Negrín fue víctima del franquismo y de la división en el PSOE, según Jackson
EFE - Barcelona - 10/11/2008 16:55
La "leyenda negra" que denigró la figura del presidente de la República durante la Guerra Civil Juan Negrín fue fruto no sólo de las falsedades difundidas por el bando franquista, sino también de "la división de la izquierda", según ha explicado el historiador norteamericano Gabriel Jackson.
Jackson, que acaba de publicar una biografía sobre el político socialista (Editorial Crítica), ha dicho en una entrevista con Efe que aunque todos los republicanos tuvieron mala prensa, el caso de Negrín era especial porque "era el más educado en sentido europeo y conocía idiomas extranjeros, y estaba más preparado que Martínez Barrios o Azaña".
Las relaciones entre Azaña y Negrín fueron muy buenas hasta la primavera de 1938, cuando "afloran las diferencias ante la diferencia de criterio por la llegada del frente franquista al Mediterráneo".
Cuando las tropas de Franco llegaron al Mediterráneo, "y todos creían que la guerra estaba ya perdida", Negrín, apunta Jackson, era partidario de "la política de resistencia", pues "pensaba que la guerra contra el fascismo en Europa estaba a las puertas y entonces las potencias aliadas se sumarían a la República".
El vaticinio de Negrín no fue escuchado y, "al final, todos, incluido el gobierno británico, creían que eso era una fantasía".
En lo único en lo que Negrín, Manuel Azaña e Indalecio Prieto estaban de acuerdo era en sus críticas a la Generalitat republicana, "al insistir en una dirección bélica unida contra Franco, una idea que chocaba con las insistencias de vascos y catalanes en mantener sus prerrogativas estatutarias, lo que dificultaba además las relaciones extranjeras".
Otra cuestión que jugó en contra de la imagen de Negrín fue el tema del "oro de Moscú", allí depositado cuando el político canario era ministro de Hacienda.
Para el historiador, las críticas en relación con la salida de las reservas del Banco de España es "pura propaganda", pues "todos los gobiernos buscan siempre un lugar de seguridad cuando hay una guerra y hubiera sido suicida no hacerlo".
Negrín optó por Moscú, y no por Nueva York o Londres, porque "los gobiernos de la época eran favorables a Franco, aunque no fueran entusiastas, y preferían la victoria de los sublevados a la supervivencia de la República".
El caso francés fue especial, relata Jackson, pues fue sometido a "chantaje" por parte de los británicos: "el gobierno inglés avisó a Francia que si ayudaba a la República, no saldría en su ayuda cuando los alemanes trataran de invadirlos".
Como muestra de las injustas acusaciones de comunista que se lanzaron contra Negrín, Jackson evoca que "en 1948 publicó dos artículos en 'The New York Times' en los que criticaba el cerco soviético a Berlín y abogaba por que el Plan Marshall se extendiera también a España, pues la dictadura no acabaría si no había mejoría económica en la población española".
La gran dificultad para entender mejor la acción de gobierno y el pensamiento de Negrín es, en opinión de Jackson, "la ausencia de diarios o de un gran volumen de correspondencia, como sí pasa con Azaña".
Con relación a la Ley de Memoria Histórica, Jackson considera que se trata de "una ley confusa" y que "las familias republicanas de las víctimas de la represión franquista tienen todo el derecho de reclamar a sus familiares".
El problema radica en que "ha tenido que ir a un juez esta reclamación porque el Gobierno ha sido tan vago y ha dudado en sus acciones".
La "leyenda negra" que denigró la figura del presidente de la República durante la Guerra Civil Juan Negrín fue fruto no sólo de las falsedades difundidas por el bando franquista, sino también de "la división de la izquierda", según ha explicado el historiador norteamericano Gabriel Jackson.
Jackson, que acaba de publicar una biografía sobre el político socialista (Editorial Crítica), ha dicho en una entrevista con Efe que aunque todos los republicanos tuvieron mala prensa, el caso de Negrín era especial porque "era el más educado en sentido europeo y conocía idiomas extranjeros, y estaba más preparado que Martínez Barrios o Azaña".
Las relaciones entre Azaña y Negrín fueron muy buenas hasta la primavera de 1938, cuando "afloran las diferencias ante la diferencia de criterio por la llegada del frente franquista al Mediterráneo".
Cuando las tropas de Franco llegaron al Mediterráneo, "y todos creían que la guerra estaba ya perdida", Negrín, apunta Jackson, era partidario de "la política de resistencia", pues "pensaba que la guerra contra el fascismo en Europa estaba a las puertas y entonces las potencias aliadas se sumarían a la República".
El vaticinio de Negrín no fue escuchado y, "al final, todos, incluido el gobierno británico, creían que eso era una fantasía".
En lo único en lo que Negrín, Manuel Azaña e Indalecio Prieto estaban de acuerdo era en sus críticas a la Generalitat republicana, "al insistir en una dirección bélica unida contra Franco, una idea que chocaba con las insistencias de vascos y catalanes en mantener sus prerrogativas estatutarias, lo que dificultaba además las relaciones extranjeras".
Otra cuestión que jugó en contra de la imagen de Negrín fue el tema del "oro de Moscú", allí depositado cuando el político canario era ministro de Hacienda.
Para el historiador, las críticas en relación con la salida de las reservas del Banco de España es "pura propaganda", pues "todos los gobiernos buscan siempre un lugar de seguridad cuando hay una guerra y hubiera sido suicida no hacerlo".
Negrín optó por Moscú, y no por Nueva York o Londres, porque "los gobiernos de la época eran favorables a Franco, aunque no fueran entusiastas, y preferían la victoria de los sublevados a la supervivencia de la República".
El caso francés fue especial, relata Jackson, pues fue sometido a "chantaje" por parte de los británicos: "el gobierno inglés avisó a Francia que si ayudaba a la República, no saldría en su ayuda cuando los alemanes trataran de invadirlos".
Como muestra de las injustas acusaciones de comunista que se lanzaron contra Negrín, Jackson evoca que "en 1948 publicó dos artículos en 'The New York Times' en los que criticaba el cerco soviético a Berlín y abogaba por que el Plan Marshall se extendiera también a España, pues la dictadura no acabaría si no había mejoría económica en la población española".
La gran dificultad para entender mejor la acción de gobierno y el pensamiento de Negrín es, en opinión de Jackson, "la ausencia de diarios o de un gran volumen de correspondencia, como sí pasa con Azaña".
Con relación a la Ley de Memoria Histórica, Jackson considera que se trata de "una ley confusa" y que "las familias republicanas de las víctimas de la represión franquista tienen todo el derecho de reclamar a sus familiares".
El problema radica en que "ha tenido que ir a un juez esta reclamación porque el Gobierno ha sido tan vago y ha dudado en sus acciones".
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