Frialdad de la crítica y emoción del público en el estreno de la obra en Dortmund
PILAR BONET - Dortmund - 29/11/1997
El líder socialista alemán Willy Brandt no es el Sigfrido de El anillo de los nibelungos ni Evita Perón, pero sí una figura histórica con fuerza suficiente para convertirse en el héroe de una ópera. Así opina el director de teatro John Dew, que ha intentado convertir esta idea en realidad y acaba de estrenar en Dortmund La genuflexión de Varsovia, dedicada al ex canciller federal y artífice de la ostpolitik, fallecido hace cinco años. La obra es una ópera política. Las características del género, que impregnan sobre todo los diálogos, son tan obvias que a veces uno cree estar ante un noticiario documental de la vida de Willy Brandt, e incluso ante una ópera del realismo socialista.
En La genuflexión de Varsovia las instantáneas de la biografía del político se suceden aceleradamente al ritmo de la música de Gerhard Rosenfeld, un compositor procedente de la ex República Democrática Alemana. Durante dos horas, por escena pasan vertiginosamente los años veinte en Alemania, el inicio (a ritmo de un tango bastante frío) de la relación entre Willy y Ruth, su futura esposa. Por el escenario pasa el exilio en Suecia, la vuelta a Alemania, la construcción del muro de Berlín (con alambre de espino incluido), la carrera política a la jefatura de la cancillería, la ostpolitik, el encuentro con Erich Honecker y los viajes de Egon Bahr, el hombre de confianza de Brandt, a Moscú; y, finalmente, el asunto del espía Günter Guilleaume y el ocaso de Brandt. Todos los personajes están representados de manera que se parezcan lo más posible a sus modelos históricos.El escenario, de corte expresionista, se mantiene a lo largo de toda la obra, aunque cambia de color: se trata de una cuadrícula de trazos negros, dividida en tres partes, con las dos laterales inclinadas, como si fueran edificios a punto de derrumbarse.
"Willy, Willy, Willy"
El libreto, que ha sido escrito por Philipp Kochheim, ha puesto en boca de Brandt frases como éstas: "Kennedy duerme mal y teme la guerra atómica", "¡Política europea! ¡Interés común! ¡Colaboración positiva! ¡Neutralizar la desconfianza! ¡Asegurar la paz activamente! ¡Que el SPD muestre lo que puede (hacer)! ¡Atrevámonos a tener más democracia!". A esta última parrafada, los ayudantes de Brandt responden: "Willy, Willy, Willy".Las críticas a La genuflexión de Varsovia han sido, en buena parte, frías o negativas, pero a John Dew no parece importarle demasiado. Asegura que una cosa son los especialistas, incapaces de dejarse llevar y de sentir emociones, y otra el público. Dew repite a menudo la palabra "emociones". "Los alemanes han tenido una historia tan brutal que el resultado es su falta de sentido del humor y su intento de evitar las emociones. Son muy analíticos. El gran problema de los críticos es que no se dejan ir, que no se liberan", señala. "Cuando Brandt era canciller, las emociones eran parte de la política", afirma Dew.
En la representación de la ópera del pasado jueves por la noche se pudo comprobar inesperadamente que los espectadores pueden tener una sensibilidad distinta de los críticos. "He, llorado. He llorado de verdad", exclamó, sin ser preguntado, un vecino de Colonia que dijo llamarse Müller y haber viajado a Dortmund para ver la obra. "Algunas de las escenas son muy conmovedoras para mi generación", señaló el espectador, que dijo haberse emocionado cuando apareció en escena un grupo de judíos con la estrella amarilla cosida sobre la ropa. Este cuadro precede al momento culminante de la ópera: Willy Brandt cae de rodillas durante su visita al gueto de Varsovia en 1970. Dew respeta la solemnidad del momento, y la música se interrumpe mientras uno de los tres actores que representan a Brandt cae de rodillas y escenifica aquel momento famoso en total silencio. Los críticos coinciden en afirmar que ése es el mejor momento de la obra.
Dew ha desdoblado la figura de Brandt en tres personajes: el Brandt joven, el Brandt adulto y el Brandt anciano. Los tres permanecen en el escenario a lo largo de toda la obra y dialogan sobre la biografía común, abordándola desde sus diferentes perspectivas. En opinión de Dew, "aún hay mucha gente que odia a Willy Brandt", y "eso se vio en el estreno". "Ese día", continúa, "había butacas vacías, que eran las de la gente que tiene abonos". Del estreno estuvieron ausentes la ex esposa de Brandt, Ruth; el ex ministro de Exteriores Walter Schell; el ex candidato a canciller Rainer Barzel, y el espía Günter Guillame. El que sí estuvo fue el fiel Egon Bahr, que podía contemplarse en el escenario como uno de los personajes de la obra.
Dew, un británico de 53 años nacido en Cuba y con antepasados españoles, dirigió la ópera de Bielefeld entre 1982 y 1995, y allí -con el título de La ópera degenerada- puso en escena una serie de 45 obras de los años veinte que habían sido prohibidas en la época nazi. Entre sus proyectos de futuro está poner en escena una ópera dedicada a Fidel Castro para la que ya tiene el título: Cuba libre. No ha decidido todavía si Castro deberá cantar o no, porque un aria de Fidel "tiene que durar por lo menos cinco horas".
En La genuflexión de Varsovia las instantáneas de la biografía del político se suceden aceleradamente al ritmo de la música de Gerhard Rosenfeld, un compositor procedente de la ex República Democrática Alemana. Durante dos horas, por escena pasan vertiginosamente los años veinte en Alemania, el inicio (a ritmo de un tango bastante frío) de la relación entre Willy y Ruth, su futura esposa. Por el escenario pasa el exilio en Suecia, la vuelta a Alemania, la construcción del muro de Berlín (con alambre de espino incluido), la carrera política a la jefatura de la cancillería, la ostpolitik, el encuentro con Erich Honecker y los viajes de Egon Bahr, el hombre de confianza de Brandt, a Moscú; y, finalmente, el asunto del espía Günter Guilleaume y el ocaso de Brandt. Todos los personajes están representados de manera que se parezcan lo más posible a sus modelos históricos.El escenario, de corte expresionista, se mantiene a lo largo de toda la obra, aunque cambia de color: se trata de una cuadrícula de trazos negros, dividida en tres partes, con las dos laterales inclinadas, como si fueran edificios a punto de derrumbarse.
"Willy, Willy, Willy"
El libreto, que ha sido escrito por Philipp Kochheim, ha puesto en boca de Brandt frases como éstas: "Kennedy duerme mal y teme la guerra atómica", "¡Política europea! ¡Interés común! ¡Colaboración positiva! ¡Neutralizar la desconfianza! ¡Asegurar la paz activamente! ¡Que el SPD muestre lo que puede (hacer)! ¡Atrevámonos a tener más democracia!". A esta última parrafada, los ayudantes de Brandt responden: "Willy, Willy, Willy".Las críticas a La genuflexión de Varsovia han sido, en buena parte, frías o negativas, pero a John Dew no parece importarle demasiado. Asegura que una cosa son los especialistas, incapaces de dejarse llevar y de sentir emociones, y otra el público. Dew repite a menudo la palabra "emociones". "Los alemanes han tenido una historia tan brutal que el resultado es su falta de sentido del humor y su intento de evitar las emociones. Son muy analíticos. El gran problema de los críticos es que no se dejan ir, que no se liberan", señala. "Cuando Brandt era canciller, las emociones eran parte de la política", afirma Dew.
En la representación de la ópera del pasado jueves por la noche se pudo comprobar inesperadamente que los espectadores pueden tener una sensibilidad distinta de los críticos. "He, llorado. He llorado de verdad", exclamó, sin ser preguntado, un vecino de Colonia que dijo llamarse Müller y haber viajado a Dortmund para ver la obra. "Algunas de las escenas son muy conmovedoras para mi generación", señaló el espectador, que dijo haberse emocionado cuando apareció en escena un grupo de judíos con la estrella amarilla cosida sobre la ropa. Este cuadro precede al momento culminante de la ópera: Willy Brandt cae de rodillas durante su visita al gueto de Varsovia en 1970. Dew respeta la solemnidad del momento, y la música se interrumpe mientras uno de los tres actores que representan a Brandt cae de rodillas y escenifica aquel momento famoso en total silencio. Los críticos coinciden en afirmar que ése es el mejor momento de la obra.
Dew ha desdoblado la figura de Brandt en tres personajes: el Brandt joven, el Brandt adulto y el Brandt anciano. Los tres permanecen en el escenario a lo largo de toda la obra y dialogan sobre la biografía común, abordándola desde sus diferentes perspectivas. En opinión de Dew, "aún hay mucha gente que odia a Willy Brandt", y "eso se vio en el estreno". "Ese día", continúa, "había butacas vacías, que eran las de la gente que tiene abonos". Del estreno estuvieron ausentes la ex esposa de Brandt, Ruth; el ex ministro de Exteriores Walter Schell; el ex candidato a canciller Rainer Barzel, y el espía Günter Guillame. El que sí estuvo fue el fiel Egon Bahr, que podía contemplarse en el escenario como uno de los personajes de la obra.
Dew, un británico de 53 años nacido en Cuba y con antepasados españoles, dirigió la ópera de Bielefeld entre 1982 y 1995, y allí -con el título de La ópera degenerada- puso en escena una serie de 45 obras de los años veinte que habían sido prohibidas en la época nazi. Entre sus proyectos de futuro está poner en escena una ópera dedicada a Fidel Castro para la que ya tiene el título: Cuba libre. No ha decidido todavía si Castro deberá cantar o no, porque un aria de Fidel "tiene que durar por lo menos cinco horas".
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