jueves, 9 de abril de 2009

Tercera Vía de Anthony Giddens


EL PAÍS
REPORTAJE
La 'tercera vía' no ha muerto
OPTIMISMO DEL DIRECTOR DE LA LONDON SCHOOL OF ECONOMICS SOBRE EL FUTURO DE UNA IZQUIERDA RENOVADORA
ANTHONY GIDDENS 20/07/2003


El pasado fin de semana, una constelación de dirigentes y expertos políticos se reunieron en Londres para celebrar una cumbre de tres días dedicada a la llamada tercera vía y al modelo de Gobierno progresista. Allí estaban Tony Blair, primer ministro del Reino Unido; Lula, presidente de Brasil; Helen Clark, de Nueva Zelanda, y otros muchos jefes de Gobierno de centro-izquierda de todo el mundo. También estaban presentes unos 500 especialistas en política de diferentes países. Ésta no ha sido la primera reunión de este tipo. Cumbres progresistas similares se celebraron en años anteriores en Florencia, Berlín y Estocolmo. Sin embargo, la reunión de Londres ha sido la mayor y más ambiciosa hasta la fecha. Fue organizada por uno de los gabinetes de asesores más en boga en Londres, Policy-Network.
Los recientes éxitos de la derecha no han sido resultado del establecimiento de una ideología política que pueda rivalizar con las ideas de la 'tercera vía'
Los críticos afirman que la 'tercera vía' carece de contenido, que es una invención de los publicistas políticos. La conferencia de Londres ha demostrado exactamente lo contrario
Los progresistas no sólo deben responder a las cuestiones planteadas por la derecha populista, sino también a los cambios más amplios que se producen en la situación mundial
El centro-izquierda necesita defender los bienes y los intereses públicos con mayor firmeza que la conseguida por el pensamiento progresista actual
En los últimos cuatro meses participé en la preparación de la cumbre. Unos expertos en política prepararon siete artículos en profundidad, que fueron estudiados exhaustivamente en los debates que mantuvimos durante ese período. Los artículos fueron la base de las largas sesiones de debate celebradas durante la cumbre. Los temas tratados fueron la economía, la reforma de los servicios públicos, la ciudadanía y la reforma del sistema asistencial, entre otras áreas. Los líderes políticos que asistieron a los debates plenarios también participaron en algunos de los seminarios de expertos.
A seis años vista
Cuando se iniciaron las cumbres, hace unos seis años, la composición política de Estados Unidos y Europa era bastante distinta a la actual. En aquel momento, Bill Clinton estaba en la Casa Blanca y fue uno de los partidarios más entusiastas de dichos encuentros. Trece de los 15 países de la UE estaban gobernados por partidos o coaliciones de centro-izquierda. La tercera vía -socialdemocracia modernizada- parecía triunfar en casi todas partes. Ahora, esta situación parece haber cambiado casi por completo. Los republicanos mandan en Estados Unidos, mientras que la UE está dominada por la derecha. ¿Estaban los dirigentes de centro-izquierda reunidos en Londres clamando en el desierto? Por decirlo de otra manera, ¿está la tercera vía acabada?
Yo respondería con un no rotundo a ambas preguntas y los animados debates en las reuniones han demostrado por qué. Los partidos de centro-izquierda quizá hayan perdido terreno en los países de la UE, pero han alcanzado éxitos en otras zonas. En los últimos tiempos, Gobiernos de centro-izquierda han subido al poder en la República Checa, en Hungría y en Polonia (los tres primeros ministros estaban presentes en la conferencia). Los socialdemócratas han sido reelegidos en Suecia y en Alemania. Todos ellos siguen programas revisionistas fuertemente influenciados por las ideas y las políticas de la tercera vía. Lo mismo puede decirse del nuevo Gobierno brasileño. Lula ha abandonado la retórica izquierdista más tradicional de su primera época por una posición que se asemeja mucho a la de los partidos socialdemócratas modernizadores de Europa. Sus contribuciones al evento causaron una enorme impresión.
Los críticos afirman que la tercera vía carece de contenido, que es una invención de los publicistas de los políticos. Pero la conferencia ha demostrado exactamente lo contrario. Las ideas de la tercera vía están movidas por la innovación política y la necesidad de reaccionar ante el cambio social. Los principales esquemas de la tercera vía siguen siendo tan importantes como siempre: la reestructuración del Estado y del Gobierno, para hacerlos más democráticos y responsables; una remodelación de los sistemas asistenciales, para adaptarlos mejor a los principales riesgos a los que hoy en día se enfrenta la gente; hacer hincapié en la consecución de niveles elevados de creación de puestos de trabajo, sumados a una reforma del mercado laboral; el compromiso con la disciplina fiscal; la inversión en servicios públicos, pero sólo cuando vaya unida a una reforma profunda; la inversión en capital humano, algo crucial para el éxito en la economía del conocimiento; el equilibrio entre los derechos y responsabilidades de los ciudadanos; y un enfoque multilateralista de la globalización y de las relaciones internacionales.
Conservadurismo compasivo
Concluimos que los recientes éxitos electorales de la derecha no han sido resultado del establecimiento de una ideología política que pueda rivalizar con las ideas de la tercera vía. El conservadurismo compasivo quizá haya permitido a George Bush arañar el poder, pero difícilmente se puede considerar una filosofía política avanzada. En Europa, la derecha ha llegado al poder a lomos de una oleada de populismo de extrema derecha. Esta revuelta populista presenta en todas partes los mismos temas. Hace referencia a la preocupación que los ciudadanos sienten por la inmigración, el multiculturalismo y la delincuencia. Está en contra del orden establecido, refleja la desconfianza hacia los mecanismos democráticos ortodoxos y conecta con las preocupaciones por la pérdida de identidad nacional en la Unión Europea y, de forma más general, por el impacto de la globalización. Las preocupaciones y los intereses que favorecen a la extrema derecha son compartidos por sectores de población mucho más amplios que aquellos que en realidad le votan. Esencialmente, el centro-derecha ha normalizado algunos de estos temas populistas y los ha incorporado a sus propias perspectivas. Sus éxitos han sido en gran medida oportunistas.
Por tanto, el centro-izquierda mantiene una posición firme. Pero ninguno de los presentes dudaba de que en estos momentos es necesario replantearse muchas cuestiones. Los progresistas no sólo deben responder a las cuestiones planteadas por la derecha populista, sino también a cambios más amplios en la situación mundial. El mundo ha seguido avanzando desde las formulaciones originales de la tercera vía, a comienzos de los noventa. Por aquel entonces, el ambiente mundial parecía relativamente propicio, con el final de la guerra fría y la aparente perspectiva de un crecimiento continuado y duradero de la economía mundial. Tras el 11-S, y después de los conflictos en Afganistán y en Irak, con un crecimiento económico titubeante en todas partes, protestas masivas y continuadas contra la globalización, los mercados de valores en caída libre y escándalos empresariales ocupando los titulares informativos, las cosas parecen mucho más difíciles.
Nuestros debates tuvieron un carácter firmemente comparativo, analizando las experiencias de los Gobiernos y partidos de centro-izquierda de toda Europa, Norteamérica y Asia. El objetivo era reunirlos para generar un nuevo marco político, una aspiración que, en mi opinión, hemos logrado alcanzar. El centro-izquierda necesita defender la esfera pública, los bienes y los intereses públicos con mayor firmeza que la conseguida por el pensamiento progresista actual. Es posible volver a impulsar la confianza en el Gobierno y deberíamos trabajar para lograr este fin. El programa político debe incluir entre sus objetivos prioritarios el establecimiento de nuevos modelos de gestión empresarial. También debe darse prioridad a las formas de reducir de forma radical las desigualdades, que todavía están aumentando en muchos países y a escala mundial.
Algunos críticos tienden a considerar que tales eventos distraen de la "política real", de la dedicación a los problemas políticos de la vida real. Pero yo creo que nuestras discusiones tendrán un impacto práctico directo y moldearán la forma de concebir y poner en práctica el centro-izquierda en los próximos años.
Anthony Giddens es director de la Londos School of Economics y autor de La tercera vía. Traducción de News Clips.

EL MUNDO


Domingo, 29 de noviembre de 1998

ANTHONY GIDDENS
El «cerebro» de Tony Blair
ES UNO DE LOS CIENTIFICOS SOCIALES MAS DESTACADOS DEL MUNDO. DIRECTOR DE LA LONDON SCHOOL OF ECONOMICS, ELABORO LA DOCTRINA DEL NUEVO LABORISMO QUE LLEVO A TONY BLAIR AL PODER. DESDE ENTONCES, GIDDENS ES CONOCIDO COMO EL «GURU» DEL PREMIER BRITANICO O EL IDEOLOGO DE LA TERCERA VIA.
Una entrevista de ANA ROMERO
Tony Giddens no tiene la sonrisa de Tony Blair. Ni su pelo, ni su tipo, ni su encanto. No le hacen falta. Los atractivos de Giddens- 60 años, 17 más que Blair, y una abultada tripa que sobresale por encima del cinturón- son de otra índole. Por ejemplo, un sentido del humor y una agudeza mayores que los del telegénico primer ministro británico que subió al poder, entre otras cosas, gracias a la privilegiada mente de este profesor.
Tony Giddens y Tony Blair son las dos caras de una misma moneda. Pero de no ser por la aplastante victoria del Nuevo Laborismo hace año y medio, Giddens seguiría siendo sólo uno de los científicos sociales más importantes del mundo. Tras 25 años en la Universidad de Cambridge, su libro, el Giddens, es a la sociología lo que el Samuelson a la economía.
Ahora, además de director de la prestigiosa London School of Economics (LSE), donde también imparte clases, y autor de más de 30 libros, es una especie de señor del Universo. De Nueva York a Suiza y de aquí a China. Esta semana tocó España. Quién se lo iba a decir. Todo, por ser el pensador que transformó la antigualla del Partido Laborista británico en una envidiada fórmula para ganar elecciones.
Su fama internacional le viene por la supuesta condición de gurú de Blair o ideólogo de la Tercera Vía. En los últimos dos meses y medio, desde que salió publicado su libro La Tercera Vía: una renovación democrática, ha concedido 80 entrevistas. Son apenas 150 páginas que él califica de «manifiesto». Según el historiador Paul Johnson, Tony Bair, y no Bill Clinton, se ha convertido en el político más imitado del mundo.
-Sé que a usted no le gusta ser calificado de asesor de Blair. Tampoco voy a preguntarle qué es la Tercera Vía, pero sí me gustaría saber cómo se topó con el actual primer ministro británico.
-Llamé a la puerta del número diez de Downing Street y allí estaba él [risas]. Hablando en serio, yo solía escribir sobre cuestiones más generales, pero empecé a interesarme cada vez más por la política británica. Siempre he sido un firme seguidor del Partido Laborista, y a principios de los 90 comencé a trabajar con el IPPR [Institute for Public Policy and Research, un think tank ligado al laborismo]. Ví a Blair por primera vez en un debate público en Londres en el que él intervino ante unos 40 intelectuales de todo el país. La relación se forjó luego, sobre todo, en tres grandes encuentros donde discutimos acerca de la socialdemocracia. Estos tuvieron lugar en Checkers [la residencia campestre del primer ministro británico], la Casa Blanca y en Nueva York. Efectivamente, yo no soy un asesor de Blair. Intento contribuir a las ideas que lo rodean. Creo que Blair es un buen líder político, una buena presencia, tiene sensibilidad y puede desempeñar un liderazgo mundial.
En sus múltiples intervenciones a lo largo de estos dos días en Madrid, uno le ha oido lamentarse por haber escogido esta denominación de Tercera Vía, que conduce a tantos equívocos. El ha rastreado la utilización del término hasta el año 1895 en Francia. También se le ha escuchado bromear porque su pensamiento se ha convertido en una fórmula que los políticos del momento persiguen como si fueran niños que quieren un Tamagotchi.
«Muchos políticos están intentando saltar al vagón de la Tercera Vía, pero hay que saber que la Tercera Vía no es más que la aplicación de los valores socialdemócratas en un mundo globalizado donde la vieja mecánica de la socialdemocracia ya no funciona, pero donde la gente todavía aspira a tener las mismas cosas: una buena sanidad, una buena educación, y alguna forma de protección colectiva ante los riesgos que entraña el mundo», señala Giddens quien, como, buen intelectual de izquierdas hace pocas migas con la chaqueta, la colonia o las protocolarias cortesías. «Todo esto, sin volver al viejo y burocrático Estado de Bienestar».
-¿Por qué le interesa a José María Aznar la Tercera Vía si usted insiste en que se trata de un proyecto socialdemócrata?
-Porque la división entre derecha e izquierda ya no es tan radical como antes. Ya no existe una alternativa socialista a la antigua usanza. Tanto el centro-derecha como el centro-izquierda buscan ahora un mercado que no sea demasiado inseguro, fluctuante o desigual. Todos estamos interesados en crear una cultura empresarial y una sociedad dinámica. La lucha por el terreno del centro en la política moderna es crucial. Si no alcanzas el centro, no llegas a ningún sitio. Factores como la clase social o las ideologías tradicionales ya no tienen la importancia de antes. Hoy en día, la clase trabajadora se ha encogido en los países desarrollados hasta constituir sólo el 15% de la población. La clase social era antes la gran separadora de derecha e izquierda. Los partidos socialdemócratas solían representar a la clase trabajadora y al sindicalismo organizado, y los partidos conservadores, a las clases medias y los grupos profesionales. Eso se acabó. Ahora tenemos un terreno común, y la idea del centro político es muy importante.
Cuando se está ante Giddens, uno se siente tan observado como observador. Su curiosidad es tan grande como la de la persona que pregunta. El también quiere saber de dónde viene uno, y por qué se está hoy aquí, en la residencia del embajador del Reino Unido en Madrid, Peter Torry, hablando con él. Puede que esa sea la diferencia a la que él alude entre el político y el intelectual: el primero cree saberlo todo, el segundo cuestiona casi todo.
Así, mirando y preguntando, logró él dar con lo que llama «el punto G de la política en transición», lo que puso final a 15 años de cuitas para la socialdemocracia. Esto no es más que la certeza de que el mundo ha cambiado de manera fundamental en los últimos 30 años. Y de que lo ha hecho, sobre todo, por tres motivos: el desarrollo tecnológico, el nuevo papel de la mujer y la globalización. Detrás viene todo lo demás. Básicamente, que ya nada puede ser igual a lo que era.
«A los políticos de todo el mundo les gusta Blair porque es exitoso, dinámico y atractivo, pero no se dan cuenta de que parte de su éxito radica en que fue uno de los primeros políticos en darse cuenta de que el mundo ha cambiado», señala Giddens, aunque reconoce que su «telegenia» de Blair y el que el actual primer ministro se tomara «en serio» a los medios de comunicación también influyeron en su victoria por mayoría absoluta.
La de esta semana fue la tercera visita de Giddens a España en lo que va de año. La pasada primavera estuvo en Barcelona invitado por Narcís Serra, ex alumno de la LSE. En verano acudió a los cursos de la Universidad Menéndez Pelayo en Santander. Esta semana, ha intervenido tanto en un seminario de la Fundación para el Análisis y el Estudio Social (FAES, del Partido Popular), como en la Fundación Alternativas (cercana al PSOE). También se ha entrevistado con el presidente Aznar en La Moncloa y con el líder socialista José Borrell.
-Felipe González, a diferencia de Borrell, se mostró crítico con la Tercera Vía en un principio.
-Las ideas que yo apoyo se parecen mucho a las de Felipe González. Mi encuentro con él [en la Fundación Alternativas] ha sido el mejor que he tenido en España. Sus sospechas sobre la Tercera Vía eran fruto de una mala interpretación. El sentía recelos debido a las distintas interpretaciones que se le han dado a la Tercera Vía según los países. Muchos socialdemócratas europeos vieron a Blair primero como un salvador y luego como un neoliberal disfrazado, como una especie de neothatcherista. Esto no es así en absoluto. Pero los socialdemócratas se van dando cuenta de que estamos juntos en el mismo juego. Lo de esta mañana ha sido como un punto de encuentro entre el Nuevo Laborismo y la visión de Felipe González.
Una cosa ha dejado perplejo a Giddens tanto en las reuniones populares, como las que ha tenido con los socialistas: la ausencia de mujeres. «Todos los debates que he mantenido en España han estado compuesto exclusivamente por hombres», afirma extrañado. «No quiero ser crítico con este país, pero creo que la igualdad entre los sexos es un principio fundamental de la política democrática. Si las españolas siguen sin tener hijos, los políticos se verán obligados a ayudarlas. Los partidos de centro-izquierda tienen que ocuparse de este asunto, tanto en España como en el resto de los países del Mediterráneo europeo».
En uno de los debates en Madrid, un periodista le indicó que sus teorías sobre la familia no podían ser aplicadas a España. Aquí, señaló el corresponsal, no se dan los problemas de, pongamos por caso, el Reino Unido. La respuesta de Giddens, tan directo que incluso puede parecer rudo, dejó mudos a sus compañeros de mesa: «¿Que la familia española no tiene problemas? Yo no me lo creo. Entonces, ¿a qué viene la manifestación [contra la violencia doméstica] que presencié el miércoles por la noche, cuando llegué a Madrid? ¿Por qué tiene España la tasa de natalidad más baja del mundo? Y, ¿por qué no hay ninguna mujer sentada aquí con nosotros?»
Para Giddens, Dinamarca es un buen ejemplo del cambio experimentado por la familia tradicional, y también de cómo esta transformación no tiene por qué implicar una debilidad de la estructura familiar. Ese país escandinavo tiene el índice de natalidad más alto de Europa, aunque ni siquiera el 50% de las personas que tienen hijos está casada. «Hay más estabilidad familiar en Dinamarca que en el Reino Unido», señala Giddens para el que los Gobiernos no han de empeñarse en regular el tipo de familia que quieren formar las personas: «De todas formas, la gente no va a hacer caso». Este es quizá el punto más claro de desencuentro entre el centro-izquierda y el centro-derecha, que hoy en día pueden tener en común las políticas económicas: «Los electores nos están diciendo que no quieren un mercado totalmente desregularizado, pero sí quieren tener una vida relativamente libre: hay que convencerse de que la sociedad en la que vivimos es cada vez más diversificada moralmente».
A Giddens le ha alcanzado el cambio que él ha estudiado tan exhaustivamente en la familia tradicional. Separado, tiene dos hijas que son «la parte más importante» de su vida. Se define como de clase media-baja, hijo como es de obrero del metro de Londres. La recién adquirida fama ha transformado su vida. Ya no tiene tiempo para acudir a la ópera o al teatro. La única distracción que se permite es ir al fútbol una vez cada dos semanas.
A través de Michelle, de 31 años, y de Katie, de 26, Giddens observa los cambios acaecidos a los jóvenes europeos. La mayor de las hijas, dice, habla español, polaco y ruso. Vive en Nueva York, donde trabaja en una organización en la que participa Hillary Clinton, y que se dedica al microcrédito con la comunidad negra en el sur de Chicago. «Su vida no tiene nada que ver con la de un ciudadano británico de hace 30 años», afirma Giddens, quien se ha dedicado también a estudiar los desórdenes alimenticios sufridos por las mujeres jóvenes como consecuencia de los nuevos estilos de vida: «Por un lado se os dice que sois iguales que los hombres y que sois libres, pero la realidad os enseña otra cosa».
Cambios tan profundos los encuentra Giddens en el término nación: «La globalización hace incrementar las demandas de autonomía regional. Pero, al mismo tiempo, hay que defender la nación, y eso significa que hay que reinventar los símbolos de la nación. En muchos países encuentras la misma discusión: en Alemania, en el Reino Unido, en España».
«Es importante defender la nación porque sería peligroso para todos que se produjeran separaciones», contnúa Giddens, para quien la solución a la desaparición del Estado-nación está en «el diálogo cosmopolita entre las naciones».
«La lucha por el terreno del centro en la política moderna es crucial. Si no alcanzas el centro, no llegas a ningún sitio. La clase o las ideologías tradicionales no tienen tanta importancia».

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