sábado, 1 de mayo de 2010

¿Por que no hay socialismo en los Estados Unidos? - Werner Sombart - Reseña de Francisco Fuster - 2009

OJOS DE PAPEL
Reseñas de libros/No ficciónWerner Sombart: ¿Por qué no hay socialismo en los Estados Unidos? (Capitán Swing Libros, 2009)
Por Francisco Fuster, miércoles, 01 de abril de 2009
El pasado 27 de octubre de 2008, justo una semana antes de la elección de Barack Obama como presidente de los Estados Unidos, el principal analista político de la prestigiosa revista The New Yorker trataba de responder a una pregunta simple y directa: ¿Es Barack Obama un socialista? Podría parecer una pregunta inocente, retórica, pura provocación; nada más lejos, sin embargo. Cuando John McCain y Sarah Palin acusaban a Obama de socialista, eran muy conscientes de que, si hay algo que produzca pánico y rechazo entre el electorado norteamericano, eso es precisamente el socialismo, el comunismo, o cualquier ismo que se le parezca. En este sentido, hay que decir que esta polémica en torno a la supuesta querencia de Obama por el pensamiento de Marx y Engels, no es más que el último episodio de un debate de mucho mayor alcance y de una importancia fundamental dentro de la historiografía norteamericana; me refiero, por supuesto, a la discusión que Werner Sombart desató hace más de un siglo con la publicación de un célebre texto en el que el sociólogo y economista alemán trataba de responder a lo que se le antojaba un enigma sin resolver: ¿Por qué no hay socialismo en los Estados Unidos?
La historia de la obra de Sombart que acaba de editar por primera vez en castellano la joven editorial madrileña Capitán Swing Libros, es una historia sobre cómo un texto erudito, supuestamente dirigido a una minoría interesada, termina por convertirse en todo un clásico de la sociología sobre los Estados Unidos, un libro de referencia y consulta obligada, convertido en el punto de partida de uno de los debates más longevos y productivos dentro de la historiografía norteamericana: el debate sobre las razones y los factores que han impedido que la doctrina socialista, que ocupa y ha ocupado un lugar de honor en la tradición del pensamiento occidental europeo durante el siglo XX, no ha sido capaz de enraizar en el suelo americano, donde las condiciones previas (inexistencia del feudalismo y jerarquías sociales, democratización temprana y espíritu igualitario o industrialización precoz y notable desarrollo económico) parecían conjurarse para un triunfo incontestable de un socialismo que –en palabras de Engels– avanzaría en los Estados Unidos “con una energía y un ímpetu comparados con los cuales en Europa seremos tan sólo unos niños”. Es en 1904 y con motivo de la Exposición Universal de Saint Louis, cuando una delegación de intelectuales alemanes –entre ellos Ferdinand Tönnies, Ernst Troeltsch, Max Weber y Werner Sombart– acude a la celebración del Congress of Arts and Sciencie. Ya en ese Congreso, el propio Sombart presentará ante el público americano una primera aproximación a lo que él entendía por proletariado, empleando una palabra que, si bien de uso común en Europa, representaba un concepto ciertamente novedoso al otro lado del Atlántico. Un año después y con el título original –y menos llamativo– de Estudios sobre la historia del desarrollo del proletariado norteamericano, el Archiv für Sozialwissenschaft und Sozialpolitik (la revista editada por Sombart, Weber y Jaffé, en la que meses antes había aparecido la primera versión de La ética protestante y el espíritu del capitalismo) publicaba una primera versión del texto de Sombart. Finalmente en 1906 es editado ya en formato libro con el título definitivo de ¿Por qué no hay socialismo en los Estados Unidos? (Warum gibt es in den Vereinigten Staaten keinen Sozialismus?).
Sombart combina de forma magistral el análisis comparativo –entre socialismo alemán/europeo y americano– más erudito, con la exposición de una serie de sugerentes y atrevidas hipótesis sobre el fracaso del socialismo en los Estados Unidos que, si bien matizadas o ampliadas con el paso de los años, no han dejado de ser el punto de referencia a partir del cual se construye cualquier discurso sobre el tema
Pese a que algunos estudiosos del socialismo en los Estados Unidos suelen considerar el libro de Sombart como un estudio poco documentado y con un marcado sesgo ideológico (Sombart era, en el momento de aparición del libro, un autor de ideas filosocialistas), hay que decir que, si más de cien años después la obra de Sombart se sigue leyendo, reeditando y discutiendo, esto se debe a un conjunto de razones que hacen de ¿Por qué no hay socialismo en los Estados Unidos?, un clásico de la literatura social sobre los Estados Unidos. Entre estas razones destaca el hecho de que el estudio de Sombart combina de forma magistral el análisis comparativo –entre socialismo alemán/europeo y americano– más erudito (el libro contiene un aparato crítico imponente, con multitud de notas, cuadros y estadísticas), con la exposición de una serie de sugerentes y atrevidas hipótesis sobre el fracaso del socialismo en los Estados Unidos que, si bien matizadas o ampliadas con el paso de los años, no han dejado de ser el punto de referencia a partir del cual se construye cualquier discurso sobre el tema. Es quizá esta mezcla entre el riguroso método sociológico empleado por Sombart y la fuerza descriptiva que poseen algunas de las teorías lanzadas por el autor alemán, lo que hace que la obra no haya perdido un ápice de su actualidad. A la hora de elaborar su personal conjetura sobre la ausencia del socialismo en la sociedad americana, Sombart parte de una primera constatación: los Estados Unidos son el territorio del planeta en el que el desarrollo capitalista ha alcanzado su máxima expansión. Apoyado en esta realidad y en la premisa marxista según la cual un capitalismo fuerte generaba como reacción natural un movimiento obrero fuerte, Sombart aplicaba una regla de tres que le llevaba a inferir una ecuación –aparentemente– difícil de refutar: “Si el socialismo moderno –tal como yo he supuesto siempre y he dicho a menudo– sigue al capitalismo como una reacción necesaria, el país con un desarrollo capitalista más avanzado –es decir, los Estados Unidos– debería ser al mismo tiempo el país clásico del socialismo; sus trabajadores deberían ser el soporte del movimiento radical socialista por excelencia. […] De hecho esta afirmación merece nuestra mayor atención: ¡un país sin socialismo a pesar del más alto desarrollo capitalista!; ¡la doctrina del socialismo ineluctable desvirtuada por los hechos! No puede haber nada más importante para el teórico social ni para el político social que analizar este problema” (p. 50). Y eso es precisamente lo que se propuso Sombart en su obra: analizar el porqué de ese enigma, la razón de ser de esa contradicción lógica, la esencia del célebre excepcionalismo norteamericano. De entre los múltiples y variados argumentos que aduce Sombart, dos son los que mayor influencia han ejercido sobre la literatura posterior. La primera gran razón que explicaría el carácter marginal y residual del socialismo norteamericano es una razón de naturaleza histórica. La ausencia en la historia de los Estados Unidos de las rígidas estructuras jerárquicas y aristocráticas propias de la sociedad feudal europea, habrían hecho de la americana una sociedad eminentemente burguesa y propensa –al menos desde el punto de vista formal y legal– a un igualitarismo democratizante que tiene como base primera e irrenunciable el principio del individualismo. Nobleza, clero o campesinado son categorías de análisis inviables según Sombart para el contexto americano; un contexto de mayor movilidad social en el que lo individual siempre se privilegia sobre lo colectivo. El trabajador americano, haciendo gala de un optimismo ilimitado y un patriotismo acrítico y casi mesiánico, se convierte en el análisis de Sombart en un cómplice incomprensible del régimen capitalista, hasta el punto de que se le considera la propia base del sistema, su fuerza motriz. En este contexto, concluye Sombart, cualquier apelación al sentimiento de clase se torna estéril, cualquier referencia a la misión revolucionaria del proletariado carece de sentido. En un ambiente en el que la propiedad individual tiene el rango de sagrada (“No hay país en el mundo –había dicho años antes Tocqueville– en donde el sentimiento de la propiedad se manifieste más activo e inquieto que en los Estados Unidos”), el espíritu del socialismo ortodoxo es un fantasma; la lucha de clases marxista, una quimera.
Lo que nos ofrece Sombart en su ensayo es una visión de conjunto, un estudio comparativo entre el socialismo europeo y el americano que trata de responder –y en buena medida lo hace– a un enigma aparente
La segunda idea de Sombart que ha hecho fortuna es la que hace referencia a la capacidad del trabajador americano para emigrar hacia el Oeste como una forma de escapar a lo que él llama “yugo del capitalismo”. La enorme riqueza del continente en tierras vírgenes por trabajar, habría hecho que a la capacidad de movilidad social del trabajador americano se uniese una capacidad de movilidad geográfica que abría todo un mundo de posibilidades. Sin embargo, estas dos vías de escape eran también dos obstáculos que imposibilitaban la creación de asociaciones políticas o sindicales mínimamente consistentes. Si la naturaleza democrática del sistema social americano beneficiaba a la iniciativa individual y dificultaba la formación de una conciencia de clase que aunara los intereses del proletariado americano, la capacidad de movilidad social hacía del americano medio un auténtico “hombre de frontera”, un jornalero puro que se desplazaba continuamente allí donde las condiciones de trabajo eran más favorables, de forma que no establecía una residencia fija y, por tanto, difícilmente podía trabar lazos de solidaridad con sus semejantes. A estas dos razones de peso, el sociólogo alemán añadía otras muchas de tipo económico, político y social. A nivel económico, por ejemplo, Sombart afirma y demuestra con datos que el nivel de vida y el poder adquisitivo del asalariado americano era superior al del europeo. Desde el punto de visto político, el ensayo también dedica varias páginas a analizar el sistema bipartidista americano y a explicar cómo las dos macroestructuras de los grandes partidos captaban e incluso compraban con cargos y prebendas a los líderes sindicales más activos, impidiendo así la formación de un Partido Socialista sólido. Y hablando de la estructura social, Sombart pone un especial hincapié en recalcar una y otra vez el desarrollado sentimiento de igualdad que domina una sociedad americana en la que el trabajador más humilde se desenvuelve sin ningún complejo: “No encontramos ese estigma exterior de clase que llevan casi todos los trabajadores europeos. En su apariencia, en su comportamiento, en su forma de hablar, el trabajador norteamericano se diferencia llamativamente del europeo. Lleva la cabeza bien alta, anda elásticamente, se siente libre y alegre como cualquier burgués. Nada en él revela opresión o sumisión” (p. 178). En resumen, se puede decir que en ¿Porqué no hay socialismo en los Estados Unidos? no se ofrece una razón única, una causa primera que explique la existencia del único país industrializado en el que ningún Partido Socialista (Eugene Debs logró el mejor resultado electoral del Partido Socialista Americano con un meritorio pero testimonial 6% de voto popular en 1920) ha conseguido arraigar con la suficiente fuerza. Lo que nos ofrece Sombart en su ensayo es una visión de conjunto, un estudio comparativo entre el socialismo europeo y el americano que trata de responder –y en buena medida lo hace– a un enigma aparente. Es verdad que, pese a su exhaustividad y rigor, la obra de Sombart pasa por alto algunos elementos, luego considerados decisivos. En este sentido, factores como la importancia de la religión protestante en la conformación del capitalismo o, sobre todo, la diversidad étnica y cultural de los inmigrantes europeos que integraban el proletariado norteamericano y dificultaban con ello su cohesión, se echan en falta en el análisis de Sombart.
El texto de Sombart se ha ganado por méritos propios el título de ser un clásico de la disciplina sociológica y un libro, bajo mi punto de vista, inexcusable para el estudio de la sociedad norteamericana contemporánea
En cualquier caso, son lagunas mínimas que no empañan una obra extraordinaria en su conjunto. Como prueba el hecho de haber inspirado un debate en la historiografía americana que cumple ya más de un siglo y la constatación de que la obra se sigue traduciendo y reeditando, el texto de Sombart se ha ganado por méritos propios el título de ser un clásico de la disciplina sociológica y un libro, bajo mi punto de vista, inexcusable para el estudio de la sociedad norteamericana contemporánea. Dice Javier Noya en el texto de este volumen que sirve de presentación al de Sombart que “quizás no sea tan pretencioso decir que, junto con La democracia en América de Tocqueville o el más reciente Hábitos del corazón de Bellah y compañía, esta obra de Sombart es una de las aproximaciones más interesantes a la sociedad americana” (p.12). Aunque mi opinión no concuerda del todo con la de Noya (no creo que la obra de Sombart esté a la altura de la de Tocqueville), comparto con él la admiración por una obra cuya actualidad está fuera de toda duda. En este sentido, los amantes de la historia de los Estados Unidos nos debemos felicitar por la iniciativa que ha tenido Daniel Moreno –como editor y máximo responsable de Capitán Swing Libros– al rescatar este clásico y editarlo por primera vez en español y en formato libro (la traducción al español había aparecido en 1995 en el número 72 de la revista Reis), en una edición cuidada que recoge, además de la traducción del texto de Sombart hecha por Javier Noya Miranda y Christine Löffler, un texto del propio Noya –“Socialismo, fútbol y movilidad social, a propósito de ¿Por qué no hay socialismo en los Estados Unidos?”– a modo de presentación, y la traducción de uno de los más destacados artículos que han alimentado ese debate del que hemos hablado –The Failure of the American Socialism Reconsidered (1979)– de Jerome Karabel (Profesor de Sociología en la Universidad de California, Berkeley), a modo de epílogo. En conclusión, pues, podemos decir que, si la aparición en el mercado español de buenos libros siempre es motivo de alegría en estos tiempos de superproducción editorial, la publicación de una joya de la literatura sociológica como es este texto del autor de El burgués o Lujo y capitalismo (libros, estos sí, disponibles en español desde hace años), supone una gratísima noticia que propicia, además, una paradoja más que curiosa. Sombart termina su ensayo profetizando el triunfo del socialismo en los Estados Unidos en la generación siguiente a la suya. ¿Error de cálculo?, ¿Ingenuo exceso de optimismo? No lo sé, es muy posible. Lo que sí sé es que en medio de esta crisis financiera mundial, la mayor en la historia del capitalismo según algunos, en Estados Unidos empieza a hablarse seriamente (el Nobel Paul Krugman se ha cansado de repetirlo) de una vuelta al New Deal, de una política con mayor contenido social. La oportuna aparición en España del libro de Sombart, coincidiendo con esta crisis del capitalismo mundial que no toca fondo, no deja de tener su punto irónico. Viendo que el barco del capitalismo americano navega a la deriva y amenaza con hundirse, a un humilde lector se le plantea una pregunta mordaz: ¿Será el siglo XXI el que vea, por fin, ese triunfo del socialismo en los Estados Unidos anunciado por Sombart hace ahora más de un siglo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario