Salvado del infierno
Detenido por la Gestapo cuando trabajaba para la Resistencia, estuvo en los campos de concentración de Buchenwald y Dora, donde salvó la vida gracias a un cambio de identidad. A sus 91 años, tras ocupar diversos cargos en la ONU, mantiene el rango de embajador de Francia.
BLANCA TORQUEMADA MADRID
-¿Hace seis décadas alcanzó a imaginar usted el actual estado de cosas en materia de derechos fundamentales?
-Cuando elaboramos la Declaración teníamos un ideal, pero también la plena conciencia de que sería muy difícil alcanzarlo. Hoy podemos decir que ha habido progresos, pero no los suficientes.
-En 1948 defendió a capa y espada la creación de un Estado judío y ahora mantiene una posición muy crítica con Israel.
-Hay que tener en cuenta todo lo que había ocurrido y la secuencia de acontecimientos: así, el 9 de diciembre de 1948 se concretó la convención sobre el genocidio y el 10 de diciembre se promulgó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En esa época nos pareció maravilloso que los judíos tuvieran un Estado. Era una visión de esperanza.
-Pero ahora alza la voz para denunciar excesos. ¿Cuál es su diagnóstico?
-Que esos excesos que Israel comete se producen por dos cosas: primero, porque no ha sabido convivir con sus vecinos palestinos y se ha ido convirtiendo en enemigo del derecho internacional. El otro factor es Estados Unidos, que ha modificado su posición: primero estuvo a favor de la paz y luego se ha convertido en el protector de Israel.
-¿Qué hay del papel de Europa? Creo que lo considera demasiado condescendiente con el Gobierno hebreo.
-¡Europa se muestra tímida!
-¿Porque pesa demasiado la memoria del Holocausto?
-Es una de las razones. Otra es que el Estado de Israel se ve desde Europa como el que es moderno y democrático en comparación con los países árabes, a los que se identifica con el islam integrista.
-Es que es del islam de donde proceden las amenazas contrastadas.
-¡El islam tiene el riesgo de todas las religiones cuando se llevan al extremo! También hay integrismo entre algunos judíos e incluso en la Iglesia católica cuando admite a negacionistas del Holocausto. Pero el integrismo es más peligroso en el islam porque se trata de países pobres que fueron colonizados. La responsabilidad de los europeos es ayudar a esas naciones a desarrollarse y democratizarse y a que acepten el papel de la mujer y del derecho internacional.
-Precisamente en esos aspectos que menciona ha habido regresión últimamente.
-El periodo comprendido entre 2001 y 2008 ha sido nefasto.
-A raíz del 11-S.
-Exactamente. Antes había bloques y el enemigo estaba identificado. Por un lado Estados Unidos, por otro la URSS. Pero ¿qué es Al Qaida? Es un fenómeno difícil de identificar y de tratar.
-Usted también advierte: «La ética no es relativa». ¡«Chapeau» en estos tiempos de principios como los de Groucho Marx!
-Por eso mi mayor preocupación es encontrarme con los jóvenes, hacerles entender que tienen una responsabilidad ética con los Derechos Humanos. El gran riesgo de nuestro tiempo es el choque de civilizaciones y la destrucción de la tierra.
-¿Comulga con la «Alianza de las Civilizaciones» que postula Zapatero?
-De hecho a mí se me requirió para trabajar en ella y la apoyo. Es esencial trabajar sobre la diversidad.
-Siempre ha enarbolado el optimismo. ¿Persevera en él?
-¡Sí! Hemos atravesado por momentos difíciles (¡George Bush!), pero ahora mi optimismo lleva otro nombre: ¡Obama!
-¡Con qué pasión lo dice!
-¡Porque su llegada es un acontecimiento casi milagroso!
-¿Por su raza?
-Por su raza, por su juventud y por el entusiasmo que genera. Me recuerda a lo que pasó en mi generación con Roosevelt, que creó el marco de Naciones Unidas. Fíjese ahora en el acierto de Obama de enviar a George Mitchell como negociador a Oriente próximo. Como dijo el gran poeta alemán Hölderlin: «Cuando las cosas van mal, algo bueno nace».
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