sábado, 11 de abril de 2009

La economía del hidrógeno de Jeremy Rifkin


EL PAÍS

Los albores de la economía del hidrógeno

JEREMY RIFKIN
EL PAIS semanal, 27 de Septiembre de 2002.
Jeremy Rifkin es autor de La economía del hidrógeno: la creación de la red energética mundial y la redistribución del poder en la Tierra, Paidós, 2002, y presidente de la Fundación sobre Tendencias Económicas de Washington DC
Más de un año después de los atentados terroristas contra las Torres del World Trade Center y el Pentágono, el mundo es un lugar más peligroso que nunca. Y en el corazón del temor colectivo que sigue atenazando a la especie humana se encuentra la lucha por controlar el petróleo, el recurso vital sin el cual nuestra economía global y nuestra sociedad moderna dejarían de existir. Los expertos señalaban que nos quedaba petróleo barato y disponible para unos cuarenta años aproximadamente. Ahora, sin embargo, algunos de los geólogos petrolíferos más importantes del mundo insinúan que la producción mundial de petróleo podría alcanzar su techo y comenzar un drástico descenso mucho antes, ya a finales de esta década, poniendo por las nubes el precio del crudo. El combustible eterno.
Mientras que la era de los combustibles fósiles está entrando en sus últimos años, está naciendo un nuevo sistema energético que tiene el potencial de remodelar radicalmente la civilización. El hidrógeno es el elemento más básico y ubicuo del universo. Es el material de las estrellas y de nuestro Sol y, cuando se aproveche adecuadamente, será el 'combustible eterno'. Nunca se acaba y no produce emisiones nocivas de CO2 al quemarse; sus únicos subproductos son el calor y el agua pura. Estamos en los albores de una nueva economía, movida mediante hidrógeno, que cambiará básicamente la naturaleza de nuestros mercados e instituciones sociales y políticas, de la misma forma que lo hicieron el carbón y la energía de vapor al comienzo de la Era Industrial.
El hidrógeno se encuentra en todos los lugares del planeta, en el agua, en los combustibles fósiles y en todo lo que vive. Pero raras veces existe flotando libremente en la naturaleza; hay que extraerlo de fuentes naturales. En la actualidad, casi la mitad del hidrógeno que se produce en el mundo se obtiene del gas natural a través de un proceso de conversión con vapor. Aunque la utilización del vapor para convertir el gas natural ha demostrado ser la forma más barata de producir hidrógeno comercial, el gas natural es un hidrocarburo y emite CO2 en el proceso de conversión. Además, es probable que la producción mundial de gas natural alcance su techo en algún momento entre 2020 y 2030, y creará una segunda crisis de energía que le pisará los talones a la crisis del petróleo.
Sin embargo, hay otra forma de producir hidrógeno sin utilizar combustibles fósiles en el proceso. Se podrían aprovechar fuentes renovables de energía -eólicas, fotovoltaicas, hídricas, geotérmicas, de biomasa- para producir electricidad. La electricidad, a su vez, se puede utilizar, mediante un proceso llamado electrólisis, para separar el hidrógeno y el oxígeno del agua. El hidrógeno puede ser luego almacenado en una célula energética, una pila electroquímica para generar electricidad que produzca energía, luz y calor, y ser utilizado cuando se necesite. La gente pregunta a menudo para qué producir electricidad dos veces, primero para conseguir electricidad para el proceso de electrólisis y luego otra vez para generar energía, calor y luz mediante una célula de combustible. La razón es que la electricidad no se almacena. De modo que si el Sol no brilla, o el viento no sopla, o el agua no fluye, no se puede generar electricidad y la actividad económica se detendría en seco.
El hidrógeno es una forma de almacenar fuentes renovables de energía para garantizar un abastecimiento permanente y continuo de energía para la sociedad. Por consiguiente, es realmente una cuestión de costes. La energía eólica, hídrica y de biomasa ya tienen un coste competitivo en muchas partes del mundo y pueden emplearse para generar electricidad para el proceso de electrólisis. Sin embargo, los costes de la energía fotovoltaica y geotérmica siguen siendo altos y tendrán que bajar considerablemente para hacer que sea competitivo el proceso de conversión del gas natural mediante vapor en la producción de hidrógeno. Compartir la energía entre iguales. Ahora mismo se están introduciendo pilas comerciales que utilizan el hidrógeno como combustible para uso doméstico, comercial e industrial. Los principales fabricantes de automóviles han gastado más de 2.000 millones de dólares en el desarrollo de coches, autobuses y camiones de hidrógeno, y se espera que los primeros vehículos producidos en serie estén en la carretera dentro de sólo unos años.
La economía del hidrógeno posibilita una enorme redistribución del poder, con consecuencias trascendentales para la sociedad. El actual flujo de energía centralizado desde arriba, controlado por las empresas petrolíferas y las empresas de servicios, quedará obsoleto. En la nueva era, todo ser humano podrá convertirse en productor además de consumidor de su propia energía, la denominada 'generación distribuida'. Cuando millones de usuarios finales conecten sus pilas de combustible a Redes de Energía de Hidrógeno [HEW, siglas en inglés] locales, regionales y nacionales, utilizando los mismos principios de diseño y tecnologías inteligentes que han hecho posible la Red Mundial [World Wide Web], podrán comenzar a compartir energía -entre iguales-, creando una nueva forma descentralizada de su uso. En la economía del hidrógeno, hasta el automóvil será una 'central eléctrica con ruedas', con una capacidad generadora de 20 kilovatios. Dado que el coche medio está aparcado la mayor parte del tiempo, se podrá enchufar, durante el tiempo que no se utilice, a la casa, a la oficina o a la principal red interactiva de electricidad, y proporcionar electricidad extra a la red. Con que sólo el 25% de los conductores utilizasen sus coches como centrales eléctricas para devolver energía a la red, se podrían eliminar todas las centrales eléctricas del país.
Las empresas eléctricas tendrán que aceptar la realidad de que millones de operadores locales, que generen electricidad sobre el terreno a partir de pilas de combustible, pueden producir más energía y más barata que las actuales centrales eléctricas gigantescas. Cuando los usuarios finales se conviertan también en productores de su energía, las actuales centrales eléctricas podrán cambiar de papel y convertirse en 'centrales eléctricas virtuales', que fabriquen y comercialicen pilas de combustible, agrupen servicios energéticos y coordinen el flujo de energía por las actuales redes eléctricas.
El hidrógeno tiene el potencial de poner fin a la dependencia que el mundo tiene del petróleo importado y de ayudar a difuminar el peligroso juego geopolítico que se está dando entre los militantes musulmanes y los países occidentales. Reducirá drásticamente las emisiones de dióxido de carbono y mitigará los efectos del calentamiento global. Y dado que es tan abundante y existe en todas las partes del mundo, todos los seres humanos dispondrán de energía, convirtiéndose en el primer sistema energético verdaderamente democrático de la historia. Energía para los pobres.
Increíblemente, el 65% de la población del mundo no ha hecho una sola llamada de teléfono, y un tercio de la especie humana no tiene acceso a la electricidad ni a ninguna otra forma de energía comercial. La disparidad entre los conectados y los no conectados es profunda y amenaza con volverse todavía más pronunciada a lo largo de los próximos cincuenta años, teniendo en cuenta que está previsto que la población aumente de los actuales 6,2 mil millones a 9 mil millones. La mayor parte del aumento de población tendrá lugar en el mundo en vías de desarrollo, donde se concentra la pobreza. La falta de acceso a la energía, y especialmente a la electricidad, es un factor clave en la perpetuación de la pobreza en el mundo. Por el contrario, el acceso a la energía significa más oportunidades económicas. En Suráfrica, por ejemplo, por cada 100 hogares dotados de electricidad se crean entre 10 y 20 empresas nuevas.
La electricidad libera a la mano de obra humana de las tareas de supervivencia diarias. En los países pobres en recursos, el solo hecho de encontrar suficiente leña o estiércol para calentar una casa o cocinar los alimentos puede suponer varias horas al día. La electricidad proporciona energía para manejar el equipo agrícola, poner en funcionamiento pequeñas fábricas y talleres de artesanía e iluminar hogares, escuelas y empresas. Hoy en día, el uso per cápita de energía en todo el mundo en vías de desarrollo es sólo una quinceava parte del consumo en EE UU. La media global per cápita para todos los países es sólo una quinta parte del nivel en Estados Unidos. La única forma de sacar a millones de personas de la pobreza es realizar el cambio a un sistema energético basado en el hidrógeno -utilizando fuentes renovables y tecnologías para producir hidrógeno- y crear redes energéticas de generación distribuida que puedan conectar a las comunidades de todo el mundo.
Para acortar las diferencias entre los ricos y los pobres en primer lugar es necesario estrechar las diferencias entre los conectados y los desconectados. Según vaya disminuyendo el precio de las pilas de combustible y de los aparatos eléctricos que las acompañan gracias a las innovaciones y a la economía de escala, resultarán cada vez más asequibles, al igual que ha sucedido con los transistores, los ordenadores y los teléfonos móviles. Es necesario presionar a los gobiernos nacionales y las instituciones de préstamos mundiales para que ayuden a proporcionar apoyo financiero y logístico para la creación de una infraestructura energética del hidrógeno. El objetivo debería ser proporcionar pilas de combustible fijas para cada barrio y aldea del mundo en vías de desarrollo.
La era de los combustibles fósiles trajo consigo una infraestructura energética fuertemente centralizada, y con ella, una infraestructura económica que favorecía a unos pocos frente a la mayoría. Ahora, en la cúspide de la Era del Hidrógeno, es posible imaginar una infraestructura energética descentralizada, el tipo de infraestructura que podría respaldar la democratización de la energía y permitir a los individuos, a las comunidades y a los países reivindicar su independencia. Al redistribuir la energía a todos en general, será posible establecer las condiciones para un reparto verdaderamente equitativo de las riquezas de la Tierra. Ésta es la esencia de la política de la reglobalización de abajo arriba. La economía del hidrógeno está a la vista. La rapidez con que lleguemos a ella dependerá de lo decididos que estemos a abandonar el petróleo y los otros combustibles fósiles. ¿A qué estamos esperando?

EL PAÍS

CRÍTICA: LIBROS
La democratización de la energía

La economía del hidrógeno
N. M. 12/08/2007

El hidrógeno es el elemento más básico y ubicuo del univers, la materia de la que están hechos el sol y las estrellas. En este inicio del siglo XXI, el hidrógeno puede paliar la dependencia del mundo respecto a las importaciones de petróleo y contribuir a enfriar el peligroso juego geopolítico que se genera entre algunos países productores y el mundo occidental. Además, el uso del hidrógeno como nueva fuente de energía supondría un recorte espectacular de las emisiones de dióxido de carbono y mitigaría los efectos del calentamiento global. Esta es la tesis de Jeremy Rifkin, profesor del Executive Education Program de la Wharton School, presidente de la Foundation on Economics Trens de Washington DC y autor de bestsellers como El fin del trabajo, La era del acceso y El sueño Europeo.
La economía del hidrógeno
Jeremy Rifkin
Ediciones Paidós Ibérica
ISBN 978-84-493-1960-0
La noticia en otros webs
webs en español
en otros idiomas
Pero, subraya Rifkin, ello no garantiza que el hidrógeno vaya a ser compartido de forma justa y equitativa entre todos los pueblos. La cuestión, afirma, depende en buena medida de cómo valoremos el hidrógeno: ¿será visto como un recurso compartido, igual que los rayos del sol o el aire que respiramos?, ¿como una mercancía que se compra y se vende en el mercado?, ¿o tal vez como algo intermedio?
Pero, si bien es cierto que el hidrógeno está en todas partes y que, por lo tanto, no es un recurso escaso, el ingenio humano debe arrancarlo de su entorno y explotarlo para generar electricidad. El proceso de extracción requiere cierta inversión de tiempo, trabajo y capital, al igual que su almacenamiento y utilización. Sin embargo, prosigue razonando el autor, a medida que baje el coste de producir energía a partir del hidrógeno su estatus como patrimonio común seguirá ganando terreno, porque está distribuido de forma homogénea por todo el mundo y porque, a diferencia de lo que ocurre con los combustibles fósiles, los recursos de hidrógeno son ilimitados. Así que es posible imaginar un futuro -"tal vez sólo de un centenar de años"- en el que producir cantidades ilimitadas de hidrógeno tenga un coste cercano a cero. Este esquema, por otra parte, requerirá un diseño radicalmente nuevo que ponga las actividades públicas y privadas, lucrativas y no lucrativas, en una relación simbiótica que refleje tanto el aspecto privado como el aspecto comunitario del nuevo régimen energético.
Y aquí Rifkin se lanza a la utopía. Parte de la base de que la generación distribuida propiciará que todas las familias, las empresas, los barrios y las comunidades del mundo se convertirán potencialmente en productores, consumidores y vendedores de su propio hidrógeno y electricidad. Las pilas de combustible estarán ubicadas geográficamente en los mismos lugares donde el hidrógeno y la electricidad serán producidos y en parte consumidos, razón por la que la capacidad de integrar grandes cantidades de productores-usuarios en asociaciones será fundamental para descentralizar el poder energético y para promocionar la concepción democrática de la energía...
Así que, insiste Rifkin, la economía del hidrógeno va a traer consigo una nueva forma de entender la sociología de nuestra existencia, igual que sucedió con la era de los combustibles fósiles. Y es que esa "democratización de la energía" planteará inevitablemente la cuestión de si deberíamos reorganizar las instituciones políticas y las fronteras existentes, ya que en la economía del hidrógeno, con su red energética descentralizada y democratizada, se pueden establecer asentamientos humanos adaptados a las bio-regiones, eco-regiones y geo-regiones que reflejan los patrones de asentamiento de las comunidades bioquímicas del planeta. Rifkin concluye, pues, que la creación de una arquitectura económica y social que constituya un microcosmos de la propia fisiología de la Tierra abre un nuevo mundo de posibilidades de naturaleza afirmativa y regeneradora de nuestra especie. Una posibilidad cuyo fracaso no descarta el propio Rifkin si nos desviamos hacia un escenario de "proyectos frustrados y oportunidades perdidas".

RESEÑA EDITORIAL


La economía del hidrógeno

La creación de la red energética mundial y la redistribución del poder en la Tierra
"Se acaba el petróleo" afirman los científicos. Sin embargo, a juzgar por nuestra vida diaria, nadie diría que esto sea verídico. En nuestras casas, la luz no se apaga si nosotros no queremos, las calles permanecen toda la noche iluminadas, aviones y barcos hacen miles de trayectos atravesando el mundo. Muchos de los materiales plásticos de nuestros hogares sólo pueden fabricarse a partir de petróleo, incluso nuestros alimentos son cultivados con ayuda de combustibles fósiles. Esta vida cómoda y despilfarradora de los habitantes de los países ricos es posible gracias al petróleo. ?Hay alguien que pueda imaginar la vida sin el oro negro?Los geólogos no se ponen de acuerdo sobre cuándo se llegará a lo que llaman el punto de no retorno, es decir, cuando las reservas mundiales de petróleo se habrán consumido hasta la mitad. Los más optimistas hablan de cuarenta años, otros afirman que a finales del 2010 el petróleo se pondrá por las nubes. En cualquier caso, que no se pongan de acuerdo en las fechas no invalida que realmente la era del petróleo está llegando a su fin.
Jeremy Rifkin, autor ya conocido por sus vaticinios en estos temas, apunta de forma implacable que podemos vencer en el final de la era del petróleo. La economía del hidrógeno presenta a este elemento como la fuente energética revolucionaria de nuestro futuro inmediato. Las principales ventajas que posee el hidrógeno justifican esta creencia: es un elemento que se puede generar en cualquier lugar; está presente en todo el universo, tanto en el agua como en los combustibles fósiles y en todos los seres vivos; nunca se acaba y su combustión no produce emisiones nocivas de dióxido de carbono como el petróleo. Lo que sucede es que muy raras veces se encuentra en estado libre, con lo cual resulta clave encontrar la manera de explotarlo efectivamente.Esta tecnología que hará posible su uso ya está al alcance de todos y, lo que es más importante, permite que el propio usuario se convierta en productor de energía. La producción de hidrógeno a través de las denominadas pilas de combustible permitirá que los automóviles generen electricidad con hidrógeno, y que también la generemos desde nuestras casas. Con unas placas solares en nuestro tejado, podremos fabricar electricidad durante el día que se almacenará en forma de hidrógeno que podremos usar por la noche.
Ésta es la gran revolución que representa el hidrógeno. Ahora bien, no debemos olvidar que este elemento se puede generar con energías renovables o a partir de combustibles fósiles. El reto está en conseguir que éste no se obtenga con ayuda del petróleo.Acabar con el petróleo supone poner fin a la contaminación y frenar el cambio climático. Pero Rifkin ya nos advierte de la importancia de garantizar la esencia democratizadora del hidrógeno; garantizar la autonomía de pueblos y personas que posibilita este elemento al ubicarse en cualquier parte, para evitar que de nuevo sean unos pocos los que dominen su explotación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario