CRONICA - EL MUNDO
15 de Marzo de 2009
LA OTRA BIOGRAFÍA FRITZ BAUER
El hombre bueno de Auschwitz
Fritz Bauer (1903-1968), jurista judío alemán, fue el fiscal que impulsó los procesos de Auschwitz, retratados en la película «El lector». Publicación: Una biografía ensalza ahora la figura de este hombre que sacudió a una sociedad alemana partidaria de correr un tupido velo sobre los crímenes nazis.
MÓNICA FOKKELMAN
LA OTRA BIOGRAFÍA FRITZ BAUER
El hombre bueno de Auschwitz
Fritz Bauer (1903-1968), jurista judío alemán, fue el fiscal que impulsó los procesos de Auschwitz, retratados en la película «El lector». Publicación: Una biografía ensalza ahora la figura de este hombre que sacudió a una sociedad alemana partidaria de correr un tupido velo sobre los crímenes nazis.
MÓNICA FOKKELMAN
«Es imposible convertir la Tierra en un cielo pero tenemos que evitar que la Tierra se convierta en un infierno». Corrían los años 50 y Fritz Bauer (1903-1968), autor de estas palabras, empezaba a sacudir la conciencia de la sociedad alemana que había optado por la amnesia histórica corriendo un tupido velo sobre la barbarie nazi.
Nacido en Stuttgart, en una familia adinerada, estudió Empresariales y Derecho en las facultades de Heidelberg, Múnich y Tübingen antes de convertirse en un ciudadano incómodo poniendo el dedo en la llaga que más le dolía a la Alemania de entonces.
El lema generalizado de la época rezaba: «Donde no hay demandantes no hay jueces». Auschwitz había abrasado millones de almas, pero nadie en la Alemania de la posguerra quería oír hablar de verdugos ni de víctimas. Hasta que Bauer regresó a su país -en 1949- procedente de Escandinavia, donde se había trasladado en 1935 huyendo de la Gestapo, que lo había internado en un campo de concentración en 1933.
De vuelta a casa, emprendió una lucha en contra de ese letargo jurídico vigente en aquella época que permitió que muchos ex nazis se autorrehabilitaran tras la guerra ocupando algunos puestos de responsabilidad. Su lucha se centra en descubrir todos los crímenes oficiales posibles. «Hay que tener la nobleza de vivir en justicia», decía.
Bauer transformó la furia que sentía por la barbarie cometida contra su pueblo en coraje y desnudó a los culpables. Dio nombre y apellidos a los criminales impulsando como Fiscal General los célebres «procesos de Auschwitz» (1963-1965).
Durante los cuatro años en los que preparó el sumario, siempre con un pitillo en la mano, se granjeó muchos enemigos. «En cuanto salgo de mi despacho me siento como si me encontrara en el extranjero enemigo», decía.
A todo este ambiente hostil se unió la dificultad para recabar pruebas. Cuando las SS huyeron en el 45 despojándose de sus uniformes y documentación y disolviendo los campos de concentración de Europa del Este, muchos indicios quedaron al otro lado del telón de acero.
A pesar de la Guerra Fría, estableció una relación profesional con las autoridades del Este, algo que en la Alemania de Adenauer olía a procomunismo, y financió de su propio bolsillo los múltiples viajes de sus colaboradores al Archivo Estatal de Auschwitz.
El relato de este camino de espinas acaba de aparecer en forma de libro: Fritz Bauer , una biografía (editorial CH Beck). Su autora, Irmtraud Wojak, ha querido ensalzar la figura olvidada de un hombre que, a diferencia de sus contemporáneos, huyó del arreglo político.
La obra coincide con la exhibición de la película El lector, centrada en una celadora de Auschwitz, Hanna Schmitz, una de las acusadas en esos históricos procesos que, según los expertos, propició que los alemanes se enfrentaran a su pasado.
A POR LOS NAZIS HUIDOS
En el libro queda claro que los procesos tuvieron un antecedente en la vida de Bauer. Curiosamente, también relacionado con un personaje, Claus Schenk von Stauffenberg cuya película -Walkiria- protagoniza Tom Cruise. En 1952 Fritz Bauer, entonces fiscal de Braunschweig, llevó a juicio al ex general nazi Otto Remer, a quien acusó de injuriar la memoria de Stauffenberg, cabecilla del atentado perpetrado contra Hitler el 20 de julio de 1944.
A los procesos de Auschwitz siguieron otros en los que se persiguió a quienes participaron en el programa de eutanasia de los nazis.Bauer, sin embargo, murió antes de que llegaran a su fin. Colaboró también con la búsqueda por todo el mundo de criminales de guerra nazi como Martin Bormann y Adolf Eichmann. Sus esfuerzos, según el libro, ayudaron a que este último fuera ubicado en Argentina para posteriormente ser trasladado a Jerusalén, donde fue condenado a muerte y ejecutado.
Poco se conoce de la vida privada de Bauer, quien destruyó su diario y su correspondencia. En 1943 se casa en el exilio escandinavo con la danesa Anna Maria Petersen (1903-2002), a quien había conocido en los círculos socialdemócratas que solía frecuentar.Se sabe que fue una boda por conveniencia con la única finalidad de proteger al exiliado.
Fritz regresa en 1949 a Alemania solo. A partir de entonces, la única relación entre ambos será epistolar, aparte de los viajes que de vez en cuando realizaron como simples camaradas. Lo más curioso es que Anna Maria conoció por primera vez a la familia de Bauer en el entierro de su esposo en 1968 en Frankfurt.
Tras la incineración, empezó una profunda amistad entre Anna Maria y la hermana de Bauer , Margot Tiefenthal, quien recibió la mitad de la herencia de su hermano. El resto fue para un órgano socialdemócrata.
Los procesos de Auschwitz alcanzaron una dimensión sin precedentes.Más de 20 acusados en el banquillo, ocho peritos, 1.356 testigos y 20.000 personas entre el público... Tras 182 días de juicios, terminaron el 20 de agosto de 1965 con penas de cadena perpetua, años de cárcel y algunos absueltos.
La lucha de Bauer contra el olvido no gustó a todos. Sus detractores tildaron su iniciativa de «típicas mentiras judías». Le acusaron de ser un traidor de su patria, soportó múltiples amenazas de muerte e insultos y las llamadas telefónicas nocturnas le acompañaron hasta la muerte.
Solitario y despreciado, sólo podía conciliar el sueño con la ayuda de somníferos. Tras una de estas tomas, el hombre que dio voz a millones de exterminados murió a los 64 años en la bañera de su casa de Frankfurt.
Nacido en Stuttgart, en una familia adinerada, estudió Empresariales y Derecho en las facultades de Heidelberg, Múnich y Tübingen antes de convertirse en un ciudadano incómodo poniendo el dedo en la llaga que más le dolía a la Alemania de entonces.
El lema generalizado de la época rezaba: «Donde no hay demandantes no hay jueces». Auschwitz había abrasado millones de almas, pero nadie en la Alemania de la posguerra quería oír hablar de verdugos ni de víctimas. Hasta que Bauer regresó a su país -en 1949- procedente de Escandinavia, donde se había trasladado en 1935 huyendo de la Gestapo, que lo había internado en un campo de concentración en 1933.
De vuelta a casa, emprendió una lucha en contra de ese letargo jurídico vigente en aquella época que permitió que muchos ex nazis se autorrehabilitaran tras la guerra ocupando algunos puestos de responsabilidad. Su lucha se centra en descubrir todos los crímenes oficiales posibles. «Hay que tener la nobleza de vivir en justicia», decía.
Bauer transformó la furia que sentía por la barbarie cometida contra su pueblo en coraje y desnudó a los culpables. Dio nombre y apellidos a los criminales impulsando como Fiscal General los célebres «procesos de Auschwitz» (1963-1965).
Durante los cuatro años en los que preparó el sumario, siempre con un pitillo en la mano, se granjeó muchos enemigos. «En cuanto salgo de mi despacho me siento como si me encontrara en el extranjero enemigo», decía.
A todo este ambiente hostil se unió la dificultad para recabar pruebas. Cuando las SS huyeron en el 45 despojándose de sus uniformes y documentación y disolviendo los campos de concentración de Europa del Este, muchos indicios quedaron al otro lado del telón de acero.
A pesar de la Guerra Fría, estableció una relación profesional con las autoridades del Este, algo que en la Alemania de Adenauer olía a procomunismo, y financió de su propio bolsillo los múltiples viajes de sus colaboradores al Archivo Estatal de Auschwitz.
El relato de este camino de espinas acaba de aparecer en forma de libro: Fritz Bauer , una biografía (editorial CH Beck). Su autora, Irmtraud Wojak, ha querido ensalzar la figura olvidada de un hombre que, a diferencia de sus contemporáneos, huyó del arreglo político.
La obra coincide con la exhibición de la película El lector, centrada en una celadora de Auschwitz, Hanna Schmitz, una de las acusadas en esos históricos procesos que, según los expertos, propició que los alemanes se enfrentaran a su pasado.
A POR LOS NAZIS HUIDOS
En el libro queda claro que los procesos tuvieron un antecedente en la vida de Bauer. Curiosamente, también relacionado con un personaje, Claus Schenk von Stauffenberg cuya película -Walkiria- protagoniza Tom Cruise. En 1952 Fritz Bauer, entonces fiscal de Braunschweig, llevó a juicio al ex general nazi Otto Remer, a quien acusó de injuriar la memoria de Stauffenberg, cabecilla del atentado perpetrado contra Hitler el 20 de julio de 1944.
A los procesos de Auschwitz siguieron otros en los que se persiguió a quienes participaron en el programa de eutanasia de los nazis.Bauer, sin embargo, murió antes de que llegaran a su fin. Colaboró también con la búsqueda por todo el mundo de criminales de guerra nazi como Martin Bormann y Adolf Eichmann. Sus esfuerzos, según el libro, ayudaron a que este último fuera ubicado en Argentina para posteriormente ser trasladado a Jerusalén, donde fue condenado a muerte y ejecutado.
Poco se conoce de la vida privada de Bauer, quien destruyó su diario y su correspondencia. En 1943 se casa en el exilio escandinavo con la danesa Anna Maria Petersen (1903-2002), a quien había conocido en los círculos socialdemócratas que solía frecuentar.Se sabe que fue una boda por conveniencia con la única finalidad de proteger al exiliado.
Fritz regresa en 1949 a Alemania solo. A partir de entonces, la única relación entre ambos será epistolar, aparte de los viajes que de vez en cuando realizaron como simples camaradas. Lo más curioso es que Anna Maria conoció por primera vez a la familia de Bauer en el entierro de su esposo en 1968 en Frankfurt.
Tras la incineración, empezó una profunda amistad entre Anna Maria y la hermana de Bauer , Margot Tiefenthal, quien recibió la mitad de la herencia de su hermano. El resto fue para un órgano socialdemócrata.
Los procesos de Auschwitz alcanzaron una dimensión sin precedentes.Más de 20 acusados en el banquillo, ocho peritos, 1.356 testigos y 20.000 personas entre el público... Tras 182 días de juicios, terminaron el 20 de agosto de 1965 con penas de cadena perpetua, años de cárcel y algunos absueltos.
La lucha de Bauer contra el olvido no gustó a todos. Sus detractores tildaron su iniciativa de «típicas mentiras judías». Le acusaron de ser un traidor de su patria, soportó múltiples amenazas de muerte e insultos y las llamadas telefónicas nocturnas le acompañaron hasta la muerte.
Solitario y despreciado, sólo podía conciliar el sueño con la ayuda de somníferos. Tras una de estas tomas, el hombre que dio voz a millones de exterminados murió a los 64 años en la bañera de su casa de Frankfurt.
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