Muere José Vidal-Beneyto, un conspirador contra el franquismo
Europa y EL PAÍS, del que fue fundador, fueron sus grandes pasiones
GABRIELA CAÑAS - Madrid - 18/03/2010
Europa y EL PAÍS, del que fue fundador, fueron sus grandes pasiones
GABRIELA CAÑAS - Madrid - 18/03/2010
Dicen sus amigos con orgullo que José Vidal-Beneyto, Pepín, era un conspirador nato. Y lo dicen con la emoción de la pérdida reciente, intentando digerir todavía su muerte, acaecida la noche del martes.
Marcelino Oreja: "Su vocación europea le venía casi desde la infancia"
Carmen Alborch: "Era poco ortodoxo y tenía una mente muy moderna"
Santiago Carrillo: "Fue el ministro de Exteriores de la Junta"
Sami Nair: "Era un hombre comprometido con las buenas causas"
Desde dentro y desde fuera, Vidal-Beneyto conspiró todo lo que pudo contra el régimen franquista desde muy joven. Hijo de un empresario valenciano acaudalado que fue alcalde del pueblo tras la victoria de Franco, Vidal-Beneyto se dejó atrapar por un corto espacio de tiempo por el Opus Dei antes de anunciarle a su padre que no podía vivir en España y marcharse a París. "No sé cuál fue su proceso en aquellos años, pero lo cierto es que se rebeló contra el régimen y su propio padre", cuenta ahora su gran amigo Carlos Bru, notario y ex eurodiputado.
Hijo de buena familia e hijo del régimen, en definitiva, Vidal-Beneyto jugó, sin embargo, un papel crucial en la lucha antifranquista durante casi 30 años. En el interior, se sentía protegido, como explica el sociólogo Ignacio Sotelo. "Recuerdo que en 1955 salíamos del Café Lyon de Madrid e iba a tomar un taxi cuando se volvió hacia el policía que le seguía y le invitó a compartirlo. 'Total', le dijo, 'vamos al mismo sitio'. El policía, desconcertado, rehusó la invitación". En el exterior era el perfecto embajador de la causa democrática española gracias a su don de lenguas (hablaba a la perfección seis idiomas), su capacidad como relaciones públicas y sus contactos. "Tenía muchas relaciones; sobre todo con intelectuales europeos. Era enormemente útil. Se podría decir que fue el ministro de Exteriores de la Junta", explica el político Santiago Carrillo.
Una de sus conspiraciones más conocidas fue el denominado Contubernio de Múnich. El propio Vidal-Beneyto relató todos los detalles en uno de sus múltiples artículos publicados en EL PAÍS (¡Los de Múnich, a la horca!, 6 de junio de 2009). Es una historia que desvela su espíritu imaginativo y creativo, del que habla otro de sus grandes amigos, el político Marcelino Oreja. Vidal-Beneyto pretendió primero que se organizara un congreso sobre Europa en Mallorca, pero finalmente el régimen lo impidió. Europa era democracia; la bestia negra del franquismo. Así que la reunión tuvo lugar en Múnich. Allá fueron 118 españoles. Era el año 1962 y aquella cumbre irritó al Gobierno de Madrid. Se desató una campaña de prensa en contra y calificaron aquello de contubernio, lo que los propios conspiradores hicieron suyo con deportividad.
Por aquel entonces, como recuerda Bru, Vidal-Beneyto era el señor Zavala porque viajaba con pasaporte falso. Tenía un espléndido chalé en las afueras de París y allí acogía a los españoles críticos con el régimen en aquellos años sesenta que luego calificaría Vidal como los de la metamorfosis total en España, los que marcaron lo que posteriormente sería este país gracias a la ruptura económica de las políticas autárquicas.
Su decisiva participación en la Junta Democrática durante los años previos a la muerte del dictador le costó una condena de dos años de cárcel por asociación ilícita. El indulto de noviembre de 1975 extinguió su responsabilidad penal. "Me gustaría que se reconociera todo lo que hizo por la democracia española", dice Bru.
Con la transición democrática llegó, sin embargo, su gran decepción. "Comenzaba el régimen de partidos y él no quería estar ahí", dice Carrillo. Para Vidal-Beneyto, la democracia española se degradó y dejó la representación "convertida en un parabán de la voluntad de los partidos". "Fue muy maltratado por la Transición", sentencia Sotelo.
Europa y EL PAÍS fueron sus dos grandes pasiones, si bien la primera es la más veterana. Colaboró primero con el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo y en 1984, Marcelino Oreja, nombrado secretario general del Consejo de Europa, llamó a su amigo Vidal-Beneyto. "Le ofrecí ser director general de Relaciones Culturales y me dijo que sí enseguida. Después, cuando fue comisario europeo de Cultura se vino conmigo de asesor", cuenta Oreja. "Su vocación europea le venía casi desde la infancia". Fue por entonces cuando conoció al politólogo francés Sami Naïr. "Era un hombre comprometido con las buenas causas: la democracia, la Unión Europea y una mundialización alejada de la óptica puramente liberal. Y era, sobre todo, un innovador cultural, un hombre original", dice Naïr. Gérard Imbert, catedrático de Comunicación Audiovisual, destaca su independencia intelectual y su capacidad de comunicación. "Firmaba 'comunicólogo' a menudo", recuerda Imbert. Oreja dice que Pepín discrepaba siempre desde el respeto.
La política europea, sin embargo, le valió una dura disputa con su amigo Bru. Vidal-Beneyto hizo campaña contra la Constitución Europea y Bru cree que su influencia en la opinión francesa fue importante para que ganara el no. Rechazaba la Constitución Europea por considerarla poco ambiciosa. Bru no sólo la apoyaba, sino que publicó un artículo muy crítico contra la posición de su amigo. "Un día discutimos acaloradamente y me dijo: 'Eres un necio'. ¿Ah, sí?, dije yo. Pues ahora te voy a castigar con 20 días sin hablarte". No cumplió el castigo. Retomaron la amistad pocos días después.
En 1975 le llamó Jesús de Polanco para que se sumara al proyecto de EL PAÍS. Lo hizo. Fue accionista y articulista de este periódico desde el primer día. Se sentía identificado. El periodista y escritor Juan Cruz cree que también tenía alma de reportero y recuerda cómo acudía a la Redacción a horas intempestivas para escribir un artículo. En 1986 escribió EL PAÍS o la referencia dominante, libro dedicado a su contribución al debate en una España democrática. Su último gran artículo, el 2 de enero pasado, lo dedicó a Juan López de Uralde, el director de Greenpeace España, encarcelado en Copenhague. Bramaba contra el fracaso de la Cumbre del Clima.
Los desafíos de las nuevas tecnologías, el altermundialismo, la búsqueda de otro orden internacional o la apatía ciudadana de los albores del siglo XXI eran asuntos que le inquietaban desde una óptica en principio impropia de un octogenario. "Le he leído siempre. Tenía un pensamiento profundo. Convenía escucharle. Era poco ortodoxo y tenía una mente muy moderna", comenta la política valenciana Carmen Alborch. "Siempre fue joven", zanja Marcelino Oreja.
Marcelino Oreja: "Su vocación europea le venía casi desde la infancia"
Carmen Alborch: "Era poco ortodoxo y tenía una mente muy moderna"
Santiago Carrillo: "Fue el ministro de Exteriores de la Junta"
Sami Nair: "Era un hombre comprometido con las buenas causas"
Desde dentro y desde fuera, Vidal-Beneyto conspiró todo lo que pudo contra el régimen franquista desde muy joven. Hijo de un empresario valenciano acaudalado que fue alcalde del pueblo tras la victoria de Franco, Vidal-Beneyto se dejó atrapar por un corto espacio de tiempo por el Opus Dei antes de anunciarle a su padre que no podía vivir en España y marcharse a París. "No sé cuál fue su proceso en aquellos años, pero lo cierto es que se rebeló contra el régimen y su propio padre", cuenta ahora su gran amigo Carlos Bru, notario y ex eurodiputado.
Hijo de buena familia e hijo del régimen, en definitiva, Vidal-Beneyto jugó, sin embargo, un papel crucial en la lucha antifranquista durante casi 30 años. En el interior, se sentía protegido, como explica el sociólogo Ignacio Sotelo. "Recuerdo que en 1955 salíamos del Café Lyon de Madrid e iba a tomar un taxi cuando se volvió hacia el policía que le seguía y le invitó a compartirlo. 'Total', le dijo, 'vamos al mismo sitio'. El policía, desconcertado, rehusó la invitación". En el exterior era el perfecto embajador de la causa democrática española gracias a su don de lenguas (hablaba a la perfección seis idiomas), su capacidad como relaciones públicas y sus contactos. "Tenía muchas relaciones; sobre todo con intelectuales europeos. Era enormemente útil. Se podría decir que fue el ministro de Exteriores de la Junta", explica el político Santiago Carrillo.
Una de sus conspiraciones más conocidas fue el denominado Contubernio de Múnich. El propio Vidal-Beneyto relató todos los detalles en uno de sus múltiples artículos publicados en EL PAÍS (¡Los de Múnich, a la horca!, 6 de junio de 2009). Es una historia que desvela su espíritu imaginativo y creativo, del que habla otro de sus grandes amigos, el político Marcelino Oreja. Vidal-Beneyto pretendió primero que se organizara un congreso sobre Europa en Mallorca, pero finalmente el régimen lo impidió. Europa era democracia; la bestia negra del franquismo. Así que la reunión tuvo lugar en Múnich. Allá fueron 118 españoles. Era el año 1962 y aquella cumbre irritó al Gobierno de Madrid. Se desató una campaña de prensa en contra y calificaron aquello de contubernio, lo que los propios conspiradores hicieron suyo con deportividad.
Por aquel entonces, como recuerda Bru, Vidal-Beneyto era el señor Zavala porque viajaba con pasaporte falso. Tenía un espléndido chalé en las afueras de París y allí acogía a los españoles críticos con el régimen en aquellos años sesenta que luego calificaría Vidal como los de la metamorfosis total en España, los que marcaron lo que posteriormente sería este país gracias a la ruptura económica de las políticas autárquicas.
Su decisiva participación en la Junta Democrática durante los años previos a la muerte del dictador le costó una condena de dos años de cárcel por asociación ilícita. El indulto de noviembre de 1975 extinguió su responsabilidad penal. "Me gustaría que se reconociera todo lo que hizo por la democracia española", dice Bru.
Con la transición democrática llegó, sin embargo, su gran decepción. "Comenzaba el régimen de partidos y él no quería estar ahí", dice Carrillo. Para Vidal-Beneyto, la democracia española se degradó y dejó la representación "convertida en un parabán de la voluntad de los partidos". "Fue muy maltratado por la Transición", sentencia Sotelo.
Europa y EL PAÍS fueron sus dos grandes pasiones, si bien la primera es la más veterana. Colaboró primero con el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo y en 1984, Marcelino Oreja, nombrado secretario general del Consejo de Europa, llamó a su amigo Vidal-Beneyto. "Le ofrecí ser director general de Relaciones Culturales y me dijo que sí enseguida. Después, cuando fue comisario europeo de Cultura se vino conmigo de asesor", cuenta Oreja. "Su vocación europea le venía casi desde la infancia". Fue por entonces cuando conoció al politólogo francés Sami Naïr. "Era un hombre comprometido con las buenas causas: la democracia, la Unión Europea y una mundialización alejada de la óptica puramente liberal. Y era, sobre todo, un innovador cultural, un hombre original", dice Naïr. Gérard Imbert, catedrático de Comunicación Audiovisual, destaca su independencia intelectual y su capacidad de comunicación. "Firmaba 'comunicólogo' a menudo", recuerda Imbert. Oreja dice que Pepín discrepaba siempre desde el respeto.
La política europea, sin embargo, le valió una dura disputa con su amigo Bru. Vidal-Beneyto hizo campaña contra la Constitución Europea y Bru cree que su influencia en la opinión francesa fue importante para que ganara el no. Rechazaba la Constitución Europea por considerarla poco ambiciosa. Bru no sólo la apoyaba, sino que publicó un artículo muy crítico contra la posición de su amigo. "Un día discutimos acaloradamente y me dijo: 'Eres un necio'. ¿Ah, sí?, dije yo. Pues ahora te voy a castigar con 20 días sin hablarte". No cumplió el castigo. Retomaron la amistad pocos días después.
En 1975 le llamó Jesús de Polanco para que se sumara al proyecto de EL PAÍS. Lo hizo. Fue accionista y articulista de este periódico desde el primer día. Se sentía identificado. El periodista y escritor Juan Cruz cree que también tenía alma de reportero y recuerda cómo acudía a la Redacción a horas intempestivas para escribir un artículo. En 1986 escribió EL PAÍS o la referencia dominante, libro dedicado a su contribución al debate en una España democrática. Su último gran artículo, el 2 de enero pasado, lo dedicó a Juan López de Uralde, el director de Greenpeace España, encarcelado en Copenhague. Bramaba contra el fracaso de la Cumbre del Clima.
Los desafíos de las nuevas tecnologías, el altermundialismo, la búsqueda de otro orden internacional o la apatía ciudadana de los albores del siglo XXI eran asuntos que le inquietaban desde una óptica en principio impropia de un octogenario. "Le he leído siempre. Tenía un pensamiento profundo. Convenía escucharle. Era poco ortodoxo y tenía una mente muy moderna", comenta la política valenciana Carmen Alborch. "Siempre fue joven", zanja Marcelino Oreja.
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