ayer, a los 40 recién cumplidos, fue nombrado presidente del SPOE y candidato a la presidencia del Gobierno. «También le dije que necesitaba manos libres, que no podía adquirir ningún compromiso como condición para ser elegido, que exigía una elección incondicional».
Así de directo es el presidente más joven de un histórico partido que el pasado octubre se estrelló al negarse a gobernar junto al extremista Jörg Haider. Por primera vez desde la II Guerra Mundial, los socialdemócratas cedieron el Gobierno a la derecha de Wolfgang Schlüssel. Para sacarlos del anquilosamiento que da medio siglo de poder, ha llegado Gusenbauer, una especie de niño milagro que estuvo a punto de morir al nacer, con 56 centímetros de largo y cinco kilos de peso. «¡Desde entonces tengo unas enormes ganas de vivir!», señala este hombre campechano que creció en la minúscula localidad de Ypps, al borde del Danubio, con tan sólo 6.000 habitantes.
«Siempre he querido ser presidente del partido y canciller de Austria. Desde niño», continúa. «A los siete u ocho años ya contestaba así. Nunca me ha interesado ganar dinero, tener propiedades, no he querido malgastar mi vida trabajando para alguien. Siempre me ha interesado la sociedad. Sé que suena a broma, pero puede usted preguntar a mis compañeros, siempre dije que lo conseguiría en el año 2000».
Por España siente Gusenbauer debilidad. Habla español, como su pareja, Eva, que es intérprete de nuestro idioma, y casi no le queda una sola ciudad española que visitar. Uno de sus mejores amigos es Ricard Torrell, coordinador internacional del PSOE. Del valle de lágrimas en el que están instalados sus colegas españoles está bien informado: «El problema es que las cosas en el PSOE no se están moviendo. Pero la oportunidad puede surgir si ese inmovilismo provoca el disgusto de la gente y esto conduce a una solución radical. Tienen cierto tiempo hasta el congreso de julio, pero cuanto más tarde este comité de 12 apóstoles (sic) en tomar las decisiones adecuadas, más crecerá el malestar. Pero no está todo perdido, a pesar de lo mal que pintan las cosas».
«Conozco a Felipe González desde hace mucho tiempo. En 1987, en una cena en Valencia, le expliqué que el PSOE era un partido muy macho (sic) y que tenía que incluir a más mujeres. El parecía un poco confundido y Carmen Romero me daba la razón», agrega mientras incluye al ex presidente del Gobierno español en esa lista de grandes líderes de la Internacional Socialista con los que tuvo ocasión de trabajar: Bruno Kreisky, Willy Brandt, François Miterrand y «dos personas intelectualmente impresionantes», Jacques Delors y Andreas Papandreu. «Me sentaba en el presidium a escuchar a estos pesos pesados de la política», recuerda. «Porque una cosa es lo que dicen al público, y otra cuando discuten entre ellos. Ahí es donde se descubría su potencial intelectual y político».
-Cuesta trabajo entender cómo gente tan inteligente como Felipe González, Mitterrand o Papandreu pudo enfangarse tanto.
-El problema, muy triste, es el mayor error que pueden cometer aquéllos que se convierten en líderes, el mayor peligro. Es lo que les pasó a ellos [Felipe González, Mitterrand, Papandreu], que desconectaron de la sociedad, se olvidaron de lo que estaba pasando a su alrededor. Confiaron en los equipos que les rodeaban al 100%. Pero en estos equipos había gente que no era de fiar. Uno no puede controlarlo todo, eso es simplemente imposible.
-¿Cómo han de ser los socialdemócratas hoy en día? Complicado, ¿no?.
-¡La vida es complicada, pero eso la hace interesante! En estos tiempos de globalización económica se genera mucha riqueza, y un partido socialdemócrata moderno no debe de oponerse a este hecho. Lo que tiene que hacer es esforzarse en crear condiciones humanas para este cambio, pero a nivel europeo y global, porque a efectos económicos, el Estado-nación ha dejado de existir. Nuestro futuro pasa por la fortificación de las instituciones europeas. A pesar de las diferencias entre Europa y Estados Unidos, como por ejemplo el modelo social, no tenemos más remedio que mirarlos. A largo plazo, nuestro sistema europeo es más sostenible que el norteamericano. Para entender esto hay que fijarse en el alto porcentaje de personas que quedan al margen del enorme desarrollo económico en Estados Unidos, o el empleo de inmigrantes para sustituir a esos norteamericanos que no consiguen integrarse en el sistema.
-¿Y cómo se crean esas condiciones humanas?
-En los años 60, lo revolucionario era obtener un título universitario. Ahora, el individuo necesita varias oportunidades a lo largo de toda su vida. Pero por muchas oportunidades que se den, hay una parte de la sociedad que nunca logrará integrarse. Y el Estado ha de garantizarle las condiciones mínimas de existencia que le permitan mantener su dignidad. Este nuevo equilibrio entre la sociedad de oportunidades y la justicia social es el reto fundamental de las sociedades desarrolladas en Europa y fuera de ella.
A pesar de los problemas que Haider le ha traído a su partido, está de acuerdo Gusenbauer con lo que en Europa empieza a ser un secreto a voces: «Las sanciones de la Unión Europea contra Austria están teniendo un efecto contraproducente, porque están ayudando al Gobierno a desarrollar una cierta conexión con la gente».
«Además, esta cuestión se superpone a todo el debate político y por ello todas las decisiones domésticas que se están llevando a cabo están pasando desapercibidas, los recortes sociales, las privatizaciones, la reforma de las pensiones. Son medidas muy impopulares contra las que no se está reaccionando, porque hay una causa prima que son las sanciones», concluye.
De momento, dice que Tony Blair ha entendido bien esta explicación, que él mismo le ofreció. Los alemanes siempre lo supieron: «Europa se está dando cuenta de que las medidas contra Austria tienen un efecto contraproducente, y esa especie de concurso que se estableció para sancionarnos está decayendo».
-En ese concurso que menciona, España estuvo en la avanzadilla.
-Los españoles tenían dos razones para apoyar las sanciones: antes de las elecciones generales, lo último que quería Aznar es que se pudiese sugerir que tenía relación con este partido de extrema derecha en Austria. En segundo lugar, está claro que el Gobierno español, por motivos que todos conocemos, quería alienarse con el francés. Antonio Guterres se lo explicó muy bien a Schlüssel en Bruselas: la pelota está en el tejado austriaco, porque nadie le prohíbe a Haider que cambie, que se abstenga de hacer afirmaciones racistas, por ejemplo. Dentro de unaño y medio se puede comprobar si ha cambiado, y entonces se podrá volver a hablar.
-¿Cree que el FPOE (partido de Haider) tiene voluntad de cambio?
-De momento, el partido está completamente controlado por Haider. Hay que ver si algunos se intentan separar de él y crear su propia base de poder dentro del partido. La gente que está en el Gobierno no pinta nada.
-¿Es Haider un nazi, un peligro, o una broma de mal gusto?.
-Es un político con mucho talento, sin duda. Es, principalmente, un populista que trata de sacar votos de debajo de las piedras, con los medios que haga falta. Para él no hay límites: por obtener más votos, hará lo que sea. Su agitación política no tiene límites éticos, democráticos o culturales. Si cree que puede obtener votos haciendo un comentario racista en una convención en Viena, lo hará. Además, tiene un fuerte background familiar nazi. El tenía una relación muy estrecha con su padre, que fue un oficial nazi. En el fondo de su corazón, nunca desconectó con su padre o con la generación que colaboró con el nazismo. Así que yo diría que él no es nazi, pero que tiene un problema para disasociarse del pasado nazi de su familia.
Gusenbauer fue elegido ayer presidente, pero trabaja como tal desde febrero, de ahí la dualidad de despachos. En abril, conmocionó al país haciendo algo absolutamente novedoso: entonar un mea culpa porque su partido también aceptó incluir en sus filas a ex nazis. «Fue difícil, pero era necesario. Lo hice porque si Haider, por ejemplo, se refiere a la adecuada política de empleo realizada por el régimen nazi, gente como yo piensa enseguida en trabajos forzados, campos de concentración y Holocausto», explica. «Pero otros piensan en pleno empleo y la construcción de autopistas, porque después de 1945 nunca ha habido una revisión sólida y fundamental de lo que ocurrió aquí entre 1938 y 1945. Por vergüenza, porque la gente no quería hablar sobre ello».
«Porque cientos de miles de austriacos fueron miembros del Partido Nazi, y después de 1945 prefirieron olvidarse. Pero entre 1934 y 1938 tuvimos el régimen austrofascista, que era fundamentalmente democristiano y autoritario, muy parecido al de Mussolini en Italia», continúa. «Es una historia compleja, complicada para los austriacos y por ello, después de 1945, se quiso evitar las divisiones de antes de la guerra. Se pensó que la unidad nacional estaba en peligro, especialmente porque entre 1945 y 1955 Austria estuvo ocupada por las fuerzas aliadas, y el Este del país estaba ocupada por el Ejército Rojo, lo que podía suponer la división del país como Alemania».
En los periódicos austriacos saltan las historias escandalosas, como la del doctor Gross, alto cargo del mismo hospital donde en la época nazi mandó matar a niños: «Creo que 55 años después de la guerra, tenemos que iniciar un debate nacional sobre lo que ocurrió, y en qué condiciones. Es fundamental para la higiene política de nuestro país. Esto es una reponsabilidad que tiene nuestra generación».
-Claro que para usted es más fácil, porque su familia no estuvo relacionada con el nazismo.
-No, porque nuestra generación no debe de adoptar una categoría moral y juzgar a nuestros padres y abuelos, ver si actuaron bien o mal. El ejercicio pretende entender por qué ocurrieron ciertas cosas y en qué circunstancias políticas, para extraer conclusiones de cara al futuro. Para saber qué condiciones políticas hemos de evitar. Dentro de mi partido hubo gente que se opuso porque pensaba que había cosas más importantes que hacer. En realidad, el SPOE fue el menos afectado. Pero tras la guerra, compitieron por hacerse con los votos de esos ex nazis, unos 600.000. Todos, incluido mi partido.
Antes de ser elegido presidente, tuvo tiempo Gusenbauer, como buen austriaco, de irse de vacaciones a Mallorca. El resto del tiempo, excepto los desayunos con su hija Selina, dice que lo dedica a trabajar: «Si quieres ser el líder, tienes que tener visión y una enorme fuerza de voluntad. Tiene que ser la idea de tu vida. Yo, desde el principio quise ser esto. La mayor suerte que puedes tener en la vida es que puedas hacer lo que siempre quisiste hacer».
«Felipe González, Mitterrand y Papandreu cometieron el error de desconectar de la sociedad»
LOS SOCIALDEMOCRATAS AUSTRIACOS (SPOE) ENTRONIZARON AYER EN SU CONGRESO AL PRESIDENTE MAS JOVEN DE SU HISTORIA. ESTE BRILLANTE POLITOLOGO APRENDIO CON LOS GRANDES DESDE LA VICEPRESIDENCIA DE LA INTERNACIONAL SOCIALISTA. EL SPOE QUIERE RECUPERAR ASI EL PODER PERDIDO EN OCTUBRE, POR PRIMERA VEZ DESDE LA GUERRA MUNDIAL.
ANA ROMERO
Cargo: PRESIDENTE DEL PARTIDO SOCIALDEMOCRATA AUSTRIACO Y CANDIDATO A CANCILLER / 40 AÑOS / Formación: POLITICAS, FILOSOFIA Y DERECHO / Credo: SOCIALDEMOCRACIA MODERNA / Aficiones: JUGAR CON SU HIJA / Sueño: SER CANCILLER
VIENA.- Abre la puerta sin llamar y se planta, muy decidido, ante los siete oscuros retratos de sus antecesores. Ahí se dispone Alfred Gusenbauer, todo tieso, a dejarse fotografiar para la Historia.
Presencia la escena, cual convidado de piedra, el ex canciller (presidente) Viktor Klima, en cuyo despacho hemos irrumpido. El apuesto Klima, el dirigente al que este jovenzuelo con pinta de Jerry Lewis acaba de destronar como líder del Partido Socialdemócrata (SPOE, en sus siglas alemanas), todavía trabaja aquí. La entrada ha sido abrupta, y una se queda rezagada en el umbral de la amplia estancia. A Klima, que esboza una sonrisa, no parece importarle: «¡Es estupendo ver de qué forma tan saludable se produce el cambio!».
Una le comenta al nuevo líder de la oposición austriaca que en la sede del PSOE, en la madrileña calle de Ferraz, nunca sucedió algo así. «Yo le dije a Klima que si querían que encabezara el partido, que me lo pidieran, que yo no iba a ir a los barones (sic) regionales a rogarles», explica Gusenbauer, un brillante ex monaguillo católico que a los 21 años dirigía las Juventudes Socialistas, a los 29 llegó a la vicepresidencia de la Internacional Socialista y ayer, a los 40 recién cumplidos, fue nombrado presidente del SPOE y candidato a la presidencia del Gobierno. «También le dije que necesitaba manos libres, que no podía adquirir ningún compromiso como condición para ser elegido, que exigía una elección incondicional».
Así de directo es el presidente más joven de un histórico partido que el pasado octubre se estrelló al negarse a gobernar junto al extremista Jörg Haider. Por primera vez desde la II Guerra Mundial, los socialdemócratas cedieron el Gobierno a la derecha de Wolfgang Schlüssel. Para sacarlos del anquilosamiento que da medio siglo de poder, ha llegado Gusenbauer, una especie de niño milagro que estuvo a punto de morir al nacer, con 56 centímetros de largo y cinco kilos de peso. «¡Desde entonces tengo unas enormes ganas de vivir!», señala este hombre campechano que creció en la minúscula localidad de Ypps, al borde del Danubio, con tan sólo 6.000 habitantes.
«Siempre he querido ser presidente del partido y canciller de Austria. Desde niño», continúa. «A los siete u ocho años ya contestaba así. Nunca me ha interesado ganar dinero, tener propiedades, no he querido malgastar mi vida trabajando para alguien. Siempre me ha interesado la sociedad. Sé que suena a broma, pero puede usted preguntar a mis compañeros, siempre dije que lo conseguiría en el año 2000».
Por España siente Gusenbauer debilidad. Habla español, como su pareja, Eva, que es intérprete de nuestro idioma, y casi no le queda una sola ciudad española que visitar. Uno de sus mejores amigos es Ricard Torrell, coordinador internacional del PSOE. Del valle de lágrimas en el que están instalados sus colegas españoles está bien informado: «El problema es que las cosas en el PSOE no se están moviendo. Pero la oportunidad puede surgir si ese inmovilismo provoca el disgusto de la gente y esto conduce a una solución radical. Tienen cierto tiempo hasta el congreso de julio, pero cuanto más tarde este comité de 12 apóstoles (sic) en tomar las decisiones adecuadas, más crecerá el malestar. Pero no está todo perdido, a pesar de lo mal que pintan las cosas».
«Conozco a Felipe González desde hace mucho tiempo. En 1987, en una cena en Valencia, le expliqué que el PSOE era un partido muy macho (sic) y que tenía que incluir a más mujeres. El parecía un poco confundido y Carmen Romero me daba la razón», agrega mientras incluye al ex presidente del Gobierno español en esa lista de grandes líderes de la Internacional Socialista con los que tuvo ocasión de trabajar: Bruno Kreisky, Willy Brandt, François Miterrand y «dos personas intelectualmente impresionantes», Jacques Delors y Andreas Papandreu. «Me sentaba en el presidium a escuchar a estos pesos pesados de la política», recuerda. «Porque una cosa es lo que dicen al público, y otra cuando discuten entre ellos. Ahí es donde se descubría su potencial intelectual y político».
-Cuesta trabajo entender cómo gente tan inteligente como Felipe González, Mitterrand o Papandreu pudo enfangarse tanto.
-El problema, muy triste, es el mayor error que pueden cometer aquéllos que se convierten en líderes, el mayor peligro. Es lo que les pasó a ellos [Felipe González, Mitterrand, Papandreu], que desconectaron de la sociedad, se olvidaron de lo que estaba pasando a su alrededor. Confiaron en los equipos que les rodeaban al 100%. Pero en estos equipos había gente que no era de fiar. Uno no puede controlarlo todo, eso es simplemente imposible.
-¿Cómo han de ser los socialdemócratas hoy en día? Complicado, ¿no?.
-¡La vida es complicada, pero eso la hace interesante! En estos tiempos de globalización económica se genera mucha riqueza, y un partido socialdemócrata moderno no debe de oponerse a este hecho. Lo que tiene que hacer es esforzarse en crear condiciones humanas para este cambio, pero a nivel europeo y global, porque a efectos económicos, el Estado-nación ha dejado de existir. Nuestro futuro pasa por la fortificación de las instituciones europeas. A pesar de las diferencias entre Europa y Estados Unidos, como por ejemplo el modelo social, no tenemos más remedio que mirarlos. A largo plazo, nuestro sistema europeo es más sostenible que el norteamericano. Para entender esto hay que fijarse en el alto porcentaje de personas que quedan al margen del enorme desarrollo económico en Estados Unidos, o el empleo de inmigrantes para sustituir a esos norteamericanos que no consiguen integrarse en el sistema.
-¿Y cómo se crean esas condiciones humanas?
-En los años 60, lo revolucionario era obtener un título universitario. Ahora, el individuo necesita varias oportunidades a lo largo de toda su vida. Pero por muchas oportunidades que se den, hay una parte de la sociedad que nunca logrará integrarse. Y el Estado ha de garantizarle las condiciones mínimas de existencia que le permitan mantener su dignidad. Este nuevo equilibrio entre la sociedad de oportunidades y la justicia social es el reto fundamental de las sociedades desarrolladas en Europa y fuera de ella.
A pesar de los problemas que Haider le ha traído a su partido, está de acuerdo Gusenbauer con lo que en Europa empieza a ser un secreto a voces: «Las sanciones de la Unión Europea contra Austria están teniendo un efecto contraproducente, porque están ayudando al Gobierno a desarrollar una cierta conexión con la gente».
«Además, esta cuestión se superpone a todo el debate político y por ello todas las decisiones domésticas que se están llevando a cabo están pasando desapercibidas, los recortes sociales, las privatizaciones, la reforma de las pensiones. Son medidas muy impopulares contra las que no se está reaccionando, porque hay una causa prima que son las sanciones», concluye.
De momento, dice que Tony Blair ha entendido bien esta explicación, que él mismo le ofreció. Los alemanes siempre lo supieron: «Europa se está dando cuenta de que las medidas contra Austria tienen un efecto contraproducente, y esa especie de concurso que se estableció para sancionarnos está decayendo».
-En ese concurso que menciona, España estuvo en la avanzadilla.
-Los españoles tenían dos razones para apoyar las sanciones: antes de las elecciones generales, lo último que quería Aznar es que se pudiese sugerir que tenía relación con este partido de extrema derecha en Austria. En segundo lugar, está claro que el Gobierno español, por motivos que todos conocemos, quería alienarse con el francés. Antonio Guterres se lo explicó muy bien a Schlüssel en Bruselas: la pelota está en el tejado austriaco, porque nadie le prohíbe a Haider que cambie, que se abstenga de hacer afirmaciones racistas, por ejemplo. Dentro de unaño y medio se puede comprobar si ha cambiado, y entonces se podrá volver a hablar.
-¿Cree que el FPOE (partido de Haider) tiene voluntad de cambio?
-De momento, el partido está completamente controlado por Haider. Hay que ver si algunos se intentan separar de él y crear su propia base de poder dentro del partido. La gente que está en el Gobierno no pinta nada.
-¿Es Haider un nazi, un peligro, o una broma de mal gusto?.
-Es un político con mucho talento, sin duda. Es, principalmente, un populista que trata de sacar votos de debajo de las piedras, con los medios que haga falta. Para él no hay límites: por obtener más votos, hará lo que sea. Su agitación política no tiene límites éticos, democráticos o culturales. Si cree que puede obtener votos haciendo un comentario racista en una convención en Viena, lo hará. Además, tiene un fuerte background familiar nazi. El tenía una relación muy estrecha con su padre, que fue un oficial nazi. En el fondo de su corazón, nunca desconectó con su padre o con la generación que colaboró con el nazismo. Así que yo diría que él no es nazi, pero que tiene un problema para disasociarse del pasado nazi de su familia.
Gusenbauer fue elegido ayer presidente, pero trabaja como tal desde febrero, de ahí la dualidad de despachos. En abril, conmocionó al país haciendo algo absolutamente novedoso: entonar un mea culpa porque su partido también aceptó incluir en sus filas a ex nazis. «Fue difícil, pero era necesario. Lo hice porque si Haider, por ejemplo, se refiere a la adecuada política de empleo realizada por el régimen nazi, gente como yo piensa enseguida en trabajos forzados, campos de concentración y Holocausto», explica. «Pero otros piensan en pleno empleo y la construcción de autopistas, porque después de 1945 nunca ha habido una revisión sólida y fundamental de lo que ocurrió aquí entre 1938 y 1945. Por vergüenza, porque la gente no quería hablar sobre ello».
«Porque cientos de miles de austriacos fueron miembros del Partido Nazi, y después de 1945 prefirieron olvidarse. Pero entre 1934 y 1938 tuvimos el régimen austrofascista, que era fundamentalmente democristiano y autoritario, muy parecido al de Mussolini en Italia», continúa. «Es una historia compleja, complicada para los austriacos y por ello, después de 1945, se quiso evitar las divisiones de antes de la guerra. Se pensó que la unidad nacional estaba en peligro, especialmente porque entre 1945 y 1955 Austria estuvo ocupada por las fuerzas aliadas, y el Este del país estaba ocupada por el Ejército Rojo, lo que podía suponer la división del país como Alemania».
En los periódicos austriacos saltan las historias escandalosas, como la del doctor Gross, alto cargo del mismo hospital donde en la época nazi mandó matar a niños: «Creo que 55 años después de la guerra, tenemos que iniciar un debate nacional sobre lo que ocurrió, y en qué condiciones. Es fundamental para la higiene política de nuestro país. Esto es una reponsabilidad que tiene nuestra generación».
-Claro que para usted es más fácil, porque su familia no estuvo relacionada con el nazismo.
-No, porque nuestra generación no debe de adoptar una categoría moral y juzgar a nuestros padres y abuelos, ver si actuaron bien o mal. El ejercicio pretende entender por qué ocurrieron ciertas cosas y en qué circunstancias políticas, para extraer conclusiones de cara al futuro. Para saber qué condiciones políticas hemos de evitar. Dentro de mi partido hubo gente que se opuso porque pensaba que había cosas más importantes que hacer. En realidad, el SPOE fue el menos afectado. Pero tras la guerra, compitieron por hacerse con los votos de esos ex nazis, unos 600.000. Todos, incluido mi partido.
Antes de ser elegido presidente, tuvo tiempo Gusenbauer, como buen austriaco, de irse de vacaciones a Mallorca. El resto del tiempo, excepto los desayunos con su hija Selina, dice que lo dedica a trabajar: «Si quieres ser el líder, tienes que tener visión y una enorme fuerza de voluntad. Tiene que ser la idea de tu vida. Yo, desde el principio quise ser esto. La mayor suerte que puedes tener en la vida es que puedas hacer lo que siempre quisiste hacer».
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