CONTRA CORRIENTE – Boletín de la Asociación Cívica y Social “Julián Besteiro”www.socialdemocracia.netPATRIOTISMO CONSTITUCIONALSe acerca el 25 aniversario de la constitución Española de 1978 y es un buen momento para reflexionar sobre el “Patriotismo Constitucional” . Este termino fue creado el 1979 por el politólogo alemán Dolf Sternberg con motivo del 30 aniversario de la Constitución Alemana, pero sobre todo fue popularizado por el filósofo Jurgen Habermas en 1989. Se trataba de sustituir el viejo patriotismo alemán, que desembocó en el fascismo de Adolfo Hitler y en la Segunda Guerra Mundial, por un nuevo patriotismo basado en la defensa de los derechos humanos, de la libertad y de la democracia a partir de la Constitución de 1949. Sternberg decía: “La patria es la república que nos construimos” y Habermas veía al patriotismo constitucional como una mayor participación ciudadana y una renovación democrática del constitucionalismo. En España el patriotismo constitucional fue introducido por el socialista Juan José Laborda que en 1992 pronuncio una conferencia en el Club Siglo XXI donde rechazaba el viejo patriotismo franquista y proponía un nuevo patriotismo basado en la Constitución de 1978. Sin embargo el Partido Popular, en su proceso para enmascarar sus orígenes en el Movimiento Nacional franquista ( la rancia Alianza Popular de los siete ministros de Franco encabezados por Manuel Fraga) y presentarse como un partido centrista, se apropia de esta idea socialdemócrata pero despojándola de todo su contenido progresista. El Patriotismo Constitucional socialdemócrata es consensualista como corresponde a un filósofo consensualista que es Jurgen Habermas y muy de acorde con una constitución consensualista como es la española de 1978. El Patriotismo Constitucional del PP es un Nacionalismo Constitucional, la misma Derecha que ha desacreditado los emblemas patrióticos (y así lo consigna el CIS) puede desacreditar los emblemas constitucionales . No se puede invocar el Patriotismo Constitucional, como hace el PP, contra el Nacionalismo Vasco. Frente al Nacionalismo Vasco no queda mas que articular un Patriotismo Estatutario. La ponencia del PP sobre Patriotismo Constitucional fue oficialmente redactada por Josep Piqué (un catalán) y Maria San Gil (una vasca) pero en realidad elaborada por la caverna de la calle Génova (Madrid) . En una entrevista a Maria San Gil cuando le preguntaban : ¿Que es para Maria San Gil el "Patriotismo Constitucional"? declaraba "No soy experta en conceptos teóricos" . Efectivamente no hay mas que ver las 16 paginas a las que al final se redujo la ponencia y compararlas con con el magnifico estudio "Los contextos del Patriotismo Constitucional", realizado por el profesor Juan Carlos Velasco Arroyo que fue publicado en la revista "Cuadernos de Alzate" editada por la fundación Pablo Iglesias. Pero además la tal Maria San Gil declaraba: "A mi a veces me da un poco de envidia el "chauvinismo" de los franceses". Eso es el Patriotismo Constitucional para la Derecha Española un Chauvinismo Español. Pero no porque la derecha bastardee el termino "Patriotismo Constitucional" este deja de perder su valor en su sentido original, es decir como un patriotismo basado en la defensa de los Derechos Humanos, la Libertad y la Democracia.
EL SIGLODerecha e izquierda en el patriotismo constitucional
Por José García Abad
Primero fue Zapatero quien acuñó para su circulación nacional el concepto “patriotismo constitucional”; ahora la idea ha sido tomada por José María Aznar provocando las iras socialistas, una pasión inútil, pues el sentido que los populares atribuyen a este concepto es muy diferente, casi contrario, del utilizado por el secretario general del PSOE. La ambigüedad de los termino políticos, especialmente los de resonancias emocionales tiene esa ventaja.
La primera vez que me topé con este término fue en los años 60, leyendo al filósofo alemán Jürgen Habermas, que seguramente no fue el primero en usarlo. Probablemente podamos remontarnos al mismísimo Sócrates, de la boca de sus portavoces cualificados Platón y, en sentido diferente, por su discrepante discípulo Aristóteles. Más recientemente el concepto –versión izquierdas– ha alcanzado un cierto protagonismo gracias a la recuperación del pensamiento de Hannah Arendt, en las que bebe el nuevo “republicanismo”, por ejemplo el de Philip Pettit, uno de los santones venerados por Zapatero y, entre los intelectuales hispanos, los de Salvador Giner, Victoria Camps y Xavier Arbós, entre otros. Hay pues disponible un menú de “patriotismo constitucional” adecuado para estómagos de de derechas y otro para los de izquierdas.
Para la derecha nacionalista que encarna José María Aznar, el concepto se apunta como un proyectil contra el nacionalismo vasco. Para la izquierda, representa una profundización democrática, un patriotismo de la ciudadanía. Esta modalidad tiene que ver con la superación del Estado-nación, lo que plantearía alguna contradicción al cruzarse el problema vasco. En todo caso, tal superación o disolución en ámbitos más amplios –Europa y el mundo– está en la base del debate moderno; no sería para de hoy o para mañana y presenta naturales suspicacias, pues el concepto sigue teniendo vigencia, como cautela frente a una globalización que podría arrastrar al sumidero valores como la solidaridad, la equidad y la justicia fuertemente asentados en Europa.
El “patriotismo de la Constitución”, como lo denomina Habermas, está construido a partir de la experiencia nazi en Alemania y robustecido tras la caída del muro de Berlín, el desmoronamiento del sistema soviético y la reunificación del país. No está, pues, pensado para arropar ningún separatismo, sino más bien para todo lo contrario, puesto que nace bajo el clima de la reunificación alemana. No obstante, el patriotismo invocado por Habermas es contrario a los fantasmas germanistas, al concepto de que Alemania es algo especial, es un patriotismo que se perfeccionaría en la Unión Europea y, en cierta manera, en la globalización dentro de un orden.
El patriotismo del partido popular se lanzará por todo lo alto, ya que dará nombre a una ponencia en su próximo congreso. El hecho de que dicha ponencia esté a cargo de María San Gil y de Josep Piqué, una vasca y un catalán, indican el trasfondo que tiene este concepto para José María Aznar. Aun así, la idea ha encontrado fuertes resistencias en las filas de la derecha nacionalista, donde la consideran innecesaria e incluso vergonzosa o vergonzante, como un eufemismo para rebajar el patriotismo verdadero, el de los que están atareados por recuperar, “sin complejos”, la palabra “España”, simplemente España. Por ejemplo, lo del “patriotismo constitucional” le parece al columnista de Abc, Alfonso Ussía, una cursilería, una curva innecesaria para sustituir a la recta. “Lo fácil y sencillo –concluye– es hablar de España, recuperar en el uso la palabra España y dejarnos de arabescos colaterales y acomplejados”.
Otro columnista del diario de la derecha, César Alonso de los Ríos, confiesa no entender por qué el PP se ha apuntado a este “invento tardío y extranjero” y se pregunta: “¿Qué se le ha perdido al PP en esta forma vergonzosa de justificar el patriotismo?” El articulista concluye preocupado: “Presiento que el PP va a pisar una cáscara de plátano. Lo de menos sería el ridículo de la escena; lo peor sería que el oportunismo le esté llevando a pensamientos tan débiles y peligrosos”.
El “patriotismo constitucional” del PSOE camina, evidentemente por otros parajes. No es casual, sin embargo, que Zapatero haya desarrollado su idea en foros donde se debatía la organización del Estado desde el punto de vista autonómico. Da la impresión de que cuando el líder del PSOE enarbola el “patriotismo constitucional” tiene en mente, como en un globo de tebeo, la imagen de Pasqual Maragall. “Yo no soy un nacionalista español porque, sencillamente, yo no soy un nacionalista”– se confesó en la presentación de una conferencia del líder catalán en el Club Siglo XXI de Madrid y, a continuación, precisó: “Cuando los nacionalistas ganan las elecciones sacan a la calle las banderas del país; cuando las gana el partido socialista no hacemos uso de las banderas nacionales, usamos la del partido. Nunca se nos ha ocurrido apropiarnos de algo que consideramos que es de todos. Nos da un enorme pudor. Los nacionalistas no tienen ese pudor, sea cual sea su nacionalismo. Creo que Habermas nos ha hecho un gran favor a las personas de izquierda poniendo en circulación la idea de patriotismo constitucional. Mi patriotismo constitucional es lo que me permite ser galleguista, vasquista, catalanista, andalucista o de cualquier otra de las tierras que forman España. Esa idea nos permite expresar sin ningún complejo el sentimiento de amor a la patria y, a la par, el carácter cívico y democrático de ese amor. Nos permite expresar de manera laica lo que algunos pretenden sacralizar a bombazos”.
La referencia autonómica es, a pesar de su planteamiento universalista, una referencia obligada. “El único patriotismo que deberíamos defender los demócratas es el patriotismo constitucional. Mientras algunos quieren captar votos hablando del peligro nacionalista, bajo su gobierno se ha producido en Euskadi la situación más preocupante que hemos conocido en cuanto a emergencia del soberanismo. El PSOE tiene más capacidad para gestionar mejor las políticas y las aspiraciones autonómicas.”
Los patriotismos constitucionales de izquierda y de derecha difieren también en el tiempo del verbo. El de derechas se sitúa en el pasado, en el orgullo histórico de ser español, mientras que la izquierda declina el futuro. Zapatero habla, en efecto de “la España pendiente”, título que dio a una conferencia pronunciada en Murcia en el pasado mes de mayo. Un futuro que mira a la Unión Europea y en un “tiempo razonable” a la “ciudadanía mundial”.
En las filas de la izquierda, ha sido Jordi Solé Tura, padre de la Constitución y catalán, quien se ha mostrado más critico del patriotismo constitucional del partido popular: “... el PP espera poder liderar con su propuesta un frente amplio que ponga a ambos nacionalismos [se refiere al catalán y al vasco] contra la pared y que, a la vez, deje a los demás partidos bajo su batuta triunfal como dueño y señor de una Constitución convertida en adalid de un nuevo centralismo patrio”.
Entre los intelectuales españoles de izquierda, quizás ha sido Salvador Giner, también catalán, quien más se ha ocupado del tema. “Todos estamos de acuerdo –dice el profesor de Sociología de la Universidad de Barcelona– en que el patriotismo es un sentimiento noble, y sabemos también que en su nombre se han cometido crímenes deleznables. Quizás haya que restaurar su prestigio proponiendo un patriotismo “constitucional”, pero al estudioso del derecho constitucional le incomoda cualquier intento de transubstanciar el objeto de sus reflexiones. La Constitución no es un texto sagrado. Tampoco terapéutico, y es excesivo pedirle que cargue con la tarea de curar los traumas que el nacionalismo, en su versión criminal, haya podido dejar en una sociedad”. (Recogido del libro colectivo: La cultura de la democracia: el futuro, editado por Ariel).
Por José García Abad
Primero fue Zapatero quien acuñó para su circulación nacional el concepto “patriotismo constitucional”; ahora la idea ha sido tomada por José María Aznar provocando las iras socialistas, una pasión inútil, pues el sentido que los populares atribuyen a este concepto es muy diferente, casi contrario, del utilizado por el secretario general del PSOE. La ambigüedad de los termino políticos, especialmente los de resonancias emocionales tiene esa ventaja.
La primera vez que me topé con este término fue en los años 60, leyendo al filósofo alemán Jürgen Habermas, que seguramente no fue el primero en usarlo. Probablemente podamos remontarnos al mismísimo Sócrates, de la boca de sus portavoces cualificados Platón y, en sentido diferente, por su discrepante discípulo Aristóteles. Más recientemente el concepto –versión izquierdas– ha alcanzado un cierto protagonismo gracias a la recuperación del pensamiento de Hannah Arendt, en las que bebe el nuevo “republicanismo”, por ejemplo el de Philip Pettit, uno de los santones venerados por Zapatero y, entre los intelectuales hispanos, los de Salvador Giner, Victoria Camps y Xavier Arbós, entre otros. Hay pues disponible un menú de “patriotismo constitucional” adecuado para estómagos de de derechas y otro para los de izquierdas.
Para la derecha nacionalista que encarna José María Aznar, el concepto se apunta como un proyectil contra el nacionalismo vasco. Para la izquierda, representa una profundización democrática, un patriotismo de la ciudadanía. Esta modalidad tiene que ver con la superación del Estado-nación, lo que plantearía alguna contradicción al cruzarse el problema vasco. En todo caso, tal superación o disolución en ámbitos más amplios –Europa y el mundo– está en la base del debate moderno; no sería para de hoy o para mañana y presenta naturales suspicacias, pues el concepto sigue teniendo vigencia, como cautela frente a una globalización que podría arrastrar al sumidero valores como la solidaridad, la equidad y la justicia fuertemente asentados en Europa.
El “patriotismo de la Constitución”, como lo denomina Habermas, está construido a partir de la experiencia nazi en Alemania y robustecido tras la caída del muro de Berlín, el desmoronamiento del sistema soviético y la reunificación del país. No está, pues, pensado para arropar ningún separatismo, sino más bien para todo lo contrario, puesto que nace bajo el clima de la reunificación alemana. No obstante, el patriotismo invocado por Habermas es contrario a los fantasmas germanistas, al concepto de que Alemania es algo especial, es un patriotismo que se perfeccionaría en la Unión Europea y, en cierta manera, en la globalización dentro de un orden.
El patriotismo del partido popular se lanzará por todo lo alto, ya que dará nombre a una ponencia en su próximo congreso. El hecho de que dicha ponencia esté a cargo de María San Gil y de Josep Piqué, una vasca y un catalán, indican el trasfondo que tiene este concepto para José María Aznar. Aun así, la idea ha encontrado fuertes resistencias en las filas de la derecha nacionalista, donde la consideran innecesaria e incluso vergonzosa o vergonzante, como un eufemismo para rebajar el patriotismo verdadero, el de los que están atareados por recuperar, “sin complejos”, la palabra “España”, simplemente España. Por ejemplo, lo del “patriotismo constitucional” le parece al columnista de Abc, Alfonso Ussía, una cursilería, una curva innecesaria para sustituir a la recta. “Lo fácil y sencillo –concluye– es hablar de España, recuperar en el uso la palabra España y dejarnos de arabescos colaterales y acomplejados”.
Otro columnista del diario de la derecha, César Alonso de los Ríos, confiesa no entender por qué el PP se ha apuntado a este “invento tardío y extranjero” y se pregunta: “¿Qué se le ha perdido al PP en esta forma vergonzosa de justificar el patriotismo?” El articulista concluye preocupado: “Presiento que el PP va a pisar una cáscara de plátano. Lo de menos sería el ridículo de la escena; lo peor sería que el oportunismo le esté llevando a pensamientos tan débiles y peligrosos”.
El “patriotismo constitucional” del PSOE camina, evidentemente por otros parajes. No es casual, sin embargo, que Zapatero haya desarrollado su idea en foros donde se debatía la organización del Estado desde el punto de vista autonómico. Da la impresión de que cuando el líder del PSOE enarbola el “patriotismo constitucional” tiene en mente, como en un globo de tebeo, la imagen de Pasqual Maragall. “Yo no soy un nacionalista español porque, sencillamente, yo no soy un nacionalista”– se confesó en la presentación de una conferencia del líder catalán en el Club Siglo XXI de Madrid y, a continuación, precisó: “Cuando los nacionalistas ganan las elecciones sacan a la calle las banderas del país; cuando las gana el partido socialista no hacemos uso de las banderas nacionales, usamos la del partido. Nunca se nos ha ocurrido apropiarnos de algo que consideramos que es de todos. Nos da un enorme pudor. Los nacionalistas no tienen ese pudor, sea cual sea su nacionalismo. Creo que Habermas nos ha hecho un gran favor a las personas de izquierda poniendo en circulación la idea de patriotismo constitucional. Mi patriotismo constitucional es lo que me permite ser galleguista, vasquista, catalanista, andalucista o de cualquier otra de las tierras que forman España. Esa idea nos permite expresar sin ningún complejo el sentimiento de amor a la patria y, a la par, el carácter cívico y democrático de ese amor. Nos permite expresar de manera laica lo que algunos pretenden sacralizar a bombazos”.
La referencia autonómica es, a pesar de su planteamiento universalista, una referencia obligada. “El único patriotismo que deberíamos defender los demócratas es el patriotismo constitucional. Mientras algunos quieren captar votos hablando del peligro nacionalista, bajo su gobierno se ha producido en Euskadi la situación más preocupante que hemos conocido en cuanto a emergencia del soberanismo. El PSOE tiene más capacidad para gestionar mejor las políticas y las aspiraciones autonómicas.”
Los patriotismos constitucionales de izquierda y de derecha difieren también en el tiempo del verbo. El de derechas se sitúa en el pasado, en el orgullo histórico de ser español, mientras que la izquierda declina el futuro. Zapatero habla, en efecto de “la España pendiente”, título que dio a una conferencia pronunciada en Murcia en el pasado mes de mayo. Un futuro que mira a la Unión Europea y en un “tiempo razonable” a la “ciudadanía mundial”.
En las filas de la izquierda, ha sido Jordi Solé Tura, padre de la Constitución y catalán, quien se ha mostrado más critico del patriotismo constitucional del partido popular: “... el PP espera poder liderar con su propuesta un frente amplio que ponga a ambos nacionalismos [se refiere al catalán y al vasco] contra la pared y que, a la vez, deje a los demás partidos bajo su batuta triunfal como dueño y señor de una Constitución convertida en adalid de un nuevo centralismo patrio”.
Entre los intelectuales españoles de izquierda, quizás ha sido Salvador Giner, también catalán, quien más se ha ocupado del tema. “Todos estamos de acuerdo –dice el profesor de Sociología de la Universidad de Barcelona– en que el patriotismo es un sentimiento noble, y sabemos también que en su nombre se han cometido crímenes deleznables. Quizás haya que restaurar su prestigio proponiendo un patriotismo “constitucional”, pero al estudioso del derecho constitucional le incomoda cualquier intento de transubstanciar el objeto de sus reflexiones. La Constitución no es un texto sagrado. Tampoco terapéutico, y es excesivo pedirle que cargue con la tarea de curar los traumas que el nacionalismo, en su versión criminal, haya podido dejar en una sociedad”. (Recogido del libro colectivo: La cultura de la democracia: el futuro, editado por Ariel).
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