Otra de reformistas
¿Puede ser Obama el autor de una (social) democracia en América que dejaría pequeño a Tocqueville?
Xavie Batalla
Robert Dallek, historiador rooseveltiano hasta la médula, cuenta que hace unos meses fue invitado a la Casa Blanca para hablar sobre la reforma sanitaria propuesta por Barack Obama. Después de la intervención inicial del presidente, Dallek le preguntó si conocía la chanza del abogado de la reforma que muere y va al cielo. Y Dallek se la contó. El reformista es recibido por san Pedro, quien le comunica que, dada su vida ejemplar, se ha ganado una audiencia con Dios. Y Dios le dice: "¿Tienes alguna pregunta?". "Sí", contesta. "¿Veremos alguna vez en Estados Unidos un sistema sanitario público?". Dios se toma un respiro y dice: "No en toda mi vida". Dallek afirma que el presidente se rió con ganas.
John Kenneth Galbraith es uno de los reformistas que pueden haber ido al cielo. Fue uno de los economistas de la era del gran gobierno. Es decir, lo opuesto a la economía estadounidense de finales del siglo XX y principios del siglo XXI. Por eso Galbraith, que combatió la idea de que la economía más eficiente es la que sólo obedece a la mano invisible, quiso ver a la sociedad estadounidense como una posible socialdemocracia que se había extraviado por el camino. La sociedad individualista que explicó el francés Alexis de Tocqueville en La democracia en América conoció grandes transformaciones en el siglo XX a resultas de una serie de graves crisis. Y algunas de estas transformaciones tal vez no las habría sospechado Tocqueville. La gran depresión de 1929, por ejemplo, convenció a quienes hasta entonces se habían beneficiado del ascensor social de que, si pintaban bastos, también podían ir hacia abajo; a la clase media, de que sus intereses no eran necesariamente contradictorios con los de la clase baja, y a los empresarios, de que necesitaban al gobierno como posible red de salvación. El resultado fue el new deal (nuevo pacto social) de Franklin Roosevelt. Esa es la etapa en la que Galbraith creyó ver más cerca la socialdemocracia. ¿Qué hará Obama? ¿Pretende empequeñecer a Tocqueville e introducir la (social) democracia en América?, como dicen temer quienes consideran que el socialismo - de momento, la limitada reforma sanitaria, que descarta la opción pública-es la antítesis de lo americano. En Europa no faltan los que se toman en serio esta posibilidad. Es el caso de Klaus Zimmermann, director del Institute for the Study of Labor en Bonn. Zimmermann argumenta que la extensión del Estado de bienestar en Europa no se debió a que los europeos fueran más blandos que otros, sino que fue a causa de los cambios que provocó, como pasó en el sector del acero y el carbón, la volatilización de los empleos, lo que hizo necesaria una mayor red social. Ahora, añade Zimmermann, en Estados Unidos están descubriendo el límite de su dinamismo económico, por lo que empiezan a aplicarse. Puede que sea así, pero habría que saber qué se dice de todo esto en el cielo.
John Kenneth Galbraith es uno de los reformistas que pueden haber ido al cielo. Fue uno de los economistas de la era del gran gobierno. Es decir, lo opuesto a la economía estadounidense de finales del siglo XX y principios del siglo XXI. Por eso Galbraith, que combatió la idea de que la economía más eficiente es la que sólo obedece a la mano invisible, quiso ver a la sociedad estadounidense como una posible socialdemocracia que se había extraviado por el camino. La sociedad individualista que explicó el francés Alexis de Tocqueville en La democracia en América conoció grandes transformaciones en el siglo XX a resultas de una serie de graves crisis. Y algunas de estas transformaciones tal vez no las habría sospechado Tocqueville. La gran depresión de 1929, por ejemplo, convenció a quienes hasta entonces se habían beneficiado del ascensor social de que, si pintaban bastos, también podían ir hacia abajo; a la clase media, de que sus intereses no eran necesariamente contradictorios con los de la clase baja, y a los empresarios, de que necesitaban al gobierno como posible red de salvación. El resultado fue el new deal (nuevo pacto social) de Franklin Roosevelt. Esa es la etapa en la que Galbraith creyó ver más cerca la socialdemocracia. ¿Qué hará Obama? ¿Pretende empequeñecer a Tocqueville e introducir la (social) democracia en América?, como dicen temer quienes consideran que el socialismo - de momento, la limitada reforma sanitaria, que descarta la opción pública-es la antítesis de lo americano. En Europa no faltan los que se toman en serio esta posibilidad. Es el caso de Klaus Zimmermann, director del Institute for the Study of Labor en Bonn. Zimmermann argumenta que la extensión del Estado de bienestar en Europa no se debió a que los europeos fueran más blandos que otros, sino que fue a causa de los cambios que provocó, como pasó en el sector del acero y el carbón, la volatilización de los empleos, lo que hizo necesaria una mayor red social. Ahora, añade Zimmermann, en Estados Unidos están descubriendo el límite de su dinamismo económico, por lo que empiezan a aplicarse. Puede que sea así, pero habría que saber qué se dice de todo esto en el cielo.
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