viernes, 10 de abril de 2009

El futuro de la Izquierda, de Nicolas Sartorius

EL PAÍS
TRIBUNA: NICOLÁS SARTORIUS
El futuro de la izquierda
NICOLÁS SARTORIUS 01/11/1996

1. Es difícil el empeño de escudriñar en el futuro de la izquierda. El siglo y milenio terminan en la incertidumbre. El socialismo, como estadio de la humanidad, que debía superar al capitalismo, ha fracasado en su experiencia práctica.Este último, a pesar de su hegemonía a nivel planetario, no es el fin de la historia, pues exacerba las contradicciones y no resuelve los problemas. El socialismo como movimiento político (partidos y sindicatos) que se reclaman del mismo no pasa por su mejor momento. Los partidos comunistas prácticamente han desaparecido en el Oeste; se han reciclado en el Este, y la socialdemocracia, aunque en retroceso -véase Japón-, se alterna con la derecha en el gobierno de lo existente, logrando a veces significativos avances. Pero en ningún país central gobierna la izquierda. Y no obstante, la necesidad de ir superando las tremendas contradicciones del mundo actual es tarea urgente.
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2. La situación se podría definir como de ruptura de todos los equilibrios anteriores sin que se sepa bien cuáles van a ser los nuevos. A nivel global, la bipolaridad ha saltado, estableciéndose múltiples focos de tensión y la hegemonía de una sola potencia, con varias emergentes. Ideas sólidamente establecidas han entrado en crisis -también las ultraliberales- mientras se expanden fundamentalismos y nacionalismos. El crecimiento demográfico y el desarrollismo insolidario de los países ricos han puesto en jaque al medio ambiente y ha acrecentado la desigualdad entre países pobres y ricos. Los nuevos procesos productivos e informativos desplazan la mano de obra, crece el desempleo, y la centralidad del trabajo se diluye sin ser sustituida claramente por otra. La globalización de la economía y la información pone en solfa al Estado-nación, marco de la política desde la Revolución Francesa. Este Estado cada vez controla menos la economía; tiene dificultades para mantener el bienestar; esta presionado por abajo y por arriba, y sufre crisis de autoridad. Lo anterior también ha dañado los equilibrios sociales. El consenso social en las democracias occidentales y, por ende, la democracia misma está basado en el Estado de bienestar. La crisis o los ataques a éste contribuyen a resquebrajar el consenso y a degradar el sistema político. El desprestigio de la política no es sólo un problema de corrupción. También influye el debilitamiento de la cohesión social. Es cierto que las dictaduras han caído en la Europa del Sur, del Este y de América Latina. Pero si la democracia es la capacidad de los ciudadanos de decidir en las cuestiones que les afectan, asistimos a un cierto vaciamiento de aquélla por la extensión de poderes no sometidos a ningún control democrático: multinacionales, financieros, comunicacionales, etcétera, que adquieren cada vez mayor influencia política. La debilidad de los partidos y la democracia representativa acentúan las posibilidades de estos nuevos protagonistas.
3. La izquierda, por tanto, tiene que hacer una nueva lectura de las contradicciones de este mundo y ofrecer soluciones reales a los problemas de los humanos en su medio ambiente. El eje de esta reflexión debe centrarse, en mi opinión, en la cuestión de la democracia. El fracaso del comunismo tiene su raíz en la "traición" a la democracia. Los límites de la socialdemocracia están, en no haber podido profundizar en ella. El desigual reparto de la riqueza -origen de tantos males-, la discriminación racial, la posición inferior de la. mujer, la destrucción impune del medio ambiente o la concentración de la información sin respeto al pluralismo son otros tantos atentados a la democracia. Es en este terreno en el que la izquierda debe confrontarse con la derecha. El futuro de la izquierda está, pues, en su capacidad de profundizar. y realizar la democracia, que es el auténtico objetivo de la política. Y eso supone un gran debate en el seno de la izquierda, pero también ofrecer ideas innovadoras y reales que permitan recobrar el impulso hoy debilitado.
La izquierda debe medirse a nivel global, creando instancias eficaces de acción que superen el anquilosamiento de los "internacionales". Difícilmente abordará en términos de progreso la cuestión de la competitividad si no sitúa como objetivo la democratización de las relaciones productivas. Esa es la alternativa a la "disminución" del Estado de bienestar que plantea la derecha. Los temas de medio ambiente no son algo diferente a los derechos de los humanos. El futuro del socialismo democrático está fundido con esta cuestión. La lógica ecológica choca con el capitalismo a determinados niveles. La construcción de un poder político democrático a nivel europeo es tarea que no admite retrasos. La iniciativa no puede estar siempre en manos de la derecha. Las fuerzas progresistas deben lanzar una campaña de explicación a la ciudadanía sobre la cuestión de la unión política de Europa. Es insensato que se esté ventilando el futuro de Europa por las alturas -reforma de la Unión- y los ciudadanos desinformados y al margen del proceso. La izquierda, en fin, debe encabezar la reforma de la política, empezando por los propios partidos. Transformando éstos en partidos de los ciudadanos, transparentes en su funcionamiento y financiación. No comparto las tesis catastrofistas sobre nuestro sistema político, pero puede ser mejorado, devolviendo a la política, el Parlamento, los partidos, el protagonismo y colocando a cada uno en el lugar para el que han sido creados.
4. Mientras, en España, gobierna la derecha. Y si bien es cierto que en los meses que llevan en el Gobierno han cometido importantes errores, quizá el más serio radique en que no saben a dónde van, o esa impresión producen; no está escrito en ninguna parte que no puedan durar algunos años si la izquierda no ofrece un proyecto atractivo. Lentitud en la renovación y los cambios, o precipitaciones, han conducido, en ocasiones, a periodos largos de decadencia y alejamiento del poder. Los ejemplos del laborismo inglés y la socialdemocracia, alemana son dignos de estudio y reflexión. En nuestro caso, el futuro de la izquierda depende sobre todo de cómo evolucione el PSOE y también IU. Después de tantos años en el poder y de todo lo que ha sucedido -para bien y para mal-, tan arriesgado sería considerar que aquí no ha pasado nada y se pueden ganar las elecciones como en el 82, etcétera, o que aquí han ocurrido cosas irreparables y hay que poner todo patas arriba. En cualquier caso, el futuro depende en buena parte de la capacidad del PSOE en criticar sus fenómenos negativos y corregirlos, renovar ideas, programas, métodos y personas, con el fin de contribuir a que todas las fuerzas políticas y sociales progresistas de nuestro país puedan confluir en una plataforma programática y electoral, abierta
al centro de renovación democrática y de avance social, en España y en Europa. Ahora bien, para que este encuentro sea posible, el PSOE tiene que cambiar, pero IU debiera corregir aspectos significativos de su política. Con sus actuales planteamientos sobre la Unión Europea, la OTAN -que ya no es la de antes-, la forma del Estado o la gestión de la economía y el Estado de bienestar es complicado coincidir en una labor de Gobierno, siempre diferente a una coincidencia puntual en la oposición.
De ahí que el nacimiento del Partido Democrático de la Nueva Izquierda (PDNI) signifique una esperanza en el camino hacia la unidad de las fuerzas de izquierda, pues puede contribuir a desbloquear la situación actual, introduciendo nuevos elementos en el debate, abriendo el espacio al juego de diferentes posibilidades futuras, siempre y cuando sepa mantener su completa autonomía política. En todo caso, algo se mueve en la izquierda española, y muchas más cosas tendrían que moverse en. el futuro si queremos retomar el impulso que conduzca de nuevo al Gobierno y, sobre todo, si se quiere construir una gran fuerza democrática y progresista capaz de arrebatar la hegemonía a la derecha e ir transformando la realidad, pues supongo que de eso se trata, al fin y a la postre.Nicolás Sartorius es abogado.

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