Obama promulga la histórica reforma de la sanidad
La firma del presidente de EE UU convierte en ley el texto aprobado por la Cámara de Representantes
YOLANDA MONGE Washington 23/03/2010
La firma del presidente de EE UU convierte en ley el texto aprobado por la Cámara de Representantes
YOLANDA MONGE Washington 23/03/2010
Ahí estaba Marcellas Owens, solemne y engalanado para la ocasión, mirando al presidente de las altas cimas desde la corta altura que le dan sus 11 años. No estaba la madre de Owens, quien murió víctima de una larga enfermedad cuyo tratamiento no pudo costear y cuyo país la abandonó, no por falta de recursos. Ahí estaba Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, firme defensora -y en gran medida facilitadora- de la ley de reforma sanitaria. Ya lo dijo Pelosi, gracias a esta ley "ser mujer -sí, ser mujer- ya no será considerado una condición preexistente" a la hora de obtener un seguro médico.
Estaban todos lo que podían estar y todos los que han luchado -a cara de perro en muchas ocasiones- en los últimos 14 meses para que el presidente Barack Obama lograra hoy rubricar en la casa Blanca la ley que permite que EE UU y sus ciudadanos puedan estar a la altura del grupo de países democráticos desarrollados, porque no, no formaban parte de esa comunidad.
No estaba el senador Ted Kennedy, que no vivió para ver cómo, una vez más, el joven negro de nombre extraño por el que apostó hacía historia. Sí estaban su viuda, Vicky; su hijo Patrick y su sobrina Caroline, hija del malogrado presidente John. No estaba la madre de Obama, quien mientras se consumía por un cáncer seguía luchando con las compañías aseguradoras que se negaban a pagar su medicación, como recordó el presidente.
Pase lo que pase a partir de ahora, pierdan o ganen los demócratas las elecciones de noviembre, el presidente Obama ya ha definido su presidencia. Los demócratas han vivido su gran día, su apoteosis. Celebraban "una nueva era en América", como ha recordado Obama.
La audiencia reunida en el East Room de la Casa Blanca para asistir a la firma de la ley -con 20 plumas diferentes que regaló a dos decenas de elegidos- que cambiará el triste panorama sanitario de la potencia mundial estaba entregada y rebosaba emoción. Cada frase del presidente era aplaudida. Se vibraba de emoción y se contagiaban las ganas de abrazar al de al lado. El trabajo estaba hecho y no había sido fácil.
"Hoy, casi un siglo después del primer intento; hoy, tras casi un año de debate; hoy, después de que todas las votaciones hayan cuadrado; hoy, la reforma del seguro de salud se convierte en ley en Estados Unidos", ha declarado Obama. "Que ningún otro niño tenga que vivir" lo que Marcellas Owens ha vivido, ha dicho el presidente mirando enternecido al pequeño de 11 años.
Para los archivos de imagen y sonido -y desde ya para muchas horas de chascarrillo televisivo- queda el comentario silenciado por la censura televisiva, que en este país no permite decir tacos, que hizo el vicepresidente Joe Biden -más Biden que nunca- a Obama cuando le dio paso: "Esto es la hostia" (fucking big). Es la manera de Biden de decir que se ha hecho historia.
Estaban todos lo que podían estar y todos los que han luchado -a cara de perro en muchas ocasiones- en los últimos 14 meses para que el presidente Barack Obama lograra hoy rubricar en la casa Blanca la ley que permite que EE UU y sus ciudadanos puedan estar a la altura del grupo de países democráticos desarrollados, porque no, no formaban parte de esa comunidad.
No estaba el senador Ted Kennedy, que no vivió para ver cómo, una vez más, el joven negro de nombre extraño por el que apostó hacía historia. Sí estaban su viuda, Vicky; su hijo Patrick y su sobrina Caroline, hija del malogrado presidente John. No estaba la madre de Obama, quien mientras se consumía por un cáncer seguía luchando con las compañías aseguradoras que se negaban a pagar su medicación, como recordó el presidente.
Pase lo que pase a partir de ahora, pierdan o ganen los demócratas las elecciones de noviembre, el presidente Obama ya ha definido su presidencia. Los demócratas han vivido su gran día, su apoteosis. Celebraban "una nueva era en América", como ha recordado Obama.
La audiencia reunida en el East Room de la Casa Blanca para asistir a la firma de la ley -con 20 plumas diferentes que regaló a dos decenas de elegidos- que cambiará el triste panorama sanitario de la potencia mundial estaba entregada y rebosaba emoción. Cada frase del presidente era aplaudida. Se vibraba de emoción y se contagiaban las ganas de abrazar al de al lado. El trabajo estaba hecho y no había sido fácil.
"Hoy, casi un siglo después del primer intento; hoy, tras casi un año de debate; hoy, después de que todas las votaciones hayan cuadrado; hoy, la reforma del seguro de salud se convierte en ley en Estados Unidos", ha declarado Obama. "Que ningún otro niño tenga que vivir" lo que Marcellas Owens ha vivido, ha dicho el presidente mirando enternecido al pequeño de 11 años.
Para los archivos de imagen y sonido -y desde ya para muchas horas de chascarrillo televisivo- queda el comentario silenciado por la censura televisiva, que en este país no permite decir tacos, que hizo el vicepresidente Joe Biden -más Biden que nunca- a Obama cuando le dio paso: "Esto es la hostia" (fucking big). Es la manera de Biden de decir que se ha hecho historia.
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