jueves, 26 de marzo de 2009

Obama acelera su giro a la izquierda - 2009

PÚBLICO
Obama acelera su giro a la izquierda
El presidente ha acelerado las iniciativas de cambio para construir unos Estados Unidos distintos
PERE RUSIÑOL / ISABEL PIQUER - 22/03/2009
Han pasado apenas dos meses, pero se tambalean dogmas enquistados durante décadas en Estados Unidos. Acuciado por la crisis, Barack Obama ha acelerado las iniciativas de cambio para construir una América distinta quizás más europea, incluso de izquierdas y su hiperactividad y la profundidad de sus reformas han sorprendido al establishment de Washington. Todos coinciden en que las iniciativas suponen un rediseño profundo del país. Otra cosa distinta es si tienen posibilidad de éxito.
La Heritage Foundation es quizá el más venerable y respetado de todos los think tanks conservadores de Washington. En su imponente edificio de la Avenida Massachusetts, con sus columnas neoclásicas y aires de nobleza, el vicepresidente de la entidad, Michael Frank, alerta de la magnitud del giro que impulsa Obama: "Su filosofía parte de que el Gobierno es la primera opción para resolver los problemas, que su acción lleva al bien social, pero el pueblo americano tiene otra cultura", subraya Frank, quien añade con preocupación: "Si tiene éxito sería realmente una nueva dirección para América".
«Su filosofía parte de que el Gobierno es la primera opción para resolver los problemas»
Giro de fondo
A pocos metros en la calle H, pero en el otro extremo del arco político, académico e incluso estético, está el Economic Policy Institute (EPI). Es uno de los centros más progresistas de Washington, claramente de izquierdas incluso en un sentido europeo: nutre de asesores al Gobierno boliviano de Evo Morales, colabora con la gente de Noam Chomsky y siempre azuzó al "neoliberal" de Bill Clinton. Ahora su diagnóstico coincide en buena medida con el de Heritage. Nada más une a conservadores y progresistas en Washington; sólo la convicción de que Obama va en serio y que su giro es de fondo y con tintes de izquierdas.
"Estamos muy favorablemente sorprendidos por el arranque de Obama", admite Tony Avirgan, investigador del EPI. "Yo mismo era muy escéptico, pero pese a la gravedad de la crisis Obama no se ha olvidado de las otras cuestiones importantes. Es más, ha entendido la conexión que existe entre los asuntos sociales como la sanidad, la educación o la red de seguridad socialy la salida de la crisis", subraya.
Los analistas coinciden en que las iniciativas suponen un rediseño profundo del país
Obama ha tenido que salir al paso de la excitación que recorre Washington y ha precisado que él no es "socialista", una palabra aún maldita en Estados Unidos, que no evoca a la socialdemocracia europea sino a la Unión Soviética y al gulag. Pero algunas de las reformas que ya ha puesto en marcha supondrían rebobinar por completo los ocho años de George Bush y quizá acercar Estados Unidos al modelo de Estado del bienestar europeo.
Filosofía keynesiana
No sería la revolución en los términos que entendía Lenin, claro. Pero sería igualmente toda una revolución: "Es posible que después de la crisis nos situemos aquí en una versión distinta del capitalismo, en un nuevo capitalismo, mucho más a la europea", sostiene Ioannis Saratsis, investigador del conservador Hudson Institute.
Ni siquiera Obama puede plantearse cambiar Washington de la noche a la mañana
Algunas de estas iniciativas llevan años reclamándose desde los sectores progresistas. Por ejemplo, en economía: filosofía keynesiana, que aumente la intervención del Estado, utilice la deuda para propulsar el crecimiento y no tenga pánico a los impuestos. O en Sanidad: universalizar la cobertura sanitaria aunque sea privada, que hoy deja fuera del sistema a casi 50 millones de estadounidenses.
O en sostenibilidad: cambio del modelo de crecimiento basado en el petróleo barato y abrazar los objetivos de Kioto contra el cambio climático creando un sistema de compra y venta de emisiones de CO2 similar al europeo. Incluso en la visión del mercado laboral: facilitar la sindicalización de los trabajadores en lugar de torpedearla.
Reformas simultáneas
«Es posible que después de la crisis nos situemos en un nuevo capitalismo más a la europea»
Todas estas reformas han sido tocadas en algún u otro momento por presidentes demócratas. Lo que hace distinto a Obama es que las impulsa simultáneamente, en un contexto de una crisis económica equiparable al crack de 1929 y desde el mismo día en que pisó la Casa Blanca.
"Obama sabe que tiene muy poco tiempo para impulsar esta agenda tan ambiciosa y debe darse prisa", explica Vanessa Cárdenas, portavoz del Center for American Progress (CAP), la respetada organización de centro-izquierda fundada por John Podesta, ex jefe de Gabinete de Bill Clinton. "Hay que aprovechar el momento porque el espacio político se va a cerrar rápidamente: lo que no avance ahora será muy difícil lograrlo después de 2010".
Los demócratas dominan tanto la Cámara de Representantes, cuya presidenta es Nancy Pelosi, como el Senado. Pero en 2010 se renueva el Capitolio y ahí la tradición estadounidense es implacable: los ciudadanos suelen reforzar el juego de equilibrios institucional impulsando a la oposición para que nadie tenga un cheque en blanco. Incluso en raras situaciones como la actual, en que un mismo partido controla la Casa Blanca, la Cámara de Representantes y el Senado, Washington es indomable porque los intereses de cada diputado libres de la disciplina de voto y que deben el escaño sólo a los electores de su circunscripción no necesariamente coinciden con los del presidente o los gerifaltes de sus respectivos partidos.
«Tras la luna de miel llegará la realidad de lo posible y la realidad se llama Washington»
"Tras la luna de miel llegará la realidad de lo posible y la realidad se llama Washington", apunta John Fortier, investigador del American Enterprise Institute, vivero de los neocon. "La relación con el Congreso aún es buena, pero ni siquiera Obama puede plantearse cambiar Washington de la noche a la mañana; aquí el sistema tiene sus propias dinámicas, nada retóricas", concluye en el comedor de la sede de la entidad.
La calle de los lobbies
En EEUU, el presidente puede diseñar un plan todo lo ambicioso que quiera. Pero el dinero lo tiene el Capitolio, cuyos parlamentarios van por libre. Y las competencias a menudo las retienen los estados. Por si fuera poco, luego está la calle K, en Washington: aquí anidan camuflados o a la intemperie todo tipo de lobbistas, que conocen las reglas de la política mejor que cualquier presidente recién llegado. "Por mucho que Obama quiera fijar nuevas reglas y escapar de los lobbies, estos siempre encontrarán la manera de reubicarse", pronostica Saratsis, del Hudson Institute.
Y sin embargo, el momento es tan excepcional que ningún dogma parece inamovible. Lo tiene claro Gene Healy, vicepresidente del Cato Institute, partidario como su organización de un Gobierno lo más delgado posible: "El Capitolio ha ido dimitiendo de sus responsabilidades y el poder unilateral del presidente de miedo", lamenta.
Para esta visión, la hechizadora personalidad de Obama, capaz de generar simpatías incluso entre sus más furibundos críticos, es un auténtico peligro. Lo prueba Michael Frank, del Heritage. Tras enmendar a la totalidad sus dos primeros meses en la Casa Blanca, concluye: "Es un tipo muy inteligente. Debe ser muy agradable irse a cenar con él, tomarse unas copas y escucharle hablar. Sin duda más que con Bush. Con él hubiera sido un poco incómodo y además no habría habido cerveza". Si no hay cambio con Obama, es que realmente el cambio es imposible.
EL PAÍS
TRIBUNA: NICOLÁS SARTORIUS
Obama nos convoca a cambiar el mundo
NICOLÁS SARTORIUS 08/11/2008
No es fácil, presidente Obama, pero se pueden cambiar muchas cosas; primero en casa y luego en el mundo, con los demás. La primera crisis global que estamos viviendo no es sólo financiera sino económica, con la recesión, social, con el aumento del paro y de la miseria, alimentaria, con las hambrunas, de supervivencia, con el cambio climático y, también, de la "política" que se ha practicado. Es la crisis completa de un capitalismo descontrolado y de las ideas que lo han sustentado.
La gran lección de estas crisis es que la política democrática debe gobernar la globalización
El estatalismo saturado condujo a la ruina del llamado "socialismo real", el de la Unión Soviética. El mercado omnipotente ha conducido ahora a la quiebra de un modelo de capitalismo existente. La gestión de la globalización en manos de operadores financieros, en vez de bajo la dirección de la política democrática, arrasa con todo. Las débiles defensas que opone una izquierda política y sindical desarbolada, cuando no imitadora de lo hegemónico, caen una tras otra, aunque resistan algunos baluartes, como las conquistas del modelo social europeo o ciertos avances en Latinoamérica.
¿Refundar el capitalismo? Los sistemas sociales ni se fundan ni se refundan porque son procesos; eso sí, se pueden transformar en una u otra dirección. En mi opinión, la dirección del futuro dependerá de cómo salgamos de las crisis presentes. Y lo primero es librar y ganar la batalla de las ideas, es decir, devolver a la política, a la democracia, la dirección del gobierno de la globalización, lo que no significa acabar con el mercado.
Supone, de entrada, regular con eficacia los sectores sistémicos de la economía, aquellos que no se pueden hundir porque se viene todo abajo: el financiero, el energético, los transportes, los servicios esenciales... Es demencial que estos sectores campen a sus anchas y que cuando quiebran les tenga que salvar el dinero de los contribuyentes. Y significa un verdadero robo que ese dinero público se utilice para tapar agujeros o para retribuir a los accionistas.
Porque el mayor riesgo de este momento es que los próximos días 14 y 15 en Washington, y en sucesivas reuniones, se dé una salida "lampedusiana" a la situación: cambiar algo para que todo siga igual. Ésa es la gran batalla de ideas que hay que ganar y no va a ser fácil. De ahí la importancia de que acuda España, junto con otros actores progresistas: para impulsar un cambio real en la arquitectura del gobierno de lo global, no sólo en el financiero.
Sería engañarse pensar que después de este terremoto las cosas serán iguales. Ya hay una relación de fuerzas distinta. En las ideas -es el momento de una ofensiva social y democrática-; en la economía -ya no hay solución sin los países emergentes-; en lo militar -la hegemonía unilateral se ha terminado-.
España debería apostar por algunas cosas básicas. Para empezar, un nuevo diseño de los organismos internacionales que contemple las nuevas realidades. ¿Por qué no un banco central global que cuide de la salud financiera y el desarrollo, junto con instituciones regionales? ¿Por qué no una nueva visión del libre comercio que incluya instrumentos de cohesión social, como en la Unión Europea?
Pero no es realista plantear un gobierno global de las finanzas y/o de la economía cuando la propia UE no lo tiene. Un mercado, una moneda, un banco central, exigen un gobierno económico. ¿Por qué no un Tesoro europeo? Si queremos participar en el gobierno de lo global, menos globos y convirtámonos en un actor político mundial. Con Obama, Estados Unidos ha dado una lección y ha empezado a hacer los deberes. Hagamos nosotros, los europeos, los nuestros.
Necesitamos una nueva relación transatlántica. Menos militar y defensiva y más económico-social y medioambiental. La alianza entre EE UU y la UE es vital para resolver los problemas de la humanidad y no tanto para atacar o defenderse de la humanidad. La UE debería de contribuir a crear un espacio de seguridad paneuropeo, incluyendo a Rusia, EE UU y Canadá.
La prioridad latinoamericana habría que reforzarla en su contenido. Habría que intentar un auténtico espacio euroamericano -Norte y Sur- de democracias, libertad de comercio y cohesión social, capaz de crear una alianza estratégica con Asia. Por cierto, ¿para cuándo liquidar Guantánamo y levantar el embargo a Cuba?
Tendríamos, además, que conseguir que la Unión por el Mediterráneo -con su capital en Barcelona- sea un éxito concreto, en desarrollo económico, mejoras sociales, avances medioambientales y en seguridad.
Y si apostamos por el África subsahariana -como debemos hacer-, hagámoslo con nuevos instrumentos para el desarrollo, en coordinación con Europa y otros actores.
¿Acabaremos algún día con el cáncer de la injusta situación de Palestina? ¿Seremos capaces de acabar con la guerra de Irak y luchar contra el terrorismo reconstruyendo Afganistán?
En una palabra, hay que pasar a la ofensiva con las ideas que reflejen una nueva visión del gobierno de lo global, con un fuerte contenido social, medioambiental y democrático. El mundo no está para parches ni para bromas, sino para soluciones en profundidad. La actual situación es una vergüenza y un escándalo.
Nicolás Sartorius es director del Observatorio de Política Exterior de la Fundación Alternativas.
EL PAÍS - ANÁLISIS
Obama: energía para el cambio
JUAN MOSCOSO DEL PRADO 01/09/2008
La convención demócrata ha seguido hasta el último momento un guión perfecto, que hemos ido comentando todos los días en ElPaís.com. La convención ha cumplido su principal objetivo: presentar a Barack Obama a los EE UU y también al resto del mundo. Para ello ha sido necesario dar carpetazo a la confrontación que le ha marcado desde que anunció su concurrencia a las primarias, la mantenida con Hillary Clinton, para situarlo ante su rival de verdad, el senador republicano McCain. El primer día conocimos al Obama familiar, hijo del sueño americano y comprometido con los valores americanos que en Europa preferimos dejar fuera de la política. Al día siguiente Hillary Clinton fue la encargada de escenificar la unidad y cohesión del Partido Demócrata en torno al candidato. A partir de ese momento, con Hillary y con los principales actores políticos del partido -Joe Piden, John Carry, Bill Clinton, Nancy Pelosy, Al Gore- se comenzó a definir la potente plataforma de cambio político que culminó con el espectacular discurso de Obama en el estadio de Los Broncos de Denver.
La sociedad americana exige un cambio radical en la política de su gobierno. La reacción que han generado ocho años de gobierno neocon es muy similar a la vivida en España en 2004. Por primera vez en muchos años, las clases medias americanas temen que el futuro no vaya a ser mejor que el pasado. En la primera potencia del mundo, muchísimas familias carecen de cobertura sanitaria y son incapaces de financiar la educación superior de sus hijos. Al mismo tiempo, las mujeres sufren una evidente desigualdad en demasiados ámbitos de la vida. La plataforma política que ha construido Obama tiene una clara inspiración progresista, socialdemócrata me atrevería a decir. Como dijo Al Gore, creemos en la economía de mercado defendiendo a la gente de sus abusos. Sanidad, educación, pensiones, empleo de calidad, regularización de inmigrantes, igualdad, derechos de los gays, protección del medioambiente, lucha contra el cambio climático, I+D+i en energías renovables para conseguir la autosuficiencia energética y un nuevo papel de EE UU en el mundo son los ejes fundamentales de este proyecto. Un proyecto diseñado para devolver a la clase media americana la confianza en su país, el optimismo y para recuperar una verdadera igualdad de oportunidades. Ante el resto del mundo, Obama ha prometido cerrar Guantánamo y liderar de nuevo al mundo libre, utilizando la diplomacia y no la guerra. Obama quiere que el mundo vuelva a confiar en EE UU. Respecto a América Latina se adivina un giro radical, porque tal y como Obama ha dicho, lo que es bueno para los pueblos americanos debe ser también bueno para los EE UU, reemplazando la estrategia de colisión actual por el diálogo y la cooperación.
El cambio es posible. Emoción, ilusión y optimismo contenido no faltan. Si se produce, será profundo no sólo para los norteamericanos y su país, sino también para cómo se ve a los EE UU desde el resto del mundo.
Juan Moscoso del Prado es diputado del PSOE por Navarra.

LA JORNADA
9 de Julio de 2008
“No doy giros hacia el centro; soy, sin duda, progresista”: Obama
David Brooks (Corresponsal)
El precandidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos, Barack Obama (a la izquierda), y el alcalde de Los Ángeles, California, Antonio Villaraigosa, durante una conferencia del aspirante en la 79 convención anual de la Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos, ayer en Washington Foto: Reuters
Nueva York, 8 de julio. Barack Obama se presenta como “el cambio”, pero mientras emplea la ya conocida estrategia “pragmática” de colocarse en el “centro vital” del espectro político, se generan dudas sobre si no es más de lo mismo pero con una mejor retórica.
De que no representa una amenaza para el “sistema” queda comprobado con el amplio apoyo que ha encontrado entre la cúpula de su partido pero tal vez más aún por el hecho de que Wall Street le ha dado casi el doble del apoyo financiero a su campaña que a la de su contrincante, el republicano John McCain, hasta la fecha 9.5 millones comparado con 5.3 millones para McCain, según cifras del Center for Responsive Politics.
“Sin importar quién gane en noviembre, Wall Street tendrá un amigo en la Casa Blanca”, declaró Massie Ritsch del Center for Responsive Politics en entrevista con el New York Daily News.
Sin embargo, Obama sí representa un cambio por definición: no es George W. Bush ni el Partido Republicano que, por lo menos hasta 2006 (cuando los demócratas reconquistaron la mayoría en el Congreso), controlaba las tres ramas del gobierno federal. Con más de 80 por ciento de los estadunidenses considerando que el país procede en una dirección equivocada, un presidente con menos de 30 por ciento de aprobación (uno de los más bajos en la historia), Obama representa un cambio.
Sus propuestas sobre cómo enfrentar los grandes problemas del momento –crisis económica, guerra en Irak, migración, salud, política exterior y el medio ambiente, entre otras– son recibidas como “un cambio” por opositores del régimen actual, sindicatos, organizaciones antiguerra, por aquellos que desean cambiar la política represiva contra los migrantes, defensores de los derechos de la mujer y los gay, los que sufren cada día más de un sistema de salud poco accesible, ambientalistas y científicos.
En torno a la economía Obama promueve un paquete para estimular la economía y generar empleos por medio de inversiones estratégicas en infraestructura como un cambio en el sistema tributario que ahora beneficia sobre todo a los más ricos. Promete un programa de salud “universal”, para todos los residentes del país, más incentivos para los pequeños empresarios, y más apoyo a la educación, incluyendo elevar los salarios de los maestros.
Sobre la guerra en Irak –tal vez el tema que más define “un cambio” frente al gobierno actual y a su contrincante republicano John McCain–, Obama subraya que una de sus prioridades inmediatas es llevar a su fin ese conflicto. Propone una retirada de las fuerzas estadunidenses en fases para lograr en aproximadamente 16 meses un retiro completo de las tropas de combate, aunque reconoce que se mantendrá una fuerza “residual” dedicada a tareas de capacitación de las fuerzas de seguridad locales y a operaciones “antiterroristas”.
Sobre migración, Obama promete promover una reforma integral durante su primer año en la Casa Blanca.
En política exterior su ofrecimiento de establecer negociaciones directas, sin condiciones, con los “enemigos” de Estados Unidos –en la lista están Irán, Corea del Norte, Venezuela, entre otros– más la intención de reparar la “imagen” diplomática de este país tanto a nivel regional como mundial marca un cambio obvio con el régimen actual en Washington.
Por estas y otras posiciones, todo un mosaico de organizaciones del sector obrero, ambiental, de derechos humanos, de derechos civiles, antiguerra y más están esperanzados con la campaña de Obama y destinarán enormes recursos financieros y humanos para su campaña.
A la vez, el carácter histórico de esta elección –el primer candidato presidencial afroestadunidense– y su relativa juventud, con una nueva retórica de reconocido talento, ha generado, por ahora, un nivel de participación sin precedente de jóvenes, afroestadunidenses, latinos y otros sectores que podrían representar un nuevo factor en la dinámica política de este país.
Pero algunos advierten que sería un error por parte de Obama y sus estrategas suponer que el apoyo que gozan entre estas bases liberales del Partido Demócrata está garantizado y permite que se dediquen más a ocupar el llamado “centro”, o sea un giro hacia la derecha, para buscar votos.
Obama está arriesgando destruir justo lo que provocó tanta atención y apoyo para su candidatura, de que era un nuevo tipo de líder político, “más honesto, menos cínico y menos incesantemente calculador que la mayoría”, argumenta Bob Herbert, columnista del New York Times. Herbert dice que el tipo de giro hacia la derecha podría generar una desilusión preocupante entre sus bases. “Parece creer que estos giros y contorsiones e intentos hábiles de complacer (a ciertos intereses), en contraste con liderazgo audaz y de principios sobre asuntos de importancia, atraerá a números grandes de votantes independientes y conservadores. Tal vez. Pero ese es un juego muy peligroso para un hombre que primero entusiasmó a los votantes al presentarse como alguien que era diferente, que no participaría en el vacío terminal de la política de siempre”.
Hoy el propio Obama intentó responder a la creciente crítica de sus recientes giros de posición. “Soy, sin duda, alguien progresista”, afirmó, al señalar que está en favor de un sistema tributario más justo, el acceso universal a la salud, a la educación y más. Pero, añadió, “no soy alguien que está hablando del gobierno como la solución a todo. También creo en la responsabilidad personal. También creo en la fe”. Enfatizó que todo esto no es nuevo, no son “giros” hacia el centro, ya que ha promovido estas posiciones desde hace años. “Entonces la noción de que esto se trata de hacerme percibir como centrista no es cierto”, concluyó.
Tal vez por ello está buscando imágenes que recuerden a héroes liberales del partido. En su gira programada por Europa a finales de este mes, Obama aparentemente ha logrado obtener la autorización de pronunciar un discurso frente a la Puerta de Brandenburgo en Berlín, evocando el acto histórico de John F. Kennedy en ese mismo lugar.
Pero vale recordar que el presidente Ronald Reagan también realizó un acto ahí mismo. La pregunta es ¿cuál desea ser Obama?

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