sábado, 28 de marzo de 2009

Fernando de los Rios y la Universidad Internacional Menendez Pelayo

EL DIARIO MONTAÑES

TRIBUNA LIBRE
El legado de Fernando de los Ríos
12.01.08 -
ALEJANDRO SÁNCHEZ CALVO
El próximo mes de Julio se cumplen 75 años del inicio de las actividades de la UIMP en el Palacio de la Magdalena. Con esta institución académica, creada el año anterior por el ministro de Instrucción Pública, Fernando de los Ríos, se cerraba aquel proyecto educativo que había ideado su tío Francisco Giner de los Ríos en la Institución Libre de Enseñanza con vistas a impulsar, junto con otros programas, la creación de una España nueva, europeizada. En este empeño por modernizar el país, participarían personalidades que vale la pena recordar. Desde Ortega y Gasset, Marañón o Gurmensindo de Azcárate, hasta Manuel Bartolomé Cossío, Federico de Onís, Luis de Zulueta y Américo Castro, entre otros muchos. Es lo que tienen las sociedades viejas: que al final acaban encontrando soluciones a sus problemas, y no tanto porque cuenten con experiencias que les faciliten las respuestas a las nuevas situaciones, sino porque siempre hay en ellas personajes capaces de señalar el camino a los demás. En este caso, intelectuales que se sentían herederos de aquella tradición liberal y progresista que entendía que el futuro del país pasaba por el aprecio al saber y el establecimiento de nuevas formas de organización social. Creían que era posible una España mejor al margen de la ortodoxia. Pues bien; entre estos personajes modélicos figura Fernando de los Ríos (Ronda, 1879 -Nueva York, 1949), intelectual comprometido con la transformación del país a partir de una acción política capaz de solucionar los problemas que impedían su progreso: tanto el agrario o el religioso, como el territorial o el de las desigualdades, por no hablar del desastroso estado en que se encontraba la educación. Basta con leer el libro de Octavio Ruiz-Manjón ('Fernando de los Ríos. Un intelectual en el PSOE', recientemente publicado), o el ya clásico de Virgilio Zapatero ('Fernando de los Ríos. Biografía intelectual', 1974, reeditado en 1999) para darse cuenta de su participación activa en todo ello: de su compromiso con la reforma de la sociedad española y con su incorporación a las formas políticas y culturales existentes en Europa. Libros que, por lo demás, nos ofrecen la oportunidad de recuperar la figura de un profesor y político que tanto ha ennoblecido ambas ocupaciones en una encrucijada histórica como es la del primer tercio del siglo XX. «Entre las primeras luces de la vida moderna y el tajo sanguinario de la Guerra Civil», que dice Muñoz Molina. Una época enormemente convulsa en la que se suceden episodios de tanto significado como la crisis de la Monarquía, la Dictadura de Primo de Rivera, que puso fin al sistema político de la Restauración, la República o la Guerra. Pero también un tiempo en que se confió en normalizar el país y en sacarle del atraso en que estaba.Catedrático de Derecho y educado en los principios de la Institución Libre de Enseñanza, partidaria de una organización de la sociedad española basada en la moral, Fernando de los Ríos se lanza a la política activa desde la militancia en el PSOE, pero sobre todo desde una ética y unas ideas que en muchas ocasiones le harían personaje incómodo a la propia organización. Próximo a Indalecio Prieto y al institucionista Julián Besteiro, de actitudes más flexibles, trata de aportar al partido el sentido humanista y liberal que se anticipa al movimiento socialdemócrata europeo surgido tras la Segunda Guerra Mundial. Un socialismo basado en los principios éticos, que poco tenía que ver con aquel que observó en la Rusia despreciadora de la libertad, y que le llevaría a escribir el libro 'Mi viaje a la Rusia socialista'. Personaje, en fin, que con otros muchos se implica en la mejora de la vida española. Y, en éstas, el advenimiento de la República vendría a alimentar la esperanza de lograrla. Se creía que con ella sería más fácil. Y a ello se puso el nuevo régimen, no sin algunos períodos de inestabilidad. Se volcó en poner en marcha un programa de reformas sociales, de entre las que destaca aquella en que tanto protagonismo tuvo Fernando de los Ríos: la reforma educativa.Porque así fue. Nombrado Ministro de Instrucción Pública en 1931, aborda el desarrollo de un proyecto educativo que hundía sus raíces en la ILE -especialmente en aquella idea de Giner de los Ríos de que la regeneración del país pasaba por la formación del pueblo-, y que ya había materializado iniciativas de tanto calado como la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas que, creada en 1907, favorecería el «chapuzón europeo» para muchos jóvenes, favoreciendo con ello nuestro crecimiento científico y cultural; el Instituto-Escuela, fundado en 1918 y que tanto haría por la renovación de la enseñanza; o el Centro de Estudios Históricos, tan necesario para la iniciación en métodos de investigación, por mencionar tan sólo las más significativas. Lo que se hace ahora es intensificar este proyecto con un ambicioso programa de construcción de escuelas e institutos que acerque la educación a todos; pero también con actividades de formación del profesorado, o con la creación de las Misiones Pedagógicas, una especie de escuelas ambulantes que llevaría la cultura y el arte a los pueblos más remotos. En fin, que, pese a las restricciones presupuestarias por las que en ciertos momentos tuvo que pasar la República, se pretende superar aquellas carencias que habían convertido la educación en uno de nuestros grandes males.Y será precisamente la Universidad Internacional de Verano el colofón a este proyecto modernizador de la educación, pues permitiría a nuestros profesores y estudiantes entrar en contacto con los de otras universidades extranjeras. Precisamente el programa de Julio de 1933 preparado por Pedro Salinas, el Secretario, era buena demostración de ello. Un espléndido programa en el que intervendrían intelectuales de la talla de Zubiri, Menéndez Pidal, Karl Vossler o el premio Nobel Dr. F. Haber. O Marcel Bataillon, para quien aquella Universidad era «una de las más grandes instituciones culturales de Europa». Brillante cierre, sin duda, a un proyecto educativo que Fernando de los Ríos consideraba prioritario para transformar el país. Algo que trataría de lograr asimismo desde otras dedicaciones: desde la docencia o desde otras responsabilidades públicas. Eso sin negar el valor de sus viajes a muchos países europeos y americanos, donde mostraba lo español al tiempo que se empapaba de las nuevas formas de vida. Pero al final fue imposible. La sublevación militar y la posterior Guerra Civil se encargarían de impedirlo. Les faltó tiempo, como el propio Fernando de los Ríos diría en aquella conferencia pronunciada en México el año 1945: «¿Si nos hubieran dejado diez años más!».Y en esta exclamación uno cree oír la queja de muchos otros; se queda con la impresión de que su trayectoria personal simboliza bien la de toda una generación, la de todo un país, que vio cómo su enorme esfuerzo por cambiar las cosas se había frustrado. Enorme fracaso como es toda guerra fraticida: con su espantoso reguero de muertos y un inmenso exilio de ciudadanos desperdigados. Deshechos. Su triste y sórdido funeral en Nueva York, lejos del país por el que tanto había hecho, representa el final de una gran esperanza: la de aquellos que habían seguido la estela de Francisco Giner de los Ríos, el maestro al que con tanta admiración se refiriera A. Machado, que trató de articular un clima moral en la sociedad española y de abrirla a Europa. Pero no pudo ser. Lo que no quiere decir que no resulte imprescindible en todas las circunstancias el esfuerzo y el compromiso de los mejores: de aquellos que, como Fernando de los Ríos, creen en su país y viven por mejorarlo y por hacerlo más justo. Suficientes motivos para tenerlos en cuenta. La Universidad Internacional fue el colofón del proyecto modernizador de la educación emprendido por el ministro de Instrucción Pública, Fernando de los Ríos

No hay comentarios:

Publicar un comentario