TRIBUNA: MÁRIO SOARES
El fin del 'capitalismo de casino'
MÁRIO SOARES 08/10/2008
A la cuestión que sirve de título a este artículo -y que se plantean hoy las conciencias de tantos ciudadanos- ha de anteponerse otra: ¿de qué clase de capitalismo estamos hablando? La respuesta es aparentemente sencilla: de la fase actual del capitalismo financiero y especulativo, también llamada por algunos capitalismo de casino, que implica una teologización del mercado que le permitió desenvolverse, en estos años de globalización descontrolada, sin reglas éticas ni la menor preocupación social ni ambiental. ¡Una auténtica locura!
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Llega la hora de replantearse una izquierda de amplia representación social, sindical y ambiental
Esa clase de capitalismo que creía en una especie de mano invisible y en la autorregulación del mercado ha desembocado, sin gloria alguna -y habrá que tomar conciencia de ello-, en la gravísima crisis financiera que Estados Unidos está viviendo dramáticamente, que es la de un modelo que quisieron imponer al mundo. Crisis que está teniendo hoy reflejos muy graves en Europa, en Rusia, en China y en otras regiones. Es mera cuestión de tiempo.
Con todo, parece que cuesta aceptar, incluso por parte de los principales responsables del origen de la crisis, hasta ahora impunes, que resulta fundamental cambiar el modelo económico neoliberal para que Occidente no se precipite en una irremediable decadencia. Y juzgar y condenar a los culpables. Para que todo se resuelva, no basta con inyectar 700.000 millones de dólares de dinero público (o sea, de los contribuyentes) con el fin de salvar de la quiebra a bancos y aseguradoras, como Bush se propone hacer con su plan de emergencia -"para evitar", dice, "un colosal desastre"- y sin mostrar el menor sentido autocrítico.
En primer lugar, resulta dudoso que estas medidas puedan resolver el gravísimo problema estructural en el que se debate Estados Unidos. Y, en segundo lugar, la negociación que se ha desatado en el Congreso se ha revelado extraordinariamente compleja y, pese a las mayorías conseguidas en ambas Cámaras, ha evidenciado la dificultad de alcanzar un consenso en la fase más aguda de la campaña electoral norteamericana. Y es que lo que está en juego es si se tiene o no la lucidez y las fuerzas necesarias para cambiar el paradigma neoliberal seguido hasta ahora y para juzgar a los responsables de este desastre; o si, por el contrario, lo que tan sólo se pretende es "cambiar algunas cosas para que todo siga igual", como decía un personaje de Lampedusa, en su famosa novela El Gatopardo.
El capitalismo, desde el siglo XVI -el de los grandes descubrimientos-, ha pasado por varias fases: primero, comercial e industrial -en la época de la Revolución Industrial-; después, tras la hecatombe que supuso la II Guerra Mundial -y dada la rivalidad del bloque comunista-, con la experiencia del New Deal estadounidense y de las socialdemocracias escandinavas surgió un capitalismo de marcada dimensión social y pleno empleo, exigido por los compañeros de los sindicatos y por las llamadas sociedades "del bienestar" de los "treinta años gloriosos" de la Europa de la posguerra.
Todo ello, sin embargo, empezó a ser puesto en cuestión con la llegada al poder de la señora Thatcher y, más tarde, de Ronald Reagan. El colapso del comunismo (1989-1991) sentó las bases para el desarrollo de la teoría de la hegemonía y de la unilateralidad norteamericanas, que llegó a su apogeo con George W. Bush y la ascensión de los neocons, ultraliberales en el plano económico, para quienes el mercado -y el dinero- son ideales y valores supremos.
Empezó entonces la fase de la globalización neoliberal, sin regulación alguna, de las fusiones de bancos y de las deslocalizaciones de empresas; de los grandes negocios bajo sospecha y de los escándalos financieros; de los paraísos fiscales, del monstruoso crecimiento del déficit de la deuda pública de Estados Unidos, soportado por la compra de títulos del Tesoro americano a cargo de China, de Rusia y de los potentados del petróleo de la zona del Golfo.
Pues bien, es esa fase de capitalismo de casino la que ahora ha llegado a su fin. ¿Que seguirá ahora? Desgraciadamente, no se dan las condiciones internacionales que permitan presentar alternativas con un mínimo de consistencia. El retorno a modelos sociales y medioambientales parece estar imponiéndose. Es aquí donde vuelve a surgir la propuesta del socialismo democrático o la socialdemocracia, siempre que esté regulado por principios éticos y respete la economía de mercado.
De repente, por todas partes, empiezan a oírse gritos de que ha llegado la hora de la izquierda. Pero, ¿de qué izquierda? Obviamente, de la izquierda reformista, con un amplia representación sindical, social y ambiental, por más que esté hoy algo desacreditada por haber pactado con el neoliberalismo en los últimos años. Por esa razón, hay que replantearse la izquierda, como lo están haciendo, por ejemplo, el SPD alemán y el PS francés y acaso, en sordina, el laborismo inglés. Pero mucho depende también del resultado de las elecciones americanas y de esa victoria de Obama por la que toda la izquierda europea está apostando.
Traducción de Carlos Gumpert.
Mário Soares es ex presidente y ex primer ministro de Portugal.
El fin del 'capitalismo de casino'
MÁRIO SOARES 08/10/2008
A la cuestión que sirve de título a este artículo -y que se plantean hoy las conciencias de tantos ciudadanos- ha de anteponerse otra: ¿de qué clase de capitalismo estamos hablando? La respuesta es aparentemente sencilla: de la fase actual del capitalismo financiero y especulativo, también llamada por algunos capitalismo de casino, que implica una teologización del mercado que le permitió desenvolverse, en estos años de globalización descontrolada, sin reglas éticas ni la menor preocupación social ni ambiental. ¡Una auténtica locura!
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Llega la hora de replantearse una izquierda de amplia representación social, sindical y ambiental
Esa clase de capitalismo que creía en una especie de mano invisible y en la autorregulación del mercado ha desembocado, sin gloria alguna -y habrá que tomar conciencia de ello-, en la gravísima crisis financiera que Estados Unidos está viviendo dramáticamente, que es la de un modelo que quisieron imponer al mundo. Crisis que está teniendo hoy reflejos muy graves en Europa, en Rusia, en China y en otras regiones. Es mera cuestión de tiempo.
Con todo, parece que cuesta aceptar, incluso por parte de los principales responsables del origen de la crisis, hasta ahora impunes, que resulta fundamental cambiar el modelo económico neoliberal para que Occidente no se precipite en una irremediable decadencia. Y juzgar y condenar a los culpables. Para que todo se resuelva, no basta con inyectar 700.000 millones de dólares de dinero público (o sea, de los contribuyentes) con el fin de salvar de la quiebra a bancos y aseguradoras, como Bush se propone hacer con su plan de emergencia -"para evitar", dice, "un colosal desastre"- y sin mostrar el menor sentido autocrítico.
En primer lugar, resulta dudoso que estas medidas puedan resolver el gravísimo problema estructural en el que se debate Estados Unidos. Y, en segundo lugar, la negociación que se ha desatado en el Congreso se ha revelado extraordinariamente compleja y, pese a las mayorías conseguidas en ambas Cámaras, ha evidenciado la dificultad de alcanzar un consenso en la fase más aguda de la campaña electoral norteamericana. Y es que lo que está en juego es si se tiene o no la lucidez y las fuerzas necesarias para cambiar el paradigma neoliberal seguido hasta ahora y para juzgar a los responsables de este desastre; o si, por el contrario, lo que tan sólo se pretende es "cambiar algunas cosas para que todo siga igual", como decía un personaje de Lampedusa, en su famosa novela El Gatopardo.
El capitalismo, desde el siglo XVI -el de los grandes descubrimientos-, ha pasado por varias fases: primero, comercial e industrial -en la época de la Revolución Industrial-; después, tras la hecatombe que supuso la II Guerra Mundial -y dada la rivalidad del bloque comunista-, con la experiencia del New Deal estadounidense y de las socialdemocracias escandinavas surgió un capitalismo de marcada dimensión social y pleno empleo, exigido por los compañeros de los sindicatos y por las llamadas sociedades "del bienestar" de los "treinta años gloriosos" de la Europa de la posguerra.
Todo ello, sin embargo, empezó a ser puesto en cuestión con la llegada al poder de la señora Thatcher y, más tarde, de Ronald Reagan. El colapso del comunismo (1989-1991) sentó las bases para el desarrollo de la teoría de la hegemonía y de la unilateralidad norteamericanas, que llegó a su apogeo con George W. Bush y la ascensión de los neocons, ultraliberales en el plano económico, para quienes el mercado -y el dinero- son ideales y valores supremos.
Empezó entonces la fase de la globalización neoliberal, sin regulación alguna, de las fusiones de bancos y de las deslocalizaciones de empresas; de los grandes negocios bajo sospecha y de los escándalos financieros; de los paraísos fiscales, del monstruoso crecimiento del déficit de la deuda pública de Estados Unidos, soportado por la compra de títulos del Tesoro americano a cargo de China, de Rusia y de los potentados del petróleo de la zona del Golfo.
Pues bien, es esa fase de capitalismo de casino la que ahora ha llegado a su fin. ¿Que seguirá ahora? Desgraciadamente, no se dan las condiciones internacionales que permitan presentar alternativas con un mínimo de consistencia. El retorno a modelos sociales y medioambientales parece estar imponiéndose. Es aquí donde vuelve a surgir la propuesta del socialismo democrático o la socialdemocracia, siempre que esté regulado por principios éticos y respete la economía de mercado.
De repente, por todas partes, empiezan a oírse gritos de que ha llegado la hora de la izquierda. Pero, ¿de qué izquierda? Obviamente, de la izquierda reformista, con un amplia representación sindical, social y ambiental, por más que esté hoy algo desacreditada por haber pactado con el neoliberalismo en los últimos años. Por esa razón, hay que replantearse la izquierda, como lo están haciendo, por ejemplo, el SPD alemán y el PS francés y acaso, en sordina, el laborismo inglés. Pero mucho depende también del resultado de las elecciones americanas y de esa victoria de Obama por la que toda la izquierda europea está apostando.
Traducción de Carlos Gumpert.
Mário Soares es ex presidente y ex primer ministro de Portugal.
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