Por Emilio J. Cárdenas Para LA NACION
Las campañas presidenciales en EE.UU. permiten poner en evidencia las condiciones de liderazgo de los candidatos. En esto, en mi opinión, Barack Obama se ha impuesto a su rival. Es posible, entonces, que por primera vez un hombre de color llegue a la Casa Blanca.
No obstante, de vencer, Obama estará condicionado por una crisis económica de magnitud. Por aquello de que gobernar es distinto que hacer campaña, resulta irresistible trazar algunos paralelos entre el eventual futuro de Obama y la gestión de uno de sus predecesores, también demócrata, que gobernó a los EE. UU. en tiempos de serias dificultades económicas, que caracterizaron la crisis de 1929/30: Franklin D. Roosevelt.
Como él, Obama tiene carisma. La diferencia está en su mensaje, que ha sido, hasta ahora, calmo e integrador; como corresponde frente a una sociedad dividida que necesita enfrentar dificultades comunes. Ambos líderes califican como seductores irresistibles frente a los medios, lo que facilita la comunicación.
Roosevelt era hombre de acción. Obama aún debe probarlo. El primero llegó a la política desde una familia patricia, rodeado de un pequeño grupo de académicos de la Universidad de Columbia persuadidos de la necesidad de regular el mercado para mantenerlo en equilibrio. En su momento, allí estaba el desafío del cambio que urgía. Obama, por su parte, tiene una educación superlativa y encarna la esperanza de un andar distinto, el del desafío de navegar la crisis empuñando el timón de la nación más poderosa del globo. Para los EE. UU., es hora de reintegrarse a una compleja realidad mundial, de la que parecen haberse alejado. Obama lo sabe, y apunta a ello.
En lo económico, Obama, como Roosevelt, al comienzo de su campaña predicó el proteccionismo comercial -esto es, el aislacionismo-, pero al final parece haber moderado ese discurso. Frente a la emergencia, Barack Obama ha tenido la disposición y la amplitud de criterio necesarios para acompañar las medidas de excepción, propuestas por la actual administración, pese a que ella está en sus antípodas políticas, señal de prudencia.
Como Roosevelt, Obama parece a veces enigmático, casi impredecible. Como él, sabe que debe ser agente de una transformación demorada. Como en la década del 30, deberá estimular la economía real desde el Estado, con un sector financiero debilitado. Esto exigirá actuar desde el sector público sobre la economía real, sin perder de vista las urgencias de la gente. Los instrumentos del N ew Deal de Roosevelt serán tenidos en cuenta con relación a la nueva realidad, con conciencia tanto de que ese programa cosechó inicialmente buenos éxitos como de que terminó siendo un fracaso. Por esto, en 1938, el electorado norteamericano propinó a Roosevelt un portazo. No obstante, el presidente terminó eclipsando históricamente a sus propuestas.
Como Roosevelt, Obama deberá mantener a su pueblo informado. El primero lo hacía casi todos los domingos, en charlas difundidas a las 22. Hoy Obama deberá hacerlo constantemente y pensando más allá de sus fronteras.
Roosevelt, en su tiempo, enfrentó la crisis mundial sin preocuparse demasiado por coordinar su acción con las de otras naciones, lo que tuvo consecuencias políticas graves, dentro del país y fuera de él. Obama no podrá hacerlo. Las circunstancias son distintas. Está claro que la administración que pueda liderar Obama deberá actuar concertadamente con el resto del mundo. Particularmente desde que existe un aparente consenso acerca de que la infraestructura financiera internacional necesita ser reestructurada.
Como la de Roosevelt, una gestión de Obama no será sencilla. Deberá prever que en el futuro habrá tensiones, como las que derivaron en la huelga textil de 1934, y estar preparado para mantener el rumbo. Más allá de las medidas por adoptar, Obama tendrá, asimismo, claro que John Maynard Keynes, en una carta dirigida a Roosevelt en febrero de 1937, le aconsejó que se acercara a los empresarios. "Trátelos -le dijo- no como lobos o tigres, sino como lo que son: animales domésticos mal entrenados". Porque, agregó, "es un error creer que ellos son más inmorales que los políticos". En pocas palabras: "escúchelos y trabaje con todos". Obama tiene un equipo económico de primer nivel y conoce el mundo en que vive, lo que debería traducirse en no asumir posturas de espaldas a la realidad. e_SCrt LA NACION
Emilio J. Cárdenas fue embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
No obstante, de vencer, Obama estará condicionado por una crisis económica de magnitud. Por aquello de que gobernar es distinto que hacer campaña, resulta irresistible trazar algunos paralelos entre el eventual futuro de Obama y la gestión de uno de sus predecesores, también demócrata, que gobernó a los EE. UU. en tiempos de serias dificultades económicas, que caracterizaron la crisis de 1929/30: Franklin D. Roosevelt.
Como él, Obama tiene carisma. La diferencia está en su mensaje, que ha sido, hasta ahora, calmo e integrador; como corresponde frente a una sociedad dividida que necesita enfrentar dificultades comunes. Ambos líderes califican como seductores irresistibles frente a los medios, lo que facilita la comunicación.
Roosevelt era hombre de acción. Obama aún debe probarlo. El primero llegó a la política desde una familia patricia, rodeado de un pequeño grupo de académicos de la Universidad de Columbia persuadidos de la necesidad de regular el mercado para mantenerlo en equilibrio. En su momento, allí estaba el desafío del cambio que urgía. Obama, por su parte, tiene una educación superlativa y encarna la esperanza de un andar distinto, el del desafío de navegar la crisis empuñando el timón de la nación más poderosa del globo. Para los EE. UU., es hora de reintegrarse a una compleja realidad mundial, de la que parecen haberse alejado. Obama lo sabe, y apunta a ello.
En lo económico, Obama, como Roosevelt, al comienzo de su campaña predicó el proteccionismo comercial -esto es, el aislacionismo-, pero al final parece haber moderado ese discurso. Frente a la emergencia, Barack Obama ha tenido la disposición y la amplitud de criterio necesarios para acompañar las medidas de excepción, propuestas por la actual administración, pese a que ella está en sus antípodas políticas, señal de prudencia.
Como Roosevelt, Obama parece a veces enigmático, casi impredecible. Como él, sabe que debe ser agente de una transformación demorada. Como en la década del 30, deberá estimular la economía real desde el Estado, con un sector financiero debilitado. Esto exigirá actuar desde el sector público sobre la economía real, sin perder de vista las urgencias de la gente. Los instrumentos del N ew Deal de Roosevelt serán tenidos en cuenta con relación a la nueva realidad, con conciencia tanto de que ese programa cosechó inicialmente buenos éxitos como de que terminó siendo un fracaso. Por esto, en 1938, el electorado norteamericano propinó a Roosevelt un portazo. No obstante, el presidente terminó eclipsando históricamente a sus propuestas.
Como Roosevelt, Obama deberá mantener a su pueblo informado. El primero lo hacía casi todos los domingos, en charlas difundidas a las 22. Hoy Obama deberá hacerlo constantemente y pensando más allá de sus fronteras.
Roosevelt, en su tiempo, enfrentó la crisis mundial sin preocuparse demasiado por coordinar su acción con las de otras naciones, lo que tuvo consecuencias políticas graves, dentro del país y fuera de él. Obama no podrá hacerlo. Las circunstancias son distintas. Está claro que la administración que pueda liderar Obama deberá actuar concertadamente con el resto del mundo. Particularmente desde que existe un aparente consenso acerca de que la infraestructura financiera internacional necesita ser reestructurada.
Como la de Roosevelt, una gestión de Obama no será sencilla. Deberá prever que en el futuro habrá tensiones, como las que derivaron en la huelga textil de 1934, y estar preparado para mantener el rumbo. Más allá de las medidas por adoptar, Obama tendrá, asimismo, claro que John Maynard Keynes, en una carta dirigida a Roosevelt en febrero de 1937, le aconsejó que se acercara a los empresarios. "Trátelos -le dijo- no como lobos o tigres, sino como lo que son: animales domésticos mal entrenados". Porque, agregó, "es un error creer que ellos son más inmorales que los políticos". En pocas palabras: "escúchelos y trabaje con todos". Obama tiene un equipo económico de primer nivel y conoce el mundo en que vive, lo que debería traducirse en no asumir posturas de espaldas a la realidad. e_SCrt LA NACION
Emilio J. Cárdenas fue embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
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