domingo, 5 de abril de 2009

Negrin, de Enrique Moradiellos


ELPAÍS
REPORTAJE: 50 años de la muerte del energético defensor de la República
Negrín = ciencia + democracia
"Enrique Moradiellos publica una biografía sobre la figura más difamada del socialismo español"
JOSÉ ANDRÉS ROJO - Madrid - 12/11/2006


"Al iniciarse la guerra se vuelca a proteger a cuantos puede de la violencia de las checas"Cuando terminó La pérfida Albión, Enrique Moradiellos (Oviedo, 1961) descubrió la importancia de la figura de Juan Negrín, el último jefe de Gobierno de la República, y quedó fascinado por un hombre al que considera el "Churchill español". "Nadie como él fue capaz de unir tan gran número de esfuerzos para detener el avance del fascismo durante la Guerra Civil española", dice 10 años después de haber iniciado la biografía del líder socialista, que publica ahora con el título de Negrín. Una biografía de la figura más difamada de la España del siglo XX (Península) y para la cual ha consultado numerosa documentación inédita de los archivos del político socialista.
"Al iniciarse la guerra se vuelca a proteger a cuantos puede de la violencia de las checas
La historia de Negrín, que nació en Las Palmas en 1892 y que murió hace hoy 50 años en París, fue terrible. El hombre que defendió como nadie la democracia terminó siendo objeto de la furia de los vencedores y de las maledicencias de los perdedores. Unos lo trataron de "zafio, grosero, bárbaro...". Otros hablaron de su "naturaleza infantil y débil". Dijeron que fue un pelele de los comunistas, que despilfarró las finanzas de la República, que saboteó los intentos de firmar la paz, que vivió como un pachá en el exilio, que sólo pensaba en comer, que tenía un harén, que era un holgazán y un drogadicto. Moradiellos invita en su libro a conocerlo. Ahora que se vuelve sobre la memoria histórica, es urgente recuperar la verdad. Así la cuenta durante una conversación Enrique Moradiellos:
- Los orígenes. "Juan Negrín es el hijo mayor de una familia canaria muy bien colocada. Las Palmas, entre finales del siglo XIX y principios del XX, tuvo un crecimiento espectacular. El padre de Negrín, que procedía del campesinado del interior de la isla, asentó su prosperidad en dos actividades: la comercial y el negocio inmobiliario. Su fortuna era de las mayores, si no la mayor, de Las Palmas".
- Familia, estudios, boda. "Su familia era muy conservadora y de creencias católicas muy sinceras. Su hermano fue sacerdote claretiano y su hermana hizo los votos seglares. Su madre terminaría instalándose en Lourdes después de la guerra. Negrín destacó en los idiomas y en las ciencias. A los 14 años lo enviaron a estudiar a Alemania. En Leipzig, en el Instituto de Fisiología, destacó como investigador a las órdenes de Von Brucke, uno de los referentes de la ciencia médica de entonces. Se casó en marzo de 1914 con Maria Mijailova, que procedía de una rica familia judía de Ucrania. A los 21 años obtiene el doctorado".
- Regreso a España. "La I Guerra Mundial los obliga a regresar: No era recomendable que su mujer estuviera en una Alemania que luchaba contra Rusia, pero lo hace sólo como un paso para viajar a Estados Unidos. Llega a Canarias en 1915. Es Ramón y Cajal el que lo convence para que dirija en Madrid el laboratorio de fisiología que se crea en la Residencia de Estudiantes. Las ideas que alimentan su trabajo son las de ciencia y democracia, y quiere abrir España a las corrientes modernizadoras".
- Las inquietudes de un científico. "Negrín forma parte de la élite intelectual del momento. En 1922 obtiene la cátedra de Fisiología después de volver a hacer el doctorado de manera brillante. Forma parte del equipo que pone en marcha la Ciudad Universitaria. Monta un laboratorio privado que tiene mucho éxito. Empieza a intervenir en cuestiones públicas, rechazando el afán de la dictadura de Primo de Rivera de permanecer en el poder".
- Complicaciones sentimentales. "En 1923, la hija que esperaba su mujer muere en el parto que atendía el propio Negrín. Dos años después, su otra hija fallece a los 10 años por una epidemia de tifus. Quedan los tres hijos varones, pero el matrimonio entra en una gravísima crisis. Negrín se enamora en 1926 de una ayudante de su laboratorio mucho menor que él, Feliciana López de Dom Pablo, Feli. Su mujer no tolera esa relación y le atribuye aventuras permanentes, pero yo creo que no hubo nada, que Feli fue su única gran pasión. Y le duró toda la vida".
- Ingreso en el PSOE. "Lo hace en 1929 porque considera que el PSOE es el único partido 'verdaderamente republicano'. Confiesa desde el principio ser un socialista no marxista. Cree que, como ocurría con el SPD en la República de Weimar, va a ser la formación encargada de vertebrar la democracia en España".
- Diputado en la República. "Es diputado en las tres legislaturas. Forma parte de las comisiones que tienen que ver con su habilidad para los idiomas y con sus estudios de economía: relaciones exteriores, presupuestos y hacienda. Participa sobre todo en los debates sobre sanidad y educación. Empieza una relación de profunda amistad con uno de los grandes líderes del PSOE, Indalecio Prieto".
- El estallido de la guerra. "Cuando se produce el golpe, Negrín se ocupa de salvar a su familia: su mujer y su hijo pequeño salen a Suiza (los dos mayores se quedan con él y se integran en la lucha contra Franco) y traslada a su madre, a sus hermanos y a su tía a Francia. Su padre es detenido en Las Palmas y no será liberado hasta el final de la guerra tras perder todas sus propiedades. Luego se vuelca a proteger a cuantos puede de las indiscriminadas y violentas actividades de las checas, aunque muchas veces fracasa. Y sirve de apoyo a la columna socialista del capitán Fernando Sabio".
- El oro de Moscú. "El Gobierno de Largo Caballero lo nombra ministro de Hacienda en septiembre de 1936. El dinero es el nervio de la guerra, y sin fondos no se puede luchar. El Gobierno de Giral ya había movilizado las reservas de oro a Francia para poder cambiarlas y disponer de divisas. La República necesitaba comprar en el extranjero petróleo, productos alimenticios y material bélico. Negrín traslada el resto de divisas a la Unión Soviética, el único país que apoya al Gobierno legal. La banca soviética garantiza la confidencialidad y la velocidad en las operaciones. No se despilfarró ni una onza de oro, otra cosa es que se tuvieran que aceptar transacciones abusivas, pero las armas no podían esperar. Asegura el esqueleto financiero para afrontar la guerra larga".
- ¿Conjura comunista? "Es Azaña quien lo nombra jefe de Gobierno en mayo de 1937 para sustituir a Largo Caballero, y no una maniobra comunista. Hace falta su prestigio internacional porque la suerte de la guerra se juega ya en el exterior. La situación que hereda en los frentes es calamitosa".
- La estrategia del nuevo jefe. "Su lema es resistir es vencer, y está orientada a ganar tiempo, pues es muy difícil ganar la guerra a los rebeldes. Confía en que Inglaterra y Francia se den cuenta de que España es necesaria para luchar con el fascismo y abandonen su postura de no intervención. Por otro lado, hace falta ser fuertes para negociar las condiciones de una paz honrosa. Para conseguir sus objetivos necesita reforzar el ejército y dotarlo de capacidad de maniobra, centralizar los esfuerzos del Estado y unificar al partido socialista para convertirlo en contrapeso de unos aliados de los que no se puede prescindir, los comunistas. Se enfrenta a la revolución social (la estrategia anarquista no ha funcionado hasta entonces) y defiende la Constitución de 1931".
- ¿La paz saboteada? "Se ha acusado a Negrín de haber saboteado los esfuerzos para conseguir la paz que pusieron en marcha y defendían políticos como Azaña, Prieto o Besteiro y que compartían muchos defensores de la República, entre ellos los nacionalistas catalanes y vascos. Negrín está convencido de que a un triunfo incondicional franquista le va a seguir una venganza sangrienta y un reinado de terror. Y quiere mantenerse fuerte para negociar ciertas garantías. Pero sabe de los terribles sacrificios que pasa la zona republicana y en julio de 1938, a través del coronel Lilliehook, hace llegar a las autoridades británicas su petición de que las potencias extranjeras medien para que no existan represalias indiscriminadas. No recibe respuesta".
- Regreso a la zona centro. "Cuando se pierde Cataluña y la guerra parece llegar a su fin, Negrín vuelve a la zona central con la voluntad de seguir resistiendo. Lo que quiere, en realidad, es organizar la salida de todos los que pueden ser represaliados por los vencedores. Y no son 200, sino unos 2.000. La idea es hacerlo con la flota, desde Levante. Pero las cosas no salen bien, los militares están ya en otra cosa, ha perdido su confianza. El golpe de Casado acaba con sus intenciones".
- Las cuentas del exilio. "Se ha acusado a Negrín de despilfarrar, para permitirse una vida de lujo, todo el dinero que logró salvar la República. El fondo (llamado de reserva) que los políticos leales consiguieron llevar a Francia era de unos tres millones y medio de libras esterlinas de la época, un poco menos de los gastos mensuales que tenía la República en 1938 en víveres, carbón, textiles, productos químicos, etcétera. A esto hay que sumar los ingresos por la venta de valores, buques, material bélico... En total, la República salvó poco menos de seis millones de libras esterlinas, que fueron dedicados a las necesidades de la emigración y a los gastos de las instituciones republicanas. La asignación mensual que recibió Negrín fue de unas 113 libras esterlinas (en el Reino Unido, una enfermera principiante ganaba unas 360 y un segundo jefe de policía de provincias unas 500), que no creo que fuera excesiva. Negrín tenía bienes propios, que le ayudaron a vivir con decencia, que no con ostentación, pero al final tuvo que empezar a prescindir de todas las comodidades y, ya cerca de su muerte, recibió ayuda de su hijo menor. No murió precisamente en la opulencia. Lo enterraron discretamente en el cementerio Père Lachaise de París".

REVISTA DE LIBROS

La primera biografía plenamente documentada de Juan Negrín
por Gabriel Jackson

Revista de Libros nº 129, Septiembre 2007
En la década de 1920, Juan Negrín López (1892-1956) era un fisiólogo de renombre internacional, que desarrollaba nuevos métodos de investigación en laboratorio y de enseñanza en la Universidad de Madrid, además de ser secretario ejecutivo de la Junta Constructora de la nueva Ciudad Universitaria. En los años treinta fue diputado socialista en las tres Cortes republicanas, ministro del Tesoro en el Gobierno de Largo Caballero durante la guerra y primer ministro de la República desde mayo de 1937 hasta el final de la guerra en marzo de 1939, y siguió siendo reconocido por una gran mayoría de los exiliados republicanos como el último primer ministro legítimo hasta su renuncia formal en la reunión de las Cortes en el exilio, celebrada en Ciudad de México en agosto de 1945.
Hugh Thomas y el autor de la presente reseña analizaron su papel con cierta extensión y con gran respeto en sendos libros publicados en los años sesenta. Entre los estudiosos españoles durante la época de Franco, Juan Marichal y Manuel Tuñón de Lara alabaron sus grandes cualidades en su doble condición de científico y estadista. En los años noventa, los historiadores de la ciencia Josep Lluís Barona y José Manuel Sánchez Ron publicaron varios estudios sobre su influencia como fisiólogo, mientras que la Fundación Uriach dedicó todo un número (el 63, en 1996) de su revista Medicina e Historia a Negrín como investigador, catedrático y médico. La historiadora inglesa Helen Graham publicó Socialism and War (1991) y The Spanish Republic at War (1992), obras de una importancia decisiva para comprender el liderazgo de Negrín durante la guerra; y en 1996 la breve pero fácticamente rica Juan Negrín López, el hombre necesario , de Manuel Tuñón de Lara , Ricardo Miralles y Bonifacio N. Díaz Chico (este último catedrático de Fisiología) fue la primera obra que se ocupó del hombre y de la totalidad de su carrera científico-política. En 2003, Miralles publicó un análisis excelentemente documentado y razonado que se centraba en el papel político y económico de Negrín en el Gobierno durante la guerra, mientras que Ángel Viñas ha publicado, a lo largo de los años, los análisis más completos sobre el papel de Negrín en la exportación de la mayor parte de las reservas de oro españolas a la Unión Soviética, así como sobre el uso económico de que fue objeto.
Hay -creo- dos razones principales que explican por qué Negrín, a pesar de su inmensa importancia en la historia científica y política de la España del siglo xx , no ha recibido nada que se parezca a la seria atención biográfica que sí se ha conce­dido a figuras como Manuel Azaña, Julián Besteiro, Francisco Largo Caballero, Indalecio Prieto, Julio Álvarez del Vayo, Luis Araquistáin, Pablo de Azcárate, etc. Una es que perdió la guerra y, según opinión de muchos de sus contemporáneos, la situación militar de la República era ya tan desesperada en la primavera de 1938 que su política de resistencia hasta el final prolongó inútilmente los sufrimientos del pueblo español. La otra es que Negrín no dejó ningún diario, y son relativamente pocos sus artículos y discursos. Quienquiera que estudie las vidas de las diversas personas mencionadas más arriba tiene acceso a abundantes diarios y cartas, a memorias y discursos publicados. Negrín fue un orador mediocre que se defendía bien en grupos reducidos de colegas y ayudantes, pero que evitaba hacer discursos, ya fuera en las Cortes o en reuniones científicas. Además, aunque era muy afable y cortés, también era profundamente reservado en lo relativo a sus convicciones más íntimas.
Ocupándonos ahora del libro objeto de esta recensión, Enrique Moradiellos ha alumbrado la que es realmente la primera biografía plenamente personal de Juan Negrín (635 páginas de texto y notas, además de un copioso índice onomástico). Y en la cubierta del libro, debajo del nombre Negrín, leemos la frase «Una biografía de la figura más difamada de la España del siglo xx ». Nunca he reflexionado en detalle sobre si Negrín ha sido más difamado que figuras como Azaña, Lluís Companys y los cientos de oficiales del ejército leales y de líderes sindicales que fueron difamados y ejecutados por no unirse al levantamiento militar contra la República. Pero este libro es uno de los mejores ejemplos que puedo señalar de una combinación de excelente erudición con el compromiso, expresado con franqueza, de rescatar al que quizás es el más grande estadista español del siglo xx de las mentiras que se escribieron y propagaron sobre él durante la época franquista, así como del silencio y la ignorancia general que predominaron en la nueva etapa democrática hasta bien entrados los años noventa.
En ausencia de diarios y cartas personales de Negrín, Moradiellos ha rastreado toda referencia a o de Negrín en los archivos históricos, administrativos, parlamentarios y universitarios, en la prensa española y en los archivos diplomáticos británicos con los que ya estaba tan familiarizado desde sus estudios sobre la diplomacia en la Guerra Civil, y más tarde sobre las relaciones entre Franco y Churchill en la Segunda Guerra Mundial. Ha hecho un uso excelente de las memorias de las personas que mejor conocieron a Negrín: Julián Zugazagoitia, Juan Simeón Vidarte, Manuel Azaña, Diego Martínez Barrio, Luis Araquistáin, Julio del Vayo o Indalecio Prieto; y de los numerosos colegas médicos y estudiantes que trabajaron con Negrín tanto en el ámbito político como en el científico. Y es uno de los primeros historiadores en valerse del archivo personal de Juan Negrín, que no pasó a ser accesible hasta después de la muerte, en 2002, del hijo mayor de Negrín y responsable único del control de los papeles de su padre.

Hay sólo dos aspectos relativamente menores en los que pongo en duda el criterio de Moradiellos. Uno es un pasaje sobre el pensamiento de Negrín que creo que puede inducir a error, no por lo que escribe el propio autor, sino por la ausencia de un comentario suyo. Entre los diversos informes en gran medida favorables relativos a la personalidad de Negrín preparados por los diplomáticos franceses e ingleses, Moradiellos cita con cierto detalle un informe de septiembre de 1938 redactado por Denys Cowan, un miembro de la comisión británica que intentaba negociar intercambios de prisioneros. El párrafo citado incluye la frase: «Su "casa espiritual" es Alemania y sus dioses son Mussolini y Lenin» (p. 404). Como es realmente cierto que Negrín hablaba siempre en términos admirativos de la ciencia, la formación en los laboratorios y la eficacia económica general alemanas, aquel país era, en un cierto sentido, su hogar espiritual. Pero es importante señalar que, siendo un estudiante en el Imperio Hohenzollern con anterioridad a 1914, había criticado el militarismo alemán y había adquirido sus primeras convicciones socialdemócratas propias. También había conseguido, a comienzos de la Guerra Civil, un pasaporte para que uno de sus mejores alumnos, Severo Ochoa, viajara a Alemania, evidentemente no porque la Alemania nazi fuera el hogar espiritual de Negrín o de Ochoa, sino porque Ochoa estaba realizando una investigación de alto nivel con el catedrático Otto Meyerhof (judío y galardonado con el Premio Nobel en 1922), quien no había sido aún obligado a abandonar Alemania.
Se ha hecho referencia en muchos escritos sobre Negrín a su supuesta admiración por Mussolini. No me encuentro en condiciones de negar rotundamente que llegara a realizar nunca una afirmación de este tipo. En una charla con un diplomático inglés en la época de la política de contemporización, es muy posible que dijera esto con la esperanza de que el informe de una opinión así pudiera suavizar la actitud de Chamberlain-Halifax hacia la República y su primer ministro, y/o de que el informe pudiera llegar a oídos de Mussolini, provocando que éste se sintiera halagado y se mostrara quizá más dispuesto a una paz que no condenaría a la República a una rendición total. Pero, al citar las palabras de Cowan, yo también señalaría que, desde que Negrín fue por primera vez candidato a las Cortes en 1931, afirmó siempre que ni el fascismo ni el comunismo eran una respuesta aceptable a los problemas de España. Negrín, al igual que Prieto, fue en todo momento un socialista parlamentario, o lo que se conoció en Alemania y Escandinavia a lo largo del si­glo xx como «socialdemócrata». En cuanto a que citara a Lenin entre sus «dioses», Negrín, como muchas otras per­sonas de la izquierda democrática, consideró que la Unión Soviética era un experimento esperanzador hasta las sangrientas purgas, muy difundidas, de los años 1936-1938, y no se dio cuenta de que Lenin también había cometido, aunque a menor escala, crímenes similares hasta después de quedar plenamente en evidencia los crímenes de Stalin en los años cincuenta.
También me gustaría sugerir un matiz diferenciador en relación con la sexualidad de Negrín. Suscribo plenamente, y admiro muchísimo, como hace el autor, los treinta años (1926 a 1956) de profundo amor por Feli López, sus convicciones políticas compartidas y sus amistades personales (elementos que habían estado casi ausentes por completo de su desgraciado matrimonio legal), así como el hecho de que tratara a Feli en todos los años posteriores a la Guerra Civil como si fuera realmente su esposa legal. Pero existen pruebas considerables de que cuando estaba lejos de casa, y en momentos de gran tensión interior, Negrín necesitaba, y buscaba, alivio sexual, o satisfacción, o como quiera expresarse. Examinaré un único caso, procedente de las memorias revisadas del coronel Segismundo Casado, el oficial que encabezó el levantamiento de marzo de 1939 que derribó al Gobierno de Negrín. La información a la que me refiero figura en las páginas 131-138 de la nueva edición de Así cayó Madrid (Madrid, Guadiana, 1968).
A mediados de febrero de 1939, cuando Negrín había regresado de Francia con la esperanza de proseguir la resistencia en la zona central, el director de Seguridad de Madrid, cuyo trabajo incluía la protección del primer ministro, le contó al día siguiente al coronel Casado algo de lo que había sido testigo el día anterior. Hacia las diez y media de la noche Negrín salió de un café en la calle Clavel en el que había estado sentado solo. En la calle habló con una prostituta, luego la acompañó a una casa en la calle Augusto Figueroa, salió solo a las cuatro de la mañana y se fue a pie a la Presidencia. Casado le contó la historia a Negrín. Éste le contestó que suponía que no se la habría creído. Casado le dijo que creía al director de Seguridad, y Negrín derivó la conversación hacia otros temas.
La opinión de Casado fue la siguiente: «No cabe duda de que refleja una anormalidad o desequilibrio en un hombre supercivilizado». Y este tipo de observaciones, a menudo expresadas de una forma mucho más cruda, fueron utilizadas con frecuencia en conversaciones privadas por personas deseosas de minar la autoridad moral y política de Negrín. La reacción de quienes creen que el director de Seguridad mentía o que piensan que la reputación de Negrín como estadista exige que una historia así sea bien negada, bien pasada por alto en silencio, ha sido condenar este tipo de anécdotas como calumnias. Por lo que a mí respecta, encuentro perfectamente creíble que un hombre enormemente emocional y sexualmente vigoroso buscara, cuando estaba fuera de casa, alivio sexual sin sentir que su acción supusiera más que una ligera falta, nada que negara su lealtad esencial a una misma pareja de muchos años. No estoy justificando ese doble rasero, pero también creo que las violaciones de la estricta monogamia por parte de estadistas como David Lloyd George y de los presidentes Franklin D. Roosevelt, John F. Kennedy y Bill Clinton, entre otros, no tuvieron virtualmente ninguna influencia en sus decisiones políticas, y creo exactamente lo mismo en relación con Juan Negrín.
Detalles de interpretación aparte, estamos ante una biografía excelentemente documentada y bien escrita de un gran científico que se convirtió en el líder civil de la República española más valeroso y capaz durante la Guerra Civil

EL MUNDO
Moradiellos, contra la 'maldición Negrín'
El historiador rehabilita al difamado político republicano en una biografía
QUICO ALSEDOMADRID.- Cuando, en 2004, el historiador Enrique Moradiellos publicó su obra más conocida, 1936: los mitos de la Guerra Civil, su editorial le colocó una sobrefaja con el inapelable y sonoro lema de «Contra las mentiras de Pío Moa». Por supuesto, el libro vendió como un tiro -hasta se editó en bolsillo- y, por supuesto, Moradiellos se declaró, en voz baja, algo ultrajado...
Pero algo de verdad había en el eslogan: en lo tocante a la orientación política del ovetense, y también en cuanto a su fiabilidad historiográfica: colaborador habitual de la colección El franquismo año a año de este diario, Moradiellos se ha ganado a pulso la consideración de historiador progresista (rama moderada) más consistente de los surgidos en los últimos años.
Ahora, después de Franco frente a Churchill, el catedrático ha dedicado sus esfuerzos estos últimos meses a bucear en la vida de Negrín, uno de los flancos menos explotados del siempre goloso pastel del conflicto español. una figura poco conocida por no reivindicada: el franquismo demonizó por motivos obvios al último jefe de Gobierno republicano; sus compañeros socialistas le acusaron de entreguismo a Moscú; y el médico devenido en político, rico de cuna y reputado científico, murió pobre y olvidado, en el exilio, hace 50 años.
El propio Moradiellos parte de este ostracismo -por ello el libro se titula Negrín. Una biografía de la figura más difamada de la España del siglo XX (Península)- para reivindicar al llamado, en los buenos tiempos, Churchill español: «Con Franco, representa la polarización de su época y el espíritu de los dos bandos: un médico contra un militar, ambos muy prestigiosos», explica Moradiellos antes de lanzarse a rebatir todas y cada una de las críticas habituales al personaje.
Por ejemplo, la de sus compañeros socialistas, que lo tacharon de poco menos que agente doble de Moscú: «Él, que era moderado, subestimó las tensiones que eran capaces de crear los comunistas e incluso los socialistas revolucionarios de Largo Caballero, que incluso se le pasó a la oposición en pleno conflicto. Creyó que podía equilibrar, pero se equivocó».
Por ejemplo, la acusación de que prolongó el conflicto excesivamente con su lema «resistir es vencer» (muy de Cela, por cierto), y que impidió un arreglo dialogado. Moradiellos: «Esperaba que, cuando se desatase la guerra en Europa, Inglaterra y Francia obligarían a Franco a dialogar y España formaría parte del arbotante de los aliados. Y, como segundo horizonte, pensaba que cuanto más se resistiera, más posilidades había de que Alemania se cansara de colaborar con Franco y se pudieran salvar los muebles. Pero eso no lo podía decir o su ejército se le rendía».
O por ejemplo, la que le acusa de despilfarro y traición a la patria en el envío del oro de la República a la URSS: «Los bancos alemanes no eran seguros, y tanto Suiza como EEUU eran neutrales: la banca rusa era muy fiable, y además sólo allí podía comprar armas».
La realidad aplastó a Negrín, sostiene Moradiellos: «La dieta calórica en la España republicana era el 50% del mínimo exigido, incluso los barcos que le esperaban en Cartagena huyeron y se rindieron en Túnez, Azaña y Prieto también... Él, sin embargo, luchó hasta el final para que Franco dejara salir no a 200 altos cargos, sino a 20.000... Pero no fue posible».
«La memoria no es Historia»
Q. ALSEDO
Para el neorrevisionismo franquista, Negrín fue poco menos que Belcebú: ladrón (de la patria), espía (de Moscú), mal compañero (socialista), agente doble (comunista) y, para coronar el conjunto, frecuentador de prostitutas (pese a casado) y glotón: se ha llegado a decir que vomitaba para comer más y más. Enrique Moradiellos quiere desmontar la propaganda -«Tenía buen saque y una úlcera que quizás le hacía vomitar, y no creo que anduviera con mujeres: se lavaba las manos continuamente por higiene, una costumbre muy prusiana»-, y traza el perfil de un científico casi llegado a la política de casualidad: «Su familia poseía medio Las Palmas, y le envían a estudiar a Alemania de los 14 a los 25. Vuelve de paso hacia EEUU, y Ramón y Cajal le pide que se quede y le abre un laboratorio, donde Negrín tenía a su cargo a Severo Ochoa y Grande Covían... ¡Con 25 años!».
El apoyo de Alfonso XIII a Primo de Rivera le arroja a la política: «En mayo del 29, Primo cierra las universidades. Negrín, que era ya republicano por contrario al rey, que apoyaba a Primo, se afilia al PSOE, guiado por el ejemplo del SPD alemán, su modelo. Su biblioteca, y yo he estado allí, no incluye a Marx, sino a los fundadores del SPD». Sobre el oro de Moscú, «Negrín hizo lo mismo que Polonia antes de llegar los nazis; lo mismo que Churchill, que llevó el oro inglés a Canadá, lo mismo que Francia e Inglaterra en la Primera Guerra Mundial... Aunque, por supuesto, el precio de las armas era alto, los vendedores no eran hermanitas de la caridad». Moradiellos aventura incluso que, tras la caída de Barcelona, Negrín, «con problemas de corazón, buscó la muerte visitando el frente, tal vez esperando la bala perdida».
Un recado para terminar al guerracivilismo neofranquista tan vociferante hoy, volviendo al fajín anti Moa: «Tomar una parte por el todo es mentir, la Iglesia empezó a beatificar mártires mucho antes que Zapatero gobernara, pero ambos lados tienen derecho a recuperar su memoria. ¿Por qué no? ¡Aquí un hermano mató a otro! Pero, además, la memoria no es Historia. La Historia pone en su justo término las memorias fragmentadas. La memoria es parcial: es un dolor de muelas, no la caries».

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