John Rawls: "El derecho de gentes y "Una revisión de la idea de razón pública"
Dr. Daniel Gamper - Universidad Autónoma de BarcelonaJohn Rawls: "El derecho de gentes y "Una revisión de la idea de razón pública".Ed. PaidósI
Dr. Daniel Gamper - Universidad Autónoma de BarcelonaJohn Rawls: "El derecho de gentes y "Una revisión de la idea de razón pública".Ed. PaidósI
SBN: 8449310474.224 p.; 23x16 cm. (03/2001).
Acaba de aparecer en España, publicado por la editorial Paidós, la obra más reciente de John Rawls, "El derecho de gentes" (traducción de Hernando Valencia Villa). Considerado con Jürgen Habermas el mayor filósofo político de nuestro tiempo, Rawls es el autor más citado internacionalmente en el campo de las ciencias humanas y una referencia obligada para cualquier persona que se interese por la evolución del derecho, la ciencia política y la filosofía.
Este libro está dividido en dos partes. La revisión de "La idea de razón pública", publicada en 1997, supone una minuciosa reelaboración de un texto mucho más breve que el autor presentó por primera vez cuatro años antes, en 1993, y es la culminación de sus ideas sobre el liberalismo en su relación con algunos de los problemas más acuciantes de nuestro tiempo. En su versión definitiva, el artículo en cuestión expone el modo en que las limitaciones de la razón pública pueden explicarse debidamente atendiendo a conceptos tanto religiosos como no religiosos. Se trata de un detallado relato acerca de las modernas democracias constitucionales, basadas en una concepción política liberal, y su aceptación por parte de ciertos ciudadanos que no tolerarían doctrinas de ese tipo en campos como la religión, la filosofía o la moral.
"El derecho de gentes", por su parte, parte de la idea del contrato social y establece los principios generales que pueden y deben ser aceptados por sociedades tanto liberales como no liberales como norma general para sus interrelaciones. En concreto, el texto traza una distinción crucial entre los derechos humanos básicos y los derechos de los ciudadanos de una democracia liberal y constitucional. También explora los términos según los cuales una sociedad de este tipo puede declarar "justamente" la guerra a otra que no se atenga a esos principios y, en fin, debate los presupuestos morales adecuados que pueden servir como base para prestar ayuda a ciertas sociedades no liberales sometidas a condiciones políticas y económicas claramente desfavorables.
I Una imagen del filósofo político John Rawls
Cuando John Rawls (1921) publicó en el año 1971 su libro "Una teoría de la justicia" (en castellano, Fondo de Cultura Económica, 1978), apenas era conocido en el ámbito académico anglosajón por un puñado de artículos sobre filosofía política. Treinta años después de la publicación de este voluminoso y concienzudo estudio, Rawls es considerado el renovador del liberalismo y la figura central del pensamiento político y moral del siglo XX. En un momento en que la filosofía moral y política se orientaba en función de justificaciones y de normas utilitaristas, Rawls abandonó la tendencia excesivamente empírica de este pensamiento en favor de una pretensión de raigambre kantiana, universalista.
John Rawls se doctoró en la Universidad de Princeton y vio truncada su carrera académica por la guerra, en la que intervino como soldado de infantería. Su participación en la Segunda Guerra Mundial lo llevó a ser testigo presencial de las terribles consecuencias de la bomba atómica en Hiroshima. De esta experiencia surgen algunas de sus reflexiones acerca de la guerra justa y de la posibilidad de la paz mundial, como un breve artículo en el que argumenta filosóficamente contra la decisión americana de lanzar la nefasta bomba. No obstante, Rawls, a diferencia de gran parte de los teóricos y filósofos de finales de siglo, apenas ha dejado huellas personales en su obra. Su existencia es la de un oscuro profesor de universidad alejado de los fastos de los intelectuales posmodernos y no preocupado por crearse una imagen de pensador estrella mediante entrevistas o de desmarcarse como personalidad de relevancia pública.
Tras la experiencia de la guerra, Rawls fue contratado por la Universidad de Harvard, donde ha ejercido la docencia y la investigación hasta la actualidad. Una actividad que ha debido reducir considerablemente en los últimos años dado un agravamiento de su salud desde 1995. Con "Una teoría de la justicia" se consagró como el gran filósofo político americano y, junto con Jürgen Habermas, el heredero de la escuela de Francfort, como el máximo defensor del pensamiento ilustrado universalista. Desde entonces, y como dice su colega en Harvard y su crítico más agudo, Robert Nozick, cualquier aportación a la filosofía política, incluso aquella que no acepte ni los presupuestos ni las conclusiones de Rawls, debe rendir cuentas de su obra.
II Una obra influyente
La importancia de la obra de Rawls no radica, pues, en el resultado de su presencia pública o mediática, sino que se constriñe más bien al ámbito universitario. Los incontables estudios, tesis doctorales, artículos y libros dedicados a Rawls y la traducción sistemática de sus libros a todas las lenguas europeas son buena muestra de ello. Como afirma Victoria Camps, catedrática de Filosofía Moral y Política de la Universitat Autónoma de Barcelona, Rawls ha sido objeto de exhaustiva atención por la academia española, y la lectura y análisis de su obra ha sido de presencia obligada en los temarios de los estudiantes de Derecho, Ciencia Política y Filosofía.
La influencia de la teoría rawlsiana de la justicia en el ámbito jurídico y político es de difícil determinación. El interés preferencial de juristas y políticos por la práctica cotidiana los mantiene alejados de las cuestiones filosóficas propuestas por Rawls. La pregunta acerca de los fundamentos de la justicia y de los presupuestos de una sociedad justa no ocupa las reflexiones tempestivas de los gestores políticos, de ahí que su repercusión en este ámbito sea apenas testimonial. No obstante, "Una teoría de la justicia" es la obra más citada en los procesos judiciales de Estados Unidos, en donde el recurso a autoridades desempeña un papel de mayor calado que en la práctica jurídica continental.
A pesar de todo, John Rawls es considerado el ideólogo de la socialdemocracia europea. Para el profesor de la Universidad de Cádiz y ex diputado del PSOE Ramón Vargas-Machuca, autor junto con Miguel Ángel Quintanilla del libro "La utopía racional" (Espasa Calpe), Rawls no ha ejercido una influencia efectiva sobre la discusión política del país, más bien es una cita recurrente, un adorno de los políticos, más preocupados a la hora de elaborar sus programas de las encuestas de opinión que de los debates de ideas en profundidad. Para Vargas-Machuca la obra de Rawls adolece de un grado de abstracción propio de la filosofía, que si bien ofrece elementos para justificar a la socialdemocracia actual, no posee la funcionalidad de la tercera vía, la cual, efectivamente, es producto de políticos y no de filósofos.
La afinidad del pensamiento del profesor americano con el socialismo procede de su advocación simultánea en favor de la igualdad y de la libertad. Con la expresión liberalismo igualitarista, Rawls sitúa el principio de la libertad en un lugar preeminente, sin olvidar la necesidad de redistribuir los bienes de modo que todos los individuos puedan gozar en pie de igualdad de la libertad. Es fácil reconocer en esta conjunción de libertad e igualdad los rasgos centrales del Estado de bienestar o Estado social. Cabe decir en este sentido que el proyecto rawlsiano ha encontrado más eco en las prácticas políticas europeas que en Estados Unidos, donde su recepción ha sido esencialmente cosa de filósofos y de universitarios.
III Apuesta por el liberalismo
En la actualidad, la publicación de la traducción de su último libro, "El derecho de gentes" (Paidós), atestigua la pervivencia del proyecto rawlsiano, que en esta ocasión promueve una aplicación a escala mundial de sus teorías liberales. Frente al coro de voces milenaristas, agoreras y tremendistas de los últimos tiempos que anuncian un futuro de desastres ecológicos, humanitarios o espirituales, "El derecho de gentes" propone una visión optimista, una "utopía realista", de un mundo en el que los ideales liberales podrían y deberían ser aceptados por todos los pueblos que garantizan un mínimo de libertades civiles a sus miembros. La propuesta de Rawls se enraíza en el "ius gentium" romano y recupera asimismo las aspiraciones ilustradas de Kant en su escrito sobre la paz perpetua. Hasta el siglo III a. C. el derecho romano operaba con el denominado "ius civile", un conjunto de normas más o menos explícitas en función de las cuales se decidía en los casos conflictivos entre los ciudadanos de Roma. A partir de entonces, y coincidiendo con la expansión del imperio, se hizo necesario un derecho que permitiera también decidir en casos que afectaban a extranjeros y que no podían ser considerados sólo desde las normas de la ciudad romana. De esta fecha data el surgimiento del primer derecho internacional.
En su último libro, Rawls no prosigue el desarrollo de este derecho internacional de vertiente eminentemente privada, sino que adopta la terminología romana para denominar la estructura utópica, pero no idealista, bajo la cual cabe esperar que se agrupe una futura sociedad de los pueblos. El gesto de Rawls se encuentra también alejado del imperialismo romano, y su propuesta, a pesar de las acostumbradas críticas que sobre él se vierten desde la llamada posmodernidad, huye de cualquier forma de imperialismo latente, puesto que su esfuerzo va destinado a encontrar un ámbito común de acuerdo, no a imponer la concepción occidental de la justicia y del derecho.
Es cierto que la defensa del liberalismo y su propuesta de adoptar a escala mundial algunas de sus virtudes nace del hecho empírico de que las grandes democracias establecidas no se han enfrentado jamás entre ellas, del hecho de que hace más de cincuenta años que reina la paz en el mundo occidental. Pero esta constatación no tiene como fácil consecuencia una exportación del modelo europeo o americano al resto del mundo. Rawls piensa que estos pueblos liberales y democráticos deben plantar las semillas de un futuro entendimiento con las sociedades decentes no liberales, es decir, aquellas que sin aceptar la cosmovisión occidental mantienen las libertades fundamentales de sus ciudadanos en un nivel razonable.Dr. Daniel Gamper SacaseUniversidad Autónoma de Barcelona. Departamento de Filosofia
Acaba de aparecer en España, publicado por la editorial Paidós, la obra más reciente de John Rawls, "El derecho de gentes" (traducción de Hernando Valencia Villa). Considerado con Jürgen Habermas el mayor filósofo político de nuestro tiempo, Rawls es el autor más citado internacionalmente en el campo de las ciencias humanas y una referencia obligada para cualquier persona que se interese por la evolución del derecho, la ciencia política y la filosofía.
Este libro está dividido en dos partes. La revisión de "La idea de razón pública", publicada en 1997, supone una minuciosa reelaboración de un texto mucho más breve que el autor presentó por primera vez cuatro años antes, en 1993, y es la culminación de sus ideas sobre el liberalismo en su relación con algunos de los problemas más acuciantes de nuestro tiempo. En su versión definitiva, el artículo en cuestión expone el modo en que las limitaciones de la razón pública pueden explicarse debidamente atendiendo a conceptos tanto religiosos como no religiosos. Se trata de un detallado relato acerca de las modernas democracias constitucionales, basadas en una concepción política liberal, y su aceptación por parte de ciertos ciudadanos que no tolerarían doctrinas de ese tipo en campos como la religión, la filosofía o la moral.
"El derecho de gentes", por su parte, parte de la idea del contrato social y establece los principios generales que pueden y deben ser aceptados por sociedades tanto liberales como no liberales como norma general para sus interrelaciones. En concreto, el texto traza una distinción crucial entre los derechos humanos básicos y los derechos de los ciudadanos de una democracia liberal y constitucional. También explora los términos según los cuales una sociedad de este tipo puede declarar "justamente" la guerra a otra que no se atenga a esos principios y, en fin, debate los presupuestos morales adecuados que pueden servir como base para prestar ayuda a ciertas sociedades no liberales sometidas a condiciones políticas y económicas claramente desfavorables.
I Una imagen del filósofo político John Rawls
Cuando John Rawls (1921) publicó en el año 1971 su libro "Una teoría de la justicia" (en castellano, Fondo de Cultura Económica, 1978), apenas era conocido en el ámbito académico anglosajón por un puñado de artículos sobre filosofía política. Treinta años después de la publicación de este voluminoso y concienzudo estudio, Rawls es considerado el renovador del liberalismo y la figura central del pensamiento político y moral del siglo XX. En un momento en que la filosofía moral y política se orientaba en función de justificaciones y de normas utilitaristas, Rawls abandonó la tendencia excesivamente empírica de este pensamiento en favor de una pretensión de raigambre kantiana, universalista.
John Rawls se doctoró en la Universidad de Princeton y vio truncada su carrera académica por la guerra, en la que intervino como soldado de infantería. Su participación en la Segunda Guerra Mundial lo llevó a ser testigo presencial de las terribles consecuencias de la bomba atómica en Hiroshima. De esta experiencia surgen algunas de sus reflexiones acerca de la guerra justa y de la posibilidad de la paz mundial, como un breve artículo en el que argumenta filosóficamente contra la decisión americana de lanzar la nefasta bomba. No obstante, Rawls, a diferencia de gran parte de los teóricos y filósofos de finales de siglo, apenas ha dejado huellas personales en su obra. Su existencia es la de un oscuro profesor de universidad alejado de los fastos de los intelectuales posmodernos y no preocupado por crearse una imagen de pensador estrella mediante entrevistas o de desmarcarse como personalidad de relevancia pública.
Tras la experiencia de la guerra, Rawls fue contratado por la Universidad de Harvard, donde ha ejercido la docencia y la investigación hasta la actualidad. Una actividad que ha debido reducir considerablemente en los últimos años dado un agravamiento de su salud desde 1995. Con "Una teoría de la justicia" se consagró como el gran filósofo político americano y, junto con Jürgen Habermas, el heredero de la escuela de Francfort, como el máximo defensor del pensamiento ilustrado universalista. Desde entonces, y como dice su colega en Harvard y su crítico más agudo, Robert Nozick, cualquier aportación a la filosofía política, incluso aquella que no acepte ni los presupuestos ni las conclusiones de Rawls, debe rendir cuentas de su obra.
II Una obra influyente
La importancia de la obra de Rawls no radica, pues, en el resultado de su presencia pública o mediática, sino que se constriñe más bien al ámbito universitario. Los incontables estudios, tesis doctorales, artículos y libros dedicados a Rawls y la traducción sistemática de sus libros a todas las lenguas europeas son buena muestra de ello. Como afirma Victoria Camps, catedrática de Filosofía Moral y Política de la Universitat Autónoma de Barcelona, Rawls ha sido objeto de exhaustiva atención por la academia española, y la lectura y análisis de su obra ha sido de presencia obligada en los temarios de los estudiantes de Derecho, Ciencia Política y Filosofía.
La influencia de la teoría rawlsiana de la justicia en el ámbito jurídico y político es de difícil determinación. El interés preferencial de juristas y políticos por la práctica cotidiana los mantiene alejados de las cuestiones filosóficas propuestas por Rawls. La pregunta acerca de los fundamentos de la justicia y de los presupuestos de una sociedad justa no ocupa las reflexiones tempestivas de los gestores políticos, de ahí que su repercusión en este ámbito sea apenas testimonial. No obstante, "Una teoría de la justicia" es la obra más citada en los procesos judiciales de Estados Unidos, en donde el recurso a autoridades desempeña un papel de mayor calado que en la práctica jurídica continental.
A pesar de todo, John Rawls es considerado el ideólogo de la socialdemocracia europea. Para el profesor de la Universidad de Cádiz y ex diputado del PSOE Ramón Vargas-Machuca, autor junto con Miguel Ángel Quintanilla del libro "La utopía racional" (Espasa Calpe), Rawls no ha ejercido una influencia efectiva sobre la discusión política del país, más bien es una cita recurrente, un adorno de los políticos, más preocupados a la hora de elaborar sus programas de las encuestas de opinión que de los debates de ideas en profundidad. Para Vargas-Machuca la obra de Rawls adolece de un grado de abstracción propio de la filosofía, que si bien ofrece elementos para justificar a la socialdemocracia actual, no posee la funcionalidad de la tercera vía, la cual, efectivamente, es producto de políticos y no de filósofos.
La afinidad del pensamiento del profesor americano con el socialismo procede de su advocación simultánea en favor de la igualdad y de la libertad. Con la expresión liberalismo igualitarista, Rawls sitúa el principio de la libertad en un lugar preeminente, sin olvidar la necesidad de redistribuir los bienes de modo que todos los individuos puedan gozar en pie de igualdad de la libertad. Es fácil reconocer en esta conjunción de libertad e igualdad los rasgos centrales del Estado de bienestar o Estado social. Cabe decir en este sentido que el proyecto rawlsiano ha encontrado más eco en las prácticas políticas europeas que en Estados Unidos, donde su recepción ha sido esencialmente cosa de filósofos y de universitarios.
III Apuesta por el liberalismo
En la actualidad, la publicación de la traducción de su último libro, "El derecho de gentes" (Paidós), atestigua la pervivencia del proyecto rawlsiano, que en esta ocasión promueve una aplicación a escala mundial de sus teorías liberales. Frente al coro de voces milenaristas, agoreras y tremendistas de los últimos tiempos que anuncian un futuro de desastres ecológicos, humanitarios o espirituales, "El derecho de gentes" propone una visión optimista, una "utopía realista", de un mundo en el que los ideales liberales podrían y deberían ser aceptados por todos los pueblos que garantizan un mínimo de libertades civiles a sus miembros. La propuesta de Rawls se enraíza en el "ius gentium" romano y recupera asimismo las aspiraciones ilustradas de Kant en su escrito sobre la paz perpetua. Hasta el siglo III a. C. el derecho romano operaba con el denominado "ius civile", un conjunto de normas más o menos explícitas en función de las cuales se decidía en los casos conflictivos entre los ciudadanos de Roma. A partir de entonces, y coincidiendo con la expansión del imperio, se hizo necesario un derecho que permitiera también decidir en casos que afectaban a extranjeros y que no podían ser considerados sólo desde las normas de la ciudad romana. De esta fecha data el surgimiento del primer derecho internacional.
En su último libro, Rawls no prosigue el desarrollo de este derecho internacional de vertiente eminentemente privada, sino que adopta la terminología romana para denominar la estructura utópica, pero no idealista, bajo la cual cabe esperar que se agrupe una futura sociedad de los pueblos. El gesto de Rawls se encuentra también alejado del imperialismo romano, y su propuesta, a pesar de las acostumbradas críticas que sobre él se vierten desde la llamada posmodernidad, huye de cualquier forma de imperialismo latente, puesto que su esfuerzo va destinado a encontrar un ámbito común de acuerdo, no a imponer la concepción occidental de la justicia y del derecho.
Es cierto que la defensa del liberalismo y su propuesta de adoptar a escala mundial algunas de sus virtudes nace del hecho empírico de que las grandes democracias establecidas no se han enfrentado jamás entre ellas, del hecho de que hace más de cincuenta años que reina la paz en el mundo occidental. Pero esta constatación no tiene como fácil consecuencia una exportación del modelo europeo o americano al resto del mundo. Rawls piensa que estos pueblos liberales y democráticos deben plantar las semillas de un futuro entendimiento con las sociedades decentes no liberales, es decir, aquellas que sin aceptar la cosmovisión occidental mantienen las libertades fundamentales de sus ciudadanos en un nivel razonable.Dr. Daniel Gamper SacaseUniversidad Autónoma de Barcelona. Departamento de Filosofia
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