Publicado por Raimon Obiols 28 Agosto, 2009
Los partidos socialistas europeos han conocido ya dos refundaciones durante su larga y tumultuosa historia. La primera tuvo lugar en los años 1920. Respondiendo a la revolución bolchevique de 1917, de la que son los primeros a percibir la dinámica totalitaria, los principales líderes de estos partidos integran en su doctrina la aportación del liberalismo político: rehúsan sacrificar la libertad a la igualdad, rechazan el recurso a la violencia como medio de conquistar y ejercer el poder, se adhieren a los principios del estado de derecho y de la democracia parlamentaria. Dejan de ser unos partidos revolucionarios y se asumen como grandes partidos democráticos de reforma social.
Aquéllos que – mayoritarios en Francia – rehúsan aquella primera aggiornamento dejan la “vieja casa” del socialismo para construir la Internacional comunista.
La segunda refundación se verifica en los años 1950-1960. Es simbolizada por el “Bad-Godesberg” del SPD alemán, pero sus primicias se encuentran en las innovaciones de la socialdemocracia escandinava de la pre-guerra. Los socialistas rompen con el dogma marxista de la colectivización de los medios de producción y de cambio. Afirman que en ciertas condiciones – una democracia política adelantada, unos asalariados fuertemente organizados… -, las fuerzas del mercado pueden actuar al servicio del progreso social.
Se pronuncian por una economía de libre empresa, regulada por la acción del Estado y de los agentes sociales; una economía mixta que combina un sector privado, un sector público potente y diversificado, un sector de economía social. Edifican por todas partes el Estado-providencia, que garantiza a los asalariados contra todos los riesgos sociales; ponen en marcha políticas keynesianas de apoyo al consumo y a la inversión; desarrollan y diversifican los servicios públicos. Aumentan la redistribución de las rentas mediante una fiscalidad a menudo juzgada “confiscatòria“…Aparecen unos grandes partidos populares de gobierno, que proceden a reformas por medio de la ley y de los aparatos de Estado.
Cuatro grandes evoluciones se han producido en los últimos decenios, que han hecho obsoletas las políticas, los métodos de acción, las formas de organización de esta socialdemocracia de la segunda época y han precipitado su crisis: el capitalismo se ha globalizado y financiarizado, el cambio climático se ha acelerado y se acerca a un umbral crítico; la sociedad se ha fragmentado, bajo el impacto de una individualización que se convierte en disgregadora; la “democracia de opinión” se ha impuesto a la “democracia de representación“.
Estas mutaciones exigen una tercera refundación de la socialdemocracia al mismo tiempo que indican el contenido. Frente la globalización de los mercados y de las empresas, los partidos socialistas tienen que actuar como una fuerza internacional (y en primer lugar europea), capaz de elaborar y conducir una estrategia política transnacional. Tienen que inventar un nuevo internacionalismo, para que ninguno de los grandes retos a los que la humanidad está confrontada no tienen de ahora adelante soluciones nacionales. La indispensable respuesta socialista a la crisis económica, ecológica, moral del capitalismo, en particular, sólo puede ser materializada en los niveles europeo y mundial.
En cambio los partidos socialistas se han convertido, en el hilo del tiempo, en unos partidos esencialmente nacionales, defendiendo por encima y en contra de todo unos intereses en primer lugar nacionales, aunque sean los de los asalariados de sus países respectivos. En Europa han practicado unas estrategias no cooperativas, que han debilitado la construcción de la Unión europea y finalmente han fracasado. Estas políticas del cada uno por su lado hace que los PS sean impotentes ante el capitalismo financiero globalizado.
La adopción de un programa social europeo del PSE, en diciembre de 2006 en Oporto; la del “Manifiesto” de diciembre de 2008, en Madrid, de cara a las elecciones europeas son los primeros pasos – ¡bien tímidos! – para poner el socialismo en la sintonía de la globalización. Tienen que seguir otros.
Ante la urgencia ecológica, los partidos socialistas tienen que salir bien la síntesis entre la doctrina socialdemócrata y la aportación de la ecología política, como supieron realizar, en el siglo XX, la síntesis entre el socialismo reformista y el liberalismo político y cultural. Se tienen que convertir en unos partidos ecosocialistas, integran la defensa del ecosistema y de la calidad de vida en todas las partes de su programa.
Los partidos socialistas también se tienen que adaptar a las nuevas reglas de juego que les impone la nueva edad de la democracia en la que hemos entrado: en esta democracia mediática y de sondeos, pero también individualista y escéptica, la comunicación es parte integrante de la acción, el papel del líder se ha convertido en primordial, los electores quieren tanto un programa como la persona que lo encarna.
Los partidos socialistas se tienen que dotar de procedimientos que permitan el surgimiento de líderes modernos, definidos tanto por su competencia como por su relación con la opinión pública. Tienen que darse los medios para dominar su comunicación, en vez de ser juguetes de los medios; explotar los recursos de Internet, sin caerse en la ilusión que “cliquear” es actuar; restablecer los vínculos con los sindicatos, las asociaciones, los intelectuales; asociar a sus simpatizantes y elector a la elaboración de sus propuestas y a la elección de su candidato.
¿Conseguirá la socialdemocracia europea esta tercera refundación? Toda su historia da testigo de su capacidad de adaptarse a las nuevas condiciones históricas de su acción, manteniéndose fiel a sus valores y a sus bases sociales. No se ve porque no tendría que ser hoy de otra manera. Sobre todo teniendo en cuenta que las soluciones a la crisis económica y ecológica del capitalismo no son ni neoliberales ni de extrema izquierda sino socialdemócratas.
Desde hace diez años, todos los partidos socialistas europeos están buscando nuevas vías. El fracaso de la “tercera vía” blairista no desanima sino que reorienta sus esfuerzos. Creo que una vez más, éstos serán coronados por el éxito. “Lo creo porque lo espero“, como decía Léon Blum.
LE MONDE [1] 24.08.09
Los partidos socialistas europeos han conocido ya dos refundaciones durante su larga y tumultuosa historia. La primera tuvo lugar en los años 1920. Respondiendo a la revolución bolchevique de 1917, de la que son los primeros a percibir la dinámica totalitaria, los principales líderes de estos partidos integran en su doctrina la aportación del liberalismo político: rehúsan sacrificar la libertad a la igualdad, rechazan el recurso a la violencia como medio de conquistar y ejercer el poder, se adhieren a los principios del estado de derecho y de la democracia parlamentaria. Dejan de ser unos partidos revolucionarios y se asumen como grandes partidos democráticos de reforma social.
Aquéllos que – mayoritarios en Francia – rehúsan aquella primera aggiornamento dejan la “vieja casa” del socialismo para construir la Internacional comunista.
La segunda refundación se verifica en los años 1950-1960. Es simbolizada por el “Bad-Godesberg” del SPD alemán, pero sus primicias se encuentran en las innovaciones de la socialdemocracia escandinava de la pre-guerra. Los socialistas rompen con el dogma marxista de la colectivización de los medios de producción y de cambio. Afirman que en ciertas condiciones – una democracia política adelantada, unos asalariados fuertemente organizados… -, las fuerzas del mercado pueden actuar al servicio del progreso social.
Se pronuncian por una economía de libre empresa, regulada por la acción del Estado y de los agentes sociales; una economía mixta que combina un sector privado, un sector público potente y diversificado, un sector de economía social. Edifican por todas partes el Estado-providencia, que garantiza a los asalariados contra todos los riesgos sociales; ponen en marcha políticas keynesianas de apoyo al consumo y a la inversión; desarrollan y diversifican los servicios públicos. Aumentan la redistribución de las rentas mediante una fiscalidad a menudo juzgada “confiscatòria“…Aparecen unos grandes partidos populares de gobierno, que proceden a reformas por medio de la ley y de los aparatos de Estado.
Cuatro grandes evoluciones se han producido en los últimos decenios, que han hecho obsoletas las políticas, los métodos de acción, las formas de organización de esta socialdemocracia de la segunda época y han precipitado su crisis: el capitalismo se ha globalizado y financiarizado, el cambio climático se ha acelerado y se acerca a un umbral crítico; la sociedad se ha fragmentado, bajo el impacto de una individualización que se convierte en disgregadora; la “democracia de opinión” se ha impuesto a la “democracia de representación“.
Estas mutaciones exigen una tercera refundación de la socialdemocracia al mismo tiempo que indican el contenido. Frente la globalización de los mercados y de las empresas, los partidos socialistas tienen que actuar como una fuerza internacional (y en primer lugar europea), capaz de elaborar y conducir una estrategia política transnacional. Tienen que inventar un nuevo internacionalismo, para que ninguno de los grandes retos a los que la humanidad está confrontada no tienen de ahora adelante soluciones nacionales. La indispensable respuesta socialista a la crisis económica, ecológica, moral del capitalismo, en particular, sólo puede ser materializada en los niveles europeo y mundial.
En cambio los partidos socialistas se han convertido, en el hilo del tiempo, en unos partidos esencialmente nacionales, defendiendo por encima y en contra de todo unos intereses en primer lugar nacionales, aunque sean los de los asalariados de sus países respectivos. En Europa han practicado unas estrategias no cooperativas, que han debilitado la construcción de la Unión europea y finalmente han fracasado. Estas políticas del cada uno por su lado hace que los PS sean impotentes ante el capitalismo financiero globalizado.
La adopción de un programa social europeo del PSE, en diciembre de 2006 en Oporto; la del “Manifiesto” de diciembre de 2008, en Madrid, de cara a las elecciones europeas son los primeros pasos – ¡bien tímidos! – para poner el socialismo en la sintonía de la globalización. Tienen que seguir otros.
Ante la urgencia ecológica, los partidos socialistas tienen que salir bien la síntesis entre la doctrina socialdemócrata y la aportación de la ecología política, como supieron realizar, en el siglo XX, la síntesis entre el socialismo reformista y el liberalismo político y cultural. Se tienen que convertir en unos partidos ecosocialistas, integran la defensa del ecosistema y de la calidad de vida en todas las partes de su programa.
Los partidos socialistas también se tienen que adaptar a las nuevas reglas de juego que les impone la nueva edad de la democracia en la que hemos entrado: en esta democracia mediática y de sondeos, pero también individualista y escéptica, la comunicación es parte integrante de la acción, el papel del líder se ha convertido en primordial, los electores quieren tanto un programa como la persona que lo encarna.
Los partidos socialistas se tienen que dotar de procedimientos que permitan el surgimiento de líderes modernos, definidos tanto por su competencia como por su relación con la opinión pública. Tienen que darse los medios para dominar su comunicación, en vez de ser juguetes de los medios; explotar los recursos de Internet, sin caerse en la ilusión que “cliquear” es actuar; restablecer los vínculos con los sindicatos, las asociaciones, los intelectuales; asociar a sus simpatizantes y elector a la elaboración de sus propuestas y a la elección de su candidato.
¿Conseguirá la socialdemocracia europea esta tercera refundación? Toda su historia da testigo de su capacidad de adaptarse a las nuevas condiciones históricas de su acción, manteniéndose fiel a sus valores y a sus bases sociales. No se ve porque no tendría que ser hoy de otra manera. Sobre todo teniendo en cuenta que las soluciones a la crisis económica y ecológica del capitalismo no son ni neoliberales ni de extrema izquierda sino socialdemócratas.
Desde hace diez años, todos los partidos socialistas europeos están buscando nuevas vías. El fracaso de la “tercera vía” blairista no desanima sino que reorienta sus esfuerzos. Creo que una vez más, éstos serán coronados por el éxito. “Lo creo porque lo espero“, como decía Léon Blum.
LE MONDE [1] 24.08.09
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