Somos demócratas y progresistas, y proponemos un nuevo alineamiento político. Muchos pertenecemos a la izquierda, pero los principios que propugnamos no provienen exclusivamente de este ámbito. De hecho, abarcamos desde la izquierda socialista hasta los liberales igualitarios y otros comprometidos de manera clara con la democracia...
MANIFIESTO DE EUSTON
Por una renovación de la política progresista
A. Preámbulo
Somos demócratas y progresistas, y proponemos un nuevo alineamiento político. Muchos pertenecemos a la izquierda, pero los principios que propugnamos no provienen exclusivamente de este ámbito. De hecho, abarcamos desde la izquierda socialista hasta los liberales igualitarios y otros comprometidos de manera clara con la democracia. En realidad, la reconfiguración del pensamiento progresista a la que aspiramos implica el trazado de una frontera entre las fuerzas de izquierdas que permanecen fieles a sus valores auténticos y otras corrientes que últimamente han manifestado una excesiva flexibilidad respecto de esos valores. Supone hacer frente común con los demócratas de verdad, sean o no socialistas.
Nuestra iniciativa hunde sus raíces en Internet, especialmente en la “blogosfera”, a través del cual ha hallado su base de simpatizantes. Somos conscientes, sin embargo, de que esta base política está infrarrepresentada en otros ámbitos, como los medios de comunicación y otros foros de la vida política contemporánea.
A continuación exponemos nuestra declaración de intenciones, resumida en principios básicos que suscribimos. Con ella inauguramos un nuevo sitio en la Web que brindará apoyo a la corriente de opinión que aspiramos a representar y que acogerá diversos blogs fundacionales y otros sitios en la Web que se asocian a este llamamiento por una nueva configuración progresista.
B. Declaración de principios
1. 1. Por la democracia
Manifestamos nuestro compromiso con las normas democráticas, sus procedimientos e instituciones, entre las que destacamos la libertad de opinión y reunión, los comicios libres, la separación de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial y la del Estado y la religión. Apreciamos las tradiciones e instituciones y el legado de buen gobierno de aquellos países en los que ha arraigado la democracia pluralista y liberal.
2. Contra la apología de la tiranía
Nos negamos a justificar o a manifestar nuestra indulgente “comprensión” de los regímenes y movimientos reaccionarios para los cuales la democracia es un enemigo detestado; unos regímenes que oprimen a sus propios pueblos y unos movimientos que aspiran a poder hacerlo. Trazamos con mano firme una frontera entre nosotros y quienes desde posturas progresistas de izquierdas se apresuran actualmente a brindar razones exculpatorias a estas fuerzas políticas.
3. Derechos humanos para todos
Consideramos que los derechos humanos fundamentales inscritos en la Declaración Universal son precisamente universales y que son obligatorios para todos los Estados y movimientos políticos y, de hecho, para todos los seres humanos. Las violaciones de estos derechos deben ser condenadas, con independencia de quiénes sean sus responsables y de cuál sea su contexto cultural. Rechazamos el doble rasero que actualmente aplica buena parte de la autoproclamada opinión progresista, para la que las violaciones de los derechos humanos más benignas (aunque desgraciadamente existentes) cometidas cerca de casa o a manos de gobiernos desfavorecidos son siempre más denunciables que otras violaciones flagrantemente más graves. Rechazamos asimismo el relativismo cultural en virtud del cual es posible sostener que estos derechos humanos básicos no son aplicables a determinadas naciones o pueblos.
4. Igualdad
Abrazamos los principios de una política igualitaria universal. Aspiramos al progreso en las relaciones entre los sexos (hasta lograr la igualdad de género plena), entre diferentes comunidades étnicas, entre los seguidores de las diversas religiones y quienes no tienen afiliación religiosa y entre personas de distintas orientaciones sexuales, así como a la igualdad social y económica más amplia en todos los ámbitos. Por manifestarse entre nosotros diferencias de apreciación al respecto, dejamos abierta la definición de las mejores formas económicas de lograr esta igualdad generalizada, pero apoyamos los intereses de los trabajadores en todo lugar y su derecho a organizarse para defenderlos. Los sindicatos democráticos son las organizaciones de base en la defensa de los intereses de los trabajadores y una de las más importantes fuentes de los derechos humanos, la promoción de la democracia y el internacionalismo igualitario. Los derechos laborales son derechos humanos. Consideramos una prioridad la adopción universal de las Convenciones Internacionales de Regulación del Trabajo, en la actualidad sistemáticamente ignoradas por los gobiernos de todo el planeta. Estamos comprometidos en la defensa de los derechos de la infancia y en la protección de las personas contra la esclavitud sexual y cualquier forma de malos tratos institucionalizados.
5. Desarrollo para la libertad
Defendemos el desarrollo económico global para la libertad y contra la opresión económica estructural y la degradación del medio ambiente. La expansión actual de los mercados globales y la libertad de comercio no deben servir los limitados intereses de una pequeña elite corporativa del mundo desarrollado y sus asociados en los países en desarrollo. Los beneficios del desarrollo a gran escala a través de la expansión del comercio global deben distribuirse los más ampliamente posible a fin de servir los intereses económicos y sociales de los trabajadores, agricultores y consumidores de todos los países. La globalización debe aspirar a una integración social global y al compromiso con la justicia social. Apoyamos una reforma radical de las principales instituciones encargadas del gobierno global de la economía (Organización Internacional de Comercio, Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial) para que lleven a cabo estas políticas, y apoyamos asimismo el comercio justo, el incremento de las ayudas, la cancelación de la deuda y la campaña “Make Poverty History”. El desarrollo puede garantizar el incremento de la esperanza de vida y la mejora de su disfrute, mediante la atenuación de los trabajos más pesados y la disminución de la jornada laboral. También puede aportar una mayor libertad a los jóvenes, posibilidades de nuevas actividades para los adultos y seguridad para los ancianos. Incrementa las perspectivas y oportunidades de viajar y contribuye a que los extraños se hagan amigos. El desarrollo global debe implementarse de manera que garantice un crecimiento sostenible para el medio ambiente.
6. Oposición al antiamericanismo
Rechazamos con la mayor firmeza el antiamericanismo que actualmente infecta una parte importante del pensamiento progresista de izquierdas y parte del conservador. No se trata de postular a EE.UU. como modelo de sociedad, de cuyos problemas y defectos somos conscientes. Pero éstos forman parte también, en mayor o menor medida, de todo el mundo desarrollado. Estados Unidos de América es un gran país y una gran nación, que alberga una democracia consolidada con una noble tradición a sus espaldas y logros sociales y constitucionales duraderos alcanzados en su nombre. Sus gentes han producido una cultura llena de vida que procura placer, conocimiento y envidia a millones de personas. El hecho de que la política exterior de EE.UU. con frecuencia haya luchado contra gobiernos y movimientos progresistas y apoyado a algunos que son autoritarios y regresivos no puede justificar un prejuicio generalizado contra ese país y sus gentes.
7. Por la solución de los dos estados
Reconocemos el derecho tanto del pueblo israelí como del palestino a la autodeterminación, en el marco de dos estados distintos. La subordinación o eliminación de los legítimos derechos e intereses de una de las dos partes del conflicto no puede constituir una solución razonable del mismo.
8. Contra el racismo
Para los progresistas y la izquierda el antirracismo es un axioma de base. Nos oponemos a cualquier forma de prejuicios y comportamientos racistas, trátese del racismo antiinmigrantes de la extrema derecha; del racismo interétnico y tribal; del racismo contra personas originarias de países musulmanes y sus descendientes, especialmente en el marco de la Guerra contra el Terrorismo. La reciente reaparición de otra forma ancestral de racismo, el antisemitismo, no ha sido aún convenientemente reconocida en ambientes progresistas y de izquierda. Algunos explotan los legítimos agravios del pueblo palestino sometido a la ocupación israelí para enmascarar sus prejuicios contra el pueblo judío detrás del eslogan del “antisionismo”. De más está decir que también nos oponemos a este tipo de racismo.
9. Unidos contra el terror
Nos oponemos a todas las formas de terrorismo. El asesinato deliberado de civiles es un crimen reconocido por las leyes internacionales y todos los códigos de conducta bélica, y no puede ser justificado con el argumento de que se realiza en nombre de una causa justa. El terrorismo de inspiración islamista es hoy una realidad generalizada. Constituye una amenaza a los valores democráticos y la libertad de las personas en numerosos países. Ello no debe servir de justificación para los prejuicios contra los musulmanes, que son sus principales víctimas y entre los que se encuentran algunos de sus más valientes opositores. Pero como todo terrorismo, éste constituye una amenaza que ha de ser combatida y no justificada.
10. Un nuevo internacionalismo
Apoyamos una política internacionalista y la reforma de las leyes internacionales en pro de la democratización y el desarrollo globales. Las intervenciones humanitarias, cuando son necesarias, no son un desprecio de la soberanía sino su conveniente aplicación a la “vida en común” de las personas. Sólo los Estados que protegen mínimamente la vida en común de sus gentes (porque no torturan, asesinan o masacran a sus propios civiles y cubren sus necesidades vitales básicas) merecen que su soberanía sea respetada. Pero si el mismo Estado viola la vida en común de manera flagrante, su derecho a la soberanía queda revocado, y la comunidad internacional tiene la obligación de intervenir humanitariamente. Cada vez que se traspasa el límite de la inhumanidad, se impone la “responsabilidad de proteger”.
11. Apertura crítica
Basándonos en la desastrosa experiencia de las justificaciones de los crímenes del estalinismo y el maoísmo avaladas por la izquierda, así como en más recientes ejemplos de esta conducta (algunas reacciones a los crímenes del 11-S, la búsqueda de excusas para el terrorismo suicida, la reciente y vergonzosa colaboración entre el movimiento del “no a la guerra” y los teócratas dogmáticos), rechazamos la idea de que no puede haber enemigos en la izquierda. Del mismo modo, rechazamos la idea de que no pueden tenderse puentes a ideas y personas situadas a nuestra derecha. Los izquierdistas que hacen causa común con. o hallan excusas para, las fuerzas antidemocráticas deben ser criticados de la manera más clara y contundente. A la inversa, prestamos atención a voces e ideas liberales y conservadoras que contribuyen al fortalecimiento de las normas y prácticas democráticas y a la lucha por el progreso de la humanidad.
12. La verdad histórica
En sintonía con los presupuestos humanistas de base del movimiento a favor del progreso de la humanidad, manifestamos enfáticamente el deber de los genuinos demócratas de respetar la verdad histórica. No sólo los fascistas, los negacionistas y otros de esta especie han intentado borrar las huellas de la historia. Una de las tragedias de la izquierda es que su misma reputación se vio masivamente comprometida por el movimiento comunista internacional, y algunos de sus miembros aún no han aprendido la lección que se impone. La honradez política y la franqueza son para nosotros una obligación fundamental.
13. Libertad de pensamiento
Defendemos la tradicional libertad de pensamiento liberal. Más que nunca, hoy es necesario afirmar que, con las normales limitaciones contra la difamación, el insulto y la incitación a la violencia, se debe defender el derecho a criticar ideas (incluso sistemas de ideas) suscritas por otros. Esto incluye la libertad de criticar las religiones, tanto los credos específicos como la religión en general. El respecto debido a los otros no supone el silenciar las propias creencias cuando se constata que están siendo relegadas.
14. Código abierto
En el marco del libre intercambio de ideas, y con el fin de fomentar las iniciativas intelectuales conjuntas, apoyamos el desarrollo sin trabas del software y otras herramientas creativas y nos oponemos al registro de genes, algoritmos y fenómenos de la naturaleza. Nos oponemos a la aplicación retroactiva de las leyes de propiedad intelectual en beneficio de los intereses corporativos de los propietarios de derechos de autor. El modelo “open source” (código abierto) es colectivo y competitivo, colaborativo y meritocrático. No es un ideal teórico sino una realidad comprobada que ha generado un conjunto de bienes comunes cuya solidez y fortaleza se ha consolidado durante décadas. De hecho, la colaboración en el marco del código abierto se desprende de los ideales colegiados de la comunidad de investigadores científicos, que han sido la fuente del progreso del hombre a lo largo de los siglos.
15. Una herencia que hay que proteger
Rechazamos el miedo a la modernidad, el miedo a la libertad, el irracionalismo, la subordinación de las mujeres. Y reafirmamos las ideas que inspiraron los grandes llamamientos colectivos de las revoluciones democráticas del siglo XVIII: libertad, igualdad y solidaridad, derechos humanos, búsqueda de la felicidad. Estas ideas seminales se convirtieron en nuestra herencia gracias a las transformaciones socialdemócratas, igualitarias, feministas y anticolonialistas de los siglos XIX y XX, que aspiraron a la búsqueda de la justicia social, el estado del bienestar, la hermandad y sororidad de todos los hombres y mujeres. Nadie puede verse excluido, nadie debe quedar marginado. Somos partidarios de estos valores. Pero no somos fanáticos, y por ello abrazamos igualmente los valores del libre cuestionamiento, el diálogo abierto y la duda creativa, del juicio ponderado y la conciencia de los límites impuestos por la realidad. Nos oponemos con el mayor vigor a la imposición de una verdad total, incuestionable y acrítica.
C. Elaboraciones
Defendemos las democracias pluralistas y liberales contra quienes ignoran las diferencias entre ellas y los totalitarismos y otros regímenes tiránicos. Pero las democracias tienen sus propios defectos y limitaciones. La lucha por el desarrollo de instituciones y actuaciones más democráticas, y a favor del acceso al poder de quienes carecen de influencia, voz o recursos políticos, es un aspecto vigente para cualquier programa de izquierdas.
Las bases económicas y sociales en las que las democracias liberales se asientan están marcadas por profundas desigualdades de riqueza y salarios y por la pervivencia de privilegios inmerecidos. A su vez, las desigualdades globales son objeto de escándalo para la conciencia moral de la humanidad. Millones de seres humanos viven en la más terrible pobreza. Cada semana, decenas de miles de personas (sobre todo niños) mueren de enfermedades curables. La desigual fortuna, entre individuos y entre países, reparte arbitrariamente entre los hombres la posibilidad de sobrevivir.
Este estado de cosas es un reproche permanente a la comunidad internacional. Nosotros, personas de izquierdas, respetando nuestras tradiciones, luchamos por la justicia y una vida digna para todos. En nombre de esas mismas tradiciones, también hemos de luchar contra las poderosas fuerzas de tiranías de corte totalitario que han vuelto a ponerse de manifiesto. Tenemos que librar estas dos batallas simultáneamente. No es posible sacrificar ninguna.
Repudiamos el modo de pensamiento según el cual los sucesos del 11 de septiembre de 2001 fueron la moneda justamente devuelta a Estados Unidos, y que son “comprensibles” a la luz de los legítimos agravios generados por la política exterior de este país. Ese día se perpetró un asesinato masivo, inspirado por odiosas creencias fundamentalistas, que nada puede redimir. Ninguna formulación evasiva es capaz de ocultar este hecho.
Los impulsores fundacionales de este manifiesto adoptaron posturas diferentes ante la intervención militar en Irak, unos a favor y otros en contra. Reconocemos que era posible disentir razonablemente de las justificaciones de dicha intervención, la manera en que fue llevada a cabo, la planificación (o falta de planificación) del período posterior y las posibilidades reales de una implementación exitosa del cambio democrático en ese país. No obstante, todos coincidimos en la valoración del carácter reaccionario, semifascista y asesino del régimen baasista iraquí, y reconocemos en su derrocamiento la liberación del pueblo iraquí. También nos reúne la opinión de que, desde ese día, la primordial preocupación de los auténticos progresistas e izquierdistas debió de ser la lucha por lograr la implantación en Irak de un orden político democrático y la reconstrucción de las infraestructuras del país, así como la creación, después de décadas de la más brutal opresión, de un marco de vida para los iraquíes condigno con el que quienes viven en países democráticos dan por supuesto, en lugar de escarbar entre las ruinas de Irak en busca de argumentos sobre la intervención.
Esta actitud nos opone no solamente a quienes en la izquierda se han manifestado abiertamente a favor de las bandas de criminales djihadistas y baasistas de la mal llamada resistencia iraquí, sino también a quienes han buscado la manera de situarse entre estas fuerzas y los grupos que luchan por instaurar en ese país nuevas formas de vida democrática. Tampoco somos de la cuerda de quienes con la boca pequeña se declaran a favor de estos fines, mientras dedican la mayor parte de sus energías a criticar a sus adversarios políticos en casa (supuestamente responsables de todas las dificultades encontradas en Irak) y mantienen un silencio táctico casi total sobre las impresentables fuerzas de la “insurgencia” iraquí. Los numerosos opositores de izquierdas a un cambio de régimen en Irak que han sido incapaces de comprender los motivos que han conducido a otros miembros de la izquierda a apoyar ese proceso y que se dedican a decretar su anatema y excomunión, llegando recientemente a exigirles que hagan acto de contrición y se arrepientan, delatan con claridad meridiana los valores democráticos en los que creen. Las agresiones vandálicas contra sinagogas y cementerios judíos y los ataques a las personas judías están incrementándose en toda Europa. El “antisionismo” ha crecido hasta el punto de que supuestas organizaciones de izquierdas aplauden y apoyan a oradores abiertamente antisemitas y forman alianzas con grupos antisemitas. Entre personas cultas y acaudaladas se hallan individuos que no tienen empacho en afirmar que la guerra de Irak se hizo para defender intereses judíos o que elaboran otras sutiles y “educadas” insinuaciones acerca de la influencia de los judíos en la política nacional e internacional; unas insinuaciones que durante más de cincuenta años, y a consecuencia del Holocausto, nadie se hubiese atrevido a hacer públicamente sin correr el riesgo de deshonrarse. Nos oponemos firmemente a cualquier manifestación de este tipo de intolerancia.
La violación de derechos humanos básicos en Abu Graib y en Guantánamo y la práctica de la “rendición” deben ser vigorosamente condenadas por lo que son: una desviación de los principios universales de cuya histórica adopción los mismos países democráticos, y principalmente Estados Unidos, son mayoritariamente responsables. Pero rechazamos el doble rasero que hoy permite a la mayor parte de la izquierda calificar de máximas violaciones de los derechos humanos las perpetradas por las democracias, mientras silencian o callan infracciones que las superan con creces. Esta tendencia ha alcanzado un grado tal que miembros oficiales de Amnistía Internacional, una organización que se ha ganado un enorme respeto en todo el mundo por su invalorable labor de décadas, puede ahora permitirse elaborar grotescas comparaciones entre Guantánamo y el Gulag, y afirmar que las leyes adoptadas por EE.UU. y otras democracias liberales en su Guerra contra el Terrorismo constituyen el mayor ataque contra los principios de los derechos humanos de los últimos 50 años, mientras voces progresistas y de izquierdas los aplauden por ello.
D. Conclusión
Es de vital importancia para el futuro de las políticas progresistas que las personas de sensibilidad liberal, igualitaria e internacionalista alcen hoy su voz con claridad. Debemos definirnos en contra de todos aquellos para quienes las políticas democráticas y progresistas han quedado subordinadas a un simplista y elemental “antiimperialismo” y/o a la hostilidad hacia la actual administración estadounidense. Los valores y objetivos que realmente constituyen esas políticas –los valores de la democracia, los derechos humanos, la batalla permanente contra el poder y los privilegios injustificados, la solidaridad con los pueblos que luchan contra la tiranía y la opresión– son los que más duraderamente definen los contornos de cualquier izquierda a la que valga la pena pertenecer.
MANIFIESTO DE EUSTON
Por una renovación de la política progresista
A. Preámbulo
Somos demócratas y progresistas, y proponemos un nuevo alineamiento político. Muchos pertenecemos a la izquierda, pero los principios que propugnamos no provienen exclusivamente de este ámbito. De hecho, abarcamos desde la izquierda socialista hasta los liberales igualitarios y otros comprometidos de manera clara con la democracia. En realidad, la reconfiguración del pensamiento progresista a la que aspiramos implica el trazado de una frontera entre las fuerzas de izquierdas que permanecen fieles a sus valores auténticos y otras corrientes que últimamente han manifestado una excesiva flexibilidad respecto de esos valores. Supone hacer frente común con los demócratas de verdad, sean o no socialistas.
Nuestra iniciativa hunde sus raíces en Internet, especialmente en la “blogosfera”, a través del cual ha hallado su base de simpatizantes. Somos conscientes, sin embargo, de que esta base política está infrarrepresentada en otros ámbitos, como los medios de comunicación y otros foros de la vida política contemporánea.
A continuación exponemos nuestra declaración de intenciones, resumida en principios básicos que suscribimos. Con ella inauguramos un nuevo sitio en la Web que brindará apoyo a la corriente de opinión que aspiramos a representar y que acogerá diversos blogs fundacionales y otros sitios en la Web que se asocian a este llamamiento por una nueva configuración progresista.
B. Declaración de principios
1. 1. Por la democracia
Manifestamos nuestro compromiso con las normas democráticas, sus procedimientos e instituciones, entre las que destacamos la libertad de opinión y reunión, los comicios libres, la separación de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial y la del Estado y la religión. Apreciamos las tradiciones e instituciones y el legado de buen gobierno de aquellos países en los que ha arraigado la democracia pluralista y liberal.
2. Contra la apología de la tiranía
Nos negamos a justificar o a manifestar nuestra indulgente “comprensión” de los regímenes y movimientos reaccionarios para los cuales la democracia es un enemigo detestado; unos regímenes que oprimen a sus propios pueblos y unos movimientos que aspiran a poder hacerlo. Trazamos con mano firme una frontera entre nosotros y quienes desde posturas progresistas de izquierdas se apresuran actualmente a brindar razones exculpatorias a estas fuerzas políticas.
3. Derechos humanos para todos
Consideramos que los derechos humanos fundamentales inscritos en la Declaración Universal son precisamente universales y que son obligatorios para todos los Estados y movimientos políticos y, de hecho, para todos los seres humanos. Las violaciones de estos derechos deben ser condenadas, con independencia de quiénes sean sus responsables y de cuál sea su contexto cultural. Rechazamos el doble rasero que actualmente aplica buena parte de la autoproclamada opinión progresista, para la que las violaciones de los derechos humanos más benignas (aunque desgraciadamente existentes) cometidas cerca de casa o a manos de gobiernos desfavorecidos son siempre más denunciables que otras violaciones flagrantemente más graves. Rechazamos asimismo el relativismo cultural en virtud del cual es posible sostener que estos derechos humanos básicos no son aplicables a determinadas naciones o pueblos.
4. Igualdad
Abrazamos los principios de una política igualitaria universal. Aspiramos al progreso en las relaciones entre los sexos (hasta lograr la igualdad de género plena), entre diferentes comunidades étnicas, entre los seguidores de las diversas religiones y quienes no tienen afiliación religiosa y entre personas de distintas orientaciones sexuales, así como a la igualdad social y económica más amplia en todos los ámbitos. Por manifestarse entre nosotros diferencias de apreciación al respecto, dejamos abierta la definición de las mejores formas económicas de lograr esta igualdad generalizada, pero apoyamos los intereses de los trabajadores en todo lugar y su derecho a organizarse para defenderlos. Los sindicatos democráticos son las organizaciones de base en la defensa de los intereses de los trabajadores y una de las más importantes fuentes de los derechos humanos, la promoción de la democracia y el internacionalismo igualitario. Los derechos laborales son derechos humanos. Consideramos una prioridad la adopción universal de las Convenciones Internacionales de Regulación del Trabajo, en la actualidad sistemáticamente ignoradas por los gobiernos de todo el planeta. Estamos comprometidos en la defensa de los derechos de la infancia y en la protección de las personas contra la esclavitud sexual y cualquier forma de malos tratos institucionalizados.
5. Desarrollo para la libertad
Defendemos el desarrollo económico global para la libertad y contra la opresión económica estructural y la degradación del medio ambiente. La expansión actual de los mercados globales y la libertad de comercio no deben servir los limitados intereses de una pequeña elite corporativa del mundo desarrollado y sus asociados en los países en desarrollo. Los beneficios del desarrollo a gran escala a través de la expansión del comercio global deben distribuirse los más ampliamente posible a fin de servir los intereses económicos y sociales de los trabajadores, agricultores y consumidores de todos los países. La globalización debe aspirar a una integración social global y al compromiso con la justicia social. Apoyamos una reforma radical de las principales instituciones encargadas del gobierno global de la economía (Organización Internacional de Comercio, Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial) para que lleven a cabo estas políticas, y apoyamos asimismo el comercio justo, el incremento de las ayudas, la cancelación de la deuda y la campaña “Make Poverty History”. El desarrollo puede garantizar el incremento de la esperanza de vida y la mejora de su disfrute, mediante la atenuación de los trabajos más pesados y la disminución de la jornada laboral. También puede aportar una mayor libertad a los jóvenes, posibilidades de nuevas actividades para los adultos y seguridad para los ancianos. Incrementa las perspectivas y oportunidades de viajar y contribuye a que los extraños se hagan amigos. El desarrollo global debe implementarse de manera que garantice un crecimiento sostenible para el medio ambiente.
6. Oposición al antiamericanismo
Rechazamos con la mayor firmeza el antiamericanismo que actualmente infecta una parte importante del pensamiento progresista de izquierdas y parte del conservador. No se trata de postular a EE.UU. como modelo de sociedad, de cuyos problemas y defectos somos conscientes. Pero éstos forman parte también, en mayor o menor medida, de todo el mundo desarrollado. Estados Unidos de América es un gran país y una gran nación, que alberga una democracia consolidada con una noble tradición a sus espaldas y logros sociales y constitucionales duraderos alcanzados en su nombre. Sus gentes han producido una cultura llena de vida que procura placer, conocimiento y envidia a millones de personas. El hecho de que la política exterior de EE.UU. con frecuencia haya luchado contra gobiernos y movimientos progresistas y apoyado a algunos que son autoritarios y regresivos no puede justificar un prejuicio generalizado contra ese país y sus gentes.
7. Por la solución de los dos estados
Reconocemos el derecho tanto del pueblo israelí como del palestino a la autodeterminación, en el marco de dos estados distintos. La subordinación o eliminación de los legítimos derechos e intereses de una de las dos partes del conflicto no puede constituir una solución razonable del mismo.
8. Contra el racismo
Para los progresistas y la izquierda el antirracismo es un axioma de base. Nos oponemos a cualquier forma de prejuicios y comportamientos racistas, trátese del racismo antiinmigrantes de la extrema derecha; del racismo interétnico y tribal; del racismo contra personas originarias de países musulmanes y sus descendientes, especialmente en el marco de la Guerra contra el Terrorismo. La reciente reaparición de otra forma ancestral de racismo, el antisemitismo, no ha sido aún convenientemente reconocida en ambientes progresistas y de izquierda. Algunos explotan los legítimos agravios del pueblo palestino sometido a la ocupación israelí para enmascarar sus prejuicios contra el pueblo judío detrás del eslogan del “antisionismo”. De más está decir que también nos oponemos a este tipo de racismo.
9. Unidos contra el terror
Nos oponemos a todas las formas de terrorismo. El asesinato deliberado de civiles es un crimen reconocido por las leyes internacionales y todos los códigos de conducta bélica, y no puede ser justificado con el argumento de que se realiza en nombre de una causa justa. El terrorismo de inspiración islamista es hoy una realidad generalizada. Constituye una amenaza a los valores democráticos y la libertad de las personas en numerosos países. Ello no debe servir de justificación para los prejuicios contra los musulmanes, que son sus principales víctimas y entre los que se encuentran algunos de sus más valientes opositores. Pero como todo terrorismo, éste constituye una amenaza que ha de ser combatida y no justificada.
10. Un nuevo internacionalismo
Apoyamos una política internacionalista y la reforma de las leyes internacionales en pro de la democratización y el desarrollo globales. Las intervenciones humanitarias, cuando son necesarias, no son un desprecio de la soberanía sino su conveniente aplicación a la “vida en común” de las personas. Sólo los Estados que protegen mínimamente la vida en común de sus gentes (porque no torturan, asesinan o masacran a sus propios civiles y cubren sus necesidades vitales básicas) merecen que su soberanía sea respetada. Pero si el mismo Estado viola la vida en común de manera flagrante, su derecho a la soberanía queda revocado, y la comunidad internacional tiene la obligación de intervenir humanitariamente. Cada vez que se traspasa el límite de la inhumanidad, se impone la “responsabilidad de proteger”.
11. Apertura crítica
Basándonos en la desastrosa experiencia de las justificaciones de los crímenes del estalinismo y el maoísmo avaladas por la izquierda, así como en más recientes ejemplos de esta conducta (algunas reacciones a los crímenes del 11-S, la búsqueda de excusas para el terrorismo suicida, la reciente y vergonzosa colaboración entre el movimiento del “no a la guerra” y los teócratas dogmáticos), rechazamos la idea de que no puede haber enemigos en la izquierda. Del mismo modo, rechazamos la idea de que no pueden tenderse puentes a ideas y personas situadas a nuestra derecha. Los izquierdistas que hacen causa común con. o hallan excusas para, las fuerzas antidemocráticas deben ser criticados de la manera más clara y contundente. A la inversa, prestamos atención a voces e ideas liberales y conservadoras que contribuyen al fortalecimiento de las normas y prácticas democráticas y a la lucha por el progreso de la humanidad.
12. La verdad histórica
En sintonía con los presupuestos humanistas de base del movimiento a favor del progreso de la humanidad, manifestamos enfáticamente el deber de los genuinos demócratas de respetar la verdad histórica. No sólo los fascistas, los negacionistas y otros de esta especie han intentado borrar las huellas de la historia. Una de las tragedias de la izquierda es que su misma reputación se vio masivamente comprometida por el movimiento comunista internacional, y algunos de sus miembros aún no han aprendido la lección que se impone. La honradez política y la franqueza son para nosotros una obligación fundamental.
13. Libertad de pensamiento
Defendemos la tradicional libertad de pensamiento liberal. Más que nunca, hoy es necesario afirmar que, con las normales limitaciones contra la difamación, el insulto y la incitación a la violencia, se debe defender el derecho a criticar ideas (incluso sistemas de ideas) suscritas por otros. Esto incluye la libertad de criticar las religiones, tanto los credos específicos como la religión en general. El respecto debido a los otros no supone el silenciar las propias creencias cuando se constata que están siendo relegadas.
14. Código abierto
En el marco del libre intercambio de ideas, y con el fin de fomentar las iniciativas intelectuales conjuntas, apoyamos el desarrollo sin trabas del software y otras herramientas creativas y nos oponemos al registro de genes, algoritmos y fenómenos de la naturaleza. Nos oponemos a la aplicación retroactiva de las leyes de propiedad intelectual en beneficio de los intereses corporativos de los propietarios de derechos de autor. El modelo “open source” (código abierto) es colectivo y competitivo, colaborativo y meritocrático. No es un ideal teórico sino una realidad comprobada que ha generado un conjunto de bienes comunes cuya solidez y fortaleza se ha consolidado durante décadas. De hecho, la colaboración en el marco del código abierto se desprende de los ideales colegiados de la comunidad de investigadores científicos, que han sido la fuente del progreso del hombre a lo largo de los siglos.
15. Una herencia que hay que proteger
Rechazamos el miedo a la modernidad, el miedo a la libertad, el irracionalismo, la subordinación de las mujeres. Y reafirmamos las ideas que inspiraron los grandes llamamientos colectivos de las revoluciones democráticas del siglo XVIII: libertad, igualdad y solidaridad, derechos humanos, búsqueda de la felicidad. Estas ideas seminales se convirtieron en nuestra herencia gracias a las transformaciones socialdemócratas, igualitarias, feministas y anticolonialistas de los siglos XIX y XX, que aspiraron a la búsqueda de la justicia social, el estado del bienestar, la hermandad y sororidad de todos los hombres y mujeres. Nadie puede verse excluido, nadie debe quedar marginado. Somos partidarios de estos valores. Pero no somos fanáticos, y por ello abrazamos igualmente los valores del libre cuestionamiento, el diálogo abierto y la duda creativa, del juicio ponderado y la conciencia de los límites impuestos por la realidad. Nos oponemos con el mayor vigor a la imposición de una verdad total, incuestionable y acrítica.
C. Elaboraciones
Defendemos las democracias pluralistas y liberales contra quienes ignoran las diferencias entre ellas y los totalitarismos y otros regímenes tiránicos. Pero las democracias tienen sus propios defectos y limitaciones. La lucha por el desarrollo de instituciones y actuaciones más democráticas, y a favor del acceso al poder de quienes carecen de influencia, voz o recursos políticos, es un aspecto vigente para cualquier programa de izquierdas.
Las bases económicas y sociales en las que las democracias liberales se asientan están marcadas por profundas desigualdades de riqueza y salarios y por la pervivencia de privilegios inmerecidos. A su vez, las desigualdades globales son objeto de escándalo para la conciencia moral de la humanidad. Millones de seres humanos viven en la más terrible pobreza. Cada semana, decenas de miles de personas (sobre todo niños) mueren de enfermedades curables. La desigual fortuna, entre individuos y entre países, reparte arbitrariamente entre los hombres la posibilidad de sobrevivir.
Este estado de cosas es un reproche permanente a la comunidad internacional. Nosotros, personas de izquierdas, respetando nuestras tradiciones, luchamos por la justicia y una vida digna para todos. En nombre de esas mismas tradiciones, también hemos de luchar contra las poderosas fuerzas de tiranías de corte totalitario que han vuelto a ponerse de manifiesto. Tenemos que librar estas dos batallas simultáneamente. No es posible sacrificar ninguna.
Repudiamos el modo de pensamiento según el cual los sucesos del 11 de septiembre de 2001 fueron la moneda justamente devuelta a Estados Unidos, y que son “comprensibles” a la luz de los legítimos agravios generados por la política exterior de este país. Ese día se perpetró un asesinato masivo, inspirado por odiosas creencias fundamentalistas, que nada puede redimir. Ninguna formulación evasiva es capaz de ocultar este hecho.
Los impulsores fundacionales de este manifiesto adoptaron posturas diferentes ante la intervención militar en Irak, unos a favor y otros en contra. Reconocemos que era posible disentir razonablemente de las justificaciones de dicha intervención, la manera en que fue llevada a cabo, la planificación (o falta de planificación) del período posterior y las posibilidades reales de una implementación exitosa del cambio democrático en ese país. No obstante, todos coincidimos en la valoración del carácter reaccionario, semifascista y asesino del régimen baasista iraquí, y reconocemos en su derrocamiento la liberación del pueblo iraquí. También nos reúne la opinión de que, desde ese día, la primordial preocupación de los auténticos progresistas e izquierdistas debió de ser la lucha por lograr la implantación en Irak de un orden político democrático y la reconstrucción de las infraestructuras del país, así como la creación, después de décadas de la más brutal opresión, de un marco de vida para los iraquíes condigno con el que quienes viven en países democráticos dan por supuesto, en lugar de escarbar entre las ruinas de Irak en busca de argumentos sobre la intervención.
Esta actitud nos opone no solamente a quienes en la izquierda se han manifestado abiertamente a favor de las bandas de criminales djihadistas y baasistas de la mal llamada resistencia iraquí, sino también a quienes han buscado la manera de situarse entre estas fuerzas y los grupos que luchan por instaurar en ese país nuevas formas de vida democrática. Tampoco somos de la cuerda de quienes con la boca pequeña se declaran a favor de estos fines, mientras dedican la mayor parte de sus energías a criticar a sus adversarios políticos en casa (supuestamente responsables de todas las dificultades encontradas en Irak) y mantienen un silencio táctico casi total sobre las impresentables fuerzas de la “insurgencia” iraquí. Los numerosos opositores de izquierdas a un cambio de régimen en Irak que han sido incapaces de comprender los motivos que han conducido a otros miembros de la izquierda a apoyar ese proceso y que se dedican a decretar su anatema y excomunión, llegando recientemente a exigirles que hagan acto de contrición y se arrepientan, delatan con claridad meridiana los valores democráticos en los que creen. Las agresiones vandálicas contra sinagogas y cementerios judíos y los ataques a las personas judías están incrementándose en toda Europa. El “antisionismo” ha crecido hasta el punto de que supuestas organizaciones de izquierdas aplauden y apoyan a oradores abiertamente antisemitas y forman alianzas con grupos antisemitas. Entre personas cultas y acaudaladas se hallan individuos que no tienen empacho en afirmar que la guerra de Irak se hizo para defender intereses judíos o que elaboran otras sutiles y “educadas” insinuaciones acerca de la influencia de los judíos en la política nacional e internacional; unas insinuaciones que durante más de cincuenta años, y a consecuencia del Holocausto, nadie se hubiese atrevido a hacer públicamente sin correr el riesgo de deshonrarse. Nos oponemos firmemente a cualquier manifestación de este tipo de intolerancia.
La violación de derechos humanos básicos en Abu Graib y en Guantánamo y la práctica de la “rendición” deben ser vigorosamente condenadas por lo que son: una desviación de los principios universales de cuya histórica adopción los mismos países democráticos, y principalmente Estados Unidos, son mayoritariamente responsables. Pero rechazamos el doble rasero que hoy permite a la mayor parte de la izquierda calificar de máximas violaciones de los derechos humanos las perpetradas por las democracias, mientras silencian o callan infracciones que las superan con creces. Esta tendencia ha alcanzado un grado tal que miembros oficiales de Amnistía Internacional, una organización que se ha ganado un enorme respeto en todo el mundo por su invalorable labor de décadas, puede ahora permitirse elaborar grotescas comparaciones entre Guantánamo y el Gulag, y afirmar que las leyes adoptadas por EE.UU. y otras democracias liberales en su Guerra contra el Terrorismo constituyen el mayor ataque contra los principios de los derechos humanos de los últimos 50 años, mientras voces progresistas y de izquierdas los aplauden por ello.
D. Conclusión
Es de vital importancia para el futuro de las políticas progresistas que las personas de sensibilidad liberal, igualitaria e internacionalista alcen hoy su voz con claridad. Debemos definirnos en contra de todos aquellos para quienes las políticas democráticas y progresistas han quedado subordinadas a un simplista y elemental “antiimperialismo” y/o a la hostilidad hacia la actual administración estadounidense. Los valores y objetivos que realmente constituyen esas políticas –los valores de la democracia, los derechos humanos, la batalla permanente contra el poder y los privilegios injustificados, la solidaridad con los pueblos que luchan contra la tiranía y la opresión– son los que más duraderamente definen los contornos de cualquier izquierda a la que valga la pena pertenecer.
EL CORREO DIGITAL
Del caso Dreyfus al Manifiesto de Euston
Por Daniel Reboredo, historiador (EL CORREO DIGITAL, 05/08/06)
La degradación de la vida occidental, y en especial de la española, en ámbitos básicos como la política, la sociedad y la cultura, y el deterioro que ello conlleva para la convivencia ciudadana es una realidad y un proceso destructivo que debemos intentar reconvertir antes de que nos arrastre definitivamente. La sociedad española y el propio país están retrocediendo hacia formas maniqueas de comprensión y expresión de la vida socio-política en la que el sectarismo y las actitudes y comportamientos totalitarios se están imponiendo ante la pasividad y entreguismo de una sociedad abúlica, inconsciente y ajena a unos valores de libertad y ciudadanía (de que goza) que han costado mucha sangre, sacrificio y penuria a las generaciones que nos precedieron. Y en esta labor el trabajo de los denominados ‘intelectuales’ es fundamental, siempre y cuando sean capaces de arrastrar y concienciar a los ciudadanos. Intelectuales que nacieron a la modernidad un 21 de julio de 1906 cuando se rehabilitó en Francia al capitán de artillería Alfred Dreyfus, acusado injustamente de espionaje doce años antes.
El concepto ‘intelectual’ y su definición son un producto de finales del siglo XIX francés, aunque fueron utilizados ya en 1822 por Saint-Simon. El célebre ‘Manifiesto de los intelectuales’ publicado en ‘La Aurora’ el 14 de mayo de 1898, surgió con el mencionado ‘affaire Dreyfus’ (fue el momento en que el término ‘intelectual’ adquirió su nuevo significado y funciones), y con el mismo apareció un personaje nuevo, el intelectual, paradigmáticamente representado por el Zola de ‘Yo acuso’. Este caso marca un hito en la historia social e intelectual de Europa al originar una revolución incruenta contra la anquilosada sociedad francesa de la época por tres motivos; en primer lugar porque la verdad pública salió vencedora gracias a la intervención decidida de los pensadores y hombres de letras que a partir de entonces comenzaron a ser llamados ‘intelectuales’; en segundo lugar, porque en estos momentos nació el cuarto poder, es decir, la prensa y su capacidad para cuestionar y vencer al Estado, y, en tercer lugar, porque se buscó la regeneración nacional de un país hundido, pesimista y en decadencia después de la derrota de sus tropas frente a Bismarck y de manifestaciones reivindicativas como la Comuna de París. Cuando, el 13 de enero 1898, Emile Zola publicó el ya citado artículo, el Estado no pudo controlar la protesta en la calle ni la influencia de unos intelectuales que se convirtieron en punta de lanza de la vanguardia social.
Desde entonces, la suerte del intelectual estará vinculada a su capacidad para alcanzar resonancia y publicidad desde una tribuna de prensa, desde algún periódico, desde el lugar privilegiado de la presencia pública del mismo. Los intelectuales se movilizan, protestan, critican el poder. No actúan ya como los ilustrados del siglo XVIII, quienes ejercían de consejeros del gobierno y como delegados del déspota, que legitimaba tal actuación. Ahora operan como razón autónoma, que se legitima por su autoridad moral, la cual se sobrepone a la del poder político. Es verdad que esto es posible porque existen instituciones que van progresivamente eludiendo la autoridad del Gobierno, a medida que éste se ve obligado a dejar resquicios a la crítica social y política. Elevado a la categoría de intermediario entre lo justo, lo verdadero y el bien, el intelectual actuó a modo de gozne entre el saber y la opinión, entre la literatura y la política, con gran relevancia durante toda la primera mitad del XX y parte de la segunda. El intelectual crítico, resistente y rebelde encontró su versión más extrema en el ‘intelectual revolucionario’ (’intelectual orgánico’ de Gramsci) y el ‘intelectual comprometido’ (Gide, Sartre, Malraux, Camus). La decadencia de su papel se inició, como tantas otras cosas, durante la década de los setenta del pasado siglo, dejando paso al intelectual ‘específico’ de Foucault, al intelectual ’sin mandato’ de Günter Grass o Juan Goytisolo o al intelectual ‘terminal’ de Régis Debray. De esta galería nos interesa sobremanera el intelectual sin mandato porque es el paradigma de la modernidad y el que contempla y padece la creciente degradación de los valores democráticos de raíz ilustrada, la lucha despiadada por el poder político, económico y cultural, la abdicación de toda responsabilidad personal y la indiferencia general ante el sufrimiento y la miseria asumidos como ‘irremediables’ de un tercio, cuanto menos, de la Humanidad.El caso Dreyfus fue la primera y más evidente prueba de que la sociedad europea estaba enferma, de que lo peor estaba por llegar. Pues bien, salvando las distancias podemos afirmar que en estos momentos el mundo occidental padece otra enfermedad que puede destruirlo definitivamente. En España, sin ir más lejos, el chantaje asfixiante de los nacionalismos y sus alianzas ‘contra natura’ con la propia izquierda exhortan el papel y la función del ‘intelectual’ que nació del asunto Dreyfus y que poco tiene que ver con las ideologías pre-ilustradas y de un totalitarismo enmascarado de progresía y exclusión artera que sangran los valores de la ciudadanía democrática. Por eso adquiere tanta importancia la iniciativa de un grupo de profesores e intelectuales ingleses que han redactado un manifiesto político de la izquierda consecuente y liberal. Reunidos en un pub londinense de la estación de Euston, los redactores del manifiesto convocaron el 25 de mayo a simpatizantes de todo el mundo a unirse a su iniciativa política. Algunos de los firmantes son reconocidos pensadores en la tradición de la izquierda liberal, como Paul Berman y Michael Walzer, pero también se encuentran entre ellos socialistas italianos o musulmanes liberales, y todos ellos entienden que es posible reivindicar un proyecto socialdemócrata sin caer en la tentación de eludir o justificar el peligro que representan las tiranías modernas.
El Manifiesto de Euston (PDF) (por una renovación de la política progresista), firmado ya por decenas de intelectuales izquierdistas y liberales británicos, define el progresismo del siglo XXI y muestra que la izquierda dominante, entre ella la española, está volviéndose reaccionaria en temas vitales para la supervivencia de la libertad y que está peligrosamente degradada por la sumisión a lo políticamente correcto. Para luchar contra ello incluye ideas, conceptos, pensamientos y estudios en pro de la democracia, contra la apología de la tiranía, a favor de generalizar los derechos humanos, de política igualitaria universal, de desarrollo para la libertad, de lucha contra el racismo, de unión contra el terror, de apoyo a un nuevo internacionalismo, a la verdad histórica, a la libertad de pensamiento, a la protección de nuestra herencia y valores, etcétera. La iniciativa que, en junio de 2005, un grupo de quince ciudadanos (escritores, periodistas, artistas, profesores, es decir, intelectuales) presentaron en Cataluña denominada ‘Por la creación de un nuevo partido político en Cataluña’ (Ciudadanos por Cataluña) está en la línea del ideario de Euston y por ello la intolerancia nacionalista ha reaccionado con una agresividad exacerbada recuperando la vieja máxima del insulto utilizando el término ‘intelectual’ de forma peyorativa, identificándolo con el ridículo y la incompetencia. Ya les ocurrió en la Francia decimonónica a los dPara luchar contra los enemigos de las luces, de la razón, de la ciudadanía, contra quienes ponen por encima de las personas las identidades, los territorios y las quimeras destructivas, contamos con la tradición ilustrada europea, con el laicismo y con el republicanismo (incluso con lo mejor del liberalismo) que considera el bien común como el paradigma de la política. Ellos pueden y deben actuar de muro de contención de estas ideologías nefastas, sentimentales y arcaicas, a la par que de marmita en la que se cuezan unos valores democráticos sólidos que puedan apuntalar las débiles democracias blandas, desorientadas y de límites difusos que ’supuestamente’ nos amparan.efensores de Dreyfus.
LETRAS LIBRES
El Manifiesto Euston
Angel Jaramillo
George Orwell, quien poseía la virtud de casi siempre tener razón, alguna vez criticó la falta de coherencia política de Chesterton. El paradójico inventor del Padre Brown –opinaba el escritor socialista– era un demócrata en asuntos domésticos, pero un simpatizante de Mussolini cuando se trataba de juzgar lo que pasaba allende las fronteras y costas inglesas. Uno de los misterios del presente es la manera en que un sector de intelectuales de izquierda ha cometido la misma pifia que Orwell detectó en Chesterton.
En tiempos del autor de 1984, los regímenes totalitarios eran fácilmente identificables para cualquier observador con sentido común. Stalin, Mussolini y Hitler nunca escondieron su odio por la democracia liberal. El mundo en los albores del siglo XXI, vale la pena repetirlo, no es muy diferente. El fracaso de los regímenes comunistas no ha significado el triunfo de la libertad. Hoy en día, más de dos terceras partes de la población mundial vive, de una u otra forma, bajo gobiernos tiránicos. Las tiranías modernas oprimen a sus poblaciones al interior y propician guerras al exterior. Su visión del mundo es totalitaria.
El 11 de septiembre del 2001 se pudo ver con claridad que los enemigos de la libertad se encontraban en guerra contra la civilización democrática. Se diría que el mayor crítico del fascismo y el totalitarismo ha sido siempre el pensamiento de izquierda. Son numerosos los intelectuales de esa orientación política que se opusieron a las tiranías de mediados del siglo pasado. Sin embargo, salvo algunas excepciones, la izquierda del nuevo milenio no ha querido o sabido identificar las tiranías modernas. Una de esas excepciones es un grupo de profesores e intelectuales que han redactado un manifiesto político de la izquierda consecuente y liberal. Reunidos en un pub londinense de la estación de Euston, los redactores del manifiesto convocaron el pasado 25 de mayo a sus colegas en todo el mundo a unirse a este nuevo alineamiento político. Algunos de los firmantes son reconocidos pensadores en la tradición de la izquierda liberal, como Paul Berman y Michael Walzer. Pero también se encuentran entre ellos socialistas italianos, musulmanes liberales y víctimas de las dictaduras de Pinochet y Franco.
Contra el sector de la izquierda que se niega a distinguir entre la naturaleza del totalitarismo moderno y la democracia liberal, el grupo de Euston no duda en defender las instituciones democráticas de Occidente: “Otorgamos valor a las tradiciones e instituciones y al legado de buen gobierno de aquellos países en que la democracia, pluralista y liberal, ha sido establecida.” De igual manera, se oponen a hacer la apología de la tiranía en sus diversas vertientes: “Nos rehusamos a justificar, o indulgentemente ‘entender’, regímenes y movimientos reaccionarios para los cuales la democracia es un enemigo.” También critican la fobia antiestadounidense que permea un vasto sector del pensamiento progresista: “Rechazamos sin ambages el antiamericanismo que hoy infecta mucho del pensamiento de izquierda.” Tras leer el manifiesto, se percibe el carácter internacionalista que la izquierda tuvo en sus orígenes. Es natural que así sea: como heredera de la Ilustración, su valores deben ser universales. En contraposición, el pensamiento conservador –preconizado por De Maistre y Bonald en Francia, o Herder en Alemania– nació como una defensa de los particularismos nacionalistas. En este sentido, la mayor parte de los discursos de la soberanía disimulan un resabio conservador.
Ha sido gracias sólo a una gran confusión de orden filosófico y político como la izquierda ha abandonado su carácter universal. Quienes firmaron el documento de Euston entienden que es posible reivindicar un proyecto socialdemócrata sin caer en la tentación de eludir o justificar el peligro que representan las tiranías modernas. Otro de los aciertos del documento de Euston es su reconocimiento de que la razón práctica exige el conocimiento de la historia y sus astucias. En Iraq, la historia es la ironía en marcha. El Partido Comunista Iraquí respaldó la intervención militar de la coalición angloamericana, y el actual presidente de Iraq, Jalal Talabani, es miembro de la Internacional Socialista.
Sabedores de que el éxito de la democracia en Iraq requiere la solidaridad de la izquierda liberal, los redactores del manifiesto dejan claro que constituye un error moral –una falta ética– abandonar a los demócratas iraquíes en su batalla contra el fundamentalismo islámico. Aunque no escatiman líneas ágata en criticar a las elites corporativas del capitalismo, y en condenar las violaciones de los derechos humanos perpetradas por militares y funcionarios de Estados Unidos, los firmantes del manifiesto entienden que, en la aldea global, la lucha contra las tiranías es el gran desafío del presente. Sigmund Freud al fondo: frente al Eros de la democracia liberal ha reaccionado el Tánatos de la tentación totalitaria. Ésta es la batalla moderna, donde es muy difícil permanecer neutrales. No es exagerado decir que el futuro del pensamiento de izquierda dependerá de saber elegir a sus amigos y enemigos. Por lo pronto, desde el laberinto urbano de la ciudad de Londres nos llegan ecos de un renacimiento de los valores cosmopolitas y liberales de la izquierda. George Orwell habría sonreído. ~
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